Cuentos por Navengantes

Tomar vacaciones

Por Oscar/Pacu

Después de 10 años de no tener vacaciones este año me las tome, todas, de un trago.
Como no puedo hasta fines de Febrero/Marzo traer la Chata a Berisso, me fui yo a vivir a la Chata.

Sábado, 15:00 horas en Dique Lujan.
Deje el R12 en la guardería del Dique, infle el gomón de 3 mts., instale el Honda 4t de 8 HP, cargue el bolso con las pilchas, hoyas, cartas, útiles de dibujo, mas garrafita, sombrero de paja, Off, Aspirinas, implementos para la Chata, mas algunos etc. La chapa de fabrica del gomón dice bien clarito: 3 personas.

Por lo menos “íbamos 4”.
Me despedí de Omar, encargado de la guardería, después de negociar el pago: 20$ por 10 días de cuidar el coche y subir y bajar el gomón, una bicoca.
Pase los dos pies sobre los bultos y los apoye sobre el estanco de babor y arranque el FB.
Silbando, encare el Arias.
Ya no me acuerdo cuanto hace que no silbaba, cantaba o tarareaba sin música.
Creo que la música venia de adentro, venia.

Al encarar el Arias me encuentro al arenero Juncal a escasos 100 metros, avanzaba como siempre, regulando hacia el Paraná ,drenando los restos de agua de las bodegas en un chorro hacia estribor a 7 u 8 mts. de distancia.
“Yo paso por debajo!, hace un calor bárbaro, con el chorro me pego flor de baño, tengo casi todo estanco y el balde plegable a mano”, me dije.
El baño fue reconfortante.
Un flaco desde el arenero me miraba.
Debe pensar que los “turistas” hacemos boludeces, pensé.
Ma sí!, que piense lo que quiera.
Cuando terminaba de pasar al Juncal, con su roda a 15 metros el FB ratea.
Me tiro asustado a los sauces de la costa.
Una bolsa,… “Supermercado… no sé que”, decía.
Puteo al que la tiro y me juro no tirar al río ni las colillas de los cigarrillos.
Esta ves paso el arenero por babor.
El flaco se corrió de banda para mirarme.
Me hace la seña con el pulgar en alto en señal de OK o de suerte y sonríe.
Lo saludo y pienso que lo divertí un rato en su largo viaje de 20 hs. y también le sonrío.
Y por dentro me propongo no ser tan temerario.

Llego a la Chata, saludo a la Flia. Biyoli y me instalo dispuesto a vivir “a lo indio”.
Me olvide la frazada, pido una.
Reviso el fondeo armado con el ancla que me dio David y pido a Jorge otra mas.
Saco de la zanja/arroyito a la Chata y la fondeo con la proa hacia la corriente.
El ancla de David hacia el centro del canal desde proa , 30 metros, otro cabo de 10 hacia una amarra vieja.
A popa lo mismo pero con un ancla mas chica y menos cabo.
Espero la primer lancha colectiva y verifico los bandazos.
Todo bien.
Quedo así 10 días.
A tierra,… en gomón o nadando. 
Y esa noche, luego de cenar en “tierra” con los Biyoli me doy uno de los gustos de mis sueños.

No hay casi viento.
Llevo el gomón hacia el centro del Arias, y en el silencio total, iluminado solo por las estrellas y la luna,
me dejo llevar por la corriente.
Los remos descansan en el agua, a mano.
El agua es un espejo, la luna me mira reflejada como desde el fondo del río,
algún pájaro, de esos que nunca se ven de día, canta un canto extraño,
un gato chilla peleando con otro o asustado por algo.
Pasan los minutos, ya no sé cuanto recorrí, no reconozco las amarras.

Las bichos de luz me indican cerquita la presencia de la costa,
sin darme cuenta el bote derivo hacia una orilla y unos perros me ladran.
Comienzo a ver las líneas de pesca que los lugareños dejan toda la noche en sus amarras.
Si tropiezo con alguna de esas que le ponen campanillas a la caña voy a joder a alguno.
Con los remos me alejo hacia el centro del canal, enciendo la lucecita del gomón y el FB.
Regulando me vuelvo, escuchando solo el gorgogeo del escape en el agua.
Cuando llego a la Chata tengo la sensación de haberme dado un baño de inmersión durante horas y horas.
Luego de unos mates en cubierta me meto al sobre en la litera.

El olor de la madera, el espiral y el gasoil me invade “las narices”. 
Desde la tarde que no fumo.
El suave balanceo que solo percibo con los ojos cerrados me amaca como en una cuna.
Me duermo como un angelito.

A las 6:00 AM el paso del Juncal a 20 mts. que vuelve cargado me despierta con su pof pof.
Repetí la cosa casi todas las noches y una sola ves, con calma chicha, en el Paraná. 
Menos la noche de la tormenta.
A las 23 las nubes se desplomaron, y recordé una fantasía seudo científica de la infancia:
“había demasiada agua arriba y se callo toda”.

En medio del vendaval apague todas las luces y busque en la vieja radio, R. Nacional.
Música clásica, y por suerte vibrante.
Me quede hipnotizado viendo caer un río celestial sobre el Arias al ritmo de la música.
La timonera se iluminaba con los relámpagos, uno tras otro o en ramilletes, y cosa rara, sin truenos.
La Chata se mantenía quietecita con los cabos del fondeo tensos como si fueran rígidos.
Esa noche me dormí con el golpeteo de la lluvia en el techo de la litera a 50 cmts. de la jeta, con la música que seguía y seguía, como el agua.
Solo a la mañana siguiente, por la misma radio aun encendida, me entere del desastre que el temporal causo.
Para el delta, solo se corto la energía eléctrica.
Todos volvieron atrás, como hace 4 años, con los faroles y los pequeños grupos electrógenos.
Jorge Biyoli, mi hospedante, que trabaja en la compañía eléctrica, se paso el día ubicando ramas caídas sobre las líneas en las picadas abiertas en los montes.
A el le toca la línea del Arias, no tiene escapatoria, nació allí y la tendió el.

El martes,… creo, pues el lunes deje de contar los días, Jorge me invita a comer un asado en una picada nueva para tender una línea eléctrica sobre el Lujan, luego del Dique del mismo nombre.
“Si vamos con la Chata y el gomón a remolque, vamos”, le propuse.
Fuimos, y a las 13 hs. estábamos comiendo haciendo ronda en el patio de una casa abandonada de la rivera.
¿Por qué será que los asados de obra son tan ricos?
A las 14 me doy cuenta que llevábamos todos ½ hora escuchando al Bocha, bastante picadito, la historia de su vida y de cómo fue a parar al Delta.
Me disculpo con este y le digo que el bote lo llevé para remontar el Lujan.
“Si usted le da y le da, llega hasta la mismísima iglesia”, me dice el Bocha.
Le di y le di, no llegue hasta la Basílica, pero si hasta donde no se ven mas ceibos ni sauces.
Apareció el campo con sus vaquitas y eucaliptos, y hasta algún carancho a lo lejos.

Al volver al campamento la cosa no daba para mas.
El Bocha seguía en su relato impertérrito con un solo compañero laburante de auditorio.
Los demás dormían la mona.
Lo despierto a Jorge y le propongo partir.
“Bueno vamos, pero vamos por el Correntino que tengo que recoger algo”, me comenta.

Remontamos el Lujan, luego el arroyo que desemboca en el Paraná.
A mitad de camino me dice: “atraca allí, donde esta la pila de palos “de luz” que dos son míos”.
No había terminado la maniobra que este ya había saltado a la orilla y lazado dos brutos troncos de los que mas sobresalían con el cabo del ancla.
“Pone reversa”, me grito.
Tense primero el cabo y luego si, subí las revoluciones del Fiat CP3.
Luego de un momento de indecisión, la Chata saco los palos del montón como si fueran escarbadientes.
Cuando puse avante para frenar la arrancada Jorge ya había pasado el otro extremo del cabo de proa a popa.
Y nos fuimos, con los palos por estribor como la jangada de Carlitos/Jangadero y el gomón por babor.
“No tendrás muchos nudos,… pero que pulenta!!! ¿he?”, me grito Jorge a las carcajadas.

Los días siguientes me la paso recorriendo cuanto río, arroyo o canal veo en la carta o encuentro en el camino por las riveras.
Caraguata, Carapachay, Cruz Color, Durazno, Correntino, Guayraca, De la Serna, Antonio Seoane, Animas, del Rodeo, etc. etc., …casi todos a mínima velocidad, sin planear. 
Solo lo hago en los mas grandes, donde si no mantengo cierta velocidad, el paso de los cruceros a toda maquina implica para mi un andar torturante.

El Domingo los “Grandes Barcos de Capitán con Gorra y Señorita” me expulsan hacia un arroyito sin salida a dormir la siesta.
Recorro todos hasta el fondo, hasta que aparecen los camalotes y los juncos y pego la vuelta o confluyo a un nuevo curso.
Con la excusa de preguntar “por donde estoy”, establezco charlas con los lugareños, algunas largas.
Muchos, grandes de edad, me confiesan que rajaron de la ciudad hace años, la mayoría sin un mango, pero en el Delta viven con poco, su consumismo no existe.
Otros nacieron allí y recuerdan con tristeza y añoranza los años de esplendor de La Isla.
Unos pocos no son de aquí y alquilaron una casita con la familia para pasarse unos días, la pasan bien y todos dicen: ”y barato!”.
La gente no dice vivir en el Delta ni en el Tigre, le llaman La Isla a todo aunque sean un conjunto de estas.
Si están a mas de 3 horas de marcha dicen vivir: ”casi en el Uruguay”.

Me divierto imaginando el porque del nombre de las amarras:
“Aquí no es”, “Aquí es”, “La Ilusión”, “El Berretín”, muchas al estilo de “Los 3 Amigos”, muchas otras a “El Paraíso”.
Tantas de estas ultimas que uno puso en una amarra precaria “El Infierno”. 
No se si por llevar la contra o porque se lo comieron los mosquitos.
Hago lo mismo con los nombres de los barcos de los “turistas”.
De estos aprendí algo: si el nombre suena en ingles y es muy moderno, agarráte hermano!, que casi, casi seguro pasa echando putas.
Si en cambio se llama “El Linyera” por ejemplo, quedate tranquilo, pasara regulando, te saludara y si le das oportunidad, para y se pone a charlar.

Mi autonomía no es el tanque de nafta, el motorcito no consume un joraca. 
El limite de autonomía soy yo, a la noche me duelen las articulaciones, me cuesta subirme a la litera. 
Cada retorno a la Chata es una victoria, un día completo sin que le falte nada.
A las 21 enciendo un espiral y luego el Fiat para cargar las baterías y me doy un chapuzón, retorno a la cubierta para enjabonarme y me zambullo otra ves para el enjuague, me dejo un rato llevar por la corriente haciendo la plancha si la corriente es rápida.
Como con los Biyoli o me hago algo con la garrafita.
Luego pesco, pero no logro sacar nada presentable como para compartir con la familia, invariablemente devuelvo los peces al río.

Pero el segundo Domingo llega un amigo de la familia y en 20¨saca una Boga y un suculento Zurubi, juntos suman 4 Kgrs.
En el mismo lugar que yo, con las mismas lombrices, pero con su caña y experiencia.
A la ½ hora los comemos fritos en un disco y me tengo que bancar las cargadas.
Tienen razón, pescando soy un fracaso por mas que yo diga que si hubiera sumado los bagres….

A las 23 me acuesto, a veces con la radio, otras con los ruidos de la noche.
Ya reconozco los barcos que pasan por el ruido del motor.
Los areneros Juncal y San Antonio son casi iguales pero en la noche suenan distinto.
Desde el martes que el Juncal si no me ve chupar mate en cubierta toca apenas su sirena para que salga y salude. 
Al capitán, gordito él, no le conozco la jeta, solo la mano.
La llegada de las lanchas colectivas o las Chatas/almacén se preanuncian por le sonido hasta 10 minutos antes.
A las 3 de la matina pasa “La Leonora”, que cada tres días le deja un cajón de ciruelas en la amarra a los Biyoli.
Hay mas, hay mucho mas, pero esto ya es muy largo como para no aburrirse.

El viernes 19 me volví, me despedí de todos, los Biyoli, la Chata y de todo lo que hay dentro de la cartas A1 y A2 del Atlas Cartográfico, de los señores de los cruceros con singladuras mas que presurosas también, con menos bronca, pues entendí que estos, por el Delta,… solo pasan.
Me volví y en la autopista tarde 15 minutos en reaccionar y prender las luces del R12 de día como los demás, como luego tarde otro tanto en marchar a 60 K/h por la Libertador.
No entendía absolutamente nada. 
También,… hacia 10 días que por radio solo escuchaba música y los informes meteorológicos. 
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Como todas las noches, luego de cenar, llevo el gomón a oscuras al medio del Arias y lo deje ir.
Esa noche no había luna, tampoco viento y parecía que el agua estuviese estanca.
Constate que había corriente por las migas que cayeron al agua momentos antes.
Me devore un sanguchote, sentado sobre la aleta de estribor de la Chata, con las pies colgando.
Las miguitas navegaban hacia el Dique como pequeñas jangadas.
Un pez se las comía a los saltitos en el agua a 5 o 6 mts. 
Esa era una noche especial, no solo porque nunca hubo tanta calma y sosiego en el canal.
Sino porque era la ultima que haría aquello.
Puesto ya a derivar mirando el cielo como un autista, a los minutos escucho a lo lejos un motor.
Allá, en el fondo del Arias, desde el Lujan viene subiendo alguien.
Por el ruido es un crucero, son las 23 hs y viene a los rajes.
Remo hacia una orilla y en segundos pasa por el centro del Arias.
Si me hubiese quedado me aplasta como a un camalote.
A esa velocidad… minga! de maniobrar.
Eslora de siete u ocho mts., moderno plástico blanco, estilizado como una flecha.
¿También de noche?, me dije.

Me sentí extraño, el crucero interrumpió mi idilio con la noche y el río.
Es como si hubiese presenciado la aparición de un ánima, un fantasma o un extraterrestre en el fondo de mi casa, como si el barco estuviera fuera de lugar,… en ese lugar, o quizás fuera solo la hora.
Pero no le di boliya y volví a lo mío. 
El ruido del bruto motor se perdía ya, cuando de golpe este se corta en seco y vuelve a quedar todo en silencio.
Miro por mi hombro y veo a 400 o 500 metros, mas allá de donde esta fondeada la Chata, las lucesitas indicando la proa del barco hacia mi.
Que raro,… pienso.
Viro… ¿y no escuche la evolución del motor en la maniobra?,
¿atraco en una amarra,… en cual?,
¡a los vecinos de aquí le atracan una chata o canoa isleña, pero de plástico a lo sumo una lancha!

A los minutos me embargo el sueño, encendí la lucesita, el fb, y regulando vire hacia el medio del canal.
Grande fui mi sorpresa al mirar hacia el Paraná.
El crucero estaba en medio del río, parado. 
¡Un tronco¡, el boludo se trago un tronco!, casi grite.

Lo pensé un poco y puse el gomón en planeo.
Mientras me acerco, me arrepintiendo de haberme alegrado de la mala suerte del fulano.
¡Pobre tipo!,¿ y si esta con la familia?
A los 100 metros le hago señas con la linterna.
Espero largos segundos y me contestan prendiendo y apagando… todas las luces del crucero.
Cuando estaba a escasos 10 mts. aparece un gordito.
Esta solo, vestido de sport pero como para una fiesta.

Le grito: ¡Que te paso!
“No se,… iba lo mas bien y de golpe dejo de avanzar!”
“No tengo linterna,… me prestas la tuya?,… o arrimáte… y mira vos, que saco la pata.”
Se mete en la cabina y oprime algo, y por arte de magia para mi, la hélice emerge del agua con un ruido sordo.
La inspecciono, de aquí, de allá,… no hay nada.
Las hago girar, son dos en tandem sobre el mismo eje, girar,… giran.
“Te debe haber fallado la caja…”, digo, como si yo entendiera un montón, en parte para tranquilizar al gordito.
“Y si,… vos sos de acá?,… me…, me arrimas a esa amarra?”, me dice, señalando un viejo embarcadero.
Y allí si, me apeno totalmente del pobre infortunado y le propongo:
“Mira,… mejor te remolco hasta la Chata donde estoy parando, es esa, ¿ves?”, y se la señalo con la linterna allá a lo lejos.
“A ver si en una amarra cualquiera un vecino te caga a tiros,… toma la linterna, ilumina vos”.

Ya había remolcado unos troncos con la Chata, pero un crucero con un gomoncito de 3 mts.?
La duda no era por la potencia, podría remolcar el barco a nado, la corriente floja estaba a favor y ni pizca de viento.
La duda era porque mi experiencia con un barco es absolutamente mínima,…
¿y con dos, uno a remolque?,
¿y si pasa un arenero?

Descarte lo segundo pues de ser así haría rato que lo escucharía venir.
Si seguía dudando íbamos a ser dos, y le tire el cabito del gomón.
“¿No es fino esto?”, me dice.
“No”, le contesto, sabiendo que una ves vencida la inercia lo llevaba con un hilo chanchero.
El fulano hace el nudo, lo tenso, se suelta el nudo.
No sabiendo que nudos hacia en la oscuridad, le digo: “hacelo doble, hacelo!”

Y allí fuimos, recorriendo los casi 200 metros hasta la Chata en medio de la noche sin luna.
El crucerista iluminaba constantemente la Chata con la linterna, la luz del gomón lo que nos circundaba.
Una noche cálida, muda y oscura, un río apaciguado, como un espejo, y las riveras con sus amarras enigmáticas como solo de noche suelen serlo.

Al llegar, atracar no fue fácil. El cabo era cortísimo y al desacelerar el fb, la roda del crucero se me venia encima. Grandota se erguía esta allá en lo alto de mi cabecita, como la copa de un árbol.
Me sentía como una hormiguita tirando de un elefante dócil. No se me ocurrió pedirle un mejor cabo al fulano.Al final opte por desanudar el cabito, y a puros topetazos con la proa del gomón, aquí y allá del crucero, lo acomode a popa de la Chata. Me sentí en el deber de explicarle que carajo hacia allí, y porque aparecí de sopetón en medio de la noche.
No se si entendió pero se relajo y aproveche para preguntarle donde iba.
“A San Nicolás”, me dice.
Por dentro yo no sabia si retarlo como a un chico, putearlo o que.
Decido no decirle nada.

El pobre fulano se tendrá que pasar la noche allí, ya tiene bastante con eso.
Le planteo que llame a PNA, que esta aquí nomás en el Dique Lujan, a 8 Km.
Que no lo van a venir a buscar pero que le pasen el dato de algún auxilio.
En realidad no se que hacia al transmitir pero tardo 1/2 hora larga en que le dieran calce.
Yo desde la Chata escuchaba a Prefectura pedir identificación a alguien en algún paraje extraño, la respuesta de este y varias comunicaciones mas, pero al gordo ni bola.
Le plantee si transmitía en 1 Wts. o que, si tenia bien la antena, si estaba en el 16 y a todo contestaba que si.
En un momento logra entrar, tardo 20´ mas en dar con un auxilio.
Y por allí al final escucho:¡Si señor, datos correctos, mañana vamos!

La cara de mi pobre huésped se puso pálida, insistió hasta el cansancio pero la respuesta siempre fue: mañana. Mientras esperaba comunicarse escuche varias veces el ruidito de un encendedor, deduje que no tenia gas.
“Vamos a dormir, no queda mas remedio, ¿querés una tasa de té?”, le dije.
Gustoso me la acepto y la tomamos en la popa de su barco.
Mayúsculo el crucerito!…, con uno de esos me armo 2 Chatas completas o mas!!
Intercambiamos datos varios, me pareció buen tipo,… y en una de esas me cuenta que ejerce mi mismo oficio.
Ahí me acorde que al otro día abandonaba el Delta, que volvía a la ciudad, que volvía a agachar el lomo.
No me lo banque, y puteando bajito, cortésmente me fui a dormir a la litera de la Chata.

Las luces del crucero estuvieron prendidas toda la santa noche. A la mañana siguiente cruzamos en el gomón el Paraná a buscar vituallas para el.
No sabíamos a que hora venia la lancha de auxilio y le pedimos a Jorge Biyoli que vigilara.
Me hizo acordar a Jorge del Aloha II, según cuentan en el Foro pues a mi no me consta, no por la calidad del morfi sino por la cantidad, linterna no compro.
Al volver estaba llegando el auxilio.
Mientras armaban el remolque me pregunte:
¿Qué le digo?, que haga el curso otra ves?, pues timonel ya es y legal.
¿Qué esta de la nuca yendo a San Nicolás de noche, sin linterna, sin gas, sin prudencia?
Va!!,… yo después de todo quien soy para semejante cosa!!

Y el señor del crucero, luego de plantear reiteradas veces que no sabia como agradecer, se fue despacio bajando por el Arias sentado en su popa, al rayo del sol. Eso si, le conté que yo entraba todas las noches aquí y que había aprendido muchísimo aunque me faltaba mucho mas.
Le recomendé que hiciera lo mismo. Quizás, quien dice,… ahora este leyendo.

Pdata: “Gordito” no es despectivo, yo por ejemplo, soy “flaquito”.
Que la pasen lindo. «

Oscar / Pacú

Cabo de hornos y ventisqueros

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