Cuentos por Navengantes

Temporal

Por Manuel Torrado

Me despertó el ruido del viento y el paño incontenible, pegando terribles golpes. Salí con lo puesto, decidido a dominar la situación. No había tiempo para detenerse en atuendos, cada segundo era vital para evitar males mayores. El cambio de temperatura fue tremendo, sentí que chocaba contra una pared de hielo, el frío me caló hasta los huesos. Las gotas de lluvia impactaban certeramente en todo mi cuerpo, como pesados proyectiles. En tales circunstancias se me hacia muy difícil abrir los ojos pero, por suerte, sabía de memoria en donde estaba cada cosa.

Como siempre, ella estaba allí, a mi lado. No se si llegamos juntos a dar pelea o si se me había adelantado, pero estaba allí conmigo. Iluminaba mis movimientos con una linterna, consciente de que, sola, no tenía la fuerza necesaria como para doblegar al trapo enloquecido que buscaba una víctima………………. Y casi fue así, en el primer intento de dominarlo por poco me arroja, en una caída sin fin, al medio de la noche. Pero no había tiempo para pensar en que esto podía costarme la vida, era el momento de actuar.

El rugido del viento no permitía escucharnos, pero actuamos en forma coordinada, adivinándonos. Había que moverse con precisión, evitando resbalar, evitando un golpe en la cabeza. Di un salto y me adelante, luego me siguió ella. Pusimos todo nuestro peso para detener los terribles gualdrapeos. Abrace el paño y, con la primer cosa parecida a un cabo que encontré, le pasé una culebra que me permitió sofocar los locos corcoveos a los que me vi expuesto por interminables minutos.
El terrible viento y la lluvia finalmente pararon….. Entonces, llegó el momento de compartir un café reparador junto a ella. Desde la cocina se escuchaban los autos, con su pegajoso ruido al pasar por el pavimento mojado. Hacia varios meses que debía haber arreglado el toldo del balcón pero, teniendo el barco en el varadero, mi cabeza estaba concentrada en otras reparaciones………….

Nos fuimos a dormir. Para un navegante una tormenta siempre es una aventura, en cualquier parte que este.

Dedicado a mi amigo, navegante, Lobo Morgan

Cabo de hornos y ventisqueros

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