Relatos de navegantes

PROYECTO ANTÁRTIDA Navegación Ushuaia – Antártida Federico Guerrero – velero Quijote

por  Federico Guerrero – Asociado 125

Este es el relato sobre un sueño que se convierte en realidad. Un viaje de casi 40 días al último continente en  un velero de acero de 40 pies construido con ese fin a lo largo de 3 años. Con una tripulación de 4 personas, mitad varones, mitad mujeres. Con un Capi de 36 años y un Segundo de abordo, su mujer, de solo 29 años. Zarpamos de Ushuaia el último día de Enero y regresamos la primera semana de Marzo, luego de navegar casi 1800 millas; con 800 lts menos de gasoil, pero toneladas de recuerdos y experiencias.



El velero Quijote fondeado frente a la base Decepción

El velero Quijote frente a la Base Decepción

8 de Febrero de 2013, en algún lugar del Mar de la Flota. Pato y Erik fueron despertados esa mañana con una música especial: Entrada Triunfal de Verdi sonaba por los parlantes del Quijote a todo volumen. Cuando asomaron sus cabezas por el salón y miraron hacia proa vieron algo que creo van a recordar por el resto de sus vidas: La Isla Decepción , la Antártida!



Base

Base Decepción


En realidad la isla pertenece al grupo de las Shetland del Sur, pero para nosotros ya era la Antártida! Llegar hasta aquí significaba dejar a popa el pasaje de Drake e introducirnos en un nuevo mundo, distinto, fascinantemente blanco; un mundo donde el que reina es el hielo con sus formas más caprichosas. El Quijote y su tripulación habían llegado a aguas Antárticas luego de 4 días de incomoda pero segura navegación a través de unos de los pasajes más peligrosos del mundo. Aun no veríamos tanto hielo como pensábamos, pero eso poco importaba entonces. Ya estábamos navegando en Aguas Antárticas!

Base
Base Decepción
Personal de la base Decepción

Personal de la base


Pasado el medio día entramos al cráter del volcán a través de los Fuelles de Neptuno, y como primera parada nos dirigimos a la Bahía Balleneros, ahí nomás, entrando a la derecha. Allí ya estaba fondeado el Buque de Pasaje Hanseatic, quien había hecho entrada un rato antes, y que ya tenía toda su flotilla de gomones yendo y viniendo desde la playa con turistas tan deseosos de pisar tierra como nosotros.

buque

Buque Hanseatic


De lo que más ganas teníamos en ese momento era de fondear y bajar a tierra, y así intentamos hacer sin suerte, ya que pronto descubrimos lo que todos sabemos sobre estas aguas, que es muy profundo hasta muy cerquita de la orilla donde de pronto ya no hay más agua.


En el primer intento tiramos el ancla en “solo” 30 metros de profundidad. El viento soplaba hacia tierra y hacia allí derivamos esperando que haga cabeza, pero la playa se acercaba más rápido de lo que la profundidad disminuía. El ancla nunca clavo y el pobre cabrestante fue llamado a servicio para lentamente levar lo que tan rápido había bajado minutos antes. También intentamos localizar el sitio donde Hormiga Negra había fondeado a su Pequod en su paso por aquí hace más de 20 años, pero sin suerte.

Así que luego de investigar el área descubrimos un lugar más apartado cerca de una laguna donde pudimos fondear en 3 metros de profundidad.

fondeo


Quedamos lejos de la zona normal de desembarco, pero eso lo solucionaría “Sancho”, nuestro bote de excursión. Dimos 50 metros de cadena para estar tranquilos y festejamos la primera misión cumplida. Llamamos a servicio a Sancho y desembarcamos munidos de shorts de baño y toallas para cumplir con el ritual de bañarse en las aguas termales de la playa, no sin antes pasar un buen rato explorando los alrededores de esta antigua estación ballenera, también ex base inglesa, ahora sabiamente convertida en Monumento Histórico, evitando así tener que desmantelar las instalaciones por mano propia, tarea que de a poco va realizando la naturaleza.



baño termal

Baños en agua termal y …fría!!! 

Entre las cosas que llaman la atención están los inmensos tanques australianos de unos 10 metros de diámetro por otros tanto de alto, y que en tiempos gloriosos, no para las ballenas, claro, eran llenados con el aceite de las susodichas.

Mientras Erik cavaba su bañadera en la playa Laura y yo fuimos hasta la Ventana de Neptuno, una quebrada en la pared del cráter desde donde se ve hacia afuera; mientras Pato se dedico a fotografiar todo bicho que caminaba por los alrededores, incluido Erik ya semidesnudo dentro de su batea natural.

Base abandonada

Cuando regresamos seguimos su ejemplo y así casi todos cumplimos con el ritual. Pato se excusó por estar saliendo de un resfrío y no querer tomar frio, ya que si bien el agua es caliente, el aire dista mucho de serlo. Bahía Balleneros no nos pareció un sitio seguro donde pasar la noche.

Como veníamos de cruzar el Drake donde sumamos mucha tensión y poco descanso, buscábamos un lugar donde podamos pasar una noche tranquila, si es que eso existía! Los comentarios al respecto son en general negativos: en la Antártida se duerme siempre con el traje de aguas puesto…Sin embargo la estrella que alumbraba al Quijote y su tripulación tenía otra cosa esperando por nosotros, como ya veríamos con el correr de los días y para tranquilidad de nuestros trajes de agua.

Mientras estuvimos recorriendo la playa llegó el velero Podorange, con cuya tripulación nos entretuvimos charlando y contando nuestras experiencias durante el cruce. Les sorprendió que no hayamos tenido más de 30 nudos en todo el pasaje, ya que ellos que venían detrás habían registrado hasta 50.

Como dato positivo nos comentaron de un sitio donde el ancla agarra muy bien, en una especie de meseta submarina donde se sondan 10 metros, cerca de la Base Argentina Decepción. Así que una vez finalizada la ducha antártica hacia allí dirigimos la proa con mucho entusiasmo, el que se fue diluyendo al observar que ya el Podorange había llegado antes a su propio sitio, y del que además estaba haciendo uso pleno.

Como acá somos todos caballeros y no habíamos venido a la Antártida a estar apretados con otro velero, luego de dar unas vueltas y comprobar que la parte poco profunda era demasiado pequeña, activamos el plan B y nos dirigimos a Bahía Telefon, donde las crónicas indican la presencia de una caleta secreta no marcada en la carta que brinda refugio a los veleros de turistas perdidos.

Mientras recorríamos las dos millas que nos separaban sucedieron dos cosas adversas y opuestas: se levantó niebla y cayó la noche. Ninguna es agradable cuando hay que descubrir fondeaderos no charteados dentro del cráter de un volcán en la Antártida; pero no contaban con que teníamos un súper radar de banda ancha, y un sonar de escaneo hacia proa, gracias a los cuales localizamos casi con visibilidad cero la entrada a la caleta, la recorrimos completamente por su interior, y luego buscamos el centro y dejamos caer el ancla en 15 metros de profundidad con 100 metros de cadena. La caleta mostraba un perfil bien redondo con un diámetro de unos 2 cables.

fondeados

Mientras nosotros fondeábamos , Erik ya había empezado a honrar su tarea de Chef, y esa noche nos agasajó con Ojo de Bife a la No Decepción, con papas a la Magma de Volcán Antártico, por cierto muy apropiado para el lugar donde nos encontrábamos!

Todos festejamos y nos emborrachamos de felicidad, por estar donde estábamos, y contentos de que el día siguiente había sido dado franco por el Capi, sin horario de “all hands on deck”. Así todos nos fuimos a dormir con la tranquilidad de saber que estábamos en un buen sitio inexistente, a miles de kilómetros de la civilización, dentro del cráter de un volcán activo y con Laura además que como buena geóloga se encargó de enseñarnos durante la cena que estadísticamente ya hacía rato que tendría que haber entrado en actividad…

Federico Guerrero

continuara…

Cabo de hornos y ventisqueros

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