Relatos de navegantes

El marinero de las largas distancias

por Paul Lutus

¿Qué quisieras haber hecho? Yo no contaba con estar en la proa de mi pequeño bote, cambiando velas, cuando una gran ola vino y trató de llevarme al océano. Estaba yo a algunos días de navegación hacia el oeste de Fiji en el Pacífico Sur, en la época que se supone el mar está calmo y predecible. Varias horas antes, mi radio había cobrado vida… “Velero Selene, este es Take Two, como me copia” Reconocí la voz de mi amiga Ursula – he hablado con ella por radio cada día desde nuestro encuentro en la Polinesia Francesa, algunos meses antes. Ursula y su compañero Bob estaban circunvalando en el Take Two, un rápido barco alemán. Pero este no era el horario habitual de nuestra comunicación y sonaba preocupada, así que tomé el micrófono: “Take Two, este es Selene, su señal es fuerte y clara, ¿qué ocurre?”. Ella respondió “Acabamos de bajar un alerta meteorológico de Nueva Zelanda … ¡Está viniendo una tormenta con vientos de 50 nudos!”

Al principio no le creí y perdí tiempo mirando las cartas meteorológicas que decían que nunca había tormentas en esta época del año, y ajustando la sintonía de la radio solo para escuchar, sin lugar a error, que una fiera tormenta estaba viniendo sobre nosotros. El momento no podría haber sido peor – Estaba solo a 20 millas de una isla que recién había pasado navegando con los gentiles alisios, y los vientos contrarios de la tormenta podrían tratar de soplarme de vuelta allí, sobre las rocas de la isla. Me di cuenta que para escapar de esta situación, tendría que navegar contra el viento de 50…… nudos – Debería cambiar todas mis velas, AHORA. A medida que el océano comenzaba a aporrear mi pequeño barco, me puse mi ropa de agua y me amarré un arnés de seguridad, salí a cubierta y vi pasar flotando un pájaro muerto.

selene

Sujeté mi arnés a la línea de vida sobre cubierta, y saqué fuera de su estiba las velas para tormenta, me hice la pregunta que me he estado haciendo desde que comencé a navegar hace dos años atrás – “¿Qué estoy haciendo acá afuera?”. ¿Podía realmente un programador de computadoras navegar alrededor del mundo en un barco de 31 pies? Yo pensaba que habían visto todos los posibles fríos, todas las mojaduras, pérdidas de control, aguas saladas en la cara y aventuras, mientras navegaba de Oregon a Hawai y Polinesia Francesa, pero continuaba siendo un principiante – de hecho, en cinco minutos más, el arnés de seguridad me salvaría la vida…

Pero debería contar un poco sobre mi. Por favor no imagine un explorador del mundo, nacido para la aventura, originario del sol y el viento – de ninguna manera — me quemo tan fácil con el sol que si pierdo mi sombrero, comienzo a encogerme de miedo como Drácula. He pasado la mayor parte de mi vida trabajando puertas adentro, reparando televisores cuando era adolescente, después diseñando dispositivos electrónicos, eventualmente trabajando en el Transbordador de la NASA y finalmente aprendiendo a escribir programas de computación.

¡Sí, un “nerd”! [Nerd:Persona al borde de la sociedad ó rechazada por ella]. Pero tengo un cerebro que trabaja, y eso me ha salvado. De joven, leí muchos libros, observé la gente que me rodeaba, y llegué a la conclusión de que la vida de la mayoría es completamente aburrida. Así que me impuse una ley para mí mismo – “averigua que está haciendo la gente, y haz algo distinto”. Sé que suena demasiado simple como para ser práctico, pero funcionó para mí.

Así, mientras diseñaba parte del Transbordador, tan exitosamente como tenía derecho a esperarlo, recordé mi Ley y compré algún terreno en el campo. Cuando mi trabajo en el Transbordador estuvo terminado, me mudé a Oregon y construí una cabaña a la orilla de la civilización. Por un año cultivé vegetales y di largos paseos por los bosques. Era placentero, pero eventualmente comencé a aburrirme un poco.

Un atardecer, cuando estaba sentado al lado de mi hogar a leña, leyendo una revista a la luz de una lámpara a kerosén, leí una publicidad de algo llamado una “Apple II personal computer”. Era 1977, Steve Jobs y Steve Wozniak vivían en un garaje, “Personal Computer” era una frase casi contradictoria, pero me llegó que podría tener mi propia computadora.

Creo que, ahora, pueden tener problemas para creer que alguien no tenga su propia computadora – así que les pido que flexibilicen sus mentes un poco más. Imaginen aquello que más anhelan – un Lamborghini, o el más maravilloso cuadro, o una mujer con quién la naturaleza haya sido generosa, o lo que sea. Ahora tomen esos sentimientos y multiplíquenlos por 10 — ¡Sí!! Tápense el rostro y hagan un sonido que solo los perros pueden escuchar. ¡Podía ser dueño de una computadora! Ecuaciones rápidamente ejecutadas, palabras mágicamente brotadas de una imagen computarizada, una computadora…

Bueno, siempre quisieron saber que piensa un “nerd” ¿No es cierto? Así que compré una Apple II y estaba tan emocionado como lo esperaba. Comencé a escribir programas para mi uso, porque no había ninguno, y lo hice bien. Entonces, un día, una revista me consulta para escribir un artículo acerca de la teoría de la Relatividad de Einstein. Puesto que me ofrecieron pagarme y que no me sobraba el dinero, empecé a escribir el artículo.

Las bases de la Relatividad no son difíciles de captar, pero hay muchas maneras de explicarlo, y pronto completé varios apuntes con ideas. Entonces descubrí que podía programar mi Apple II para que fuera un gran bloc de apuntes electrónico. Tal vez, podía escribir un programa que me permitiera experimentar, insertar palabras de diferentes maneras en forma rápida y eficiente. Así que escribí el programa y lo utilicé para escribir el artículo

La compañía Apple, ya no más en un garaje, escuchó acerca de mi programa y preguntó para verlo. Le agregué algunas cosas, lo hice más presentable y lo embutí en un gran sobre Manila. Mientras rodaba hacia el correo con la bicicleta pensaba “Quién sabe, puede ser que les guste mi programa. Podría valer cientos de dólares”.

Aún sin percibir que estaba pasando, ni consciente de lo que se venía, yo había escrito lo que hoy es llamado un programa “procesador de palabra” – Apple Computer lo llamó Apple Writer, devino un best seller internacional, y esto es porque estoy navegando alrededor del mundo.

Los siguientes ocho años, escribí nuevas versiones del Apple Writer, hice traducciones a distintos lenguajes, y aprendí un montón acerca de computadoras, gente, y dinero. Finalmente, parecía que todos estaban escribiendo programas procesadores de palabra, por lo que fue tiempo de aplicar nuevamente mi Ley – haz algo distinto.

He estado sentado en habitaciones oscuras, aporreando teclados de computadoras por años. Siempre he deseado aprender a bucear y dar largos paseos por los trópicos, así que reservé pasaje para volar a Hawai. Pero un mes después estaba en – ¿están listos? – un embotellamiento de tránsito en Maui. Deseaba subir al Mont Haleakala, la mayor montaña de la isla, pero primero debía llegar allí. Observé las filas de autos, que se perdían a lo lejos. Cada tanto me movía unos metros. Entonces otro turista golpeó ruidosamente su vehículo contra el mío. Me rendí y volví a Lahaina, el ghetto turístico en el lado oeste de la isla.

Pasé el día caminando por Lahaina, y al cabo descendí a la dársena para yates. Cuando iba caminando a lo largo de la fila de barcos, vi un velero que estaba por partir, el tripulante me pidió gentilmente que lo “desamarrara”. Me figuré que quería que le desatara las sogas de la costa. Se alejó del muelle con el motor, giró, comenzó a deslizarse fuera de la dársena y agitó los brazos hacia alguien en otra embarcación. Fuera ya de la rompiente, apagó el motor y levantó las velas. El barco se puso en movimiento, y a los pocos minutos todo lo que podía yo ver era una bonita vela rodeada de agua azul.

Entiendo ahora que, desde el momento que toqué aquellas sogas del velero en el muelle, estaba condenado a navegar. Primero entendí que actualmente, para ver las islas hawaianas, necesitaba un bote. Entonces, poco a poco, la idea de navegar fuera de todo comenzó a tañer una y otra vez en mi mente. Comencé a reunirme con marineros, visitar barcos, efectuar preguntas — ¿Se puede vivir en un barco? ¿Cuánto tiempo puede estar lejos de la costa? ¿Hay piratas? ¿Cuánto (ejem…) cuesta un barco como este? ¿Y porque es que una embarcación simplemente no se vuelca cuando el viento llena las velas?

Leí libros acerca de navegación. La mayoría de los respetados marineros oceánicos piensan que usted debiera comprar un barco anticuado y pesado, con una quilla que vaya desde adelante hasta atrás, y un timón fijado al final de la popa. Y, después de vagar por las dársenas de San Francisco, eso es lo que compré – un pesado, aporreado y anticuado barco que, a pesar de eso, aparentaba poder sobrellevar los abusos del mar. No era muy costoso, porque este tipo de barco no es ahora popular (la mayor parte de los navegantes no cruzan el océano). Comencé a instalarle el equipamiento que pensaba podría necesitar – radar,  radio, navegador satelital. Pronto tuve el bote anticuado más tecnificado de los alrededores.

Sabía que tenía que hacer algo acerca del nombre. El anterior dueño lo había llamado “Pagan Princess”. Desde su compra yo había visto un millar de nombres, y “Pagan Princess” seguía al tope de la lista de los más horribles. Lo renombré “Selene”, que en griego es el nombre de la diosa Luna. Cuando el anterior dueño escuchó acerca del cambio de nombre dijo “Es de mala suerte cambiar el nombre de un barco” a lo que le respondí “Es de mala suerte tener un barco llamado Pagan Princess”.

Una pequeña disgresión: Solo hay que cambiar el nombre de tu barco una vez, así que deberías pensarlo un poco, muchos hombres llaman a sus barcos con el nombre de la mujer que tolera la existencia de estos barcos – esto es peligroso, pues puede ser que la nave sobreviva a la relación, y entonces debieras empezar de nuevo. Pero también mucha gente trata de demostrar alguna inteligencia personal o hacer una afirmación. Mientras navegaba guardé listas de nombres de embarcaciones – Muchos pretensiosos (ej. “Nacido Libre” de un barco que probablemente pertenezca a un banco), banales (¡Por favor: no más “Brisa de Mar”!), difíciles de deletrear por radio (“Thalassa Experience III”), y algunos solo ingeniosos (“MicroShip”)

Selene es un velero doble proa, por lo que se parece a una gran canoa. Es un diseño anticuado, y se ve anticuado. La quilla es larga y no muy profunda. El timón está fijado al final de la popa, con una gran vara de madera como caña.

Al principio me preguntaba si no estaba siendo demasiado conservador en mi elección del barco. Pero en los años transcurridos desde entonces he golpeado muchos arrecifes de coral y piedras cerca de las costas, y mar adentro he colisionado con grandes objetos que venían flotando a la deriva durante la noche. De haber comprado un barco moderno, liviano, de regatas, seguramente me hubiera hundido ya en algún lado. Además, Selene es el más pesado, y por lo tanto lento, barco de la flotilla – siempre llega ultimo. Pero por otro lado, cuando el clima se torna terrible, solo bajo las velas, entro a la cabina y leo un libro hasta que haya pasado.

No es común tener mal de mar en un barco pesado, pero puede que esto solo sea mi caso – es difícil que me maree ó descomponga cuando navego. Que recuerde, solo una vez sufrí el mal de mar y esto antes de navegar por mi cuenta –Apple Computer había charteado por un día un pesquero, y yo estaba en la ciudad así que allí me fui… El barco navegó bajo el puente Golden Gate. Y la cosa se puso movida. Primero temí morir, y después temí que no fuera a morir. Dijeron que los barcos a motor son los peores, debido a los gases de escape. Tampoco son muy pesados, por lo que van dando tumbos como un corcho. Fue la única vez que me descompuse, nunca más tuve ese problema.

Después de equipar el Selene de la forma que quería, me decidí a navegar a las islas San Juan en el estado de Washington – este iba a ser mi crucero de prueba antes de navegar a Hawai. Partí de San Francisco y amarré en Brookings, Oregon, a un corto trecho desde mi casa. Entonces trabajé en el bote por algunos meses, instalando más equipos y realizando prácticas de navegación nocturna fuera de la costa. Esperé hasta junio para navegar hasta Washington, ya que se supone que el clima es mejor en esta época.

Unas palabras sobre el clima a lo largo de la costa de Oregon. Al momento de estar escribiendo esto he visto climas a lo largo de todo el mundo, y el de aquí es de lejos el peor. Un día, en el Mar Rojo, el clima estaba casi tan espantoso como un día promedio en Oregon. Por dos días, en el Caribe, entre las Islas Vírgenes y Panamá, también llegó a ser igualmente horrible, pero en la costa de Oregon, esto normalmente dura semanas.

La mayoría de los abrigos a lo largo de la costa son desembocaduras de los ríos. Con el correr del tiempo, el sedimento arrastrado por los ríos forman bajofondos en sus bocas, llamados “barras”, que deben ser regularmente dragados para mantenerlas navegables. Cuando el viento sopla del oeste y las olas son altas (como usualmente lo son), sobre las barras hay peligrosas rompientes, lo que hace mortíferas las entradas.

El primero de junio navegué a Cabo Flattery, un punto entre Washington State y Canadá en dirección a las islas San Juan. Pero debiera haber partido antes, no importa lo que diga el resumen meteorológico mensual – el viento sopló a 40 nudos, directamente desde el norte, todo el día, todos los días, y las olas eran enormes. Tuve que usar motor todo el camino desde Brookings a Cabo Flattery, unas 370 millas. Me tomó 15 días, a una velocidad promedio de un nudo. Una persona caminando en una playa de arena dura puede hacerlo a 4 nudos, un pensamiento este que pasó por mi mente más de una vez mientras avanzaba a los porrazos por el agua. Traté de detenerme tan frecuentemente como fuera posible, usualmente para recargar combustible así como para dormir.

Un día, estando cerca de una pequeña ciudad, me quedaba poco combustible por lo que hice allí una escala. Estaba ya anocheciendo cuando me amarré al muelle. Pasé una buena noche de sueño y a la mañana siguiente conseguí combustible. Estando listo para partir pregunté a la estación local de la Coast Guard las condiciones de la barra. Me dijeron que estaba peligroso, tanto que estaban obligados a prevenir, físicamente de ser necesario, que pudiera zarpar. ¿Y porqué? Pues porque el viento había cambiado al oeste durante la noche. Caí en cuenta que de estar más allá de la barra con viento oeste, estaría felizmente navegando con vientos de través. Pero debí esperar en el muelle por tres días, al cabo de los cuales la barra fue nuevamente segura. ¿Porqué? Debido a que el viento había virado de vuelta al norte, exactamente de proa. El resto del viaje fue a motor.

Las islas San Juan eran hermosas. Aprendí un montón de cosas sobre navegación, en un área relativamente segura y resguardada. Navegué a Canadá y vi picos nevados en agosto. También, descubrí que un cierto número de navegantes son unos completos retrasados mentales.

Un día decidí fondear en una gran, pero GRAN, bahía (esta es una forma literaria llamada “historia del ancla”, que es simple, pero más adelante se vuelve tan complicada como la Relatividad). Eché mi fondeo fuera de la costa, en el medio de la bahía, bien lejos de todo, y dormí una siesta. Luego de un tiempo me despertó el sonido de música country. Salí de la cabina para descubrir que otra embarcación había fondeado directamente a mi proa, a unas dos esloras de distancia, precisamente sobre mi ancla. Ni pude irme, ya que mi fondeo estaba exactamente bajo el otro bote. Debí escuchar música country todo el día y la mitad de la noche. Había dos millas de agua con buen tenedero todo alrededor. ¿Por qué estaban justo allí?

El siguiente lugar para fondear, en una hermosa y alejada isla, era Echo Bay. Solo que esta vez decidí hacer las cosas de tal forma que fuera imposible para cualquier otro fondear cerca mío. Para lograrlo, elegí en la carta un estrecho paso entre dos rocas que solo dejaban un pequeño espacio a cada lado del Selene y eché fondeo poco más allá en una pequeña caleta. Cualquiera que me siguiera allí debería ser un verdadero experto o un completo idiota.

Durante la tarde vino la marea alta y cubrió las rocas entre las que había pasado. Cerca de las 3 PM estaba trabajando en la cabina cuando escuché un motor cercano – MUY cercano. Salí al cockpit y ¡vi un bote apuntando directamente hacia una de las rocas ahora sumergidas!

Agité los brazos aullé “¡ROCA SUMERGIDA!”. El skipper a los gritos respondió “Okay — ¿Cuál es el rumbo a puerto?”. Pero timoneó para evitar las rocas. Más tarde me contó que pensó que, al verme fondeado allí, él estaba en aguas seguras. No tenía cartas náuticas.

Mayormente, la gente me dejaba solo, lo que era bastante saludable para ellos, ya que yo estaba cometiendo suficientes errores mientras aprendía como navegar y fondear un bote de 16000 libras [Nota: unas 8 toneladas]. Yo estaba dispuesto a cometer errores completamente bochornosos, pero no mientras tuviera cerca los costados de un costoso yate ajeno.

Si he de decir la verdad sobre mi verano en Washington, debería decir que comencé a depender de Selene – en un sentido de acción y consecuencia. Si un cierto día yo tenía pereza de fondear, el viento soplaría, algo se rompería, yo debería pagar por la holgazanería. Otro día, si permanecía alerta a los detalles, las cosas irían bien, yo pasaría unas buenas horas y comenzaría a sentirme parte de la naturaleza, parte del viento. Entonces pensé en cuan atrayentes son estas lecciones, a pesar de solo ser coincidencias en realidad. Si, tengo mucho que aprender.

Pronto fue septiembre, hora de navegar el barco de vuelta a Oregon y preparar el cruce a Hawai. Tenía en mente navegar a vela abajo por la costa – había batallado esos fieros vientos todo el camino de subida, quemando un océano de diesel. Ahora, hacia el otro lado, navegaría todo a vela, con vientos francos, realmente rápido.
 
Rodee el Cabo Flattery en una soleada tarde con buen viento, puse mis mayores velas y comencé a moverme a buen ritmo. En veinte horas el viento murió y apareció la niebla. Tuve que poner motor y así seguí hasta llegar a Brookings.

Durante el invierno instalé más equipos y llené los armarios con todo aquello que pensé sería de utilidad. Instalé un generador eólico y paneles solares, de forma tal de poder cargar las baterías sin tener que recurrir al motor. También hice algunas salidas cortas para probar velas.

Un día decidí visitar una bahía cercana, costa arriba, llamada Hunter’s Cove. Se la suponía buen fondeadero. ¿Cómo supe esto? Había una pequeña ancla dibujada en la carta.

No había viento, por lo que hube de ir a motor, y cuando llegué ya era de noche, no muy buena hora para entrar en una bahía desconocida. Pero esto no era motivo para cambiar de planes, después de todo, recién había llegado de vuelta de una larga travesía al estado de Washington y Canadá. ¡Yo era un exitoso marinero!.

Pero, por las dudas y por seguridad, apagué el motor para poder escuchar las rompientes y escruté la bahía con mis binoculares, buscando piedras y aguas blancas [las que generan las aguas al romper suavemente sobre piedras sumergidas]. Las cosas parecían en calma en toda la bahía, no había viento, así que preparé el barco – Aclaré la maniobra del fondeo amarrándolo en proa, de manera de poder más adelante soltarlo sin problemas. Entré a la bahía a motor, usando el radar para encontrar el camino entre las rocas.

También miraba la profundidad con la ecosonda – Quería quedarme en aguas con 20 pies ó más de profundidad, porque las olas pueden romper en aguas menos profundas. Encontré la profundidad buscada y comencé a virar el barco para ponerlo de proa a las olas que entraban a la bahía.. Justo en ese momento una ola enorme entró al lugar, rompió y se me vino encima. Aún no había terminado de poner el barco proa a la entrada, por lo que la ola tomó al Selene por una banda. Sonó como un tren de carga – cuando se estrelló contra mí, casi ahogó mi súplica “Pero… ¡Estoy en veinte pies!”.

Como dije, el tren de carga golpeó de costado, la peor orientación posible. El barco escoró hasta que casi las crucetas tocaron el agua, el ancla se deslizó por la cubierta yendo a parar al agua, y todo lo que podía moverse voló cruzando la cabina. El agua se escurría por la escotilla.

La ola empujó el bote una considerable distancia en dirección a la costa, lo que significaba menos profundidad y más olas rompiendo. En un solo movimiento encendí el motor y aceleré tratando de poner proa a la ola y escapar de allí, Le di un golpe al acelerador. Pero la velocidad del motor no pasaba de solo regular a media marcha — ¡algo andaba mal! Me precipité en la cabina y levanté la tapa del motor. Mientras buscaba el problema, dos olas más impactaron en el barco inerme, empujándolo hacia la costa. La profundidad era ahora de 12 pies. Finalmente encontré que la bomba de combustible estaba trabada, no dejando pasar la suficiente cantidad de líquido. Mientras hacía el necesario ajuste, otra ola rompió abordo. ¡El motor volvió a la vida!

Salté de vuelta al cockpit y traté, nuevamente, de virar proa a las olas. Viró y tomó la siguiente ola con la nariz, una experiencia mucho menos violenta. ¡Pero entonces se detuvo el avance! Fue cuando descubrí que el fondeo había caído por la borda pero aún afirmado en proa el chicote. Esa había sido la razón por la cual, con tantas olas impactando por el través, no había sido arrojado sobre las piedras, pero también significaba que no podría simplemente escapar con el motor – Tendría que zafar e izar el fondeo antes.

Me puse el arnés y fui a proa. Entre una y otra ola — que al romper, me cubrían por completo – pude zafar el fondeo e izar todo abordo. Entonces corrí a popa y comencé a navegar con el motor.

Cuando alcancé un lugar seguro, lejos de la bahía, detuve la marcha y escuché atentamente. Aún no podía escuchar el ruido de rompientes, y el mar parecía calmado en las aguas más profundas. Aprendí la lección – desde esa noche nunca más traté de fondear a lo largo de la costa. En lugar de eso, me mantendré bien lejos de tierra, haré mis pruebas, tomaré marcaciones con el sextante en el atardecer, iré a la deriva mientras duermo hasta el amanecer, entonces navegaré algo más. Esto era más seguro que ir cerca de la costa.

Algunas veces, estando en mi casa, saltaría fuera de la cama y trataría de imaginarme estar fuera de ese lugar – Miraría fuera por las ventanas, vería casas y árboles, y entraría en pánico. Trataría de encontrar la caña del timón, dar la vuelta y alejarme de tierra. Entonces me despertaría, parado allí, nuevamente consciente que no estaba en el barco. Esto me hizo descubrir que estaba más asustado de navegar de lo que yo admitía, y que los miedos que escondía salían a la superficie con la oscuridad.

Frecuentemente, me sentaría en la oscuridad y me preguntaría acerca de que pensaba que estaba haciendo. ¿Podía convertirme en navegante? ¿Qué deseaba hacer con mi bote?

Pero yo sabía… YO SABIA. Si navegaba lo suficientemente lejos y si no estrellaba el barco antes contra alguna piedra, entonces podría bajar mi ancla en alguna tierra extranjera. Treparía una colina y conocería un pastor de cabras. Nos sentaríamos debajo de un árbol, beberíamos vino y comeríamos queso de cabra. El no habría escuchado hablar de Chernobyl ni pañales descartables, y yo no le contaría. El me contaría su historia y yo le contaría la mía. Miraríamos las colinas, el cielo. Y bajaría yo la colina habiendo conocido una persona natural, alguien que pertenece a la tierra, al mar. Alguien más allá del alcance de las noticias de la tarde.

Y eso sería suficiente, el miedo desaparecería. Podría de nuevo acostarme y dormir.

Finalmente fue mayo – hora de partir hacia Hawai. He timoneado todas las pruebas que pude pensar, y empacado muchas cosas interesantes para el viaje.
 
Capítulo 2 — Oregon a Hawai

5 de mayo – Día 3

A medida que se acercaba el día de la partida, trabajé para construir mi confianza – en mi mente, yo saltaría abordo, soltaría amarras y navegaría fuera de la vista de la costa.. Pero no debería habérselo dicho a mi yo interior – a medida que los días pasaban me iba entumeciendo, simplemente no podía sentir nada.

Cuando mi amiga Mary me llevó a la dársena, me miró como diciendo “¿Qué estás sintiendo en este momento?”, traté de tranquilizarla con alguna chanza – “Solo que mi niño interior escapó” – pero no sabía que sentía. Ahora pienso que era una mezcla de miedo mortal por finalmente navegar fuera de vista de la costa, euforia por la misma razón, y un sentimiento de que sufriría una completa humillación si no podía alejarme navegando como estaba planeado.

Casi choco el barco cuando empujé el morse en el sentido erróneo al tratar de apartarme del muelle, un error que corregí antes de subirme a la costa. Creo que esto puede haber sido un indicio de mi estado mental. Mis amigos han sido tan amables últimamente, mi ciudad más brillante, más acogedora que lo usual…

Pero me las arreglé para empujarme por el espacio entre los demás barcos, obtuve alguna velocidad y tomé en mi mano la caña del timón. ¿Saben ustedes que no se puede timonear un barco que no se mueve? Exactamente como la vida.

Entonces me deslicé pasando el final del muelle, me recliné por la borda y besé a Mary cuando pasé a su lado. Fue un acto de total arrogancia, asomarme así, por sobre la borda de un pesado barco en movimiento para besar a alguien. Pero yo estaba ostentando para mí mismo – Necesitaba convencerme que podía controlar mi bote.

El único pedacito de tierra entre Brooking y Hawai es el faro Point St. George, a 14 millas de Brookings – después de eso, 2300 millas de aguas abiertas. El viento era tan escaso y variable que me llevó cinco horas llegar al faro. Podría haber utilizado el motor, pero me estaba sintiendo puro y utilizar el motor ya el primer día, podría haber parecido de cobarde. Una vez sobrepasado el faro, el viento borneó al noroeste, las velas se llenaron y pude partir.

Ese día, más tarde, me descubrí volteando la cabeza para contemplar la tierra que dejaba atrás, primero mirando el faro y la costa, y en el atardecer buscando las luces de la orilla con los binoculares, tratando de ubicar que eran.

Ya oscuro, estaba a unas 30 millas de la costa, en la zona de tránsito de mercantes. Tuve que esquivar algunos cargueros – uno de ellos se acercó tanto que pude oír sus motores y oler sus escapes. Después de cenar escudriñé los barcos y nubes con mis binoculares. Observar los grandes navíos en la luz de la luna fue la primer oportunidad que tuve de relajarme y tomar real conciencia de que estaba en el mar.

Al día siguiente chequeé mi posición y me encontré con que en las primeras 24 horas había hecho 103 millas; una distancia respetable para un pequeño velero que no está corriendo ninguna regata. Más tarde, en el segundo día, el viento se incrementó a 20 nudos con ráfagas de 30. Tomé dos manos de rizos en la vela mayor y enrollé casi todo el foque.

Hoy la situación ya es de temporal (30 nudos con ráfagas de 40), así que en cuatro patas fui al palo y bajé completamente la vela mayor. Cabalgué el viento con solo un pequeño tramo de foque sin enrollar. Necesitaba cargar las baterías, pero el viento era demasiado fuerte para el generador eólico, y no deseaba sacar afuera los paneles solares por temor de que alguna ola me los arrancara y los arrojara al mar, así que finalmente las cargué con el motor. Durante el día, algunas olas rompieron directamente sobre el barco.

En estos momentos el viento parece irse moderando, he vuelto a izar la mayor y puesto en marcha el generador eólico. Las cartas meteorológicas dicen que esta área es siempre severa, sin importar la estación.


7 de mayo – Día 5

Puedo escribir hoy porque el viento ha disminuido por debajo de los 25 nudos por primera vez en dos días, y el sol ha hecho su aparición. Ayer el viento sopló firme con 30 nudos del sudoeste, un viento duro para navegarlo de proa, y las olas rompían regularmente sobre el barco. Es realmente una experiencia cuando una ola impacta contra el barco – usualmente esto es porque el barco está donde una ola rompe en mar abierto, una “crestablanca”. Suena como si alguien golpeara el casco con una bola explosiva, seguida de agua, agua por todos lados.

La cabina es una cascada de agua salada – pienso que los tragaluces superiores dejan entrar más agua que luz, y algunas claraboyas, aunque cerradas, escurren agua hacia adentro cuando una ola las impacta. Quise imprimir una carta meteorológica de la radio, pero justo entonces pasó una ola, la impresora recibió un remojón de agua salada y murió. Ahora no tengo forma de obtener las cartas.

El primer par de días, mi estado físico era de total ruina. Estaba mojado y con frío, toda mi ropa y la de recambio mojada, como así también el interior de mi bolsa de dormir. Además de las escotillas chorreando agua, lo peor era estar acostado en mi litera escuchando mi barco crujiendo y gimiendo, pensando que quizás podría quebrarse. Entonces comencé a temer algún problema respiratorio, por lo que empecé a tomar vitaminas y vitamina C extra. Gradualmente me fui acostumbrando a estas condiciones, además estoy tan cansado que dejé de prestar tanta atención a los ruidos del barco.

Tengo muchos juguetes eléctricos abordo. Deseo dormir sin estrellarme contra un carguero, por lo que utilizo el radar toda la noche. Si un barco se acerca, el radar me lo avisa con una alarma. Tengo algunos navegadores que me dicen donde estoy. Tengo una radio que utilizo para hablar a mi casa. Y dejo una luz encendida en el palo toda la noche. Todas estas cosas funcionan con electricidad que toman de las baterías, por lo que cada día tengo que ver la manera de recargar en ellas tanta energía como la que saco. Puedo usar un molino de viento que genera electricidad cuando sopla viento – a menos que sople demasiado, que entonces se rompe. Puedo sacar afuera mis paneles solares – si brilla el sol y las olas no salpican la parte superior del velero. O, en casos desesperados, puedo encender el motor y cargar con este las baterías.

Mi navegador Loran ha dejado de funcionar esta mañana. El sistema Loran, se basa en estaciones costeras y tiene un alcance de unas 500 millas, así que he comenzado a utilizar mi otro navegador, el llamado “satnav” (navegador satelital [Nota: hoy en día, G.P.S.]), pero voy a probar el Loran de nuevo de tiempo en tiempo – es conveniente tener dos formas de saber donde se está, especialmente si concuerdan ambos.

al timon

Por ahora, navego con viento del través de unos 15 a 20 nudos, con trinquetilla por primera vez en este cruce. Esta vela parece haber balanceado las cosas por lo que timón de viento mantiene un rumbo firme. El timón de viento es un aparato mecánico que emplea la fuerza del viento para timonear la embarcación – el mío no es muy bueno, solo funciona habiendo buen viento.

Hasta aquí, y a pesar de las condiciones, he hecho más de 100 millas diarias de promedio. Pero no contaba con que el viento soplara con tal intensidad, ni de esta dirección – Más bien esperaba correr vientos por debajo de Fuerza 4 (11-16 nudos) navegando a orejas de burro (una vela abierta a cada banda). Pero esto quizás pueda ser cuando me aleje más de tierra, ya en los Alisios. Por ahora, sigo a solo 280 millas de San Francisco.

Al tercer día izé mi pabellón por primera vez. No estaba particularmente deseoso de pasear por la cubierta, en medio de un temporal solo para algo tan aparentemente poco importante, pero estaba en aguas internacionales sin portar pabellón [Nota: un barco que no porte pabellón, según la legislación internacional es considerado un barco pirata]. Esta mañana me percaté que el temporal lo había hecho trizas.

Planeo navegar desde Brookings a un punto en medio del océano – 25º N 135º W – y de allí continuar a Hilo, en Hawai. Esta derrota debiera mantenerme lejos de la “Alta del Pacífico” y es solo un poco más larga que en línea recta..

La “Alta del Pacífico” es un anticiclón (centro de alta presión) permanente del Pacífico Este, entre la costa oeste y Hawai. El viento circula en el sentido de las agujas del reloj en una alta presión, así que uno navega al sur de la alta yendo a Hawai y al norte de la misma volviendo. No hay prácticamente viento en el centro de la alta, por lo que navegar en línea recta está descartado. Pero, solo para hacer las cosas más interesantes, a veces el centro de alta se mueve fuera de su normal posición.


8 de mayo – Día 6

El clima mejora gradualmente, pero no así el viento. Ha estado firme del través con cerca de 8 nudos, pero ahora viene directamente del lugar hacia donde yo quiero ir. Así que estoy navegando hacia el sudeste con la intención de alejarme de la zona de la Alta del Pacífico.

Conseguí arreglar mi impresora de cartas meteorológicas – Descubrí que si desconecto la unidad y rocío el tablero de circuitos con spray de alcohol (que normalmente empleo para encender mi estufa de kerosén) se limpia de agua salada. Funciona. Ahora estoy obteniendo cartas y puedo ver que está pasando – una tormenta que se dirige a las costas de Oregon ha empujado el anticiclón del Pacífico hacia donde me encuentro y estoy prácticamente en medio del mismo. Espero que pronto se vuelva de regreso a su antiguo vecindario.

Ahora sé porqué llaman a esto “navegar aguas azules”. El color del mar es tan azul como nunca lo he visto antes, es como en Crater Lake, en Oregon. Es difícil de creer el profundo color azul, especialmente, del lado del barco fuera del sol al mediodía.

Pude hablar por radio con Mary. La señal está llegando bien ahora. Será interesante ver si se mantiene así durante todo el trayecto hasta Hawai.

La relativa calma me hizo confiarme demasiado – Llené un vaso de vino para la cena, lo bajé y miré hacia fuera por un momento: Pasó una diminuta olita y lo desestabilizó. Cayó fuera de la mesa y se quebró – vidrio y vino por todos lados. El mar castiga rápidamente la arrogancia.

El radar está demostrando su valía en esta navegación. En un par de oportunidades, un barco se aproximó a menos de una milla y su alarma me despertó para negociarlo. Probablemente no hubiera podido dormir muy bien de no tenerlo.

La Alta del Pacífico ha venido a visitarme donde yo estoy, por lo que el viento es escaso y mi promedio de millas está bajando – pero el clima es placentero. Estoy al comienzo de los clásicos Alisios.


9 de mayo – Día 7

Hoy es el tercer día de vientos contrarios, aunque a cambio está claro y soleado. El viento está soplando casi directamente de donde yo deseo ir, así que tengo que dar bordes para navegar tan a rumbo como pueda. El truco es ver cual borde, babor ó estribor, me lleva más eficientemente hacia mi destino.

Cuando la nave no apunta directamente donde quiero ir, solo algo del avance me lleva hacia Hawai, aunque algo más de lo que pensé al principio. Apreté algunas teclas de la calculadora y descubrí que, aún con un desvío de 45º de mi rumbo a Hawai, sigo dirigiéndome allí con más de los 2/3 de mi velocidad.

Al principio no pude creer este resultado y volví a verificar mis cálculos, pero es verdad. Cuando estoy navegando 30º fuera de curso, sigo navegando hacia mi destino con un 86% de rendimiento. Llegado a esta asombrosa conclusión, concluí también que no había motivo para esforzarme en mantener proa directo a Hawai, lo que solo sería un desperdicio de mis energías y del barco.

Cambié de borde esta mañana – Decidí que había ido al sudeste lo suficientemente lejos. Si durante el mes de mayo, la Alta del Pacífico alguna vez vuelve a su posición normal, estaré preparado.

Pienso que mañana dejaré las matemáticas y trataré de hacer lavandería. Supuestamente se puede lavar la ropa en agua salada fría usando jabón de cocina, aunque he escuchado que se debe enjuagar luego con agua limpia. Tengo que decidir si lavo la ropa o simplemente la guardo y uso el agua dulce para lavarme. Puede ser una ardua decisión.

interior

10 de mayo – Día 8

El viento comenzó a intensificarse, en particular después de la medianoche pasada. Permanecí despierto más de lo acostumbrado, timoneando para alejarme de un carguero, cambiando velas, virando para ver que borde era mejor, y despierto por lo general. El mar está muy movido, con olas muy altas y cortas, y el viento se ha mantenido todo el día firme en 18 a 22 nudos, por desgracia soplando siempre directamente de donde quiero ir. Es muy incómodo tratar de obtener algún progreso contra este mar. Un centro de baja presión ha quedado atascado fuera de la costa de California, y hasta que decida moverse tendré fuertes vientos y mar gruesa, ambos en contra. El viento está soplando de la dirección opuesta a la normal para mayo.

Traté de lavarme con agua salada que calenté en la estufa (con un recipiente especial que empleo para agua salada), y agregué a esto un balde de agua de mar para obtener una temperatura adecuada. No fue tan malo como me esperaba. Por supuesto, no supe si este sistema funcionaba o no hasta que puse a prueba mi transpiración, prueba que falló por toda la sal que había en los poros de mi piel.

Caí en cuenta que desde mi partida y hasta hoy, no había tenido una noche completa de sueño. Mi indicador personal de haber dormido lo suficiente es tener sueños vívidos antes de despertar. Se supone algo nocivo para la salud que al dormir no se alcance el estado REM (Rapid Eye Movement [Nota:Movimiento Rápido Ocular]), que es en el cual se sueña. Puede ser que el viento calmara anoche y no tuviese necesidad de ajustar velas ni evitar cargueros. El reporte meteorológico de hoy dice que el sistema de baja presión a mi noroeste se está debilitando, puede ser cierto, pero también lo es que se está moviendo en mi dirección.

Navego diferente por la noche. Aunque se alarguen los tiempos, disminuyo la velocidad para no ser arrojado de un lado a otro, no demasiado lejos al menos. De día tengo más energías para hacer frente a los duros movimientos de una rápida navegación. Pero anoche, pasada la medianoche, un repentino incremento del viento tiró por la borda mi cuidadosa planificación y hube de levantarme, vestirme y cambiar velas. El aumento en la intensidad del viento también arruinó mis planes de generación de energía eléctrica – demasiado fuerte como para utilizar el generador eólico. He mirado una película (tengo un pequeño televisor y algunas cintas de video), pensando que podría mas adelante recargar las baterías con el eólico y tuve que mantener encendidas las luces de maniobra para cambiar las velas (todas de alto consumo), resumiendo: por la mañana había casi terminado con la carga de ambas baterías.

El viento está comenzando a agotarme – Ha estado soplando duro por tres días ya, con mar agitado y corto. Si decidía tomarme un descanso y descansar, terminaba retrocediendo – derivando con el viento y la corriente que provoca. Estoy preparado para cualquier cambio favorable – un cambio en la dirección del viento, una calma con el objeto de dormir, cualquier cosa… Excepto otro temporal.


11 de mayo – Día 9

A pesar de que la baja al noroeste se está debilitando, se ha estado moviendo hacia mí por los últimos tres días. Como resultado, el cuarto día está comenzando tenso, con viento de 25 nudos. He detenido el eólico para que no se dañe, aún pudiendo utilizar su carga, y puse a trabajar los paneles solares, que están funcionando, así que las baterías seguirán recibiendo carga aunque más lentamente. Estoy haciendo aproximadamente 3 nudos bien orzado al viento

Anoche pensé que podía tener un interrumpido, profundo y reparador sueño, así que reduje velas disminuyendo la velocidad en cerca de dos nudos para hacer más confortable el andar del barco, amarré todos los elementos ruidosos y DORMÍ. Con esta mar gruesa, un pequeño cambio en la velocidad hace una gran diferencia en confort – Tuve un buen descanso.

¡No puedo creer que la baja se haya mantenido estacionaria tanto tiempo!. Si solo la alta lo hace igual de bien cuando vuelva…


12 de mayo – Día 10

Hoy se cumplió mi deseo – el sistema de baja presión finalmente hizo su movimiento. El día comenzó de manera normal, con viento demasiado fuerte y de la dirección equivocada. El océano siguió empeorando y el viento intensificándose. Ví una pared de nubes acercándose desde el oeste. Entonces, cerca de las 3 p.m., comenzó el gran espectáculo. El mar se volvió muy encrespado y confuso, con grandes olas llegando de todos los puntos del compás. La pared de nubes pasó por encima y la lluvia comenzó.

A medida que la pared llegaba, el viento se debilitaba gradualmente y borneaba en el sentido de las agujas del reloj, calmando casi por completo después, pero el mar seguía encrespado. Y se hizo visible que la pared de nubes tenía detrás una zaga bien definida como frente – detrás de la pared soplaba un viento cálido con unos 12 nudos del oeste, donde antes había 30 fríos nudos del sudoeste. Cerca de las 6 p.m. el mar se calmó y las nubes se alejaron hacia el este.

Cuando el sol se puso ajusté mis velas y pensé cuán parecido había sido todo a una conversación – no podía sacudirme de la cabeza la sensación de que el mar y el cielo me estaban hablando – todo lo que tenía que hacer era prestar atención. Descubrí que sabía exactamente que trataba de decir la pared – tan claro como si hubieran sido palabras. Y le respondí ajustando la maniobra con cabos y velas.


13 de mayo – Día 11

Otra alta presión se ha asentado en la zona y estoy tan cerca de su centro que no tengo ni una brisa sobre la que hablar – solo un ligero y variable noroeste. He dejado de usar el timón de viento (no hay viento para que funcione) y ahora el piloto automático está teniendo problemas para mantener el rumbo debido a lo poco que nos movemos. Ocasionalmente me avisa con un “beep”, posiblemente entendiendo que no está más conectado al timón. Entonces, llega una brisa como un aliento cálido que lo hace feliz.

Está nublado, con momentos de sol. El mar es de color grisáceo azulado y está casi liso. Está tan quieto que navegar pareciera casi algo imaginario. Si se tira de un cabo o se empuja la caña del timón, no se obtiene la respuesta usual, por lo que se empieza a sentir como si en realidad no se estuviera navegando, sino que se estuviera ensayando todo en un sueño.

Durante la noche me levanté para chequear las velas, y después me senté mirando unas partículas verdes fosforescentes que venían del casco. No pude verlas claramente, principalmente oí los sonidos que emitían y ví sus chapoteos.

Estoy teniendo algunos sueños interesantes. Sueño que estoy en un lago, rodeado de tierra y, si no me cuido, me iré contra un banco. De noche me despierto tan seguido que este sueño sigue en mi pensamiento aún despierto. Entonces, después de hacer lo que fuera que me despertara, me siento en el cockpit y dejo que venga a mí el saber donde estoy – lejos, lejos de cualquier orilla. Pero en mis sueños me rodeo de tierra. Anoche estaba en el lago Victoria, en Africa – Estaba casi por embicar el barco en la playa y decir: “¿Dr. Livingston, supongo?”

Algunas veces veo unos pájaros de largas alas volando justo sobre las olas, cazando peces. Tengo algunos libros de pájaros y he descartado «Espléndida Gaviota” y algunas otras. Sigo sin haber decidido que es. Veo menos de estas aves a medida que me alejo de tierra, pero al menos veo una por día. Es marrón con un pico de color claro, tiene largas alas con una curva en ellas, un planeador muy eficiente. Puede ser que las descripciones de mi libro me conduzcan por un camino errado – en su mayoría describe las probables aves marinas simplemente como “negras”.

No he avistado ninguna otra nave en tres días – estoy tentado de apagar el radar por la noche para ahorrar energía, pero si el viento se decide a volver y viene el sol, tendré más electricidad de la que puedo usar.

Abordo tengo algunas formas entretenidas de usar electricidad, además de las películas: escucho la radio de onda corta, mayormente la B.B.C inglesa, y alguna estación de radio AM de la Costa Oeste. Tengo 5 radios multibanda, guardadas aquí y allá. Algunas tienen propósitos específicos, como la radio BLU, o el equipo localizador de direcciones. Otras las compré solo para backup. La más usada es una que compré en Radio Shack – y lo es por su bajo consumo eléctrico. Si no debiese preocuparme por los consumos eléctricos, usaría la BLU, porque es más fácil de usar y tiene para sí sola la mayor antena del Selene.

Uno debiera tener, como mínimo, una buena radio abordo. Una que sea capaz de recibir onda corta y de ser necesario, funcionar con su propia batería. Y este es el motivo: (1) Se debe recibir la señal horaria para ajustar los relojes y poder obtener posiciones precisas con el sextante. (2) Cuando se acerca a su destino, puede utilizarla para encontrar la dirección por radio. (3) ES PRECIOSO OIR UNA VOZ HUMANA CADA TANTO.


14 de mayo – Día 12

Las cosas van muy lentas por ahora, debido a que hay (otra vez) una baja fuera de la costa de Oregon que está empujando la Alta del Pacífico derecho encima mío. Estuve imprimiendo las cartas meteorológicas y mirando el barómetro. Estoy solo a un par de milibares del exacto centro de la alta. Hasta que el centro de baja presión cercano a Oregon se mueva, probablemente la alta permanezca en el lugar equivocado. Pero sigo moviéndome a unos 2 ó 3 nudos, aún con estas suaves brisas.

A pesar que esto me hace andar más lento, por la noche achico velas, pues una gran tormenta puede aproximarse mientras duermo y rifar mis velas si están totalmente extendidas. Planeo continuar hacia el waypoint fijado y después, cuando aumente, virar hacia las islas.


16 de mayo – Día 14

Bueno, el viento finalmente ha vuelto – exactamente desde donde quiero ir. He navegado bordes atrás y adelante toda la tarde, haciendo algunos interesantes cálculos del viento, pero sin hacer mucho progreso. Entonces elegí el borde adecuado para pasar la noche – mi conjetura era que el viento bornearía al noroeste, lo que resultó correcto. Ahora estoy navegando con una ajustada ceñida a 3.5 nudos – pero directamente en rumbo al waypoint. Mi laptop (que también utilizo para escribir estas notas) me dice que, de poder mantener la actual velocidad, debiera alcanzarlo aproximadamente el día 18. También, y siempre a esta velocidad, que arribaría a Hilo, Hawai, el próximo 2 de junio. Pero más que nada, estoy esperanzado de encontrar los Alisios – los rumores insisten acerca de que existen por aquí.

Durante la noche tuve sueños muy reales – de ciudades, crímenes, vidas desesperadas. Pienso que navegar trae esto al nivel conciente, debido al contraste entre la vida en el mar y la ciudad. También significa que estoy durmiendo profundamente de nuevo.

Hoy es mi cumpleaños. No es mal lugar para una fiesta de cumpleaños. Aunque no hay torta.

La temperatura continúa en ascenso. Creo que hoy será un día caluroso – con el sol en un cielo sin nubes. Moveré de un lado a otro de la cubierta los paneles solares, evitando que les dé la sombra de las velas y después veré una película, indulgente conmigo mismo por mi cumpleaños. Será una función “matinee” – de manera que los paneles solares puedan recargar las baterías después de usar la TV y antes de que caiga la noche.

Pienso que estoy por ver un cambio en el viento. Estoy cerca de la latitud donde comienzan los Alisios y pronto el centro de alta presión que ha estado colgado encima mío debiera moverse al norte (en cuanto se disipe una baja cercana a Oregon y le haga lugar). Así que las probabilidades dicen que pronto debiera tener algún viento de popa, por lo menos por algún tiempo.

viento

17 de mayo – Día 15

Por la tarde el viento comenzó a oscilar alrededor del barco, y hacia el atardecer estaba haciendo 4.5 a 5 nudos. Si se mantienen las condiciones, le segunda mitad de la jornada rendirá mucho más que la primera. Estoy corriendo una agitada empopada con muchos rolidos dramáticos y, hasta estando dentro de la cabina, no queda duda alguna de que el velero se está moviendo por el agua.

En algún momento de hoy alcanzaré el punto que marca la mitad del viaje, el waypoint que tengo en la mira hasta ahora, en ese momento tanto Hilo como Brookings se encontrarán a 1130 millas náuticas. Puesto que tengo suficiente viento, estoy virando hacia Hilo ahora.

La noche pasada decidí encender el generador Honda, otra forma que tengo de cargar las baterías. Pero se rompió la soga del arranque, así que traté de repararla hoy. Imagino que verme forcejeando alrededor del cockpit con ese pequeño generador fue realmente un espectáculo. Selene debe haber rolado severamente cada 20 segundos, arrojando piezas, herramientas y a mi mismo, por todos lados.

Anoche no fue fácil dormir. Puse las líneas especiales para retención (Nota: se refiere a lo que conozco como “violines”) que me previnieron de caer fuera de la cama, pero los bruscos movimientos de rolido me mantuvieron despierto toda la noche. Puede ser que tenga que acostumbrarme a ello.


18 de mayo – Día 16

Por la tarde el viento trepó a unos 25 a 30 nudos. Estaba yo sentado, maravillándome con el número de los nudos que veía en la corredera, cuando se rompió el tangón (el tangón mantiene el foque abierto para navegar de popa). Empleé algunas horas reparándolo – está nuevamente funcionando aunque ha quedado unos 3 pies más corto.

Hoy la corredera por un momento marcó 6 nudos – hace mucho tiempo desde la última vez que ví tal velocidad. La noche pasada el promedio fue de 4.9 nudos y eso parece más cercano al promedio habitual. Debo ajustarme a los nuevos movimientos del barco, pero estos son los vientos que estaba esperando. Descubrí que puedo navegar más rápido cuando sopla por debajo de los 25 nudos, porque disminuye la altura de las olas junto con el viento y el barco no está constantemente chocando con ellas. El viento está cambiando lentamente de los 60 grados aleta de estribor a la popa redonda.

He sobrepasado el punto medio del viaje – ahora estoy más cerca de Hawai que de tierra firme. Casi inmediatamente comencé a imaginar como sería este verano en las islas. Creo que este punto medio era como una barrera psicológica, antes de la cual solo podía pensar en la travesía en si, ahora estoy libre de pensar acerca de Hawai.


19 de mayo – Día 17

De nuevo estoy pensando que podría ir más rápido si el viento disminuyera. La superficie está demasiado encrespada para tomar ventaja de las condiciones y hace marchar al Selene más lento de lo que el viento lo empuja. Por supuesto que podría izar cada pulgada de trapo y amarrarme en algún lugar de la cabina, como hacen los regatistas, pero deseo llegar a Hilo con mi velero en una pieza. Selene marchó a un promedio de 6.1 nudos de la noche a la mañana, pero no sentí que fuera a esa velocidad – esto es solo medio nudo por debajo de la máxima velocidad de diseño del barco.


20 de mayo – Día 18

Está calmando el viento pero no así el mar. Hoy tengo chaparrones dispersos, y abundante viento pero con continuos cambios de dirección. La agitada superficie del mar me hace pensar que hay algún viento escondido por ahí, esperando que ize una ridícula cantidad de velas para hacerme una visita sorpresiva. Así que voy a actuar cautelosamente por unos días, hasta ver que se trae bajo la manga. Durante la noche varió de 25 nudos a nada, y sin cambio en la superficie del agua.

He resuelto que el ave misteriosa (la que patrulla el océano justo sobre las olas) es un «Flesh Footed Shearwater» (puffinus carneipes). La foto en mi libro de aves es muy parecida, y dice que es un ave de mar adentro. Lo describe como “negro como el hollín” pero la fotografía lo muestra más de color marrón como yo lo viera, por lo que creo que es la mejor suposición por ahora.

Ha aparecido otro pájaro. Este fue más fácil de identificar — «Red billed Tropicbird» (phaethon aethereus). Tiene una larga cola distintiva. De los dos que observé, uno trató de descender en el barco. Le apuntó al eólico, pero lo reconsideró a último momento. Una hermosa visita a más de 900 millas de tierra.


21 de mayo – Día 19

El día comenzó con lluvias dispersas, pero fue mejorando hasta establecerse con buenas condiciones y viento suave de 10 a 12 nudos promedio. Fue una hermosa corrida – Establecí cada pulgada de vela que tengo y simplemente me senté detrás. El viaje era suave y estable. Apenas ví cuan suave iba a ser, me eché a dormir una pequeña siesta. Algunas veces es más sencillo dormir de día y atender la navegación de noche.

Por la tarde, nuevamente se desarrollaron nubes de lluvia. Estas nubes tienen vientos radiales, que se mueven de todas las direcciones saliendo desde la nube. Si le nube está a mi popa (y recuerden que ahora el viento predominante es de popa), aumenta – algunas veces por encima de los 20 nudos – y tengo que reducir velas, en cambio, si la nube está a proa, el viento disminuye, a veces a nada. Si se encuentra a cualquiera de mis bandas, tendré un cambio en la dirección del viento, de vez en cuando radicalmente. Debo prestar mucha atención y tener izado mucho menos trapo, para no ser sorprendido con la guardia baja.

Al atardecer jugaba con las radios. Pasé un cableado a lo largo del interior de la cabina, armando así una antena de onda corta para la Radio Shack, que utilizo mucho por su poco consumo eléctrico pero hasta ahora no he tenido una antena propiamente dicha. Una vez armado este sistema, trataba de sintonizar alguna estación de AM cuando, para mi sorpresa, sintonicé algunas estaciones de radio de Hawai (estoy a unas 700 millas de allí). Así que traté de localizar sus direcciones. Localizar direcciones con una radio, se basa en el hecho de que la antena de una AM es muy direccional – cuando mejor se sintoniza la estación es cuando se apunta directamente a ella la antena de la radio. Y descubrí que el eje mayor del Selene estaba perfectamente alineado con las estaciones de Hawai. Así, mediante una radio, tenía otro medio de guiar mi velero.

Mi sistema de enlace radial está funcionando mejor de lo esperado. Antes de partir , pasé algún tiempo instalando radios y computadoras en el barco y mi casa en Oregon. Quería poder escribir un mensaje abordo, transmitirlo por radio e imprimirlo sobre papel en Oregon. En esa terminal, debido a que una persona normal (no un experto radioperador) debía ser capaz de operar el sistema, hay una simple “pantalla de mensajes” en la que cualquier persona simplemente se sienta al computador, tipea el mensaje y presiona una tecla para guardarlo. La siguiente vez que hago contacto, recibo los mensajes guardados.

Siento que, me he ajustado a estar en este bote, en mar abierto. Estoy durmiendo más (principalmente debido a las mejores condiciones de navegación), y me siento mucho mejor que al principio. De alguna manera, me apenará cuando esto termine, pero mi meta es visitar Hawai

22 de mayo – Día 20

No he hablado mucho sobre el tema alimentos. Cuando planeaba el viaje, me armé de una gran provisión de alimentos envasados, y justo antes de partir adquirí algunas frutas frescas. Las manzanas “Granny Smith” se mantienen bien – Podría haber cargado más. Deseaba cargar alguna clase de queso, por lo que compré un manojo de los que se sumergen en cera y luego se envuelven con papel rojo. Parece que se conservan bien. También adquirí algunos quesos “Monterey Jack” que, mejor que en el centro comercial, habían sido embalados en un centro regional. Este embalaje, que se identifica por su envoltura plástica de fantasía sellado por equipos automáticos, se conserva bien, aunque no por tanto tiempo como el envuelto con cera. Cargué cuatro hormas de “Monterey Jack” y, al momento de abrir la cuarta (hace aproximadamente una semana y media), debí recortar y descartar una capa verde exterior.

Para la travesía adquirí algo de comidas congeladas. Son estupendas, aunque bastante caras. Otros componentes básicos de las comidas: latas de frijoles cocidos, estofado y guiso de pollo, ensalada de frutas para las ocasiones especiales, puré de manzana y vegetales variados. Para las guardias: latas de frutas secas, pickles y galletitas de varios tipos.

Todo esto puede sonar a una dieta para alguien que no sepa cocinar, pero la idea es tener alimentos que se puedan comer aún si se rompe la hornalla. O una comida ligera que, en una emergencia, se pueda comer sin pérdida de tiempo en cocinar.

Por si acaso las cosas fueran mejor de lo esperado, compré también algo de vino. Pensé que sería placentero beber un vaso de vino por la tarde, cuando las cosas se hubieran calmado, pero las más de las veces durante el atardecer el viento aumentaría, se pondría oscuro, y yo debería trabajar para tener la embarcación bajo control.

Este es un día típico en el velero Selene: Levantarse a las 7:30 horas, apagar las luces de navegación y el radar (que sigue prendido todas las noches aunque no he visto ninguna otra nave en 16 días), ir a cubierta y ajustar el trimado de velas, mirar el océano por cerca de una hora, bajar a la cocina para comenzar a preparar el desayuno, encender el navegador satelital para obtener la primera de las dos posiciones diarias. Aproximadamente a las 10 a.m. imprimir mapas meteorológicos en la impresora de la computadora. Entonces decido como recargar las baterías: si hay sol coloco los paneles solares donde les llegue y me agendo que deberé moverlos más tarde; si el viento sopla a más de 15 nudos y menos de 25, enciendo el generador eólico, pero si no hay sol ni viento adecuado, recargo las baterías por cerca de una hora con el generador Honda ó con el motor principal.

Y entonces lo que hago es escribir por un rato. De paso, mi Notebook es una pequeña computadora “laptop”, con una cubierta que es también pantalla.

Para ese entonces, el navegador satelital tiene una nueva posición fix [Nota: Se llaman “fix” a las posiciones de latitud y longitud que con certeza son correctas, y que suelen corregir las obtenidas por estima]. Registro la posición obtenida en el cuaderno de bitácora calculo la distancia recorrida desde el fix anterior, con esto obtengo cual es mi promedio de velocidad y rumbo, y agrego todo esto a la anotación de bitácora.

Entonces vuelvo a mirar el mar un poco más, ajusto las velas, presto atención a nubes de tormenta que puedan cambiar la intensidad y dirección del viento, de tanto en tanto cambio de amura. Miro un poco más el mar. Leo. Escucho música – usualmente con CD. pero también tengo una flauta, una grabación (de flauta medieval) y algunas hojas de música.

Medio día: Si hay sol y el viento es el adecuado, seguramente las baterías estarán totalmente recargadas y no pueden absorber más energía eléctrica (cosa que no sucede muy frecuentemente). ¿Qué hacer con toda esa energía desperdiciada? ¡Mirar una película! Caso contrario, preparo una picada con pickles, queso, fruta seca, galletitas, etc. Recargar kerosén en las lámparas. Leer algo más. Mirar como pasa el agua.

Atardecer: Encender las luces de navegación, las lámparas de kerosén, el navegador satelital, preparar algo para la cena, escuchar las noticias en la B.B.C.

Más tarde: Sabiendo que estoy por utilizar las luces de navegación, el radar y el piloto automático durante toda la noche, decido si el eólico puede proveer la energía necesaria, si no, enciendo nuevamente el motor por aproximadamente una hora.

Más tarde aún: Encender el radar. Verificar rumbo y trimado de velas nuevamente. Meterme en la bolsa de dormir y leer algo más. Dormir. [Nota: ¡¡ que dura la vida del navegante ¡!]

Aún más tarde, después de un brevísimo sueño. Levantarme, encender una luz, encontrar mis anteojos, abrir la escotilla, descubrir el motivo del porqué las velas suenan como si estuvieran siendo apaleadas por delincuentes juveniles. Repetir esto tantas veces como sea necesario para garantizar que no se tenga un sueño REM.

24 de mayo – Día 22

Me pregunto si estaré tan ansioso por el final del viaje como lo estaba acerca de iniciarlo. Recuerdo haber estado absolutamente aterrado de despedirme de mis amigos, de la orilla, de la vida como la conocía, y soltar amarras para una larga travesía, que podría durar un mes ó más. No quería que Mary dejase el barco, pues cuando lo hiciese el viaje debería iniciarse. No más preparaciones, solamente partir.

Acostado en la litera, recuerdo aquellas primeras noches de mal tiempo, escuchando los ocasionales crujidos y gemidos, pensando “Eso se está quebrando. Se está quebrando. Moriré aquí fuera y mis amigos contarán historias terribles.”.

Ahora siento que, más que esta nave, es la vida en la costa lo que está fragilmente construido por incompetentes. Me está comenzando a gustar esta vida. La vuelta a la costa será otro difícil ajuste.

Ahora creo que puedo explicar lo que es estar en una pequeña nave en medio de un gran océano. Bueno, al menos puedo tratar. Hasta cerca del waypoint de mitad de travesía, a más de un millar de millas tanto de San Francisco como de Hawai, miraba al sol por la tarde moverse detrás de las nubes. Los rayos solares abriéndose camino a través de huecos en las nubes, dibujando islas de luz sobre el agua. Pensé para mis adentros que podría ser un buen cuadro para que un fundamentalista argumentara que Dios estaba allí arriba, arrojando cordeles de haces luminosos.

Entonces pensé – como tiendo a hacerlo cuando enfrento un ejemplo de belleza natural – “Okey, nuevamente has decidido no pensar en ello, pero no vayas demasiado lejos. No seas tan cuidadoso y escéptico que hasta te quedes sin la posibilidad de maravillarte. Bien sabes que puedes disfrutar esto sin pecar de supersticioso”. Así que dejé de pensar acerca de su significado y solo observaba el espectáculo. Entones vino a mi mente que debía ser la única persona mirándolo – pues nadie más había en 500 millas a la redonda. Descubrí que este banco de nubes, toda la escena, era solo para mí — Yo era su único testigo. De ninguna forma podría más tarde llamar a un amigo y preguntarle “¿Has visto el bello anochecer?”

La mezcla de luz de sol naranja y nubes blancas y grises, no era parte de las experiencias de un humano normal – no son visibles a través de vidrios ahumados, o desde pisos arrojados a las sombras. Ni vendedores de manzanas ni contadores de impuestos mirarían al cielo para contemplarlo – solamente lo haría este tipo, en un bote. Mirar un anochecer que solo yo podría ver, me dió una peculiar sensación de responsabilidad: Si yo no lo observaba y disfrutaba, nadie más lo haría. Solo los delfines y los pájaros.

25 de mayo – Día 23

El viento ha aflojado mucho y mi velocidad está bajando. Ahora se incrementa sorpresivamente durante la noche. Me he acostumbrado a utilizar la mayor a tope durante el día y poner una mano de rizos con la última luz del día.

Está todo dicho en la carta meteorológica. Ahora hay dos centros de alta presión, uno al noroeste, otro al noreste. Yo estoy en medio de sus patrones de viento, pero sin recibir el beneficio de ninguno de ellos. En este mismo momento, no hay aire suficiente para mantener el genoa inflado. No obstante, estoy haciendo cuatro nudos – casi el doble de ligero que durante la fase de vientos en contra, al principio de la travesía.

Esta mañana había dos peces voladores en la cubierta. Han crecido. Quisiera haber podido oírlos agitando sus alas, ó algo así, para poder salvarlos arrojándolos de nuevo al mar.

He comenzado a limpiar y ordenar el barco preparándome para el arribo. La cocina estaba muy sucia y desordenada así que por allí empecé. Imaginen la humillación de recibir abordo un inspector de aduanas y que se mate con una cáscara de banana…

Es un bonito día soleado y el viento es suave y templado. Podría haber dormido hasta el mediodía. Días como este, me quitan las ganas de querer llegar a ningún lado.

Puede ser que navegar sea una de esas cosas que le dan a uno sentimientos de límpidos y simples propósitos, en un mundo de otra forma tan críptico. Solo poner velas, sacar velas, mirar por el sextante, sumirse uno mismo en la minucia de ir hacia algún lado, lenta y deliberadamente, mientras que secretamente desea nunca arribar.

26 de mayo – Día 24

Ayer, faltando aún cerca de 130 millas, traté de ver con los binoculares la mayor de las islas Hawai. El más elevado de los picos es muy alto – por encima de los 13000 pies [Nota: unos 4000 metros]. Calculé que la mayor de las islas debiera estar justo sobre el horizonte – pero puede ser que haya mirado demasiado pronto, considerando lo nublado y brumoso del horizonte.

La navegación sigue lenta. Si tan solo el viento se incrementara un poco, podría estar en Hilo antes de hoy por la noche, sino tendré que decidir si deseo entrar a la bahía en la oscuridad. En este momento hay algo de luz de luna, pero también hay arrecifes cerca de la entrada, y no se lo puede ver de noche, con ó sin luz de la luna.

He estado haciendo sutiles ajustes para mi aproximación a tierra. Puse mi billetera nuevamente en el bolsillo, junté todos los papeles del barco y los puse en un paquete. Llevo enarbolada la bandera “Q” para aduana [Nota: La bandera “Q” indica “libre plática”, que no se precisa práctico portuario] – no sabía si yo sería tenido por buque extranjero ó solo por un velero americano al que se le ocurrió cruzar el océano – También traté de calzarme unos zapatos, aunque solo como un experimento.

A despecho del tiempo que estuve encalmado, esto ha terminado demasiado pronto. Solo he leído un libro y medio, y mi jarra de pickles sigue medio llena.

10 a.m.: Las nubes de la mañana se están levantando y puedo hacer mi camino a “Big Island”, a 30 millas. Es un momento agridulce – hay algo sólido enfrente de mi velero, no solo una ola particularmente alta. Debí detenerme y negociar con eso – no puedo simplemente pasarlo navegando.

Encontré esta isla, en medio del océano, mayormente usando señales de los satélites y radios, pero también mirando las estrellas con mi sextante, a la manera antigua. Podría decir que llegué hasta aquí venciendo duros mares y confusión – y algo de verdad hay en esto – pero la gran verdad es que el océano fue benigno conmigo.

4 p.m.: Puedo ver gente en largas canoas de carrera, los remos golpeando el agua. Oigo los sonidos de tierra. Puede ser que, después de todo, no deseé seguir navegando más allá.
 
Capítulo 3 — Hawai a Marquesas

Comienzo este capítulo del Diario mientras me encuentro demorado en Hilo, antes de partir hacia las Marquesas, por lo que por lo menos el principio será coherente. Cuando estoy viajando ninguna noche de sueño es completa, y todas las palabras y frases perfectas no salen cuando me estoy debatiendo contra una navegación que está más despierta que yo.

Pasé el último verano navegando de una magnífica isla a otra, comenzando con la Big Island (Isla Grande) y dirigiéndome a Kauai, que resultó mi favorita. Comencé a bucear todos los días, explorando los arrecifes de la isla. Al principio pensé que usaría mis tanques, pero rellenarlos era muy complicado, por lo que comencé a bucear en apnea (con aletas y máscara, pero sin tanques). Esto resultó ser una buena idea — buceé mucho más al no necesitar recargar los tanques para cada inmersión.
 
Los arrecifes en Hawaii son bellos y los peces interesantes. Vi varios pulpos — supuestamente son inteligentes, y definitivamente son tímidos. También vi varios tiburones punta blanca de arrecife («white tipped reef sharks») — no son particularmente peligrosos, salvo que se los acorrale. Comencé a estar sumergido cada vez más y más tiempo — para el fin del verano, podía estar sumergido por tres minutos.

También compré una tabla de windsurf, diseñada para las condiciones de viento en Hawaii — cuando el viento cesa, la tabla se hunde. Encontré algunas playas excelentes para hacer windsurf tanto en Maui como en Kauai, donde el viento sopla en forma sostenida todo el día, y si uno es lo suficientemente bueno puede despegar con las olas más grandes y volar por el aire.

En el otoño llevé mi barco a una amarra en Honolulu para que pasara allí el invierno, y volé de regreso a Oregon.

Volví alrededor del 10 de febrero. Hubiese querido quedarme algo más de tiempo en Oregon, pero quería pintar el casco de mi barco y la guardería que quería utilizar en Honolulu iba a estar cerrada por dos semanas justo en el momento perfecto.

Cuando llegué a la amarra, todo lo malo que le podía suceder a mi barco, salvo hundirse, le había sucedido. El cockpit estaba lleno de agua, el nivel de agua en la sentina casi llegaba al nivel del piso, y las baterías estaban descargadas. Al principio no podía entrar al barco porque el candado se había oxidado por su falta de uso. Todo esto por el módico precio de us$ 250 por mes, más frecuentes llamadas telefónicas y a pesar de las repetidas afirmaciones de que estaban cuidando mi barco. No podrían imaginarse la indiferencia que tienen en Hawaii hacia los barcos y hacia los navegantes — tienen que verlo ustedes mismos.

Había dejado conectado un panel solar flexible pensando que eso mantendría funcionado la bomba de sentina y cargaría la batería. Mientras estaba en Oregon me imaginaba un sol radiante manteniendo las baterias cargadas. Pero no — una vez que se encendió la bomba de sentina, el panel solar no pudo con las baterías.

fondo

Llevé mi barco a la guardería y ellos lo izaron. Reemplacé algunas de las válvulas que atraviesan el casco, que sellan mi barco del mundo exterior. Una de las válvulas originales sencillamente no cerraría más. La manija de otra se había caído. Podría tener que usar esas válvulas para salvar el barco en caso que una manguera estallara, por lo que tenían que funcionar. Y sólo se pueden reemplazar cuando el barco está fuera del agua.
 
También limpié y pinté el fondo del barco, algo que no había hecho antes. Tenía el presentimiento que estaría haciendo eso regularmente. Este barco navega notablemente mejor con el casco limpio.

Recientemente tuve una gran navegación. Quería navegar desde el extremo Sudoeste de Molokai hasta Lahaina en el lado oeste de Maui. Soplaba fuerte (30 nudos) y necesitaba ir contra el viento, por lo que no esperaba una navegación suave. Pero como acababa de limpiar el fondo del barco y quería ajustar mucho la navegación, ahí tenía la oportunidad.

Si estuvieron prestando atención hasta ahora, se dan cuenta que no pueden navegar directamente contra el viento. Cuando se quiere ir hacia la dirección de donde viene el viento, se debe navegar de forma tal de recibir el viento a unos 45 grados de una banda y de la otra, cambiar de amura de tanto en tanto. Cambiar de amura se llama “virar”. Entonces empecé navegando por el canal entre Molokai y Lanai, y luego viré. Esto me hizo avanzar varias millas. Rápidamente me di cuenta que este iba a ser uno de esos días en los que el barco podría navegar solo – así que até un cabo a la caña del timón, y el barco se llevaba solo, en el ángulo correcto respecto del viento. Entonces, me dediqué a trimar las velas para una mayor eficiencia.

Cuando volví a Molokai, pensé que debería hacerlo pasando por el lado este de Lanai en la próxima virada, lo que me pondría en mi camino hacia Maui. Así que solo até la caña nuevamente y dejé que el barco navegara solo. Dediqué mi tiempo a avistar ballenas.

Uds. pueden no creer esto, pero durante las próximas seis horas el barco navegó solo hasta Lanai, pasando por un lugar reconfortantemente denominado Shipwreck Point (Punto del Naufragio) — con un carguero oxidado varado, nadie iba a dejar de advertir ese punto — y a través del canal a Maui. A la hora del ocaso, mi barco había seguido el viento hasta una milla de mi destino – y no había tocado la caña del timón en todo el día. Fue una gran navegación, sin mencionar que vi varias ballenas, haciendo varias cosas que hacen las ballenas.

Estoy coleccionado historias sobre fondeos sin realmente quererlo. En los 90 días desde que dejé la guardería, ya conocí tres. El primero tuvo lugar en Haleolono, en la parte sur de Molokai. Haleolono es uno de mis fondeaderos preferidos. Es pequeño, pero bien protegido, no hay un pueblo cerca, y tiene algunas bellas playas y paseos agrestes. Cuando llegué estaba solo en la bahía, por lo que me ubiqué en el centro y filé mucha cadena con mi fondeo.

Pero se acercaba un fin de semana de tres días, y comenzaron a llegar barcos de Honolulu. Rápidamente llenaron la bahía. En la tarde del sábado uno de los últimos en llegar fue un sloop de 20 pies con tres personas a bordo.

Tenía una sensación curiosa respecto de ese barco en particular, y me dediqué a observarlo. Entonces advertí la bandera de la Coast Guard Auxiliary en su mástil. ¡Ya está¡, pensé, seguramente este tipo resultará ser el marino más incompetente en la bahía. Esta cínica observación me surgió como consecuencia de mi experiencia en mis tiempos de piloto con la Civil Air Patrol. Supuestamente parangones de virtud en los aeropuertos, en mi experiencia por lo general eran los peores pilotos, estrellándose en mayores porcentajes que sus contrapartes en uniformes color vainilla, haciéndole la vida miserable a todo el mundo, y ocasionalmente saliendo en misiones de búsqueda de aviones derribados. Pero me estoy yendo del tema

Estos tipos dieron vueltas alrededor de mi barco un par de veces, pese a que no había lugar para que fondearan cerca de mí. La tercera vez los vi pasar cerca de mi cabo de fondeo, con su fondeo en mano, mirando a barlovento. Sin mirar a popa arrojó su fondeo justo sobre mi catenaria y 15 metros a mi proa. Las cosas degeneraron después de eso. En menos de tres minutos había enredado su línea en mi cadena, alrededor de mi barco, alrededor de su quilla y alrededor de su hélice. Lo vi, lo he pensado desde entonces, y aún me resisto a creerlo, pero fue así.

Ahora que no tenía ni fondeo ni motor, comenzó a derivar indefenso contra mi barco, y lo empujé para que no me abordara. Cuando derivó a popa y el fenomenal enredo de cabos se puso tirante, comenzó a darse cuenta de su difícil situación. Me di cuenta que era hora de dejar los binoculares y hacer algo.

Primero remé en mi dinghy, pensando en levantar su línea y desenredarla. Hasta ese punto no me había dado cuenta de cuan complicadas estaban las cosas. Fallando en este intento, me puse mis implementos de buceo y nadé hasta su barco. El capitán del barco flotaba a su lado con una máscara y un snorkel y con un bichero trataba de desenredar ocho vueltas de cabo en su hélice, ¡pero sin sumergirse bajo el agua! Mientras tanto, otro miembro de su tripulación tiraba de la línea, aparentemente pensando en la escollera de rocas que se encontraba 60 metros a su popa, haciendo esto imposible desenredarla.

Entonces hice un par de sugerencias a la tripulación, y en repetidas inmersiones desenredé la línea de su barco, de mi barco y de mi fondeo. Pensé para mí que este tipo de ninguna manera estaba a la altura de las circunstancias – no había adquirido las habilidades náuticas que necesitaba para rescatarse a si mismo de su propia falta de capacidad para fondear. La existencia de su barco dependía de la buena voluntad de aquellos alrededor suyo. Ya había visto antes ejemplos de esa absoluta dependencia en conductores, pero este era mi primer ejemplo en el agua.

El escenario para la segunda historia de fondeos es una bahía en Maui llamada Honolua, una bonita reserva marina en la parte noroeste de la isla. Es una pequeña bahía que puede dar seguridad a tres barcos. Quería pasar algún tiempo allí, escribir unas cartas y bucear en los arrecifes de coral, y cuando llegué se encontraba vacía. ¡Perfecto!, pensé, sin interrupciones, hermosas inmersiones solitarias.

hawai

Después de estar allí un día, comenzó a soplar un gran viento kona (Sur), y me di cuenta que ese era un lugar bastante bueno para pasar la tormenta. Así que puse otro fondeo y decidí quedarme más tiempo. Oí los partes en la radio sobre terribles vientos y olas en Lahaina, donde generalmente fondeo.

El segundo día de la tormenta estaba durmiendo la siesta a la tarde cuando oí a alguien tratando de llamar mi atención. Salí a cubierta y vi un barco directamente a popa, golpeando sobre el arrecife. El barco no tenía ni motor ni fondeo.

Sin pensar en lo que me estaba metiendo, le arrojé un cabo y comencé a tirar para sacarlo del arrecife. Había fondeado bien mi barco utilizando una cadena atada a un ancla CQR de 35 libras (un tipo de ancla considerada “segura”) y una línea de cabo y cadena atada a un ancla CQR de 25 libras, ambas enterradas en la arena. Me había sumergido e inspeccionado ambas anclas, por lo que sabía que estaban firmemente aseguradas. Como el viento tenía ráfagas de hasta 25 nudos, utilicé un malacate para tirar y sacarlo del arrecife. El capitán me imploraba que tirara de él más fuerte. Luché para poder moverlo. Finalmente me dijo que no escuchaba más golpear a su barco contra el arrecife. Tan pronto como lo dijo, su barco saltó hacia delante y golpeó mi balcón de popa, estropeando el soporte de mi generador eólico y la antena del navegador satelital.

Ahora lo había sacado del arrecife y su barco había abordado el mío. Si lo llevaba más adelante su proa intimaría con mi cuarto de máquinas. Si lo soltaba iría nuevamente hacia el arrecife. Sobre todas las otras cosas, el viento estaba arreciando Entonces, en un agudo ataque de insensibilidad, cargué mi tercera ancla en el dinghy, me dirigí hacia su barco, até el ancla a él y la arrastré hasta la bahía. Una vez que el fondeo había tomado, el capitán comenzó a tomar el cabo trayendo su barco cerca del mío y abordándome un par de veces más.

Una vez que se alejó lo suficiente de mi barco para no golpearlo más, le sugerí que tomáramos un descanso y planeáramos nuestro próximo paso. Resultó ser que él tenía un ancla, pero la arrojó al agua sin antes hacerla firme en su barco. Entonces nos sumergimos para buscar el ancla, e hicimos una línea de fondeo con trozos de cabo que él tenía a mano. Pero a él no le gustaba su ancla, sino que prefería quedarse con la mía por un tiempo.

Por los próximos tres días remolqué su barco por la bahía con mi dinghy y fuera de borda, fijando y moviendo varios fondeos, lo llevé a tierra a través de la rompiente y de vuelta a su barco (su dinghy se había hundido durante su última navegación), todo eso tratando de recuperar mi ancla para así poder irme. Cuando finalmente regresé a Lahaina resultó ser que aquel barco había abordado a todo aquel al que había logrado aproximarse, y su barco era una colección de cicatrices de colisiones previas. El capitán era bien conocido, para no llamarlo notorio. Las reparaciones a mi barco llevaron aproximadamente una semana.

La tercera historia sobre fondeos es toda mía. Un día me detuve en Molokini Crater, una bahía en forma de media luna camino desde Maui hacia la gran isla. Es uno de mis lugares de fondeo preferidos y es un corte en una navegación que de otra forma sería larga. Esa tarde en particular el viento era fuerte y de alguna forma las olas eran más grande que lo usual, y el cráter estaba a sotavento (que quiere decir que el viento empujaría hacia él). Luego de llegar y fondear, resolví que estaba demasiado cerca al arrecife. Entonces comencé mi procedimiento usual para cambiar de posición en solitario. Ir hacia atrás, encender el motor, ir hacia adelante, izar el ancla, ir hacia atrás, dar motor hasta la nueva posición, ir adelante, soltar el fondeo, y así sucesivamente.

Entonces levanté el ancla, la aseguré y corrí a popa para dar motor. No podía perder tiempo — tan pronto como el ancla dejaba el fondo, el viento empezaba a empujar el barco contra el arrecife. Salté dentro del cockpit, di acelerador y tomé la caña del timón simultáneamente. Entonces miré a popa y me di cuenta que el dinghy no estaba siendo remolcado atrás, como era usual: luego de izar el ancla el barco y el dinghy derivaron juntos. Entonces, como tenía que suceder, el cabo del dinghy fue succionado por la hélice. El cabo se puso tirante y el motor se detuvo. Ahora no tenía motor. Entonces salté hacia proa y tiré el fondeo nuevamente. No se olviden que durante todo este tiempo el barco estaba siendo empujado hacia la costa — para cuando el ancla tomó, el casco ya casi estaba tocando el arrecife.
 
Tenía entonces una emergencia entre manos. El fondo del barco estaba apenas a centímetros del arrecife, el viento trataba de empujar el barco hacia la costa y las olas rompían a mi alrededor. Tomé mi máscara de buceo, salté por la borda y durante los próximos cinco minutos utilicé mi cortaplumas para cortar el cabo del dinghy que estaba enredado en la hélice. En la tercera de las inmersiones me quedé bajo el agua un poco más de tiempo tirando y cortando el cabo, y viendo el casco acercarce cada vez más y más al coral, por lo que cuando estoy listo para salir estoy desesperado por tomar una bocanada de aire. Subo mis manos para impulsarme para salir y clavo la cortaplumas en el dinghy, desinflando uno de los pontones. Pero estoy más preocupado por el bienestar de una embarcación más grande. Una vez que logro izar mi húmeda humanidad sobre la borda comienzo a maniobrar con el motor contra grandes vientos y olas, arrastrando el ancla por el fondo. Me tomó 20 minutos mover el barco 150 metros.

Durante este episodio el barco golpeó el arrecife una vez, dejando una marca en la pala del timón, y tuve que emparchar el dinghy, pero no hubo grandes daños. Pasé varios días preguntándome si el mar había dejado de quererme, pero llegué a la conclusión que si fuera así, mi barco se hubiera desviado aplastándome contra el arrecife, y que el mar sólo me estaba recordando el pequeño margen que existe entre una maniobra de fondeo ordinaria y un desastre

Adviertan cuán benévolamente me trato en esta historia de estupidez. No dudo en describir como un perdedor a algún extraño en la gran lotería genética mientras me zambullo en su barco — es mi barco, es mi error estúpido. Pero pude manejar la situación yo sólo — nadie hubiera podido ayudarme, no había nadie más allí.

Hoy es el 22 de marzo. Planeo zarpar mañana para las Marquesas. Los navegantes locales dicen que no es fácil llegar desde aquí. Uno debe navegar durante mucho tiempo lo más cerca posible del viento. A lo mejor tengo suerte y se desata una tormenta haciendo que el viento venga de otra dirección que no sea Este. De otra forma, tendré que aceptar el deseo del mar y cambiar el curso a Tahiti.

Tengo muchos libros nuevos y aprovisioné bien el barco (esto quiere decir con muchas clases diferentes de galletitas dulces). Mi actitud hacia la partida es diferente con respecto a la anterior. En mayo estaba realmente aterrorizado de salir desde el continente. Tuve tantos días con pésimo tiempo durante mis prácticas de navegación en las costas de Oregon durante el invierno que me imaginaba todo un mes de navegación en esas condiciones. Pero mis temores resultaron ser exagerados, y el mes de abril se supone distendido entre este punto y los ubicados al Sur.

Todavía tengo que hacer algunos ajustes a la navegación en solitario, luego de una semana de frecuentes visitas con otros navegantes aquí en Radio Bay. Una mujer viajando en otro barco ha logrado levantar un poco mi moral — nos visitamos y damos paseos (su novio no deja de dedicarle tiempo al barnizado de la madera de su atractivo barco). La aceptación de ella me hace pensar que sólo tendría que navegar en solitario en el agua.

25 de marzo — Día 3

El Día 1 hice mi último viaje a la oficina de correo, pero aún no había llegado ninguna carta de Mary. Era una colección de cosas — una carta de un pariente que había sido reenviada, algunas historias de las noticias, algunos formularios de bancos. Ahora tendrían que enviar todo el correo a las Marquesas o a Tahiti, asumiendo que no se perdiera todo junto. Seis días parece un tiempo razonable para enviar por correo desde Oregon a Hawaii.

Levé el ancla alrededor de las 9:30 a.m., y crucé la escollera de Hilo a las 10:15. Los vientos eran muy leves cerca de la isla. Como quería ahorrar combustible, utilicé el motor sólo hasta que hubo suficiente viento para comenzar a utilizar las velas.

Los dos primeros días fueron difíciles — acostumbrarse a estar en camino, y un clima duro. La mayoría de los chubascos fuertes esperaban hasta las horas previas al amanecer, entonces estallaban y me obligaban a trabar el generador eólico y reducir el paño.
 
A la noche había estado usando el radar, lo que implica un gran uso de energía, utilizando el generador eólico. Pero el generador es muy ruidoso y cada vez lo era más por el trabajo de su montaje por el stress del movimiento del barco y su propias fuerzas giroscópicas. Estoy tentado a seguir sin radar para poder apagar el generador. Y no he visto ningún otro barco allí afuera,

Mi destino original cada vez parece más improbable. El viento del Este Sudeste me mantiene en un rumbo de alrededor de 150 grados verdaderos, muy lejano al Sudeste para llegar a las Marquesas. Pero voy a navegar lo más cercano posible al viento por un poco más de tiempo por si hay un cambio en la dirección del viento. Calculo que si me lleva al Norte de Tahiti sin ningún cambio en el viento voy a tomarlo como una señal, cambiaré de opinión y pondré rumbo a Tahiti.

Estoy impresionado por el desempeño del barco tan cerca del viento. Cuando el mar no está muy picado, el barco navega a una velocidad de 4,5 nudos con un ángulo de 50 grados respecto del viento. Por supuesto, eso después de tres días de estar trimando las velas.

Estoy utilizando el timón de viento para maniobrar, por lo que en principio el barco no necesita de energía eléctrica para navegar. Sólo espero que el oleaje no me desvíe demasiado — cuando la superficie está tranquila el rumbo tiende a ser más consistente y también más orientado al Este.

26 de marzo — Día 4

A la noche y en las primeras horas de luz diurna hay muchos chubascos fuertes. Esto altera la dirección del viento por lo que tengo que trabajar para mantener el rumbo correcto. Hoy — durante las últimas cuatro horas — soplaron 35 nudos. Pero en este preciso momento están soplando aproximadamente entre 15   20 nudos, y trimé el barco para esas condiciones. Estoy navegando aproximadamente a 5 nudos con un ángulo de 50 grados respecto del viento. Esto es sorprendente para este barco. La superficie del mar está de alguna forma más tranquila de lo que había estado; eso ayuda.

Dejé de utilizar el timón de viento — no era muy eficiente y el barco parecía ir en forma errática innecesariamente. Ahora estoy timoneando en forma «automática» guiando el barco con un trozo de cabo atado a la caña del timón. He aprendido que un velero bien balanceado se lleva a si mismo en un borde cerrado, virando según cambia el viento. Todo lo que debo hacer es ajustar el rumbo de tanto en tanto.

Ahora sé que el timón de viento no funciona yendo contra el viento y no funciona a favor del viento salvo que éste sea muy intenso. Me di cuenta que gané medio nudo de velocidad cuando lo saqué, por los movimientos que hacía para acomodarse y por la pala adicional en el agua. A lo mejor funciona bien por el través. No he navegado lo suficiente del través para probarlo.

Todavía no hay cambios en el viento que me dé bien para las Marquesas. Pero la navegación mejora continuamente, por lo que estoy contento sólo con ir lo más al Este posible, y cuando llegue al ecuador, decidiré cómo continuar.

Confeccioné un parasol para el cockpit con un trozo de lona impermeable. Es un alivio sentarme debajo de ella cuando el sol está alto.

Embarco mucho agua cuando hay mal tiempo. Descubrí que los imbornales del través tienen pérdidas. Debo acordarme de desarmarlos y sellarlos cuando las condiciones lo permitan. Una de las pérdidas lleva agua justo dentro de un pequeño armario de almacenaje de electrónica — todo lo que pongo allí debe estar en bolsas plásticas.

27 de marzo — Día 5

Ayer a la tarde y hoy dediqué mi tiempo principalmente a problemas técnicos. No lograba calibrar la sintonía de la antena de mi radio de aficionado, por lo que empecé a rastrear el problema. Pensé que podía ser una conexión floja, pero finalmente me dí cuenta que era un tramo defectuoso de coaxil. De todas las cosas, un trozo de cable haciendo diferentes cosas en diferentes momentos.

La navegación parece normal nuevamente. Puedo escribir en esta computadora sin necesidad de sostenerla con una mano y teclear con la otra. Cuando estoy en camino empiezo a fantasear que encontraré el gran propósito de la vida simplemente llevando mi barco por el agua. Ni muy rápido ni muy despacio, y sin preocuparme demasiado por llegar a ningún lugar en particular. Entonces pienso que el rol secreto de la electrónica del barco, y los problemas que acarrea, es mantenerme alejado de caer en ese espantoso estado.

Por ahora los chubascos han disminuido. Recibo el viento a 80 grados de la proa a una velocidad de aproximadamente 17 nudos. Parece estar rotando lentamente del Este al Noreste. Eso puede ser un cambio favorable — podría empujarme un poco al Este, como estuve tratando. Pero hoy no puedo avanzar rápido por que hay muchas olas.

Cada anochecer usaba la Osa Mayor para ubicar Polaris, la estrella del Polo Norte, para ver cuán cerca del horizonte había llegado. Esperaba dejar de verla bastante antes de llegar al ecuador, perdida entre las nubes cercanas al horizonte.

El trozo de cabo que había atado alrededor de la caña del timón hace un trabajo perfecto «timoneando» el barco. Fijé el ángulo respecto al viento que quiero y el barco sigue el viento en el ángulo elegido. Si el viento rota al Sur, quiero seguir navegando mientras espero un cambio en el viento, y si rota al Norte también quiero seguir ese cambio e ir lo más al Este posible. Entonces el barco puede seguir el viento mejor que lo que yo puedo decirle que lo haga y se dirige mejor sólo que con cualquiera de mis timones electrónicos.

28 de marzo 28 — Día 6

Cuando me desperté esta mañana noté que el radar había dejado de funcionar. Esto ya había sucedido en Hawai el verano anterior, así que había comprado un tubo de repuesto para el magnetrón. El service había sugerido esto como la causa más probable. Guardé el magnetrón viejo luego de marcarlo como defectuoso.

El radar ha estado funcionando perfectamente por cinco días completos con sus noches. Creo que solucioné el problema definitivamente.

Esta falla tiene algunas implicancias. Estuve durmiendo profundamente, pensando que la alarma del radar me avisaría sobre la proximidad de algún barco. Obviamente no puedo repararlo aquí. Por lo tanto, tengo que aceptar un nivel de riesgo mayor. Naturalmente que acepto el riesgo de navegar en solitario, pero no quiero incrementar el nivel del riesgo. Para esta parte de la travesía el riesgo que implica dormir es pequeño — sencillamente no hay barcos allí afuera — Pero voy a tener que reemplazar el radar — desde que tarda cinco días en mostrar la falla, será más barato comprar uno nuevo que tratar de repararlo.
 
El aumento de la temperatura parece no caerle bien al radar — durante los últimos días estuvo significativamente más caluroso. Afortunadamente también hubo menos nubes. En la Zona de Convergencia Intertropical cercana al Ecuador los vientos son entre leves e inexistentes, hay mucha humedad en el aire, y realmente hace calor. Entonces tendré que estar atento a las tormentas eléctricas cuando llegue allí.

Decidí buscar el magnetrón viejo y borrar lo que había escrito en él cuando pensé que era lo que causaba el problema. Cuando finalmente lo encontré, me di cuenta porqué mi compás de mano montado en el mamparo a mitad del barco estaba dando lecturas erróneas. El magnetrón estaba en un gabinete a 60 centímetros del compás — lo suficientemente cerca como para que su poderoso imán afectara al compás. A la noche verificaba el rumbo en mi compás de mano para no tener que subir a la cubierta, y obviamente había tenido lecturas erróneas por algún tiempo. Me había olvidado completamente de haber guardado el magnetrón tan cerca.

Me estaba recuperando de mi resentimiento por las fallas en los equipos. Antes de empezar el viaje era un perfeccionista total — tenía que completar mi lista de compras y reparaciones para estar contento. Pero ahora que ya estoy en camino, se me está revelando la verdadera naturaleza de la navegación – de no ser por algún vergonzoso descuido todo queda entero al final del viaje.

Antes de empezar la travesía pensaba que podía perfeccionar el barco simplemente colocándole algunas piezas especiales inoxidables. Cerca del final me alegraré de no haberme caído y convertido en comida para los tiburones — pero no es un cambio desagradable — después de una semana comienzo a aceptar la espinosa y escarpada realidad de la náutica.

La tendencia del viento del Noreste continúa, y el estado del mar mejora, aunque no tan rápido como el viento. Mi velocidad promedio es de 4 nudos y medio, y mi dirección está cambiando gradualmente al Este. Si las cosas continúan mejorando, después de todo hasta podría llegar a las Marquesas.

Anoche me contacté con Nancy Griffith y su estación costera en Kealakekua Bay en Big Island. Nancy es capitán del «Edna,» un gran barco que usa para comerciar entre las islas. Ella había estado de viaje cuando fui a visitarla el mes pasado, y la extrañaba. Principalmente hablamos sobre computadoras — Nancy había estado pensando conseguir una para poder controlar las mercaderías en su comercio. Fue bonito escuchar su voz. Pienso que la contactaré nuevamente.

La radio volvió a la normalidad. Ayer pude enviar un mensaje a casa, diciendo, entre otras cosas ridículas, que nadie debía asustarse si no oían mis mensajes — varias cosas, entre las que ahora sé incluye un cable en mal estado, puede impedir una buena conexión.

He estado utilizando más la radio de Onda Corta, escuchando la B.B.C., pensando en hacer varios contactos con radioaficionados. También estuve viendo algunas películas. Anoche vi «The Wild One» con Marlon Brando. Mientras la miraba pensaba cuán aterrorizante pudo llegar a haber sido para aquellos que vieron esa película a principio de los años ’50 un asesino escolar o el estallido en pedazos de un avión sobre Escocia.

Durante mi última travesía larga, un servicio llamado AFRTS (Servicio de Radio y Televisión de las Fuerzas Armadas) emitía en las bandas de onda corta noticias de los Estados Unidos y las típicas transmisiones de radios AM. La utilizaría para mantenerme informado de las noticias en los Estados Unidos. Pero habían encontrado otra forma de transmitir a las bases militares en el extranjero, probablemente utilizando satélites. Voy a extrañar ese servicio. Posiblemente también descubra que la B.B.C. y otros proveen una mejor cobertura de los eventos en los Estados Unidos.

29 de Marzo — Día 7

El viento volvió aproximadamente a los 40 grados (NE), con unos 17 20 nudos, lo que me lleva más al Este de lo que esperaba unos días atrás. Ahora estoy calculando si puedo interceptar el curso clásico de navegación hacia las Marquesas. Hoy estoy al norte de Tahiti. Si hubiera resignado mis esperanzas de llegar a las Marquesas, ahora podría ir a Tahiti, pero voy a tratar de ir a mi destino original. Este plan depende que el viento no se convierta nuevamente en Este.

Esta mañana encontré en la cubierta algunos peces voladores bastante grandes. Supongo que podría tratar de pescar, pero si pescara algo me sentiría obligado a comerlo. Tampoco he pensado en qué lugar del barco podría limpiarlo. Algunos navegantes que había encontrado en Hilo decían que ellos usaban una línea fina de nylon de paracaídas con el anzuelo atado, en lugar de una caña y un reel. Eso incrementó mi entusiasmo por probarlo, ya que no tendría que desarmar el barco para tener una caña. Los cebos y los anzuelos estaban a mano.

El radar funcionó toda la noche. Tengo una nueva teoría sobre la falla del radar, y es que no es culpa del radar en sí — durante la noche el voltaje de las baterías baja mucho, el radar entra en un estado que apaga el transmisor, de alguna manera la batería se recupera. Entonces me despierto para ver el radar apagado, y las baterías en buen estado. Esta teoría se va a caer si dejo el generador eólico encendido toda la noche y el radar de todas formas falla.

En este barco tengo un enrollador, — esto quiere decir que puedo enrollar la vela de proa sin tener que salir a cubierta. También puedo cambiar el tamaño de la vela. Hay algunas formas de enrollar la vela de proa prolijamente, ninguna de las cuales se me aplican. Creo que la mayoría de los navegantes coincidirá en que la conveniencia de cambiar el tamaño de la vela de proa tirando simplemente de un cabo, supera al problema causado por las arrugas. Puedo modificar la vela cuando vaya a la velería — porque las arrugas de la vela de proa producen ruidos y gualdrapea antes que si estuviera lisa. Con una vela de proa lisa podría navegar más eficientemente y más cerca del viento.

Estoy usando una mayor con rizo, la trinquetilla completa, y la vela de proa. La vela de proa hace la gran diferencia en cuanto a la velocidad y desempeño del barco porque recibe el viento a una velocidad algo mayor que la del resto de las velas, y las velas delanteras montadas sobre cables son más eficientes que las otras. Se sabe de gente que sólo usa velas de proa, y con buen resultado, pero en estas duras condiciones creo que el barco tiene más equilibrio con todas las velas. También cuando aumenta el viento puedo sacar la vela de proa y por un rato navegar solamente con la trinquetilla y la mayor.

Hoy mi posición es 12 grados Norte, 149 grados Oeste. Idealmente, si los vientos me hubieran favorecido, ahora debería estar 200 millas al Este de aquí, en la ruta normal hacia las Marquesas. La corriente no puede ser muy fuerte aquí. Las posiciones del navegador satelital dan una velocidad verdadera que apenas difiere de la lectura promedio de la corredera.

Se me ocurre que una travesía como esta hubiera sido insoportable en cualquier barco, salvo uno pesado y con quilla corrida como este. Ya es bastante malo oír los golpes de la proa y tener una barandilla en el agua la cuarta parte del tiempo. Difícilmente me puedo imaginar como se sentiría en un barco liviano y rápido con una quilla fina. Ahora entiendo porqué algunos navegantes, aquellos que por lo menos se molestan en mencionarla, desaconsejan el uso de esta ruta.

No ha habido chubascos fuertes por algunos días. Como mencioné antes, existe un patrón de viento radial centrípeto alrededor de todas las nubes, salvo las más pequeñas, incluso de aquellas que no tienen lluvia, por lo que si la nube está a barlovento el viento aumenta, si está a sotavento, disminuye. En un área con muchas ráfagas puede llegar a ser complicado decidir qué curso tomar para usar en forma provechosa el patrón de vientos, evitando que sean demasiado fuertes o muy leves.

30 de marzo — Día 8

Los vientos todavía vienen desde aproximadamente los 40 grados, por lo que voy a ir lo más al Este posible. He decidido que por ahora no es absolutamente necesario mantener una velocidad de aproximadamente cuatro nudos, ya que puedo ir más al Este si dejo que baje mi velocidad. Mi promedio nocturno es de 3,7 nudos lo que no está mal considerando que estaba casi a 45 grados del viento.
 
Me fijé un waypoint a 6 grados Norte, 140 grados Oeste. Un escritor sugería que la contra corriente ecuatorial (una corriente oceánica que fluye hacia el Este en lugar de hacerlo hacia el Oeste) puede utilizarse para alcanzar los 140 grados Oeste antes de ir al sur hacia las Marquesas. Advertí que el borde sur de esa contracorriente está aproximadamente en 6 grados Norte – Calculo que si llego al waypoint sin duda llegaré a las Marquesas. Y, asumiendo que el viento continúe cooperando, llegaré al waypoint en aproximadamente 6 días.

Anoche la veleta se cayó del generador eólico. Desde que lo instalé, el generador dió signos de querer desarmarse. Vibra mucho cuando está en funcionamiento, y las sacudidas terminan rompiendo la montura y los accesorios, como la veleta. Mi reparación provisoria consistió en atar un cabo a la manija (que todavía no se cayó) y atar la otra punta de forma tal que el generador enfrente el viento. Ya que el barco bornea hacia el viento, esto funcionaba tan bien como la veleta del generador. De hecho funcionaba mejor si se tiene en cuenta cuanto menos ruido hace cuando la hago firme – ahora no puede rotar con cada rolido del barco, y sacudirse con fuerza giroscópica inútil.

Dependo del generador eólico para mantener las baterías cargadas al tope durante la noche, mientras el radar y la luz de tope están encendidos. Nuevamente el radar funciona correctamente y el generador trabajó toda la noche. Pero tampoco estuvo particularmente caluroso. Me gustaría saber porqué el radar se apaga.

Alguien debería diseñar un generador eólico náutico que realmente funcione. Esto es un ejemplo de esa antigua costumbre norteamericana de vender un producto que nadie ha probado en condiciones reales, para que el consumidor descubra qué es lo que hay que cambiar.

Tuve que desarmar mi parasol. El viento comenzó a destrozarlo y era muy dificultoso pasar por él, por ejemplo, para ir a proa casi debía gatear. Creo que haré cortar un trozo de lona del tamaño justo que pueda sacarse fácilmente.

No está tan caluroso como estuvo hace unos días. Hay algunas nubes altas y el viento es de aproximadamente 17 20 nudos nuevamente; buenas condiciones.

Trato de identificar un nuevo pájaro que podría ser un albatros Laysan o un pájaro bobo de patas rojas. Tuve que darle una larga mirada con mis binoculares y compararlo con mi libro de aves. También vi algunas Red Billed Tropicbirds, un pájaro muy bonito, casi todo blanco.

Soy una criatura de hábitos. Cuando estaba en Hawaii quería seguir para siempre navegando entre las islas, haciendo nuevos amigos, buceando en hermosos arrecifes. Comenzar esta navegación fue difícil, aunque no tan difícil como dejar el continente. Me sentí miserable durante 48 horas, cercano a la descompostura cada tarde mientras caía la oscuridad. Me imagino que lo llamaría el malestar usual de la transición. Ahora me gusta estar aquí. A pesar que es una navegación contra el viento, probablemente no quiera que termine. Leeré algunos libros más, haré contactos por la radio, miraré las aves por días, quizás pondré una línea de pesca en el agua.

31 de marzo — Día 9

Ayer me bañé con agua de mar, utilizando una de esas bolsas de plástico que dejan que el calor del sol caliente el agua, con un pico de ducha adosado. Utilicé jabón para agua salada, y hasta me lavé el cabello – todo anduvo bien. Se sintió magnífico. Había leído que el agua salada sirve para todo, menos para el cabello, pero el jabón especial funcionó hasta para eso. Usé el cockpit como bañadera (de hecho hasta parece una bañadera) y colgué la bolsa de agua de un cabo sobre mi cabeza.

El viento continúa retrocediendo; ahora viene desde los 25 grados. Esto significa que el rumbo del barco es casi Este, aunque debido a la deriva (el desplazamiento lateral del barco) el rumbo real es un poco más Sudeste. Hago todo lo que puedo para sacar provecho de este viento mientras dura, navegando lo más cercano al viento que puedo, sacrificando velocidad por rumbo.

Veo más especies de aves. Algunas veces revolotean sobre mi barco, como si trataran de adivinar que es. Pero luego de observarlas por un rato me doy cuenta que vuelan en el aire cerca de las velas, como los delfines que a veces nadan a popa. Los delfines aprovechan la masa de agua que empuja el barco para aumentar su propia velocidad, las aves planean en la ola de viento que generan las velas. A veces parece que trataran de posarse en el mástil, pero siempre, a último momento, recapacitan.

La radio tiene sus momentos. Ayer hablé con alguien sentado en un auto en Salt Lake City. El estaba tan sorprendido como yo.

Este barco realmente embarca agua cuando la obra muerta se moja. Cada día bombeo 20 litros de agua de la sentina, sólo de la pérdida del imbornal de barlovento, el compartimento del ancla de proa, tambuchos, y la escotilla debajo del dinghy, que lanza un chorro cada vez que rompe una ola en la proa a barlovento.

Algún día voy a comprar un barco en el cual los constructores hayan tomado las mínimas precauciones contra la posibilidad de que, de tanto en tanto, el mar pueda elevarse por los costados. La única escotilla estanca en este barco es la que instalé en Lahaina apenas unas semanas atrás. Luego de una tormenta me di cuenta que nada de lo que pudiera hacer con la escotilla superior de la cabina podría detener el agua, entonces compré una escotilla de diseño europeo que tiene una gran ventana. Es del mismo tamaño que la escotilla original, solo que deja entrar más luz y nada de agua.

1 de abril — Día 10

¡Qué noche! Truenos y relámpagos, el viento variando entre 0 y 30 nudos, grandes olas desde todas las direcciones, el trabajo. Puede ser que esto se repita este atardecer, pero espero que no. En este momento estoy en dirección al Este utilizando el piloto automático con los vientos del través. Estoy haciendo más de 5 nudos, la mayor velocidad en varios días. Estoy usando el piloto automático porque el viento está borneando mucho para usar mi confiable método del “cabo-en-la-caña”.

Comencé a participar en las redes marítimas de radioaficionados. Todos los días, a una hora predeterminada doy mi posición y otro datos de importancia. Decidí que como estaba hablando todos los días con otros radioaficionados, también podría probar esto. Además, me da la posibilidad de saber donde navegan los otros barcos.

Todo está muy mojado y no hay luz solar para los paneles. Esta mañana, durante una calma del viento, casi claudico y enciendo el motor. Me alegro de no haberlo hecho – más tarde me di cuenta que cada uno de los cabos en cubierta colgaba por los imbornales. Alguno de ellos seguramente se habría enrollado en la hélice. Por lo tanto fui a proa y arreglé todo, adujando y colgando cada cabo.

Es emocionante ver los relámpagos en la oscuridad, contando los segundos antes del trueno, buscando si los destellos son a barlovento, pensando cuánto equipo electrónico se perdería en una descarga de esas.


3 de abril — Día 12

Existen algunos hitos en esta navegación, muchos de ellos simples curiosidades. Anoche ya pasé la mitad del camino – ahora Hilo está más lejos que Nuku Hiva (ambas aproximadamente a 1000 millas). Allí están los 140 grados de longitud Oeste, el punto desde donde oficialmente podré llegar a las Marquesas, a pesar de que ya estoy razonablemente seguro de hacerlo – eso sucederá en aproximadamente dos días.

Están los bordes Norte y Sur de la contracorriente ecuatorial – A los 8 grados creo que ya estoy dentro de los bordes, y obteniendo una pequeño desvío adicional hacia el Este. Llegará el día en el que el Sol se encuentre directamente sobre mi, después de lo cual quedará al Norte de mi barco – en aproximadamente cuatro días, a los 5 grados de latitud Norte (posición a principios de abril). Allí están las temidas calmas, áreas sin viento y con ocasionales tormentas, la que quizás tenga que atravesar a motor, privilegio del que carecían los antiguos marinos, los que a veces debían esperar semanas hasta recibir algo de viento. Es el ecuador en sí mismo. Todas estas son experiencias nuevas para mi.

Todavía no he decidido cuán al Este voy a ir antes de virar regresando al Oeste hacia Nuku Hiva. Si los vientos cercanos a las Marquesas son del Sudeste, me gustaría haber ido al Este un buen trecho para no navegar demasiado cerca del viento al final del cruce. Si son del Este, esa distancia extra habrá sido inútil.
 
Todavía navego con la caña del timón atada. Cada tanto probé con el timón automático pero tengo mejores resultados con el método más sencillo. Si el viento cambia de dirección, todavía tengo ganas de navegar, por lo que posiblemente siga el viento antes que el compás. Hasta ahora el curso deseado y la dirección del viento han coincidido bastante.

Una vez que haya pasado los 140 grados de longitud Oeste voy a usar el timón electrónico o el timón de viento para tener una navegación con un ángulo más del través (con viento del costado) para cruzar el ecuador. Me estuve moviendo hacia el Este en una latitud relativamente alta porque los vientos son fuertes y más del Norte que lo que supuestamente son en el ecuador. Tengo que navegar más cerca de los vientos del través cuando me encuentre con vientos más suaves, solamente para poder seguir moviéndome.

Finalmente salvé a un inocente pez volador. Anoche estaba mirando las estrellas sentado en la cubierta con las luces apagadas cuando oí un ruido de un pez en la regala de estribor. Iluminé con la linterna a un pez volador que acababa de saltar a bordo y no podía volver al agua. Lo tomé de su aleta y lo arrojé de vuelta al agua. Siempre había querido hacer eso.

4 de abril — Día 13

La noche anterior fue muy dura. En total debo haber dormido dos horas entre las ráfagas de viento tratando de derribarme, el puño de escota de la trinquetilla cediendo, y otros inconvenientes varios. Ahora tengo la trinqueta atada a su tangón con un trozo de cabo – no queda muy elegante, pero estoy navegando.

El radar estuvo funcionando toda la noche, todas las noches. Estuve utilizando lo que quedó del generador eólico para mantener las baterías cargadas, y la relación entre la alta carga de las baterías y la confiabilidad del radar se confirma cada vez más.

Ayer lancé una línea de pesca. A la hora un pez se había ensartado en el anzuelo, una historia que hubiera sido más interesante si hubiera podido subirlo a bordo. A partir de allí, no hubo ni un pique pequeño. El que se escapó apenas era lo suficientemente grande como para comerlo.

Las cartas meteorológicas de hoy me muestran en el medio de una banda de nubes, algunas de ellas indican chubascos. Pero las cartas tienen aproximadamente 24 horas de antigüedad cuando las transmiten – en este instante el barómetro está subiendo y está casi despejado. Espero que al menos por un tiempo pueda navegar con el cielo despejado, los chubascos me impiden avanzar, sea porque tengo que reducir el paño o por las guardias que toman toda la noche. También el mar se pone picado cerca de los chubascos.

Hoy está caluroso y húmedo. Esto sería más fácil de soportar si pudiera abrir portas o escotillas, pero cada tanto el barco golpea de frente con una ola, lo que tira agua por sobre la cabina. Me alegra que la nueva escotilla de estilo europeo no haya filtrado una gota

Decidí (nuevamente) navegar lo más cercano al viento posible. Si los vientos se hacen más suaves cerca del ecuador, voy a tener que derivar para seguir en movimiento, por lo que no hay partes débiles en este plan – sólo llegaré a Nuku Hiva haciendo un borde cerrado todo el camino.

Quiero dormir. Quiero dormir profundamente. La falta de sueño magnifica el sentido de cada pequeña crisis, y hay muchas de ellas.

5 de abril — Día 14

Ayer a la tarde pude alejarme del viento y tomar velocidad porque el viento sopla un poco más Norte que lo usual, aunque en realidad me estoy alejando de las Marquesas. Sin embargo, durante la noche un centro de alta presión se movió al Noreste y el viento rotó aproximadamente a 110 grados y con 15 nudos. Ahora mi rumbo es más o menos Sur. Espero que este no sea el último viento Noreste o mi muy cuidadoso plan se derrumbará.

Un clásico de la náutica – un día, todo luce color de rosa, vientos favorables, sobrepasando los waypoints uno tras otro, ¿porqué no alejarse del viento y tomar velocidad, ya sin necesidad de ceñir tan intensamente?, el día siguiente, no se avanza una pulgada al Este cuando lo necesito desesperadamente.

Esta mañana todavía no tengo la posición del navegador satelital, pero creo que hoy ya estoy en tres de mis hitos – el límite sur de la contracorriente ecuatorial (cerca de los 5 grados de latitud Norte), 140 grados de longitud Oeste (espero), y el Sol directamente sobre mi.

El viento no es muy fuerte pero la marejada viene de popa, por lo que el barco se mueve bastante. Lástima que no se mueva al Sudeste.

Pero este curso me llevará tan cerca de las Marquesas que forzaré mi rumbo si tengo que hacerlo. Es sólo una cuestión de elegancia, el recorrido de 2.000 millas que me deposite prolijamente en mi destino, una versión gigantesca de mi navegación vespertina entre Molokai y Maui.

6 de abril — Día 15

El cambio de viento que ví ayer pudo haber sido un cambio abrupto y permanente al patrón de vientos alisios del Sudeste del Hemisferio Sur. Viendo las anotaciones en el registro y calculando los vientos reales veo que hace dos noches el viento cambió de los 50 grados a los 105 grados magnéticos. Y no ha cambiado desde entonces.

En ningún lado dice que el cambio de unos vientos alisios a otros sucedan justo en el ecuador. De todas formas, sin perjuicio de las desventajas de este nuevo viento, el hecho que haya sucedido repentinamente significa que no habrá zonas de calma que deba atravesar a motor.

Y pensar que empecé a mirar las cartas meteorológicas para tener pistas sobre la dirección del viento. Luego de semanas en vientos no marcados en las cartas, ahora me doy cuenta que los que hacen las cartas simplemente dibujan líneas de viento alrededor de las isobaras, en el sentido del reloj alrededor de los centros de alta presión, en sentido contrario en los centros de baja presión (en el hemisferio norte). No tienen forma de descubrir cuál es la dirección del viento, sólo cuál debería ser según un modelo meteorológico simplificado.

Deberían decirle a la gente que las velocidades de los vientos marcadas en las cartas no son más que presunciones razonables basadas en las diferencias de presiones y un puñado de observaciones, y que las direcciones del viento son cuentos de hadas. Hoy, por ejemplo, la carta indica un viento desde los 80 grados, cuando en realidad es desde los 110 grados – pero también unos días atrás habían previsto un viento desde los 80 grados cuando en realidad fue desde los 30 grados. Me imagino que en una era de barcos a motor, la dirección del viento no es una de las cosas más importantes para los pronosticadores.

Pero las cartas son útiles para ubicar las bandas de chubascos y tormentas eléctricas. Esa información parece ser precisa. Por supuesto, se limitan a transcribir lo que muestran las imágenes de las nubes tomadas por los satélites. Para eso no necesitan adentrarse en la forma en la que trabaja la naturaleza.

Hoy estoy fuera de la banda de nubes que muestra la carta, así que espero tiempo despejado sin cambios de viento inducidos por las nubes. El viento generalmente baja temprano en la tarde (lo contrario a los patrones a los que estoy acostumbrado), luego toma más fuerza al atardecer y sopla en forma constante durante toda la noche. Si me dirijo a una calma, la calma de la tarde se acentúa. Estuve observando atentamente este patrón.

Hace varios días que no puedo contactarme por el nexo radial con mi casa. Las condiciones de la banda de 20 metros de radioaficionados no han sido muy buenas – espero que ese sea el único problema. Todas las tardes estuve controlando la red radial marítima – es un ritual placentero. Puedo escuchar dónde están los otros barcos (hay 12, principalmente desde México). Qué tiempo están teniendo, todo tipo de cosas.

Estuve trabajando en mi tendencia a hacerme problemas, principalmente sobre cosas en las que nada se puede hacer, y preocuparme por ellas constantemente. Por ejemplo, el rumbo a descuartelar en el que estuve pensando. Podría haber dejado que el barco navegara al Noreste, ese último día de alisios en el hemisferio Norte, cuando el viento sopló por un tiempo realmente desde el Norte. Puedo imaginarme un plan de navegación diferente y haber ceñido aún  más.. Ese tipo de cosas. Es el divagante que hay en mí – No puedo dejar de hacerme problemas.

En el desarrollo de software para computadoras, la divagación es la esencia de la experiencia, a pesar que ello explica porqué nada se hace a tiempo. Me gusta tener mis propios proyectos de desarrollo sin clientes y sin plazos. Luego divago hasta algo así como un punto de saturación, cuando se me ocurre que no seré capaz de lograr ningún progreso de la divagación.

Entonces estoy tratando de impedir mi tendencia (a pesar, si Uds. lo piensan, que eso también es divagar) permitiéndome disfrutar el paseo que me está dando la naturaleza, gratificándome con un libro, hablar por radio cuando los paneles solares están generando en exceso, por lo general disfruto el lugar en el que estoy.

Luego que un pez picó en mi anzuelo durante la primera hora que estuvo en el agua, no hubo más piques. A lo mejor los peces son clarividentes. A lo mejor debí cambiar los señuelos – naah. Aparte del hecho que esa es otra divagación, probablemente no estaría de humor para comer pescado si pescara uno.

7 de abril — Día 16

Ayer y hoy volvió el viento (que ahora se tornó en sentido contrario a las agujas del reloj) suficiente como para que no tuviera una sensación de desastre inminente, tal como ser alejado totalmente de las Marquesas. Estoy aprovechando esta nueva dirección del viento para dirigirme más al Este, para tener algo de margen, ahora bastante literalmente. Antes que se convirtiera en una expresión del idioma inglés, “tener margen” (barlovento) significaba tener lugar para maniobrar del lado para el que sopla el viento en proximidades a una masa de tierra u obstáculo, de forma tal que uno pudiera navegar sin irse a tierra.

Hoy lavé algo de ropa – la ropa sucia se había empezado a apilar. Lavé la ropa en la pileta utilizando detergente y agua de mar, enjuagué una vez en agua de mar y otra en agua dulce. Ahora está todo colgado a popa. La quería secar de la mejor forma posible (al sol y al viento), pero no quería que las salpicaran las olas que rompían, por lo que la soga está bien a popa. El viento es un poco más fuerte de lo que quería, pero se acerca el mediodía y el viento ha estado escaseando temprano en la tarde por varios días. Una vez que haya descolgado la ropa, el viento puede soplar fuerte nuevamente si lo desea. No quiero ensuciar el Océano Pacífico con mis remeras.

Durante los últimos días parece haber disminuido la altura de las olas, con lo que obtengo un poco más de velocidad para un viento determinado. Durante los últimos días la navegación había mejorado cuando vi enormes nubes de tormenta alzándose en el cielo al final de la tarde, como enormes edificios inflables en el horizonte de una ciudad imaginaria. Disfruté la vista, pero sabía que iba ser una noche dura. Lo fue.

Ahora veo nubes dispersas a la tarde, y muchas estrellas a la noche. Sé que hay otra banda de chubascos cerca de las Marquesas, por lo que me alegra este intervalo de navegación tranquila.

8 de abril — Día 17

Hoy estoy a solo un grado de distancia del Ecuador, y en algún momento de la noche cruzaré al hemisferio Sur. El viento estuvo cambiando de dirección, pero todavía estoy avanzando todos los días hacia el Este. Creo que puedo empezar a poner rumbo directo a las Marquesas cuando llegue aproximadamente a los 7 grados Sur, en lugar de navegar cerca del viento con la caña del timón atada, como lo estuve haciendo.

El viento sopla más fuerte al amanecer, y más suavemente alrededor de las 3 de la tarde. Hoy saqué el segundo rizo de la vela mayor durante el día, y tomándolo de vuelta por la noche – por lo general puedo enrollar o desenrollar la vela de proa para controlar su tamaño, pero los vientos que varían entre los 8 los 25 nudos requieren más que eso.

Estoy pensando mis planes para este año — la temporada de ciclones en el hemisferio Sur está terminando (a propósito, acabo de escuchar un reporte de una tormenta cerca de Fiji), y comienza otra vez en noviembre. Entonces tengo que (1) recorrer todas las islas y quedarme en Nueva Zelanda en noviembre para recorrerla durante la temporada de ciclones, o (2) de alguna forma moverme más rápido y dejar atrás Australia antes de noviembre. Hay otras alternativas, tales como fondear en el Pacífico Sur durante la próxima temporada de ciclones, aunque es un plan algo más peligroso.

También estoy tratando de decidir si voy a seguir camino por Sudáfrica o por el Mediterráneo. Un derrotero que tengo conmigo hace que el Mediterráneo suene maravilloso — Realmente no lo había considerado hasta que leí ese capítulo. Todo lo que tengo que hacer es deslizarme por el Mar Rojo sin ser secuestrado por los terroristas. Eso suena fácil desde la perspectiva cercana la ecuador en el Océano Pacífico, cuando no he visto un barco desde que zarpé de Hilo. Me pregunto cómo será pasar por el Canal de Suez.

Ayer al atardecer algunos delfines vinieron a jugar conmigo. Nadaron alrededor del barco y saltaron por el aire — un increíble espectáculo de delfines.

Durante el anochecer estuve buscando la estrella Polaris, pero por lo general hay nubes cerca del horizonte. La última vez que la vi fue estando en los 4 grados Norte.

9 de abril — Día 18

Ya estoy en el hemisferio Sur. Me encuentro al Este del meridiano 139 oeste, por lo que empecé a utilizar el timón electrónico para poder fijar un rumbo más directo a las Marquesas. Ahora, que no estoy ciñiendo a rabiar, la velocidad está creciendo: 5 nudos y medio en este instante. Me siento mal renunciando a que el barco se oriente naturalmente, fue muy efectivo por casi 1.500 millas por el océano.

El tiempo ha sido placentero — la altura de las olas ha disminuido, y no ha habido chubascos en varios días, los días son soleados, y los vientos estables. Duermo regularmente y mis pensamientos son claros.

Mi vela de proa está empezando a deshacerse. Nunca debí haber usado esta vela, en particular en lo que sabía sería una larga travesía contra el viento; es muy liviana para estos vientos fuertes. La repararé en Papeete — deberá aguantar hasta entonces.

Luego de varios días de mirar las brillantes moscas rojas que están en la punta de mi línea de pesca sin ver un pescado, decido alzar la línea y darle una mirada. Resultó ser que las moscas y el cuerpo de los anzuelos estaban allí, pero ambos anzuelos estaban rotos en la curva. Aparentemente, algún pez grande se había escapado. Inmediatamente me sentí estúpido por no haber investigado antes, e imaginé los grandes titulares:

CIENTIFICO EN COHETES REMOLCA ANZUELO ROTO POR 500 MILLAS

Dice: «Estaba ocupado leyendo y comiendo galletitas»

Agregué un hilo elástico a la línea para que absorba el golpe del pez tomando el anzuelo. Quizás la próxima vez eso evite la rotura del anzuelo y retenga el pez.

10 de abril — Día 19

Bueno, otra vez algo enorme rompió un anzuelo nuevo colocado al final de mi línea. El extremo atado al líder de acero inoxidable todavía estaba cerrado, por lo que debió romperse el ojo del anzuelo. Aparentemente el hilo elástico no pudo absorber el golpe. Coloqué anzuelos algo más grandes. Este gran y misterioso pez podría hacer una sabrosa comida, asumiendo que pueda sacar uno.

El viento está ahora de aleta, por primera vez en este cruce. Bajé la trinquetilla y estoy usando una genoa ondulante y una mayor con rizos. Ya no necesito moverme con dirección Este — no tengo que forzar tanto mis velas, y navego con un curso más al Sur. Aproximadamente a los 7 grados Sur voy a virar directamente hacia mi destino.

Estas largas travesías me ponen optimista respecto de las relaciones. A esta distancia de tierra espero conocer gente nueva, hacer amistades, crear vínculos duraderos. Supongo que sería más convincente si mostrara ese optimismo en tierra.

11 de abril — Día 20

Tarde en la noche el viento cesó y comenzaron los chubascos. La velocidad del viento variaba entre 0 y 30 nudos. Durante toda la noche prendí y apagué el motor, luché con las velas y en general me sentí miserable. Ya tengo mucho sueño atrasado. Ahora estoy en una zona de relativa calma, pero hay frentes de nubes delante y detrás del barco. Espero no llegar a las Marquesas en un estado de agotamiento — la posibilidad de encontrar otros barcos ahora es mayor, y hay islas y arrecifes.

Estoy a 192 millas de Nuku Hiva, así que si puedo seguir aumentado la velocidad, espero divisar tierra dentro de las próximas 48 horas. Por favor, que sean un lindo par de días…

Hay una increíble cantidad de cosas que se rompieron en este cruce. Tengo que reconstruir la veleta del generador eólico. Tengo que encontrar y sellar varias goteras desde la cubierta (algo que para poder probar hay que estar con tiempo violento). El piloto automático sencillamente se zafó de uno de sus anclajes. El genoa necesita grandes reparaciones, lo que tendrá que esperar hasta Tahiti.

A pesar de casi destruirse durante el camino, el genoa fue útil en este viaje. La mayor parte del tiempo tuve que enrollarlo bastante más de lo necesario para que funcionara en forma eficiente, razón por la cual comenzó a romperse, pero cuando los vientos de través y de popa comenzaron a soplar hace un par de días, fue lo que hizo que el barco realmente se moviera. Ahora estoy promediando por arriba de los cinco nudos, y vi lecturas de más de seis nudos cuando la superficie está calma.

Ahora estoy bien al este de las Marquesas y esta noche voy a comenzar a poner rumbo directo a ellas utilizando todo el tiempo el navegador satelital mientras me acerco a tierra

12 de abril — Día 21

Fue otra noche violenta — una sucesión de grandes ráfagas, lluvias torrenciales y calmas, lo que significa que estuve despierto toda la noche reduciendo las velas o dando más paño, o prendiendo el motor. En este momento el cielo está cubierto, el viento es suave y el mar está alto y agitado. No son buenas condiciones para una llegada.

Espero fondear en Nuku Hiva tarde esta noche o mañana temprano. Posiblemente me tenga que quedar despierto de vuelta para llegar en forma segura. No hay nada peor que tratar de dormir cuando uno va golpeando con la quilla al acercarse a tierra.

13 de abril — Día 22

Crucé Tahiohae Bay a las 5:30 a.m., por lo que el tiempo de navegación fue de 20 días, 20 horas y un poco más. Más rápido de lo esperado. Me estoy preparando para ir a tierra y pasar por la Aduana.

Estoy seguro que cuando haya dormido un poco, la lista de reparaciones no parecerá tan terrible. Agregué el patín de tope de la vela mayor. Se debe haber roto durante algunos de los chubascos.

Este lugar es muy lindo…


Capítulo 4 – Marquesas a Tuamotus y Tahiti

23 de abril  – Día 2

Es el segundo día en camino desde las islas Marquesas hacia las Tuamotus. Es un tipo de navegación diferente de la que estoy acostumbrado: viento por la amura, seis nudos promedio, con algo más durante las horas del día y unos 5 nudos durante la noche. También será el trayecto más corto: solo cuatro o cinco días.

Marquesas fue un lugar agobiante. La mayoría de la gente de los yates que conocí, y yo también, para no ser comidos vivos por los insectos en la orilla, nos pasábamos la mayor parte del tiempo visitándonos en nuestros barcos. La gente junta agua de lluvia pues es más segura que el agua de la ciudad. Algunas personas contrajeron la fiebre del Dengue por los mosquitos. A medida que pasaba el tiempo, encontrábamos menos y menos razones para bajar a tierra.

Mi lista de compras sigue siendo larga, cuando normalmente no dejo nada sin adquirir antes de la partida. No hay virtualmente nada en las Marquesas: Ni alimentos, ni suministros, y restaurantes solo algunas veces. Pero la gente es amigable, y conseguí aprovisionarme de una fruta que se ve como grandes pomelos pero sabe como naranja.

Mi inversor Heart (un artefacto que obtiene corriente eléctrica hogareña a partir de las baterías) se destruyó un día ventoso. Dejé funcionando el generador eólico mientras realizaba una de las habituales visitas a otro de los barcos, y mientras no estaba a bordo del Selene se desató una fiera tormenta, con ráfagas de hasta 50 nudos. Un gran número de naves sufrió daños. Como sea, mi teoría es que el eólico comenzó a generar demasiada corriente, haciendo saltar un interruptor y dejando directamente conectado el generador con el inversor en un único circuito sin ningún regulador de voltaje, lo que permitió que se generara un excesivo voltaje que sobrecargó el inversor. Por supuesto, en Marquesas no hallé ningún repuesto, pero espero poder encontrarlos en Papeete.

Mientras tanto, tengo que poner a funcionar el generador Honda para mirar una película. De paso: Tal como lo imaginaba, mi pequeño cine está haciendo muy popular al Selene en los muelles que visito.

Uno de los trabajos que me tomé en Marquesas, fue cambiar el lugar donde llevaba el tangón cuando no se lo utilizaba. Estaba siempre sobre cubierta, a estribor, en medio del pasillo y pretendía llevarlo al palo. Por cuarta o quinta vez, tuve que desatascar el mecanismo que abre los topes del tangón con un lubricante, y aún tengo que utilizarlo este año. Decidí que estando en el pasillo, sobre cubierta, el agua salada del mar lo mojaba demasiado seguido.

Subí al palo con una elegante trepada para hacerle unos pocos agujeros nuevos. Entonces, la siguiente vez que traté de encender las luces de navegación, estas no encendieron. Probé la luz de fondeo y tampoco. Demás está decir que la tercera luz del palo, una estroboscópica, estaba muerta.

Trabajé todo un día y trepé al palo cerca de seis veces, pensando al principio que había roto allí algún cable cuando trabajaba con el tangón, después estaba completamente confundido viendo que todos los cables seguían sanos, y entonces descubrí que alguien había instalado incorrectamente las luces de tope, haciéndolo de forma tal que si la luz de navegación se quemaba, tampoco encendían las restantes, tal como pasa con las guirnaldas de luces de un árbol de Navidad. Lo único que estaba mal era que había una lámpara quemada, que eligió quemarse inmediatamente después de mi trabajo en el mástil, haciéndome pensar que yo había sido la causa del problema. Nunca miré mi velero desde lo alto tan a menudo y en tan poco lapso de tiempo…

En compensación, en determinado momento miré hacia abajo desde un punto elevado del palo justamente cuando una gran mantaraya pasaba por allí – tendría unos cinco pies de envergadura, completamente negra, nadando justo por debajo de la superficie. Absolutamente un espectáculo desde los cuarenta pies de altura a que me hallaba.

De tiempo en tiempo medito sobre la navegación, sobre si, en su conjunto, la estoy disfrutando. Ciertamente, tiene sus momentos – anoche brillaba una luna casi llena, en un mar que solo podía ser calificado como benévolo. Olas pequeñas, leve brisa, velocidad satisfactoria y la nave meciéndose suavemente. Una imagen clásica, pero inusual, de la navegación a vela.

Después de visitar las islas Marquesas, entiendo porque algunas personas intentan navegar por siempre, sin arribar nunca a sitio alguno – hay quienes fingen tener un destino en el paraíso, cuando en realidad es el viaje en sí mismo el destino.

25 de abril — Día 4

El viento ha disminuido un tanto. Ayer, aproximadamente al atardecer, casi desapareció. El foque comenzó a gualdrapear y se enrolló en los escalones del mástil – Dejando mi costura hecha jirones. Espero que haya una velería en Papeete.

Con respecto a esto, he descubierto que el viento frecuentemente declina cerca del anochecer (si está del este), y tengo una teoría al respecto. Cuando el sol está en el horizonte, estoy con el barco entre una masa de aire que se enfría hacia el este (donde el sol ya se ha puesto) y otra aún cálida al oeste. La masa de aire al este comienza a enfriarse y condensarse exactamente como en una zona de baja presión. Como resultado de esto, el viento disminuye su intensidad aproximadamente a una hora del anochecer, luego se incrementa nuevamente.

Desde luego que espero el efecto contrario al amanecer y, de hecho, recuerdo que mientras navegaba desde Hawai, regularmente me despertaba un repentino aumento de la velocidad del viento a medida que hacía su aparición el sol.

El radar capotó de nuevo… Creo que se debe a la combinación de bajo voltaje y alta temperatura. Los que lo fabrican debieran estar avergonzados de lo que hacen. Tentado estuve de taladrarle unos agujeros para ventilación en la carcasa, pero comprendí que esto podría dejar entrar humedad al interior, a los circuitos del radar, por lo que sería peor el remedio que la enfermedad.

Todos los días he estado hablando por radio con gente de otros barcos que se encuentran en la zona. Comparamos notas sobre el viento y el clima. Algunos son gente que he conocido en las Marquesas y tienen rumbo al lugar donde me encuentro.

La navegación ha sido hermosa. El clima suave y coherente, muy pocas nubes y mar en calma. No he tenido que bombear cada mañana para sacar galones y más galones de agua de la sentina. Las excelentes condiciones quizás expliquen el porqué no estoy para nada preocupado por el foque rifado que, de paso, navega mejor de lo que se ve.

Espero arribar al atolón Manihi en algún momento de esta noche, que no es buena hora para entrar a puerto, deberé permanecer a la capa ó fondeado fuera de la línea de arrecifes hasta mañana temprano.

14 de mayo – Atolón Rangiroa

Las últimas dos semanas he corrido grandes andanzas a lo largo de Tuamotus, y conocido gente nueva.

En Manihi conocí a una familia canadiense que construyó su barco con madera obtenida de sus propios terrenos – no navegan con ningún equipo superfluo. Tienen una sonda de mano para medir la profundidad y obtienen sus posiciones con el sextante, haciendo luego los cálculos con lápiz y papel. También son personas muy simpáticas.

Pero primero lo primero. Entré al atolón Manihi temprano por la mañana, después de estudiar por un rato el paso con los binoculares.

Una digresión: La mejor hora para entrar a un atolón es cerca del mediodía (cuando son más claramente visibles los corales), con marea alta y agua calma(de forma de no ser arrojado sobre las piedras por la corriente). Para un día determinado, lo ideal es elegir el momento en que algunas de estas condiciones se cumplan. Pero yo estaba cansado – No quería esperar hasta el mediodía, ni esperar la marea alta. Solo quería desayunar y echarme a dormir. La primera parte del paso estaba bien demarcada y tenía buena profundidad (70 pies). Pero la parte más alejada se abría haciéndose muy ancha, sin demarcaciones, con muy poca agua y con una muy importante correntada entrante (tampoco esperé la estoa). Así que hube de elegir entre rodear un obstáculo que estaba en el medio del paso dejándolo por babor ó estribor – del lado de babor el agua rompía en elevadas ondas y con crestas de blanca espuma, mientras que a estribor el agua estaba en calma. Pensé: “Si esto fuera un río, la parte con aguas más calmas debieran ser las de mayor profundidad..”. Así que decidí que estaba más profundo a estribor. Error. Antes de saber que estaba pasando, estaba en solo cuatro pies de agua. La parte superior de un coral rozó y arrancó una porción de pintura de la quilla a babor.

Afortunadamente compré un barco con quilla corrida, así que solo rocé la pintura del fondo. Debí agregar entonces “Encallar seguro en coral” a la lista de ventajas del Selene. Hay algunas cosas de mi barco que me causan aversión, como ser la tendencia a hacer agua por demasiados lugares – pero comparado con otras ventajas, esto se tolera perfectamente bien.

Así que mis experiencias en las Tuamotus, me reafirman sobre haber hecho una buena elección al adquirir este velero. Un autor piensa que un barco de quilla corrida como este es esencial para operar cerca de los arrecifes de coral.

Rangiroa es mi tercer atolón, después de Manihi y Ahe. La gente de Ahe fue muy amigable – Mientras estuve allí se celebraron algunas fiestas locales, en las que algunas personas de los barcos y yo, tocamos varios instrumentos musicales, como así también la gente del lugar. El atolón recuerda de cerca la pintura mental que muchos tenemos del paraíso tropical. Pasé un día caminando por mi cuenta de un lado a otro, vadeando piletas de la marea alta, bebiendo de cocos y pretendiendo ser un explorador isleño.

Pero Rangiroa es lo mejor. El agua es aquí mas clara y hay peces por doquier. Me uní a la tripulación de otra embarcación con la que decidimos cruzar hasta la menos recorrida parte sur. Pasamos tres días buceando en el lugar, arponeando grandes y lentos peces llamados “Meros”, que terminaban siendo la cena al atardecer. Debido a que puedo contener la respiración por un largo rato, terminé siendo un exitoso cazador submarino.

Mañana parto hacia Papeete. Tengo una larga lista de reparaciones y compras, incluyendo reconstruir la genoa y comprar un nuevo motor fuera de borda, que el que tengo suena como un robot quejándose de los impuestos.

música

16 de mayo – En camino  a Papeete – Mi cumpleaños

Este es el segundo año consecutivo que he pasado mi cumpleaños mientras estoy en camino. El año pasado, para esta fecha estaba navegando hacia Hawai, sintiéndome más bien dichoso en mi primer navegación con los Alisios

Alguien debiera recolectar historias náuticas y publicarlas en un periódico para los estudiosos del tema “Relaciones Humanas”. Sigo escuchando algunas nuevas, la mayoría de ellas tienen como tema los efectos corrosivos que el barco tiene sobre las relaciones de pareja. Parece que navegar corrompe las relaciones más rápidamente de lo que el agua salada corroe las naves.

Aquí hay un ejemplo de historia de este tipo, que estoy utilizando no por creer que sea cierta, sino por ser un ejemplo típico.

Era algo así como: Un hombre y una mujer planean un viaje. Salen para practicar la navegación y todo va de perlas, perfecto. El gran día llega y levantan velas para navegar a destinos desconocidos. Pero justo cuando están por perder de vista la costa, la mujer entra en una especie de trance, salta por la borda y comienza a nadar hacia la tierra que se desvanece en el horizonte. Es izada fuera del agua por el hombre y la partida se aborta. Después de extensas conversaciones e interrogatorios, llegan a la conclusión que se había debido a un evento fortuito producto de la ansiedad y que todo estaba bien. Parten de nuevo, y ella salta por la borda nuevamente.

La historia marinera que hace ver a las mujeres como tontas es solo un elemento político de la navegación a vela. El elemento más importante es que la mayoría de los dueños de veleros son hombres, y no solo hombres cualquiera, sino que a menudo son hombres que desean ser capitán de algo, de cualquier cosa. Si el movimiento feminista de liberación te pone nervioso, siempre puedes comprar un velero y navegar como en el siglo 19.

Basándome en conversaciones mantenidas con nautas femeninas, pienso que es generalmente cierto que encuentran navegar a vela por el Pacífico Sur como algo insuperable, y ellas están ya acostumbradas a lidiar con la conducta masculina, así que firman en un velero propiedad de un hombre. Pero algunas de estas mujeres no están preparadas para la combinación de una vecindad tan estrecha, el aislamiento, la soledad, y la veta de arrogancia que comandar un barco aflora en cada hombre.

En una revista del ambiente, hay un aviso de una escuela náutica de mujeres, para mujeres. Dicen: “¡Sin gritos!”. Y escuché que les está yendo bien. Si la falta de gritos abordo se toma como sinónimo de un barco bien navegado, de seguro yo reprobaría. Navego solo y me grito regularmente. Y de alguien que se grita a sí mismo, no puede esperarse que resista el gritarle a otro.

Cuando visito los muelles envidio a aquellos que tienen compañía. Se lo confesé a una visitante femenina, que rápidamente me confesó que yo era objeto de gran envidia entre los hombres que conocía – Navegaba en solitario, podía hacer lo que me viniera en ganas sin desacuerdo de la tripulación. Aparentemente muchos marineros consideran la navegación en solitario como la única verdadera. No he pensado mucho en ello.

He hecho algunos amigos entre los barcos, en parte porque reparo las cosas rotas – en algunos casos, objetos tan importantes como los SatNav y radios. Y además tengo buena conversación.

Acabo de descubrir que he visitado unos 20 barcos y soy el único que navega en solitario. Por supuesto que podría hacer un comentario similar acerca del lugar de donde vengo – aparte de mí, casi ninguno de mis amigos vive solo voluntariamente.

Quizás por ser mi cumpleaños, estoy pensando más en el futuro a largo plazo. ¿Es esta aventura náutica solo una parte de un futuro en el cual no seré más un navegante solitario? ¿O continuaré siendo un solitario tanto en la vida como en el mar?

Quién sabe… ¿A quién le preocupa?

Ah. Acabo de divisar Tahiti en el horizonte. Podría estar en tierra esta noche. Creo que anunciaré que es mi cumpleaños, alguien se apiadará y me sacará a pasear.
 
Capítulo 5 – Tahiti a Darwin

20 de junio – Día 2, Bora Bora a Tonga

Es el segundo día desde mi partida de Bora Bora. Pasé cerca de un mes en la Polinesia Francesa, repartido por igual entre Papetee, Moorea y Bora Bora. Papetee fue terrible, pero necesitaba aprovisionarme y buscar correo por lo que no tuve ninguna opción sobre el tiempo pasado allí.

Tengo una historia de fondeo asombrosa, que me sucedió en Papetee. Después de que la lean no podrán creer que sucediera, pero sucedió – de verdad.

Para anclar en Papetee se suelta un fondeo a cierta distancia de la costa, entonces se retrocede filando cabo y se arroja a la costa un par de líneas – llaman a esto “Estilo Tahiti”. No es para nada fácil cuando se está solo abordo, y con tripulación completa es una obra de arte.

Cuando arribé a Papetee era una tarde ventosa – Decidí esperar a la mañana siguiente para tratar el estilo Tahiti de fondeo, así que solté mi ancla en el medio de la bahía y remé con el bote a tierra. A la mañana siguiente no había prácticamente viento, así que me preparé. Adujé prolijamente dos cabos para las líneas a tierra, las ubiqué estratégicamente en el cockpit y amarré el auxiliar a una banda de manera tal que el cabo estuviera a mano pero sin enredarse en la hélice. Planifiqué cuidadosamente cada movimiento.

Elegí un sitio para el fondeo por proa, lo solté allí y viré el barco alrededor hasta que quedó con su popa hacia tierra. Conduje suavemente a la posición que deseaba y puse el morse en neutro. Ahora la parte más dura. Debía llevar ambos cabos hasta la costa con el auxiliar, a remo y antes que el barco borneara e impactara contra alguna otra embarcación vecina. Pasé al bote y remé hasta la costa con uno de los cabos, salté a la costa y amarré el cabo allí. Entonces volví remando al Selene para buscar el segundo cabo de amarre y repetir la operación.

Ahora tenía audiencia, observando a un tipo raro que trataba de hacer las cosas solo. Subí el segundo cabo al bote y remé a la costa. A unos 3 ó 4 metros de la costa, el cabo se puso tirante. Pensé que había calculado mal la distancia a la costa y me había quedado corto con el cabo elegido. Aunque también, pensé, el cabo puede haberse enrollado ó enganchado en algo. Así que le di un buen tirón para zafarlo.

Lo que sucedió después es de no creer… Un especialista de Hollywood para efectos especiales podría haber cobrado mucho para hacerlo en cualquier película. Lo que yo no había considerado es que el cabo estuviera enredado en el morse, por lo que cuando le di el tirón, moví el mismo desde su posición vertical (“Neutro”) a casi vertical hacia popa (“ATRÁS TODO”). El motor de mi barco volvió a la vida en medio de una explosión de ruido y humo negro, repentina y decididamente ciando hacia la costa. No podía creer lo que veía. Las poco más de siete toneladas de mi hermoso velero desocupado, ciando a toda velocidad directo hacia una pila de piedras. Esto da a la “navegación en solitario” un significado completamente nuevo.

Ahí estaba yo, a unos 20 metros, en un pequeño bote de remos, tratando de absorber la realidad de lo que estaba pasando. Antes de que pudiera virar el auxiliar y remar, el Selene corrió a toda prisa a su segura destrucción contra el montículo de piedras – y entonces se detuvo, tirante la catenaria del fondeo a proa. Imposibilitado de destruirse a sí mismo, el barco se consoló masticando ambos cabos que colgaban a su popa. Me llevó cerca de una hora de buceo para desenrollar el lío de cabos que la hélice, en aproximadamente 15 segundos de marcha a fondo, había eficientemente retorcido formando una bola.

No puedo decir si con la experiencia me voy volviendo un mejor marino, pero por cierto que mis historias de fondeo se han vuelto más barrocas…

El robo era un gran problema en la Polinesia Francesa. Cualquier cosa que no estuviese firmemente sujeta a algo era robada. Apenas pude utilizar mi bicicleta, porque cualquier cosa que hubiese en ella, ó la misma bicicleta, podía ser robada a la primera oportunidad. Al momento de mi partida, mayormente desaparecían los repuestos. La bicicleta aún hoy no puede utilizarse porque el asiento fue robado en Bora Bora.

Los botes auxiliares y sus motores normalmente se amarran con una ó más cadenas a alguna parte sólida del muelle para desalentar a los ladrones. Un ladrón se enojó tanto por este método que empleábamos, que destruyó el motor y el bote de un barco al no podérselo llevar.

Tal como lo esperaba, Moorea y Bora Bora son lugares muy hermosos, pero los constantes robos y el temor al mosquito del Dengue, implicaron menos exploraciones y paseos de los que me hubieran gustado.

Un día de viento firme en Bora Bora, he podido usar mi tabla de windsurf de estilo Hawaiano. Fue una veloz cabalgata en un lindo lugar.

Mi pequeño fuera de borda Evinrude de 1.5 HP, que utilizo en el gomón, murió poco antes de mi arribo a Tahiti donde lo remplacé por un Mariner 4 HP. Es un buen motor y me permite planear con mi gomón de 8 pies, pero únicamente si voy solo y si consigo mantener mi lengua en su lugar, lejos de los dientes…

No pude conseguir repuestos en Papetee, y hay algunas cosas que necesito, como ser un nuevo cabrestante para el ancla. Tahiti es la última isla del Pacífico Sur desde la que se puede retornar navegando a Hawai, así que estaba en un punto crucial, donde al frente estaba el punto de “no retorno”. Si navegaba al oeste no tendría más opción que llegar al menos hasta Australia. Decidí que por un tiempo bien podía izar el fondeo a mano, y elegí navegar. Pero ayer, primer día desde la partida de Bora Bora, descubrí que las cosas estaban peor de lo que había creído. A la tarde traté de obtener una posición “fix” (Nota: Latitud y Longitud fiable), solo para descubrir que no funcionaba el SatNav. Hasta ahora he practicado con el sextante como una forma de ejercitar mis conocimientos, pero ahora es mi único método de navegación, y el océano entre este punto y Tonga está sembrado de islas y arrecifes que tengo que evitar. Fiji es la isla más cercana con una gran ciudad, con posibilidad de suministros náuticos, y es un largo trecho hasta allí.

A pesar de que hacer compras en Tahiti era algo frustrante, encontré algunos artículos muy prácticos que dudo existan en Oregon. Uno es un queso de Nueva Zelanda que viene envuelto en finas hojas metálicas, de manera que se conservan un largo tiempo sin refrigeración; otra es la leche entera en polvo, en casa solo la leche dietética viene de esta forma. Pero no había ninguna lata grande de sopa de pollo, uno de mis artículos de primera necesidad.

Estoy navegando en compañía de otro velero a cuyos tripulantes conocí en Tuamotus, se trata del “Take Two”, tripulado por Bob, un americano que vive en Alemania, y su mujer Ursula, a quien conoció allí. Bob escribe software para computadoras y Ursula enseña matemáticas en la escuela secundaria. Tienen planeado navegar alrededor de Sudáfrica mientras que yo tengo en mente el Mediterráneo, por lo que habremos de separarnos en algún momento de agosto. Nos comunicamos por radio todos los días y hemos compartido algunos fondeaderos. Actualmente nos separan unas 30 millas, lo que es demasiado lejos para el corto alcance de la radio VHF marina, pero tenemos un fácil contacto por las radios “HF” de media banda.

El viento hoy está variando entre los 30 y 60 º por la aleta de babor. Navego a orejas de burro con el foque a babor, la mayor a estribor, y la trinquetilla bien cazada en el centro para reducir los movimientos de rolido, notorios navegando con vientos portantes.

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21 de junio – Día 3

El viento está borneando al sur y mi velocidad está cerca de los 6 nudos. Normalmente, comparo dos lecturas del SatNav para conocer mi verdadera velocidad, pero los errores en las lecturas con sextante son mayores que las del SatNav, tornando duro conocer mi exacta velocidad y rumbo.

Pero la confianza en mi habilidad con el sextante está aumentando. Ayer, como una prueba, bajé cuatro rectas de sol y calculé todas sus combinaciones – la mayor diferencia entre dos de ellas fue de solo diez millas. Después, al atardecer, tomé algunas alturas de estrellas y también resultaron coherentes. Así que, a pesar de que no sabré donde estoy con la precisión del SatNav, al menos podré encontrar el camino seguro a Tonga.

Para realizar mis observaciones con el sextante empleo un sistema más bien de Alta Tecnología. En lugar de utilizar mi reloj pulsera para anotar la hora de cada observación (cosa no fácil cuando se está trabajando solo), conecté un botón a la computadora, así que cuando quiero marcar la hora de una medición, simplemente presiono este botón y la computadora registra la hora. Más tarde listo las horas, agrego las alturas medidas, cargo todo esto en un programa que escribí a tal fin y este hace todos los tediosos cálculos necesarios para luego decirme donde estoy.

¡Si tan solo se me hubiese ocurrido adquirir un sextante apropiado…! El que tengo, de plástico, se desajusta demasiado fácilmente como para tomar mediciones precisas. Ahora, que dependo enteramente del sextante, desde ya que sueño despierto con uno metálico, como los que los “reales marineros” tienen.

Estoy feliz de estar nuevamente en camino. Encuentro que mi actitud hacia navegar a una isla y llegar allí, está cambiando con la experiencia. Si esta tendencia persiste, podría solo navegar, evitando llegar a ningún sitio.

23 de junio – Día 5

Anteayer aniquilé las baterías al dejar funcionando toda la noche el radar, sin haber viento suficiente para que el eólico repusiera lo que se consumía, así que a la mañana las baterías estaban en un estado calamitoso. No pude ni encender el motor para recargarlas, por lo que encendí el generador Honda hasta que pude usar las baterías para encender el motor y terminar entonces de recargarlas. Después de agregar agua destilada a las pobre baterías, decidí que debería dejar de usar el hambriento radar como un vigilante nocturno de turno completo. En lugar de esto, deberé despertarme a intervalos regulares y echar un vistazo alrededor, como hace cualquier navegante solitario. O podría dormir de día, cuando el riesgo de colisión es menor que de noche. También pienso que es tiempo de adquirir unas baterías mejores, después de lo cual podría retomar mis decadentes hábitos.

Voy adquiriendo confianza en el uso del sextante, aún el de plástico, para encontrar mi camino a través del océano. He estado tomando dos mediciones al sol durante el día y algunas mediciones a estrellas durante el atardecer. Las posiciones que obtuve fueron tan consistentes que actualmente pienso que sé donde estoy. Esta es una anécdota que solo entenderá un marino moderno, que emplea posiciones satelitales antes que las obtenidas por el método antiguo, y estas últimas, solo para practicar.

Estoy contento de haberme tomado el tiempo necesario y escribir mi programa para navegación astronómica. Es muy preciso y tiene algunas ventajas como poder listar los astros que son visibles a una hora y lugar determinado. Creo que cuando llegue a Suva trataré de adquirir un sextante mejor en lugar de remplazar mi SatNav, pero si puedo compraré ambos. Y también unas mejores baterías. Como pueden ver, estoy imaginando Suva como un paraíso de compras, exactamente como hice antes con Papeete.

Hasta el momento, este crucero ha sido muy agradable. El viento ha sido favorable, las velocidades altas, y me he comunicado con mis amigos cada día, comparando posiciones mientras avanzamos. El “Take Two” es un moderno barco de regatas alemán, con una eslora de flotación mayor que la mía, pero no han podido adelantárseme debido a que el barco se vuelve demasiado incómodo a altas velocidades en condiciones de mar agitado, así que han optado por reducir su velocidad, evitando de paso el “mal de mar”.

24 de junio – Día 6

El viento realmente ha aumentado mucho. Hay un centro de alta presión al SW que está incrementando de lo lindo su fuerza. Ayer puse a trabajar el piloto automático y al anochecer su soporte fue roto dos veces por grandes olas. Solo lo reparé y seguí navegando, pero cerca de las 10 PM se rompió de nuevo y lo cambié por el timón de viento que, en este barco, no gobierna bien, y esto solo cuando funciona – he debido reducir la velocidad a unos 4 nudos y medio para que no ande vagando demasiado de un lado a otro. Esta mañana he reparado nuevamente el piloto automático, pero esta vez con piezas más resistentes. Creo que ahora aguantará.

Temía que hoy no podría tomar ninguna posición – estaba nublado al amanecer, pero eventualmente hubo unos quiebres en las nubes por las que se asomó el sol y pude tomar algunas mediciones. Estaba cerca de Palmerston Island y quería estar seguro de no terminar estrellado allí. A pesar de las duras condiciones, con mar encrespado, y que el sol era solo parcialmente visible, las posiciones obtenidas concuerdan razonablemente bien, por lo que estoy empezando a creer en ellas y en mi habilidad con el sextante.

Ayer me sentía desanimado pero hoy mi confianza ha vuelto. No poder timonear el barco en rumbo es algo que me saca de quicio. En los últimos días tampoco he dormido bien.

Hace dos días me preocupaba de que tener encendido el radar toda la noche podría dejarme sin baterías. Ahora, debido al aumento del viento, mi preocupación pasa por acordarme de encender el radar para dejarlo trabajando toda la noche y que el generador eólico no me sobrecargue las baterías… Bastante ridículo.

27 de junio – Día 9

Ayer pensé en rendirme y volver a casa. Esto fue cuando se rompió el tangón. No he tenido una noche de sueño decente en tres días, con clima muy borrascoso y vientos arrachados, sin navegador satelital y sin poder obtener ninguna posición con el sextante por lo nublado del cielo, dos velas que necesitan reparación, y entonces colapsó el tangón… Fue un día de aquellos.

Ahora, donde ir y que hacer depende de lo que pueda comprar en Fiji. Si no consigo encontrar un nuevo SatNav o un nuevo tangón, se me hará extremadamente difícil continuar: Aún sabiendo exactamente donde se está, el estrecho de Torres al norte de Australia, es un lugar peligroso de navegar, pero no teniendo una posición confiable y con el cielo totalmente cubierto de nubes, probablemente terminaría estrellándome contra algo.

En esta travesía, también he descubierto que no puedo utilizar el radar durante la noche si el viento no sopla lo bastante. Unas mejores baterías podrían solucionar este problema.

Después de mi experiencia en Papeete, creo que mi creciente lista de compras es demasiado grande como para esperar poder cumplimentarla en un pequeño puesto del Pacífico Sur. Pero esta vez es la que decide si podré ó no continuar y hacia donde. Una alternativa es navegar hacia Nueva Zelanda, donde con certeza puedo encontrar todos los repuestos que necesito, pero quiero mantenerme en mi actual plan e itinerario para evitarme la peor época del año en el Océano Indico. Si navego a Nueva Zelanda y luego continúo desde allí, esto sumaría un año a mi tiempo de viaje.

Mientras tanto, he estado pensando en cuan placentero será visitar el Indico y el Mediterráneo, así que cuando pude dormir un poco y apareció el sol, volvió el entusiasmo acerca de este viaje.

Cruzaré la Línea Internacional de Cambio de Día (NOTA: El meridiano 180) en algún momento de mañana. Mis amigos del “Take Two” y yo planeamos una celebración a la distancia. El “Take Two” ha sufrido algunos daños durante esta travesía. El viento ha sido mucho y el mar muy agitado – las olas los han acostado algunas veces. En una de estas acostadas, se doblaron algunos barraganetes y la cocina se saltó de su montaje. Reportaron que su navegación era incómoda y ruidosa. Ursula sufrió mal de mar durante los primeros tres días.

28 de julio – Notas de Fiji

Estoy en Fiji desde el pasado 12 de julio. Me gusta este lugar – la gente es amigable e interesante, y las islas de los alrededores son muy bellas. Además, parece que podré conseguir la mayoría de los ítems de mi lista de compras.

Los dos grupos étnicos predominantes son los hindúes y los fijianos. Los primeros son dueños de la mayoría de los comercios y mantienen la mayor parte de los puestos de nivel medio del gobierno, mientras que los fijianos tienen los trabajos de menos paga en Suva y son casi los únicos habitantes de las islas aledañas. En un reciente golpe de estado, un grupo de nativos fijianos derrocó a los hindúes de sus puestos de gobierno y del control del mismo. Fue un golpe al estilo de Fiji: sin víctimas – solo algún que otro bloqueo de caminos y algunos días de confusión. Los hindúes me contaron que al principio les entró pánico y muchos abandonaron el país, pero esta etapa ha concluido y algunos emigrados están ahora volviendo.

Me hubiera gustado dedicar más tiempo a visitar las islas exteriores, pero toda mi atención está en la tarea de reequipar el barco. Después de una considerable confusión acerca de donde podían conseguirse, algunos ítems esenciales me están llegando de los EE•.UU.

Pero antes de descubrir que debía hacer de niñera full-time a mi orden, pude visitar el arrecife Astrolabe, también llamado Kadavu. Me entregaron algunas medicinas para llevar a Vambia, una villa en la isla Ono. Un doctor a bordo de otro yate había visitado la villa, examinado a dos pequeñas afectadas por psoriasis y adquirido los remedios necesarios a su regreso a Suva. Fue él quién me pidió llevar los remedios.

El día de mi visita a Vambia, un llamado por la radio me avisó que mi orden había llegado abierta, por lo que yo estaba, cuanto menos, un poco preocupado y ansioso por regresar a Suva. Pero ya había prometido llevar los medicamentos, y solo eran dos horas desde puerto.

Vambia es una villa muy bonita, hasta en el contexto de la belleza de Fiji, donde hasta las cosas ordinarias semejan ser irrazonablemente bellas. Casi todos tienen un jardín. En el centro de la villa hay una gran plaza con pasto, rodeada de jardines. De acuerdo a la costumbre, fui presentado al jefe y yo ofrecí un presente de Yaqona, la raíz utilizada para hacer Kava, una bebida ceremonial de bajo contenido alcohólico.

El jefe, ó mejor dicho LA JEFA de Vambia es una mujer. A riesgo de caer en categóricos estereotipos, inmediatamente concluí que existía una conexión entre la belleza y orden de la villa y el sexo de su jefe. Bueno, lo dicho, ahora me merezco ser despellejado por una multitud machista indignada…

En 1979 un violento huracán golpeó Fiji – 23 personas fallecidas fue el recuento en Vambia y de ellos, 22 encontraron la muerte cuando la iglesia donde habían buscado refugio se derrumbó sobre ellos. Al oír esto, pensé para mis adentros, que ironía que en una situación de peligro, el peor lugar para buscar refugio fuera una iglesia – Bueno, ahora me despellejan de nuevo, solo que ahora una multitud de religiosos intolerantes… En mi descargo les digo que, a pesar de la tragedia, y de haber ocurrido en la iglesia, con la ayuda de un inteligente arquitecto la villa construyó un nuevo templo, ahora a prueba de huracanes y sin embargo bella.

Después conocí a Skelly, el padre de las dos niñas enfermas. Cuando vi el avanzado estado de la psoriasis que sufrían, desapareció cualquier duda sobre la necesidad ó no del viaje. Skelly me invitó a almorzar con ellos en su casa. Comimos pescado condimentado con curry, una especie de torta sin levadura parecida a la tortilla española, y cassava, un pan parecido a fruta. Naturalmente, rodeado de un ambiente imposible de distinguir de un paraíso terrenal, con gente agradable y hospitalaria. Pero yo solo podía pensar que debía regresar a la “gran ciudad” y tratar de ordenar nuevamente las cosas que necesitaba para navegar seguro a Australia. Así que a la tarde me despedí y partí de regreso a Suva. Ahora pienso que quizás nunca vuelva a Vambia, y que quizás, solo quizás, los medicamentos y hasta las niñas enfermas, fueron hitos que me llevaron a un paraíso en el que rehusé permanecer. ¿Es posible que nuestra “vida civilizada”, con sus exigencias, tiempos e itinerarios planificados, no nos permita ver en el momento que lo vivimos, algo que vemos tan obvio cuando ya no está a nuestro alcance?

22 de agosto – Día 8 de la travesía Fiji a Darwin

Después de muchas demoras y trabas, el equipo que ordené arribó el 14 de agosto, justo un día antes de la fecha que me había fijado como límite absoluto a mi larga estadía en Suva. También debieron esperar Bob y Ursula, porque aguardaban algunos repuestos que venían junto con mi pedido. Así que empleamos todo el día en retirar los equipos de la aduana e instalarlos.

Pensé que después de realizar mi pedido podría tener una estadía “normal” en Fiji, o sea: navegar por los alrededores y visitar sitios interesantes… Bueno. Aparte de tener que volver a ordenar los artículos no recibidos, pues no los tenían en stock, y trajinar de aquí para allá por todo Suva con mi pedido, realmente no podía navegar seguro sin contar con el cabrestante para levar el fondeo, y este era uno de los ítems que aún no había recibido, por lo que de salir, en caso de fondear debería hacerlo con el ancla más liviana que podría izar a mano. Y esto no era para nada una buena idea en las profundidades circundantes y con el mar aunque más no fuera un poco movido.

Una tarde, me encontré con el Take Two en el lado este de una isla del grupo de las Kandavu, al sur de Suva. Habían fondeado allí porque el viento soplaba del sudoeste, una dirección muy inusual, con lo cual el lugar quedaba bastante protegido. No me gustó el lugar. Me preocupaba que el viento podría cambiar nuevamente al acostumbrado sudeste, dejando la costa a sotavento. Así que anclé bien lejos de la costa, en 50 pies de agua, y con el fondeo liviano. Los restantes barcos estaban en 20 pies de profundidad, cerca de la costa. “Oh… Bien”, pensé, “Ellos tienen manos extras abordo, cabrestantes eléctricos y todas esas cosas. Si el viento cambia yo deberé arreglármelas solo para izar el fondeo y alejarme a motor. Claro que me estoy preparando solo para una remota posibilidad…”. En las siguientes 4 horas – por supuesto que ya de noche – el viento cambió de 12 nudos del sudoeste a 30 nudos del sudeste. Uno a uno, los barcos levaron anclas y partieron, todos menos yo que no podía simplemente partir – no había manera que pudiera levantar a mano mi fondeo con 30 nudos de viento y en 50 pies de agua agitada. En una emergencia, tendría que cortar el cabo y alejarme a motor.

Comencé a ponerme paranoico. Miraba el cabo del fondeo y calculaba cuanto tiempo pasaría antes que se cortara por, pensaba yo, estarse rozando con algún coral. Sabía que no podría dormir hasta que fondeara también el ancla principal – aún estando en 50 pies de agua, aún sabiendo que debería izarla luego a mano. Así que eché el ancla más pesada con un largo tramo de cadena, y me fui a dormir. Una hora después el barco dio un bandazo cuando una ola lo tomó por el través. “¿por el través?” Si, lo adivinaron, el cabo del fondeo liviano se había cortado tras rozar en un coral. Entonces el segundo fondeo hizo cabeza y detuvo al Selene. A la mañana siguiente tuve que bucear para recuperar el fondeo liviano, izar a bordo el pesado con toda su cadena y partir a motor.

Este fue el motivo de que pasara la mayor parte del tiempo en tierra, en Suva: mi barco no era seguro hasta que pudiera instalarle los nuevos equipos, y estos no llegaron hasta que ya fue hora de partir. Lo mejor hubiese sido tener abordo un repuesto de cada ítem crítico, si esto fuera posible en un bote de 31 pies de eslora.

Pero lo realmente asombroso ocurrió cuando ordené, a una gran casa de repuestos náuticos de la costa oeste, cinco artículos que anunciaban en un catálogo y no tenían ninguno disponible en su stock… ¡¡ Ni uno !! Finalmente, el último y desesperado pedido que les hice era algo así como: “Por favor, enviarme cualquier navegador satelital, cualquier cabrestante manual, cualquier batería …”. Su hermoso y brillantemente coloreado catálogo no era más que un cuento de hadas.

Después de comprobar que “Pedido Cursado” y “Pedido Recibido” no son la misma cosa y, tal como lo narrara en el párrafo anterior, van por carriles separados, adquirí un sextante en un pequeño negocio de Suva. Este es un sextante de verdad, metálico, con un pequeño telescopio montado en él. Durante mis primeros días de navegación, mientras aún adquiría destreza con mi nuevo juguete, tomaba una medición al sol por la mañana, otra por la tarde y después comparaba las posiciones obtenidas con las que obtenía con el navegador satelital – en un día calmo no había más de una milla de diferencia.

En mi pedido incluí un inversor Heart, porque finalmente el generador Honda literalmente se disolvió en agua salada, dejándome sin poder utilizar mis herramientas eléctricas ni mi pequeña aspiradora. “¿Aspiradora?” Se preguntarán… “¿No es un poco extravagante navegar solo alrededor del mundo llevando una aspiradora?” Todo lo que puedo decir en mi descargo es: Traten de levantar pequeños trozos de vidrio de entre las hendijas del piso de un barco, de forma que no aparezcan como por arte de magia en la planta de sus pies. En lo personal, pareciera que siempre ando perdiendo manojos de astillas que, a pesar de la aspiradora, terminan siempre por encontrarme más tarde.

Un sabio consejo: Evitar el vidrio, cualquier vidrio, en un velero. En un viaje por el mar el más robusto de los envases de vidrio termina con uno arrancándoselo de codos y rodillas…

Después de cinco días de una hermosa navegación, Ursula llamó por radio para decir que un temporal se dirigía hacia mí. ¿Qué? ¿Un temporal? ¿En agosto, en el Pacífico sur y cerca del Ecuador? Estudié la carta de clima de la región: ¡Ni manera! Cero posibilidad de temporales en esta zona para esta época del año. Pensé que pudiera ser que los meteorólogos estuvieran siendo demasiado cautos, pero por las dudas tomé algunas precauciones.

Se anunciaban vientos de 50 nudos, que en la escala de vientos Beaufort significa “Viento Fuerza 10” ó “Temporal”. Durante las siguientes 24 horas la máxima intensidad de viento que medí fue de 45 nudos, pero le puedo asegurar, gentil lector, que era TEMPESTAD. La lluvia caía casi horizontalmente y lastimaba la piel cuando golpeaba alguna parte expuesta. Vi pájaros muertos flotando en el agua, la cima de las olas se rompía con la fuerza del viento y llenaba el aire de espuma, el mar y el aire literalmente gemían estrepitosamente.

La cabina era un pandemónium: libros, ropas, herramientas sueltas y saltando por los aires de un lado a otro, todo mojado, y encima descubro que debo poner proa al viento para evitar una isla que estaba a unas 20 millas a sotavento, así que tuve que salir a cubierta para tomar dos manos de rizos a la mayor y establecer un tormentín en la trinqueta. Una ola casi me arroja por la borda mientras instalaba el tormentín. Me salvó el arnés de seguridad que utilizaba. Más tarde, ya de vuelta en la cabina, me hice algunas preguntas: ¿Había sido temerario e irreflexivo el salir a cubierta en lo peor de la tormenta? Quizás, pero debía establecer el tormentín si quería capear el temporal ó, por las condiciones imperantes, mejor diría “no correrlo”. Mi primera prioridad era permanecer claro de la isla a mi popa, así que tuve que ir a cubierta en cuanto el viento fue demasiado fuerte para las velas que traía.

Al día siguiente el viento soplaba a 30 nudos de la misma dirección (si… por supuesto… exactamente aquella a donde deseo ir) y al día siguiente disminuyó hasta una suave brisa, pero de la misma dirección. Finalmente, hoy ha borneado al sur y navego en rumbo hacia el oeste. Los tres días de vientos contrarios han literalmente alargado en 3 días mi navegación, ya que al cabo apenas me he movido hacia el oeste

Acabo de escuchar que durante la pasada tormenta un hombre fue barrido de la cubierta por el mar. Su esposa e hijos estaban a bordo, pero fueron incapaces de rescatarlo. La mujer está timoneando el barco de vuelta a Fiji siguiendo instrucciones que le dan por radio. Y me he quedado pensando en este incidente: ¿Habría estado el hombre usando arnés? ¿Le enseño a su familia como virar el barco para rescatarlo en una emergencia? Pareciera que la respuesta a ambos interrogantes es NO.

30 de agosto – Día 16 de la travesía Fiji a Darwin

Hoy estoy cerca de los 13º S 150º E, entre Australia y Papua Nueva Guinea. En aproximadamente tres días cruzaré el estrecho de Torres, un interesante, poco profundo y confinado pasaje descubierto por el capitán Bligh del HMS Bounty. Por supuesto que me refiero al primer europeo en navegar esas aguas, el único lo suficientemente importante como para que los europeos hablen de él.

Esta travesía comenzó sin viento, y tuve que navegar a motor las primeras 12 horas posteriores a mi partida de Fiji. Después una tormenta de la que ya he hablado lo suficiente. Ahora un clásico Alisio de unos 15 a 20 nudos que navego a orejas de burro con la mayor a babor y foque tangoneado a estribor.

No he tenido prácticamente desperfectos técnicos, solo un leve inconveniente con el piloto automático, más precisamente, en el engranaje plástico donde el pequeño motor hace mover el brazo. La he reparado lo mejor que he podido, esperando que aguante hasta poderle cambiar la pieza, pero hace ya cuatro días que me sigue trayendo a rumbo.

Aparte de agregar el remplazo del motor eléctrico a mi lista de compras para Darwin, he estado pensando en como una pieza tan diminuta está timoneando un barco tan grande y pesado a través del océano. Algo no tan tecnológicamente sofisticado ni tan costoso. Cuando estoy durmiendo, el pequeño motor del piloto comandado por una diminuta caja negra con una pieza sensible al magnetismo terrestre, mueve el timón a babor ó estribor manteniendo un rumbo previamente fijado.

Por supuesto que un buen timón de viento, uno bien diseñado, es más atractivo filosóficamente hablando – Podría tener una falla general en el sistema eléctrico y el barco continuaría siendo timoneado a puerto y todo lo que tendría que hacer es ajustar la veleta ante algún cambio en la dirección del viento. Como me dijeron en California cuando lo compré, es algo totalmente natural, sin dependencia de energía eléctrica. El viento empuja la veleta y un ingenioso sistema de poleas y palancas transmite esta fuerza al timón del barco manteniendo así el ángulo de viento deseado. Actualmente tengo uno de estos timones en el Selene, pero explicar su operación describiéndolo como “ingenioso sistema” sería una triste broma. La compañía que lo construyó ofrecía reintegrar el dinero a cualquiera que no quedara conforme con su producto y, cuando la gente comenzó a pedir este dinero, la empresa quebró…

Durante mis primeras experiencias con mi “capitán viento”, me maravillaba de la habilidad de la pequeña veleta para mantener la proa del barco a 50 grados del viento. En realidad, lo que no había aún comprendido, era que exactamente el mismo resultado lo podría haber obtenido amarrando el timón con un cabo – este velero, y la mayoría de ellos, es muy eficiente manteniendo su rumbo con viento entre el descuartelar y el través. En realidad, mi timón de viento no estaba haciendo absolutamente nada (que es lo que mejor hace). Pero bueno, hay timones de viento mucho mejores que el mío, y algún día tendré uno.

Durante este viaje, he estado continuamente ganando ventaja sobre el Take Two. La brecha entre nosotros se ha ido ampliando unas 10 millas por día, aún siendo ese barco incuestionablemente más rápido que el Selene. ¿El motivo? Se preguntarán. Pues que navegan con un timón de viento que, por ejemplo, cuando el viento cambia levemente de dirección el barco también lo hace. Ahora, han cambiado al piloto automático y se mueven en línea recta, con lo que su velocidad efectiva es mayor que la que yo hago y la distancia entre ambos se acorta día a día.

Esta es una clásica navegación con viento franco. Si la temperatura fuera mucho más elevada, las tormentas serían un riesgo constante y un navegante solitario como yo, debería navegar con poco paño para no ser sorprendido por una repentina racha de viento muy fuerte. Pero la temperatura es agradable, el viento sopla todo el día a velocidad constante, solo un poco más fuerte por la noche, y puedo navegar con toda la vela desplegada.

He decidido romper con una de las reglas que me inculcara un viejo marino que conocí en Brookings: “Navegando solo, siempre hazlo con la primera mano de rizos tomada”. Usualmente he obedecido este precepto, ya que sería muy dificultoso bajar la mayor y tomarle mano de rizo ante un sorpresivo aumento del viento, pero los últimos 10 días he navegado sin cambio ó ráfagas significativas de viento, por lo que tengo establecida la mayor a tope en vientos de entre 10 y 20 nudos.

A medida que me aproximo a Australia y Nueva Guinea, el socaire de sus territorios empieza a bloquear algunas de las ondas del océano, con lo cual, por momentos la superficie del mar se vuelve calma.

Con el Take Two estamos planeando detenernos por la noche a cenar en el estrecho Torres, antes de continuar hasta Darwin. En nuestros diarios contactos por radio, hemos estado debatiendo si no sería demasiado peligroso hacer una parada en Sri Lanka. Su locación es perfecta para dividir el pasaje del Indico en dos piernas manejables, pero están en medio de una guerra civil.


7 de septiembre – Día 23 – Golfo de Carpentaria

El estrecho de Torres fue toda una experiencia. Sus aguas son muy poco profundas. Uno podría, en principio al menos, fondear en cualquier momento. Hay arrecifes y obstáculos por doquier, algunos de ellos “marcados” por un buque que naufragó en los bajíos.

Bob y Ursula, del Take Two, contactaron por radio a otro barco alemán, el “Africa Queen”, con el que recién nos vimos cara a cara en el estrecho. Decidimos tratar de pescar algo que pudiéramos luego compartir en la cena, así que lancé la línea de unos 30 metros de nylon pesado rematado por un cable de acero y un señuelo con forma de calamar. Antes siempre utilicé líneas de pesca más cortas, pero Ursula me dijo que ella utilizaba líneas más largas para que el aparejo se alejara bien del barco y el señuelo fuera más fácilmente visible para los peces. Como sea, la cuestión es que no llegué a soltar toda la línea que ya tenía un gran pez enganchado en el anzuelo. Ursula también pescó otro de mas ó menos el mismo tamaño, así que hubo abundante pescado para la cena.

Fondeamos cerca de la isla Twin. Un mal fondeadero, pobremente protegido del viento y con fondo de piedra. El viento soplaba fuerte, y lo había hecho ya por algunos días. Después de cenar, propuse que nos pasáramos a mi barco con el bote de Bob y viéramos alguna película, cosa que fue rápidamente aprobada.

Ahora, imaginen esto: Después de ver la película, y mientras estábamos todos saliendo al cockpit en medio de amena charla, ¡descubrimos que el “African Queen” se había ido! Encendí el reflector y finalmente ubicamos el barco a unos 500 metros hacia sotavento de donde lo habían dejado fondeado. Afortunadamente, la poca profundidad de la zona hizo que el ancla garrease lentamente, mientras se enganchaba y zafaba cada vez, hasta que después de una larga deriva había quedado, al parecer firmemente, clavada en algo. Como en ese momento soplaban unos 30 nudos y la corriente no bajaba de un nudo, sabiamente Bob rechazó que utilizáramos el bote auxiliar para llegar hasta el African Queen – una falla del motor ó una ola que inundase el bote, significaría la pérdida de todo el que fuera en él.

Así que decidí izar el ancla, llevar a la tripulación del African Queen hasta su barco y luego a Bob y Ursula al Take Two. La primera parte del plan resultó bien y el African Queen fue abordado sin problemas por sus tripulantes. Pero el resto no fue tan sencillo: Algo que debiera yo haber previsto y no hice, fue que no tenía motor con la potencia suficiente para navegar contra el viento, así que hube de desenrollar una pequeña porción del foque y bordejear de regreso al fondeadero, lo que tomó un largo rato, pero al cabo del cual cada tripulación estaba de regreso en su barco.

Al cabo de un rato, del African Queen avisaban por radio que no conseguían que el fondeo hiciera cabeza eficientemente y seguían garreando. Cuando les pregunté por su ancla, me dijeron que utilizaban una Danforth, un ancla que no trabaja del todo bien en fondo de piedra. Los persuadí para que fondearan con una pequeña CQR que tenían como ancla de codera, un ancla que hasta ese momento habían mirado con poca fé. Esta se afirmó y los mantuvo bien (tan bien que al día siguiente rompieron el cabrestante tratando de izar este fondeo).

Cuando nos aproximábamos al estrecho de Torres, escuchamos por radio a otro yate que navegaba en el golfo de Carpentaria. Contaban que un barco sospechoso se les había aproximado y los había seguido de cerca hasta casi el anochecer, momento en que apareció un carguero y entonces desaparecieron. Todos interpretamos este caso como un intento frustrado de piratería, así que decidimos que sería mejor navegar en grupo. Naturalmente, yo era el más lento de ellos, pero ninguno quería alejarse demasiado de mí, porque era el único que tenía un arma abordo, y que sabía como usarla. Ayer traté de sumar unos nudos a mi velocidad — que ya semejaba el Selene una hembra en celo con la jauría rondando alrededor — así que empleando el nuevo gran tangón establecí las velas a orejas de burro. Por unos 30 alborozados segundos, vi más de 6 nudos, y entonces se rompió el tintero, que es un anillo de inoxidable que está fijado al palo para sostener el tangón. Su reparación no representa ningún problema estando en puerto, pero mientras tanto no podré ir muy rápido. Solo espero que la jauría no alcance a la hembra en celo…. Con esto, ya son unos ocho los ítems que hay en mi lista de compras para Darwin, incluyendo otro piloto automático.

Cuando por primera vez arribé a puerto tras una navegación de solo tres semanas, cargando a cuestas una gran lista de compras, pensé que esto era algo puntual, que solo era esa vez, que se debía a que tenía que equipar el barco con cosas que antes de navegar no había podido prever, pero la realidad es que, cada vez que llego a puerto tras más de una semana de navegar, porto conmigo una gran lista de compras esenciales para poder partir de allí. Creo que es una realidad de viajar en crucero, y puede ser que siempre me tenga que ajustar a esto.

Estamos a unos cuatro días de Darwin. Todos nos vamos poniendo más frenéticos y nerviosos, la excitación campea en los barcos de la flota ante la perspectiva de llegar a puerto tras un tan largo crucero. Las conversaciones versan principalmente sobre restaurantes, librerías y repuestos.

12 de septiembre – Darwin

Ayer, a mi arribo. Las autoridades australianas se comunicaron por radio que fondease aguas afuera de la costa y aguardara allí a ser abordado por Migraciones. Realmente, no me importaba la demora, es más, casi encontraba difícil bajar a tierra de buenas a primeras tras 27 días en el mar.

El oficial de migraciones fue eficiente, competente, equilibrado – y mujer. No me hace feliz la confesión que voy a hacer, pero siento que debo hacerlo. Esta joven, cumplió enérgicamente con sus responsabilidades, haciendo las preguntas relevantes, completando los datos en sus formularios – mientras yo contemplaba su uniforme caqui y sus prácticos zapatos, y dejaba su voz fluir sobre mí. Siempre me han embobado las mujeres en uniforme. Al cabo de un breve instante, terminé odiándome… He pasado toda mi vida alentando a las mujeres a profesionalizarse, ridiculizando a aquellas que permanecen en sus casas, descalzas y embarazadas. Y sin embargo aquí estaba yo, cara a cara con una oficial del gobierno cuyo único y genuino deseo era cumplir con sus obligaciones, y yo solo podía contemplarla embobado y respirar más profundamente de lo usual. Ella era una profesional seria, y olía colosal… Pero me contuve, me comporté respetuosamente, no me recliné hacia ella como hubiera deseado, ni toqué su brillante cabellera negra. Me convertí en un soldado de infantería, moviéndome por un paisaje de deseo, bajo estricta orden de resistir la vista de la naturaleza en su forma más perfecta.

Me senté a responder sus preguntas con mis manos entrelazadas, mientras dentro de mí algo se despertaba y contorsionaba, algo nacido en el mar. Mensajeros químicos gritaban frases alocadas en mis oídos, pero cuando ella finalmente salía por la escotilla para partir, solo pude tomar su mano y decirle “Ha sido un placer conocerla”.
 
Capítulo 6 — Darwin a Sri Lanka

En Darwin resolví decidí levantar el barco y pintarlo, ya que había juntado algunas cicatrices desde Hawaii. Esto tomó aproximadamente cuatro días, después de lo cual me uní a Bob y Ursula junto con otros amigos en una marina con exclusas. ¿Y porqué tienen una marina con exclusas en Darwin? Porque la diferencia de marea es de 6 metros, esa es la razón. Antes de entrar en el área protegida fondeé en 6,5 metros de agua, y remé hasta la costa con mi dinghy rígido. Tenía alguna idea que aquí había mareas, por lo que llevé un cabo extra-largo y el ancla del dinghy. Lancé el ancla de forma tal de mantener el dinghy fuera del muelle, así no quedaba atrapado debajo de él con la marea creciente, y trepé cerca de medio metro hasta el muelle.

Cuando volví, pensé por un momento que alguien se había llevado mi dinghy, pero ¿quién se lleva un pequeño dinghy a remo? Entonces llegué al borde del muelle – y vi que la marea se había ido. Afuera. Mi dinghy era un puntito oblongo, muy muy abajo. Otro dinghy estaba colgando en el aire, ya que su cabo era muy corto para la marea. Bajé por la escalera, y solté amarras pensando lo afortunado que era por haber llevado cabos largos.

Entonces comencé a preocuparme por el barco grande. Si la marea cambiaba tanto, a lo mejor ya no tenía más agua debajo de mi barco. Me apresuré a remar de vuelta y subir a bordo – encontré que tenía sólo 30 centímetros de agua bajo la quilla. Esto lleva a tener que acostumbrarse, después de las mareas de 15 centímetros de Tahití.

Pude encontrar un soporte para el asiento de mi bicicleta de montaña – no la había utilizado desde Bora Bora. La bicicleta resultó muy útil en Darwin, ya que una importante zona de compras náuticas se encontraba demasiado lejos para ir caminado bajo el sol. También reemplacé una de las dos computadoras , la Toshiba 1100. Resultó ser tan vieja que no pudieron arreglarle las memorias. La nueva máquina es linda, mucho más rápida, con una mejor pantalla.

Bob, Ursula y yo visitamos el Parque Nacional Kakadu durante dos días. Vimos muchos cocodrilos y tuvimos algunas vistas espectaculares. Nadamos en una laguna considerada segura por los habitantes locales – “sólo un cocodrilo”. Después de dejar la laguna, me contaron que alguien nadó directamente hacia los dominios del cocodrilo – y el cocodrilo hizo una súbita y amenazante aparición, desalentando cualquier repetición de esta conducta.

Algunas cosas de Australia me vuelven a la mente una y otra vez. El paisaje seco y salvaje al este de Darwin. Hormigueros de seis metros de altura. Una jauría de dingos en el ocaso sobre un animal atropellado en la ruta. Un pájaro en los arbustos que me despertó cantando una canción completa, como si supiera algo sobre la música humana. Y un grupo de mujeres indígenas caminando por una calle de Darwin, a la deriva en el siglo XX, cada una de ellas con sus vestidos de ligeros colores pastel – amarillo, azul como los huevos de un petirrojo, verde claro – se veían como refugiados de una guerra que habían perdido, y quizás eso sea literalmente cierto. Era un momento sumamente confuso para mi. Pensé que se veían espantosas en esos colores en particular, como si fueran anunciando lo fuera de lugar que estaban – pero ya que los hombres blancos habían destruido la cultura aborigen, ¿cómo podemos negar su esfuerzo por vivir en nuestra cultura?

Después de alrededor de tres semanas de restaurantes, películas y reparaciones, el primero de octubre Take Two, African Queen y yo decidimos que era tiempo de partir. Habíamos oído en la radio más mensajes inquietantes sobre barcos navegando cerca de las costas de Indonesia – relatos de haber sido seguidos por naves misteriosas, posiblemente piratas. Decidimos continuar navegando en conserva, a la vista unos de otros.

No había mucho viento a la mañana temprano, por lo que utilicé el motor por un rato. Durante la tarde había suficiente viento para un empujón. Puse todas mis velas – mayor a tope, toda la genoa, en una brisa de 12 nudos. Noté que estaba haciendo 4 nudos a sólo 40 grados del viento. Es un buen desempeño para mi barco, y estaba pensando que era porque había ajustado la jarcia firme, especialmente el estay proel. Y entonces, se rompió el estay proel — ¡bam!

No hubo más remedio que decirles adiós a mis amigos y dar la vuelta. – estaba sólo a medio día de Darwin. Me tomó seis días comprar e instalar la jarcia de reemplazo. Decidí cambiar toda la jarcia firme, lo que resultó ser una buena medida – el estay popel estaba desgastado y a punto de romperse.

Esto demoró mi partida hasta el 6 de octubre, ayer. Casi no hay viento – estuve navegando a motor la mayor parte del tiempo. Take Two está a casi 500 millas al Oeste y allí tampoco hay viento. Han utilizado la mayor parte del combustible, por lo que cuando el viento cesa, quedan a la deriva y esperan.

La carta meteorológica muestra una zona de aproximadamente 600 millas en la que el viento es o leve o desde el Oeste (causado por la masa continental de Australia), después de lo cual comienzan los patrones normales de viento. El truco está en sobrepasar esta zona muerta antes de acabar el combustible o las provisiones. En este momento estoy haciendo 2,5 nudos en una brisa de 5 nudos desde los 60 grados por babor. Ayer estaba haciendo 3,5 nudos con un viento de 10 nudos a sólo 35 grados desde la proa – la nueva jarcia ha incrementado las capacidades del barco con vientos de proa. Espero que esto siga siendo cierto cuando llegue al Mar Rojo, supuestamente un largo camino con vientos de frente mucho más fuertes.

Ayer a la noche el radar se apagó. Por suerte pude resucitarlo luego de desarmarlo y aplicar mis usuales reparaciones improvisadas. Si mi radar se apaga definitivamente pretendo continuar, pero deberé dormir en el cockpit y despertarme cada 30 minutos. Una perspectiva terrible.

Entonces este es el comienzo de una travesía más dificultosa, una en la que la inteligencia para navegar, constante atención al viento y una utilización cuidadosa del combustible pueden decidir el resultado.

10 de octubre – Día 5

Hoy me encontré con los piratas sobre los que había escuchado. No se hicieron disparos, no relucieron los cuchillos, pero querían abordar el Selene, y yo los detuve.

A eso de las 10 de la mañana vi un velero extraño aproximadamente a tres millas frente a mi. Yo estaba navegando cerca del viento, tal como había estado haciendo hasta ahora esta pierna. Miré este barco para estar seguro que no íbamos a colisionar. Luego de unos minutos vi que estabamos en rumbo de colisión, por lo que cambié el curso para evitarlo – entonces ellos también lo cambiaron. Ellos estaban navegando a favor del viento, por lo que podían hacer cualquier cambio de rumbo que yo hiciera; decidí esperar y ver que se traían entre manos. También cargué mi escopeta.

Las velas del barco fue mi primera pista de que no era un barco europeo – eran largos rollos de seda estampada, cortados de forma tal de igualar las dimensiones del mástil de madera y el botalón. Cuando estaban a una distancia de alrededor de media milla, detuvieron el barco y bajaron un dinghy. Bueno – pensé – esto es típico, salvo que estas cosas por lo general suceden de noche.

Decidí una estrategia – me aseguraría que vieran mi arma, entonces, si se aproximaban a mi barco haría un disparo de advertencia; si trataban de abordar mi barco les dispararía a ellos. He oído suficientes historias de piratas para saber que si abordaban el barco, mis probabilidades de mantenerme vivo no eran muy buenas.

Una persona remó el dinghy la corta distancia entre mi barco y el de ellos. Tomé posición en la borda con mi escopeta en la mano, tratando de ser evidente. No iba muy rápido en su bote a remo, pero yo tampoco iba muy rápido, quizás tres nudos y medio o cuatro. En el instante en el que se estiró para aferrarse a mi barco y ser remolcado vio el arma y se detuvo. Mientras pasaba a un lado sonrió e hizo un gesto de que debería dejar que él y sus compañeros subieran a bordo a tomar un trago. Miré su barco y pude ver por lo menos cuatro hombres más a bordo. Negué con mi cabeza, y con la escopeta le hice gestos que se alejara

Remó de vuelta a su barco y, luego de atar su dinghy, por un rato trataron de navegar en mi dirección. Encontré esto particularmente atemorizante, ya que sabían que estaba armado e igual trataban de alcanzarme – por lo tanto, pensé, ellos también están armados y planean dispararme. Pero yo estaba navegando cerca del viento y ellos no podían igualar mi velocidad o curso, y pronto dejaron de perseguirme.

El momento crítico en este episodio fue cuando el hombre en el dinghy alcanzó mi barco para izarse a bordo, y yo me acerqué a la borda y lo detuve. Nos miramos un momento a través del caño de mi escopeta, y él se dió cuenta que la usaría si tenía que hacerlo.

Durante este episodio no tuve tiempo de pensar – luego se me ocurrieron varias cosas. Una fue que podía haber estado leyendo en la cabina, como a veces suelo hacer por horas, y por lo menos una persona hubiera podido subir a bordo antes de que me diera cuenta. Otra es una descripción que leí sobre los piratas típicos en esta agua – pescadores de medio tiempo que atacan los barcos que pasan.

Personalmente pienso que no hubiera podido alejarlos de mi barco si no hubiera tenido la escopeta, y el hecho de mostrarla fue principalmente disuasivo. Hoy pienso que cualquiera que navegue por estas aguas sin un arma – y la determinación de usarla – es un tonto..
(Más tarde, Ursula visitó un carguero en Cocos Keeling y le contó al capitán la historia sobre los piratas. Le preguntó si pensaba que eran piratas o sólo pescadores. El capitán dijo: “cualquiera que se le acerque en alta mar es su enemigo”).
 
El Take Two hoy está a unas 600 millas de distancia, en una zona usualmente con vientos constantes del este, pero aún así a veces calman. Por eso debo grabarme en la memoria: “debo resistir mi tendencia a prender el motor cada vez que la velocidad baja de dos nudos”. Desde el lado positivo, veo un desempeño del barco que nunca pensé que fuera posible – mucho del mismo se origina en la nueva y muy ajustada jarcia. Puedo navegar a sólo 35 grados del viento si la superficie no está muy gruesa, por lo que pacientemente voy a navegar a vela en vientos más suaves, para ahorrar combustible.
 
También voy a vigilar más atentamente por barcos

15 de octubre — Día 9

Ayer hubo buen viento y de los más benévolos – casi del través — 13 nudos, muy suaves, cuatro o cinco nudos de velocidad del barco. Hoy, a 118 grados Este, esperaba haber alcanzado los vientos constantes. Pero hay algunos buenos signos. El viento que hay parece ser más del Sur, lo que representa un cambio favorable.

Me queda aproximadamente la mitad del diesel. Puedo navegar a motor en forma constante por casi tres días más, o más aun si el viento sopla parte del tiempo, después de lo cual tendré que quedar a la deriva y esperar el viento. Mi estrategia ha sido navegar a motor lo más al Oeste posible antes de racionar el combustible, porque los vientos fuertes están al Oeste de aquí. Ahora deberé tener más cuidado con el combustible remanente, ya que puedo navegar hacia una calma en cualquier lugar en las 1.300 millas que restan.

Hace mucho calor. Mares calmos, vientos calmos. La mayoría de las tardes veo delfines jugando alrededor de mi barco. Se reúnen alrededor de mi proa y, si me ubico allí, ellos nadan y me miran entre zambullidas y piruetas. En mi opinión la combinación de un atardecer en el Océano Indico con la función del ballet de los delfines fácilmente borra una tormenta del libro de bitácora.

Hace unos días, durante una de esas calmas, me zambullí y limpié la hélice (ya que estoy navegando mucho a motor, la quiero bien limpia). Entonces me bajé del barco mientras navegaba, algo que definitivamente no debe hacerse en solitario. Naturalmente arrié las velas y até la caña del timón a uno de los lados para que el barco no se alejara navegando. Estuve la mitad del tiempo rasqueteando la hélice y la otra mitad vigilando por tiburones.

Todavía hablo dos veces por día con el Take Two. En la conversación de la mañana practico con ellos mi alemán, generalmente con resultados hilarantes. Regla número 1: uno no puede traducir del inglés al alemán palabra por palabra, salvo que uno quiera oír risitas tontas en la radio. Tengo un par de libros de viajes alemanes y un diccionario, pero no aprendí gramática alemana.

Estoy tratando de recuperar el tiempo perdido por el regreso a Darwin. Las guías de cruceros dicen que la mejor época para dejar Cocos Keeling es a fines de octubre, que es precisamente lo que pretendo hacer. Por lo tanto espero estar allí sólo un corto período, algo así como cinco días, y entonces hacer una larga pierna hasta Sri Lanka. Take Two y yo planeamos estar un tiempo más largo en Sri Lanka, posiblemente un mes, sin perjuicio de la guerra civil. Algunos barcos en Sri Lanka nos dicen que las cosas se ven normales, salvo que leas el periódico.

Mis compras son cada vez más previsoras. En esta pierna tengo suficientes galletitas y gaseosas, posiblemente por primera vez. Las provisiones nunca han sido un problema. Siempre tuve la mente lo suficientemente retorcida como para cargar tres carritos con las latas de la misma sopa de pollo. Pero me resulta difícil calcular las bolsas de papas fritas, galletitas, gaseosas; ya saben… cosas ricas. Esas de las cuales la dieta de un navegante no debe tener ni demasiadas, ni muy pocas.

Dormir ha sido difícil en esta pierna en razón de los continuos cambios en el viento. He puesto una alarma para que suene cada dos horas, y la mayoría de esas alertas fueron útiles. O el barco se había detenido totalmente en el agua, o había decidido volver a Darwin sin consultar al capitán, o el radar se había apagado por el calor y necesitaba un descanso de media hora. Una vez que alcance la zona de vientos constantes del este (si es que esto realmente existe) espero recuperar mi humor acostumbrado. Entre tanto, me siento un poco molesto, bajo una cantidad anormal de estrés. También mi voz ha desaparecido – hasta me es difícil hablar por radio.

20 de octubre — Día 14

Encontré el viento. Cuando comencé esta pierna estaba a la sombra del continente australiano que tapaba el viento, pero eso ha terminado. En las últimas 24 horas hice un promedio de 7 nudos (!) con alguna ayuda de la corriente favorable – ¡eso son 168 millas!

Ahora entiendo los reportes que tenía del Take Two casi una semana atrás (cuando ellos estaban aquí). En ese momento eran desalentadores – Yo navegaba a dos nudos, principalmente a motor, y ellos cada día estaban 100 millas más lejos.

Bob y Ursula me habían contado sobre Cocos Keeling (donde ahora están fondeados) –parece un lugar entretenido, una laguna de coral con un par de pueblos pequeños, buenas inmersiones. Sólo estaré allí unos días antes de partir para Sri Lanka (todavía tratando de recuperar los seis días extras en Darwin).

Luego de los diez primeros días comenzó a gustarme esta pierna, a pesar del poco viento y el encuentro con los piratas. Tengo una buena colección de libros, cuya provisión repuse en Darwin cambiando los viejos y comprando nuevos. Compre suficientes cosas ricas, no hay forma que esta vez me quede sin galletitas.

Pronto no habrá artefacto eléctrico a bordo que no haya cambiado por lo menos una vez desde que comencé a navegar en 1987. El radar se apaga de tantas formas tan ingeniosas que lo reemplazaría si pudiera. Hasta la radio Kenwood está mostrando signos de decrepitud en forma acelerada.

Mi videocassetera dejó de funcionar recientemente porque una simple gota de agua salada se hizo camino hasta la superficie de un importante cilindro pulido en su interior. Este cilindro gira muy rápido llevando con él dos sensores magnéticos que toman la señal de la cinta. La gota de agua produjo una mancha de corrosión que impide que el cilindro gire lo suficientemente rápido. Traté de pulir la mancha, pero nada funcionó. Por suerte compré una videocassetera de repuesto cuando estaba en Hawaii, el último lugar donde se podía adquirir equipamiento de televisión compatible con el sistema norteamericano.

A pesar de las fallas en los equipos estoy empezando a disfrutar más y más la navegación. De hecho, me pregunto cuán fácil me será volver a la vida normal cuando termine este viaje. Sé una cosa – cuando termine, buscaré un barco para comprar. Este barco tiene los peores interiores de madera que haya visto en mi vida en cualquier barco o casa. La madera no es duradera y prácticamente todo está encolado entre sí. Donde se utilizaron tornillos, por lo general no llegan a traspasar una pieza de madera para sujetar la otra, por lo que todo parecía estar asegurado hasta que llegué a los trópicos, donde es sabido que la cola se despega. Todos los días se caían de su lugar trozos de madera. Cuando uno o dos pedazos se caían, solía pegarlos de vuelta en su lugar, pero ahora los arrojo por la borda en manojos de seis u ocho.

El otro día una mesada se salió de su soporte. Era otro ejemplo de haber utilizado tornillos más cortos que los necesarios, y una pincelada de cola era lo único que la mantenía en su lugar. No puedo estar sin mesada así que la monté en la forma en la que se debería haber hecho desde un comienzo.

Ahora que tengo suficiente experiencia para saber cómo hay que buscar un barco, voy a buscar uno mejor. He visitado algunos barcos cuyos interiores eran íntegramente de madera, y la calidad del trabajo era obvio.

Este barco realmente tiene un interior de teca, que es la pregunta estúpida que hice antes de comprarlo, pero no toda la teca es igual. La teca antigua puede tener cientos de años de antigüedad, y ser muy dura – pero esa madera ya desapareció. Hoy en día hay viveros comerciales donde se hace crecer la teca lo más rápido posible, y tiene la fuerza del cartón

Probablemente compre un barco con un diseño más convencional que éste, por lo que no seré siempre el último barco en llegar. Este barco es lo suficientemente pesado para ser confortable en clima perfectamente espantoso, pero pago un alto precio por ello el resto del tiempo.

Mi próximo barco también tendrá que ser más grande – sólo porque en éste no puedo guardar la suficiente cantidad de velas, pertrechos y juguetes. También si encuentro a alguien con quien quiera navegar, ella deberá ser totalmente inmune a las estresantes situaciones de tener que soportar la estrechez de los espacios en este barco. La cucheta delantera está llena de cosas que no pude colocar en los armarios, por lo que no hay ningún lugar privado salvo en la cubierta.

Me hubiera gustado haber comprado un único barco, y tenerlo durante toda la vida, pero no sabía lo suficiente sobre barcos pese a todo lo que había leído antes. En diez años el interior de este barco se habrá disuelto completamente, como consecuencia de una combinación de mala madera y mala mano de obra, con las muchas goteras en la unión del casco con las molduras de la cabina.

22 de octubre — Día 16

Estoy yendo rápido. A este ritmo, debería llegar a Cocos Keeling en dos días. Ayer hice 7,1 nudos de promedio (incluyendo el efecto de la corriente). El viento es de un descuartelar por babor, de aproximadamente 15 – 20 nudos relativos, un viento ideal. Las tres velas están izadas y estuve ajustando la velocidad con el enrollador. Si tengo mucha vela izada, el barco comienza a rolar en ángulos de más de 60 grados, una situación muy incómoda, y también dura para las velas. Entonces ajusto las velas cada dos horas para mantener la velocidad justo por debajo del punto donde comienza a ponerse incómodo.

El mar se está calmando y en consecuencia mi sueño ha mejorado. Muchos sueños.

Estuve planeando mi vida posterior a esta navegación. Me voy a comprar una computadora muy rápida, de última generación e instalarle un adaptador de gráficos. Entonces voy a hacer unas muy bonitas imágenes gráficas, me invitarán a convenciones gráficas y conoceré gente interesante. Esto era algo que hacía antes de comenzar esta navegación, pero las computadoras disponibles eran lentas y caras. Las cosas están cambiando rápido en el mundo de la computación – más poder de cálculo por menos dinero.

Me compraré un barco mejor, con más espacio, apto para más de una persona, y en el verano navegaré a las islas San Juan — Invitaré amigos para salidas de una semana de duración.

Voy a llenar mi camioneta con provisiones y visitaré el desierto – o si es invierno, conduciré hasta Utah y esquiaré en algunos de los resorts que haya por aquellos rumbos.

Esos son los planes inmediatos, aquellos que no requieren grandes pensamientos. Después hay algunos como vender mi casa en Oregon y vivir en un barco, o comprar una casa en el campo, en algún terreno alto, y construir una gran estación de radioaficionado.

Hay una ventaja en navegar – los elementos de tu vida, por lo general demasiado grandes para pensar sobre ellos, se convierten en algo tan manejable como piezas de ajedrez que uno mueve en un tablero imaginario mientras navega y sueña.

Esta noche vi algo que nunca antes había visto. Estaba sentado en el cockpit disfrutando de las estrellas y la estela brillante del barco, cuando advertí algunos rastros brillantes en el agua. Luego oí emerger delfines – ¡y me di cuenta que los rastros marcaban el camino de los defines en el agua! Fui hacia la proa a ver el espectáculo. Mientras los delfines nadaban, movían el agua; esto generaba un resplandor llamado bioluminiscencia, al igual que lo hacían los corderitos y el barco. Era bastante misterioso – durante casi una hora miré el intrincado baile de seis u ocho delfines, que veía por los caminos brillantes que dejaban atrás en el agua. Tenía la sensación que podía seguir sus movimientos mejor que durante el día, cuando sólo se los puede ver cerca de la superficie.

Era como visitar un mundo de espíritus – en realidad no vi ningún delfín. Sólo oí el sonido de su respiración, y vi sus sendas brillantes. Entonces me pregunté cuánta confianza ponen los delfines en estas estelas brillantes, así como también en sus sentidos, para encontrar su camino en el mar nocturno.

9 de noviembre — Día 9, Cocos Keeling a Sri Lanka

Cocos Keeling era tan bonita que parecía un pecado dejarla. Algunas cosas eran difíciles, como conseguir provisiones, pero el ambiente y la gente hacían hasta estas cosas más agradables. Como un ejemplo, cuento:

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Como despaché mis cartas en Cocos Keeling
Una historia verídica

Nuestra historia comienza a las 5 de la mañana. Me levanto con cierta dificultad (no acostumbrado a pensar las 5 de la mañana como parte conocida de la vida) y desayuno. Pongo mis cartas y mi ropa para lavar en una bolsa impermeable. Decido usar mi traje de agua ya que el viento está soplando por encima de los 20 nudos y navegaré con mi dinghy contra el viento.

Parto en mi gomón, y navego treinta metros hasta que el motor se para. Arreglo el motor y arranco de vuelta. Estoy ansioso por llegar cerca de Home Island a tiempo para tomar el ferry a West Island donde están la oficina postal y el lavadero. Durante el cruce desde el fondeadero en Direction Island hasta Home Island, descubrí que todas las olas grandes parecían tener mi nombre escrito en ellas. Cada una de ellas viene salpicando agua sobre mi dinghy como si las hubiera invitado, y me dan un gran beso salado. Pronto estoy empapado debajo de mi traje de agua y comienzo a pensar que estaría más seco si no me hubiese puesto nada.

Mientras me acercaba a sotavento de Home Island, advierto que el viento y las olas comienzan a disminuir, y empieza a aumentar mi velocidad. Como había coral todo alrededor, me habían advertido de mantenerme en el centro del canal mientras me dirigía al muelle. Entonces me alineo con las marcas del canal y continúo navegando.

Mas o menos a mitad de camino golpeo con una formación de coral. Solo porque se quiebra el perno de seguridad de la hélice, se salva el motor. Estoy demasiado lejos para remar, también el viento todavía es muy fuerte, por lo que lanzo mi pequeña ancla y arreglo la hélice. Para esta tarea tengo disponibles la cortaplumas suiza, algunas piezas de repuesto adosadas al motor por su ingenioso fabricante y un soberbio vocabulario de gruesos insultos. Afortunadamente para mí, la dirección del viento evita que las colegialas, que están subiendo al ferry y mirando al extraño loco en el medio del canal, oigan los insultos (luego me dijeron que sí, que hay algunas formaciones de coral en el canal, pero todos las conocen y las evitan. Excepto la primera vez).

Logro arreglar la hélice. Me alejo remando de la formación de coral, prendo el motor y sigo mi camino. Aproximadamente a treinta metros del muelle se me acaba el combustible. Remo el tramo restante. Amarro mi bote, lanzo mis empapadas pertenencias a la tierra y corro al ferry, que estaba esperando.

Durante el viaje en ferry desde Home Island hasta West Island me siento afuera, ordenando mis posesiones y tratando de pasar inadvertido, a pesar que estoy completamente empapado. Desato mi bolsa impermeable, pongo las cartas en la mochila y vuelvo a guardar la ropa para lavar, la que pongo adentro, lejos de las salpicaduras.

Cuando el ferry llega a West Island salto a tierra, y empiezo a caminar hacia el pueblo, a unos seis kilómetros. A mitad de camino me doy cuenta que dejé mi bolsa con la ropa en el ferry, pero esta vez estoy tan arrobado por la belleza del lugar que me resulta difícil ponerme ansioso porque mi ropa sucia haya sido abandonada entre desconocidos. Decido que voy a despachar mis cartas, hacer algunas compras en el mercado, regresar al ferry cuando éste vuelva, tomar mi ropa sucia, y volver al pueblo. Mucho para caminar, pero también mucha belleza.

Finalmente, llego a la oficina postal. Furtivamente paso mis cartas húmedas por la pequeña ventanilla hacia ese misterioso mundo exterior. Luego retorné al ferry y encontré mi ropa exactamente donde la había dejado. Me habían contado que aquí el robo es algo sobre lo que raramente se oye, y ciertamente no la ropa sucia de alguien luego de un viaje por mar durante 20 sudorosos días.

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Hubo un día muy ventoso en Cocos Keeling, entonces saque mi tabla de wind surf. El arrecife mantenía baja la altura de las olas, pero nada se interponía en el paso del viento, así que fui muy rápido, posiblemente a más de 20 nudos. Es difícil imaginarse cómo podría haber ido más rápido. Debería colgarme del arnés con todo mi peso, la tabla moviéndose tan rápido que apenas tocaba la punta de las olas y a veces el viento tendría rachas un poquito más fuertes – Y yo debería ser empujado a través de la tabla y estrellarme en el agua. Un gran recorrido.

Esta pierna está siendo muy difícil – hasta hoy estuve muy cansado u ocupado para escribir. Hay fuertes ráfagas por todos lados, y tienen sus propios patrones locales, por lo general soplando en forma radial hacia afuera, en todas las direcciones desde el centro de la ráfaga. Asi que:
• Si paso a barlovento de la ráfaga, su fuerza se suma al viento total. “Grandes rachas”.
• Si paso a sotavento, los dos vientos a veces se anulan mutuamente en forma total. “Prender el motor”.
• Si sucede que paso directamente por una, puedo pasarme horas enteras tratando de mantener un rumbo recto en un viento de 25 nudos.

Como resultado de todo esto, la navegación y el trimado de las velas requieren de atención constante. No puedo simplemente sentarme a leer en la cabina, esperando que mi barco me lleve sólo a Sri Lanka. Realmente aquí tengo que trabajar.

Empecé en el sur, en los vientos del este, me corrí a la Zona de Convergencia Intertropical donde casi no había viento, y ahora estoy a 3 grados sur, aunque con el dominio de los vientos del Hemisferio Norte, si es que ya no estoy en el Hemisferio Norte.

Estoy navegando lo más cerca posible del viento, y aún así no puedo hacer un rumbo directo a Sri Lanka. Sólo puedo esperar que el viento cambie de dirección bastante antes de llegar allí. Take Two está navegando bastante más alejado del viento, por lo tanto más rápido, pero más tarde tendrá que corregir un mayor desvío de rumbo.

La Zona de Convergencia Intertropical es el lugar donde chocan los vientos del Norte y del Sur. Es una cercana al ecuador. El viento en esta área es variable en dirección y velocidad, y a veces directamente no hay viento – eso se llama las “calmas” y era el mayor temor de los antiguos navegantes, que a veces quedaban semanas a la deriva. También es un lugar donde se producen grandes tormentas eléctricas, ya que por lo general hace calor y los vientos son suaves – condiciones perfectas para desarrollar una tormenta.

El aire es más claro aquí que en el Pacífico, lo que permite disfrutar unos ocasos espectaculares. Creo que la bruma viene desde América – polución de largo alcance desde Estados Unidos, Méjico y Brasil, donde se está quemando la selva tropical. A veces una erupción volcánica produce una reducción global en la calidad del aire y en su claridad – cuando el Monte Krakatoa estalló en 1883, durante los siguientes inviernos en Europa las temperaturas fueron anormalmente bajas (el río Támesis se congeló) y los ocasos alrededor del globo tenían extraños colores. Pero aquí algunos días el sol cruza todo el firmamento sin que lo oscurezca una nube o bruma. Entonces retomé mi búsqueda del “rayo verde”. Supuestamente en el momento en que la parte superior del sol pasa por el horizonte, se ve un rayo verde. Tengo la certeza que yo no he visto uno, pero creo haberlo visto un par de veces – una vez en Hawaii y otra vez aquí, en el Océano Indico, pero en ambas ocasiones no fue un color verde definido, por lo que espero un ejemplo más definido antes de decidir que es real. Tengo una teoría al respecto – es en realidad una imagen remanente de color verde producida por los propios ojos y causada por mirar el sol rojo hasta que desaparece en el horizonte, regalándole el color verde, o “no rojo”.

Pero rayo verde o no, los ocasos aquí son espectaculares. A última hora de la tarde usualmente hay algunas formaciones de nubes las cuales (aparte de cuántas complicaciones puedan causarme) se transforman de una sosa masa compacta de cúmulos a las 4 de la tarde en coloridos castillos de hadas, completos, con grandes pendones colgando de cada torre y balaustrada a eso de las 6.

Y una sola mirada no es suficiente, como tampoco lo es en una sola dirección. Cada tanto se debe mirar en la dirección opuesta al ocaso, para ver rosas y rojos en las zonas que el sol acaba de dejar y entonces buscar en el horizonte su propio ocaso. He dejado de tratar de capturar en película estos episodios vespertinos – los resultados nunca se asemejan al evento real y de todas formas la cámara me distrae. Me pierdo mucho mientras trato de decidir cuándo apretar el disparador.

Ultimamente he estado pensando sobre mi experiencia de navegar, en particular sobre cómo ha cambiado. Cuando hice mi cruce desde Brookings hasta Hawaii, estaba más sólo que nunca en la vida. Podría haber gritado hasta que me estallara la cabeza, o bailar desnudo en la cubierta – me podría haber caído del barco y nadie se hubiera dado cuenta de lo que había sucedido. Completamente solo y debiendo valerme por mi mismo. Todo eso todavía es válido, pero en los meses que pasaron puedo sentir el contacto con el mundo sin perjuicio de la distancia. Todos los días hablo por radio con Bob y Ursula – compartimos experiencias y opiniones. Sintonizo la BBC y escucho los últimos eventos mundiales.

Todavía disfruto la soledad y la capacidad de valerse por si mismo del navegante en solitario, pero una parte de mí no está teniendo nada de eso, y esa parte construye conexiones a través de los rituales. Escribiendo cartas durante el viaje. Escuchando la BBC como si los eventos que describen pudieran tener alguna trascendencia para mi, navegando en el Océano Indico entre dos lugares cada uno de ellos a 700 millas de distancia. Mirando el ocaso, pensando que voy a contarle a alguien sobre esto, en la próxima oportunidad que tenga.

Estoy pensando en el punto a mitad de mi camino – la “Antípoda”, el punto opuesto a donde empecé. Cincuenta y ocho grados longitud Este es el opuesto a mi casa en Oregon, pero volveré a Hawaii antes de volver a la Costa Oeste (es más fácil de esta forma), entonces 25 grados Este es la otra antípoda, quizás la “verdadera”. Además, si pienso de esa forma, puedo tener dos hitos intrascendentes para fijarme mientras navego. En mi ruta, 58 grados es en el Mar Arábigo entre Sri Lanka y el Mar Rojo, y 25 grados será un punto en el medio del Mediterráneo.

Luego pasar mi antípoda, toda mi navegación tendrá como consecuencia llevarme más cerca de mi casa.

25 de noviembre — Apuntes sobre Sri Lanka

Antes denominada «Ceilán,» Sri Lanka parece una lágrima cayendo del subcontinente indio. No sólo no es parecido a nada en el Pacífico, sino que tampoco es parecido a nada que haya experimentado antes. Está tan densamente poblada que sólo el buen temperamento de las personas evita el caos absoluto.

Sin perjuicio de este buen temperamento, se está llevando a cabo una guerra civil, principalmente en las provincias del Noreste. Un grupo minoritario, los Tamil, ocupan el escalón más bajo de la sociedad en Sri Lanka. Están dominados por los Sinhaleses, quienes poseen la mayoría de los negocios y ocupan la mayoría de los puestos gubernamentales. En un intento separatista los grupos rebeldes Tamil atacaron iconos de la autoridad como comisarías, oficinas de correo y a cualquier funcionario que tuviera la mala suerte de cruzarse en su camino. También existen grupos rebeldes de los Sinhaleses; ellos atacan a los Tamil y/o a las autoridades designadas por ellos.

Dos días antes de mi llegada, las fuerzas gubernamentales ubicaron el escondite y mataron a un importante jefe rebelde, el Sr. Rohana Wijeweera, del JVP (Frente Popular de Liberación Sinhalés) y a otros rebeldes. Los relatos del evento varían, según algunos, Wijeweera se rindió y ofreció llevar a las fuerzas gubernamentales al escondite, pero mientras se aproximaban uno de sus lugartenientes abrió fuego, produciéndose un tiroteo que llevó a la muerte de todos los rebeldes presentes. El corresponsal local de la BBC describió esta versión de los hechos como “poco creíbles”. Circularon también otros relatos, pero el único hecho no controvertido en todos los relatos es que el cuerpo de Wijeweera fue cremado por el gobierno inmediatamente después de su muerte, sin examinarlo.

Este contratiempo para los rebeldes no parece haber disminuido el nivel de violencia. Se continuó informando sobre ataques a edificios e individuos, con las comisarías como el blanco favorito.

Por algún tiempo estuvieron en escena contingentes del Ejercito Indio, originalmente por invitación del gobierno de Sri Lanka, pero ahora se les está pidiendo un horario para su partida. Aparentemente resultó que les tomaron lástima a los Tamil y su presencia no tuvo el efecto deseado de reducir el nivel de violencia. De hecho, cada tanto aparecen noticias en los diarios locales en las cuales se informa que se descubrió un grupo Tamil con armas indias.

Leer en los diarios los relatos sobre los conflictos locales es educacional. Sólo puedo concluir que se ha establecido un estricto control sobre la manera en la que se informan las noticias – por ejemplo, luego de algunos días de confusión respecto de la situación de la viuda de Wijeweera, se informa que ella se encuentra “bajo la protección de las fuerzas gubernamentales”. Largos reportes en los diarios describen como un dogma descarrió a la Sra. Wijeweera, quien eligió un camino de cambio violento y acarreó vergüenza para su familia.

Las fuerzas rebeldes están desunidas. Los relatos sobre las divisiones entre ellos, naturalmente, están extensamente detalladas. En una historia reciente, el LTTE (Tigres de Liberación de Tamil Eelam) acusan al TNA (Ejército Nacional Tamil) de ser los lacayos del Ejército Indio, y ser provistos por él. Es difícil que esta acusación haya escapado de la atención del gobierno, ya que simultáneamente indica una división entre los grupos rebeldes Tamil y el comportamiento incorrecto por parte del Ejército Indio.

Uno sólo necesita viajar por tierra para descubrir que existen condiciones de tiempos de guerra. Los retenes detienen el tráfico varias veces entre Galle y Colombo, y los ocupantes de los vehículos son registrados individualmente. Los empleados del gobierno viajan con varios guardaespaldas. El estatus de un soldado es inmediatamente advertido por su armamento – mientras que los policías rurales pueden estar armados con viejos fusiles Lee Enfield de los días coloniales, un miembro de las unidades de elite del Ejercito de Sri Lanka lleva orgulloso un fusil soviético AK-47 tan nuevo que parece recién salido de fábrica. Pero nadie que lleve uniforme, o tenga una responsabilidad en el gobierno, viaja desarmado.

Aparte del hecho de la guerra, viajar por tierra sólo puede ser descripto como aterrorizante. La ruta es una vez y media el ancho de un vehículo, entonces cuando pasan dos vehículos, ambos deben arrojarse a la banquina de forma tal de pasarse uno al otro por fuerza centrífuga. Esta maniobra requiere bastante velocidad, ya que disminuir la velocidad es invitar a un desastre. Cada tanto un camión se estrella contra una edificación intentando esta maniobra, y uno puede ver bastantes edificaciones pulverizadas entre Galle y Colombo.

La variedad de vehículos y velocidades es sorprendente. Desde peatones, carros tirados por bueyes y elefantes, hasta grandes camiones, cada uno de ellos parece intentar pasar todos los obstáculos de ambos lados, en la ruta oscura, lluviosa, llena de humo. He llegado a ver a un perro hacer un osado movimiento hacia un auto; de hecho, los perros tienen una mirada profundamente inquieta, como si no esperaran vivir mas allá de su memoria de corto plazo. Y se ven especialmente nerviosos cuando pasan frente a un restaurante.

En mi limitada experiencia sobre el tema, el nivel de pobreza aquí es extraordinario. Me di cuenta de ello el día de mi llegada, cuando vi a los locales haciendo cola cerca del volquete de basura utilizado por los yates, turnándose para revisar la basura. Al final del día el volquete estaba vacío.

Una visita al mercado local es una forma rápida de aprender. Es más que un centro comercial al aire libre, lleno de gente luchando por sobrevivir – es un mundo que funciona en base a principios diferentes. Si uno lo desea, puede pararse y examinar detenidamente los ananás, pero es muy probable que uno se encuentre en el camino de un carro tirado por bueyes que se dirige hacia el Oeste, o de un ricksha motorizado de tres ruedas que se dirige al Este.

Veo gente moviéndose con sus mercaderías en una sorprendente variedad de formas. Haciendo equilibrio sobre sus cabezas. Tiradas por un buey que, a pesar de estar rodeado de una fantástica cantidad de movimiento y ruido, parece casi dormido. Empujado por una cortadora de pasto adosada a un carro de bueyes. Me llama la atención una bicicleta – es una pescadería completa, con varias clases de pescado fresco, una balanza, y un dueño que también pedalea.

No es coincidencia que los Sinhaleses sean los comerciantes. Sus métodos varían de lo ingenioso a lo criminal, a pesar que esto último no lo es para los estándars locales. Si alguien le ofrece ayuda para encontrar un negocio determinado, pagará un 30 % más cuando llegue allí, porque el propietario del negocio debe pagarle esa cantidad a su “guía” luego de la compra. A veces, cuando alguien entra a un negocio, descubre que es el centro de un séquito de cinco personas, donde cada uno de ellos trata de convencer al dueño del negocio sobre su participación para que uno esté allí como cliente.

El rango de la prosperidad individual hace que el mercado norteamericano parezca estéril. Desde el próspero comerciante que toma té entre las visitas de sus prósperos clientes, hasta un hombre sin piernas que, sin carro o silla de ruedas, debe arrastrarse con los brazos. Cada mediodía este hombre cruza la calle desde la sombra de la mañana a la sombra de la tarde. Cuando cruza, el tráfico no se detiene. Grandes camiones, colectivos humeantes, rickshas, carros de bueyes, bicicletas, peatones, todos ellos se desvían lo mínimo indispensable para eludirlo. Creo que le tomó dos minutos cruzar los diez metros de calle, pero a mi me pareció una hora.

Este mercado es un organismo que crece por sus propias reglas, y esas reglas son complicadas. Me apoyé sobre un mostrador de un negocio de electrónicos al aire libre, rodeado por calor y ruido y pregunté: “¿Tiene un reloj como este?. Tiene cinco alarmas”. El propietario me miró por encima de su diario. Miró mi reloj y luego a mi. Una pequeña sonrisa. “Compré cinco relojes”.

24 de diciembre

La situación política se ha deteriorado. La confianza del gobierno luego de la captura y muerte de Wijeweera se ha evaporado como consecuencia de una nueva ronda de violencia nocturna. Aquí en el sur la mayor parte de la pelea es entre facciones del JVP y grupos de vigilantes pro-gobierno. Para cubrir sus huellas, los rebeldes queman los cuerpos de los caídos en los combates, por lo general sobre una pila de cubiertas de automóvil.

Recientemente los rebeldes volaron las líneas de electricidad, por lo que en Galle no hay electricidad ni presión de agua. En el fondeadero estamos racionando el agua, recogiendo agua de lluvia con lonas y baldes, y la bahía está muy contaminada para nadar. Planeo zarpar alrededor del 5 de enero, un buen momento para el Mar Rojo.

 Capítulo 7 – Sri Lanka a Tel Aviv

16 de enero – Día 8, Sri Lanka a Djibouti

Estoy en el mar Arábigo, entre India y Africa. Después de un comienzo miserable, con el viento llegando de todas las direcciones y con todas las intensidades, a lo que se suma el intenso tráfico mercante, las condiciones ahora comienzan a parecerse más a lo que dicen las guías turísticas – viento constante del noreste, mar calmo y clima soleado. Seguramente extrañaré estas condiciones cuando llegue al Mar Rojo, una zona reportada tan difícil como esta placentera.

He estado tratando de decidir que hacer con este barco. Ayer, cuando trataba de abrir un cajón, me quedé con su frente en la mano. Quisiera estrangular al carpintero que construyó los interiores del Selene.

Quizás compraré uno nuevo en el Mediterráneo. Esto podría exponerme a barcos y precios que de otra forma no vería, pero los inconvenientes que veo son muchos. Debiera buscar el barco, comprarlo, buscar nuevos equipos e instalarlos justamente cuando debiera estar visitando los bellos lugares donde recalaré. Por otro lado, odio la idea de comprar repuestos para este barco ó hasta efectuarle un buen mantenimiento, pues sé que no lo conservaré. No tengo mi corazón en él.

Si no adquiero un barco nuevo en el Mediterráneo, lo compraré en cuanto esté de vuelta en la Costa Oeste de EE.UU. Quiero un barco que, sin requerir grandes esfuerzos, navegue a más de 5 nudos, que no tenga goteras por todos lados, un barco donde no haya agua y humedad que destruyan los equipos electrónicos (en dos años, ya llevo cuatro video reproductores), uno que no tiña de verde las superficies metálicas y de madera cada vez que el sol se esconde.

No me considero uno de esos marinos meticulosos, que para sentir que todo está bien en el mundo, tiene que tener su barco superlativamente ordenado.

Pero quedarme con medio cajón de madera en la mano cuando trato de abrirlo, ya es demasiado, hasta para mí. Las personas a las que me gustaría causarles una buen impresión, entran a la cabina y dicen (ó al menos piensan) “¿Murió un árbol aquí adentro?”

22 de enero – Día 14

He sobrepasado una de mis metas – los 58 grados de longitud este, exactamente a mitad de camino de mi vuelta al mundo desde Ashland, Oregon (122 grados oeste). Hace dos días, estando en este punto medio, he intentado escribir en mi diario de viaje, pero soplaban unos 30 nudos y todo estaba húmedo e incómodo.

Me encuentro ahora entre Etiopía y Arabia Saudita, en el golfo de Aden donde, ya próximo al Mar Rojo, me detendré por un tiempo en Djibouti para monitorear los reportes meteorológicos. Trataré de buscar un buen momento para entrar al Mar Rojo, que hasta los autores de guías de viaje más optimistas describen como un desafío y muy frustrante. También, parece que en Djibouti hay buenos comercios para mi lista de compras, ó al menos así se supone.

Les cuento otra historia náutica, solo que esta vez, y por razones que comprenderán al leerla, cambiaré los nombres de todos los involucrados.

En Darwin conocí a la tripulación de un velero llamado “Esprit”. John, su capitán inglés, buscaba gente que navegara y compartiera los gastos con él – no buscaba tripulación rentada, buscaba gente deseosa de pagar por la experiencia de navegar.

Estando en Darwin, John conoció a Jennifer, también inglesa, una zoóloga que pasaba su tiempo robándole sus huevos a los cocodrilos de agua salada. Una aclaración: Los cocodrilos de agua salada de Australia son enormes y tienen la moral de los reptiles – lo que significa que si les agradas, te comen, y si no les agradas, te cortan en pedacitos y dejan que los pájaros te coman. Así que solo se sobrevive si no les llamas la atención, exactamente como con los gobiernos… ¡Y nada los molesta tanto como que les roben sus huevos!.

Cuando visité la casa de Jennifer vi una fotografía suya sosteniendo en alto dos grandes huevos de cocodrilo, mientras dos asistentes hacían guardia con unos remos. La idea de los remos, es que si se le pega a una mamá cocodrilo en la nariz, quedará atontada por un breve instante, posibilitando el escape. Si esta estratagema fallaba, Jennifer podía extraer el revólver Magnum 44 que descansaba notoriamente en su cintura.

Como fuese, John conoció a Jennifer y en breve tiempo eran pareja. Era por todos conocido que Jennifer navegaría en el barco de John apenas obtuviera su visa de residencia australiana.

John también conoció a Linda y Philip, dos canadienses del área de Vancouver, que arreglaron para unírsele.

Linda es una belleza de 19 años, una de esas personas que me hacen dudar de la frase de Einstein que dice “Dios es imponderable, pero no malicioso”. Atraía la atención de todos los hombres en cualquier lugar que estuviese.

En vísperas de Año Nuevo, Linda me involucró en una seria charla persona-a-persona, ayudada y favorecida por el alcohol consumido, en la cual me reveló algo que no se me hubiese ocurrido nunca: encontraba repugnante el sexo.

Consideren ahora mi situación: es víspera de Año Nuevo en una bella playa de Sri Lanka, estoy en medio de una conversación con una muy hermosa jovencita y yo, aunque predispuesto a pensar, es sabido que de tanto en tanto, la necesidad de responder a ciertos imperativos llamados químicos es más fuerte que la mente. Posibles respuestas tontas acudían espontánea e incontroladamente a mi mente: “Hasta ahora te han estafado. Conmigo será diferente, cariño…“No puedo darte una respuesta a esta distancia, necesito estar más cerca de ti…” y así, una tras otra. Pero ninguna de estas réplicas se abrió camino desde mi mente hasta la lengua, por la simple razón de que no estaba tan ebrio como todos los que me rodeaban. Luego la charla tomó otros rumbos, pero por dentro yo seguía pensando en blasfemias como “Dios… ¿Cómo pudiste crear esta belleza y dejar fuera un elemento tan importante?” Por un momento, sentí simpatía por Philip.

Pero me voy por las ramas … Estaba contando una historia sobre el Esprit.
Finalmente, Jennifer decidió unirse al crucero, aún no teniendo su visa de residencia. Los dos canadienses no tenían ningún problema de agenda y estaban listos para partir. John sumó a la tripulación a Kent, un australiano con experiencia en navegación. Y también una gata que, cada atardecer correría de una punta a la otra del barco con apariencia de abandono.

Recordarán que cuando yo partí de Darwin tuve que volver por una rotura en el estay proel. También recordarán que estaba ansioso por partir nuevamente porque la temporada de tifones del hemisferio sur estaba por empezar, así que reparé mi barco lo más rápido que pude y solté amarras de nuevo. Bueno, cuando yo partí, el Esprit estaba aún allí, esperando por algunos repuestos.

La cuestión es que esperaron otra semana, luego navegaron pausadamente a Christmas Island y después se dirigieron a Sri Lanka. Pero por entonces ya había empezado la época de clima peligroso y, con bastante certeza, en la primera semana de esta estación, los tifones convergen en la zona que el Esprit navegaba… La tormenta les llegó con 60 nudos de viento, luego se corrió un poco, viró de nuevo y los impactó otra vez, todo en un período de cinco días.

Eventualmente, el Esprit llegó a Sri Lanka, pero en las peores condiciones y en un estado lamentable. John comenzó a planificar la siguiente pierna del crucero, pero había cierto grado de amotinamiento en su tripulación. Aparentemente, John es perfeccionista, un crítico interminable ó algo así. Uds. saben — una historia de capitán exigente.

Durante las cuatro semanas en Sri Lanka, las cosas fueron más allá de un refunfuño. Primero Kent cayó enfermo y voló a Inglaterra para ser operado, cosa que lo descartaba para continuar con la travesía. Después Jennifer decidió que después de todo John no era su príncipe dorado en un caballo blanco, y lamentó haber abandonado su plan original de ir a Australia y, en particular, no haber esperado a obtener su visa de residencia. Fue cuando conoció a Roger (dicho con acento francés: “Rroyé”), un cariñoso y gentil marino francés, y decidió continuar viaje con él. Confieso haber discutido con Jennifer a favor de Roger, sobre todo luego de escuchar algunas de sus historias sobre John. Pero yo no soy un reportero – puedo entrometerme. La decisión de Jennifer fue crítica para los canadienses – no abonarían ellos los gastos compartidos solo con John y partieron por avión a Tailandia.

Esto solo dejó como tripulante a la gata. De cualquier manera, John había planeado dejarla en Sri Lanka. Me la ofreció a mí, pero no se la acepté – pensé que podría eventualmente caerse al agua y yo me sentiría horrible. Mis amigos Bob y Ursula estuvieron de acuerdo en llevarla con ellos.

Ayer, durante nuestra diaria charla por radio, Bob me contó que la gata cayó al agua. En un momento de aburrimiento y frustración, pegó un salto para treparse al tangón, un movimiento del barco lo desacomodó y la gata cayó al agua. Bob y Ursula arrojaron el salvavidas circular y viraron para volver, pero no pudieron encontrar a la gata. Toma una sorprendente cantidad de tiempo virar en redondo un velero, y un gato es un objeto pequeño en el agua. Además, y con raras excepciones, el felis domesticus no nada muy bien…

Así que aquí están los actores de mi pequeña historia, ahora dispersos como hojas que lleva el viento, Kent en una guardia postoperatoria en un hospital de Inglaterra. Philip y Linda posiblemente teniendo alguna historia en algún lugar de Tailandia. Jennifer navegando con Roger (recuerden decirlo en francés), a esta altura probablemente descubriendo que todos los capitanes tienen algo en común y que, despues de todo, el caballo de Roger tampoco es tan blanco. John que después de ser abandonado por su tripulación vino de visita al Selene para hablar, de manera alarmantemente humilde, sobre que en su personalidad hay supuestamente algo que impulsó a su tripulación a abandonarlo. Y el gato, el más dinámico y seguro de todos nosotros, ahora durmiendo en el estómago de un gran pez.

27 de enero – Día 17

Mi receptor Loran ha comenzado a funcionar. No descubrí que había aquí un sistema Loran hasta que alcancé a oír la señal mientras jugaba con mi radio de onda corta. Así que encendí mi receptor Loran y ¡Voila! Esto es un buen augurio para el cruce del Mar Rojo – puedo emplear la posición continua del Loran para evitar las orillas y timonear entre el tráfico de mercantes. Otra ventaja del sistema, es que da la velocidad y dirección real, “sobre el suelo”. Una corredera ó medidor de nudos normal, indica la velocidad del barco sobre el agua, pero no puede computar la deriva por la corriente oceánica.

Aquí la gente se ve muy bien y es interesante. Las mujeres visten largos vestidos de bellas formas y colores. Gente cosmopolita, amigable.

Con Bob y Ursula rentamos un automóvil y manejamos a través de un hermoso desierto. En cierto lugar, una fila de camellos estaban siendo cargados con sal de una salina. En otro, un viento geotermal soplaba humo sobre un paisaje lunar de lava.

15 de febrero – Día 11, Djibouti a Puerto Suez

He fondeado en Marsa Fijab, una pequeña bahía en Sudán, sobre el lado oeste del Mar Rojo. La principal razón de mi arribo aquí fue ejecutar una lista de reparaciones, pero el entorno es de tal belleza que es imposible simplemente pasar.

Veo desierto y montañas mirando al oeste desde mi barco. Algunas dunas de arena han sido sopladas contra la base de las montañas que están completamente secas, sin signo alguno de vegetación y están coloreadas con tintes marrón. Recién después de maravillarme por un tiempo con el paisaje, caí en cuenta que probablemente estaba viendo más allá de 100 millas. El aire no siempre es claro en el Mar Rojo, pero cuando el viento retrocede el aire queda limpio, sin suciedad suspendida, y no hay polución que limite la visión.

A excepción de algún que otro camión del ejército de Sudán, la ruta de la costa está completamente en silencio. En este momento no hay viento – son las 11 de la mañana y la brisa de tierra de las horas nocturnas, aún no ha dado paso a la brisa de mar de la tarde. Disfruto de la calma después de dos semanas de una navegación con mucho viento, casi siempre en contra.

Es una forma distinta de navegar – más como se supone que sea en el Mediterráneo. Puedo navegar por un par de días y, si hay demasiado viento ó solo deseo dormir sin interrupciones, puedo recalar por un tiempo en la costa oeste.

Muchas cosas están siendo dejadas en espera del Mediterráneo. El motor diesel está en muy mal estado, de hecho es probable que me tengan que remolcar en el cruce del canal de Suez. He pasado por todo lo usual tratando de repararlo, pero sin suerte – es solo que no entrega más la suficiente fuerza.

La navegación con vientos contrarios ha significado también bastante escora, y esto ha revelado más deficiencias del barco. Una bocina sobre la carroza no está lo suficientemente alta, así que cuando el barco escora de su lado, el agua entra por allí hacia el baño, de allí se escurre por el techo y entra en varios gabinetes donde están guardadas todas las cosas que supuestamente deben mantenerse secas. También los drenajes de la cocina están muy bajos, permitiendo que el agua surja por allí con escoras de 30 grados ó más. Es algo totalmente estúpido que alguien diseñe un velero que escora cuando navega, y no contemple las consecuencias de esto.

Me he acostumbrado a recordar cuales son los gabinetes que pueden humedecerse. Ahora tengo una corta lista de lugares que no se mojan – a todos los restantes entra agua con mar agitado ó con lluvia.

Cuando se viaja hacia el norte por el Mar Rojo, el viento es de proa, por lo que navegar aquí a vela requiere de una buena planificación, a pesar de lo cual, algunas frustraciones no pueden ser evitadas. Por ejemplo: Algunas veces el viento sopla no tan de proa y entonces se puede hacer un borde hacia el lado contrario, logrando una mejor velocidad real hacia el destino, pero eventualmente se llegará cerca de la costa y se deberá virar hacia el borde menos favorable, en el que literalmente estará retrocediendo.

Viendo esto, mi nuevo plan para este cruce es fondear cuando el viento sea de más de 20 nudos – ya que es muy difícil navegar eficientemente con vientos de proa superiores a esta intensidad. Aparte, hay muy bellos lugares y, por motivos climáticos, no deseo llegar al Mediterráneo antes de Abril.

23 de febrero – Día 19

Llevo recorridos dos tercios del Mar Rojo. Esta será la más larga navegación que he emprendido hasta ahora, y también la de menor distancia efectiva. El motor diesel está cada vez peor, ahora apenas si funciona y la línea de eje se ha desprendido cada vez que he intentado repararlo. Así que, al cabo, es como que no tuviese motor. Cuando fondeo, debo hacer toda la maniobra de aproximación y partida a vela.

Como descubrí esto es una historia en sí misma — otra más en mi colección de “Historias de Fondeo”. Una tarde ingresé a Marsa Abu Imama, en Sudán, para efectuar algunas reparaciones y descansar un poco. Pude ingresar a vela sin ningún inconveniente, con viento por la aleta de estribor, bajé vela y eché el fondeo en un pequeño arrecife.

Entonces reconecté la línea de eje al motor y apreté bien los tornillos. ¡Si solo hubiese podido saber cuanto tiempo me llevaría todo este jueguito y que poco resultado daría!. Pero me pareció seguro y lo quise probar. Así que, como un tonto, icé el fondeo y traté de dar unas vueltas a motor por el lugar. En no más de 90 segundos, el eje se salió completamente de su acople. Y ahí quedé, mirando estupefacto, mientras derivaba en una pequeña bahía muy ventosa, sin motor y sin velas…

Comprendí que debería navegar a vela y con viento en contra, hasta el fondeadero del otro lado de la bahía. Desenrollé un poco de foque y traté de virar el barco hacia el viento, pero no pude mover la caña del timón – ¡el eje había caído hacia popa trabando la pala!. Así que no solo estaba en una pequeña bahía ventosa sin motor y sin vela, sino que tampoco tenía timón… Pensando rápidamente, enrollé todo el foque, para disminuir el avance del barco, y salté a la cabina.

Removí la tapa del motor y repté buscando el extremo del eje. Pensaba tirar del eje hacia proa para desatascar el timón y sujetarlo luego con algo, pero se había deslizado tan hacia popa que no llegaba a sujetarlo para tirar de él. Ya en pánico, con el barco derivando cerca de los arrecifes de la costa, me arrojé al agua y empujé la hélice hacia proa. Salté de nuevo a la cabina, empapado como estaba repté de nuevo sobre el motor buscando el eje, lo encontré, tiré de él, lo calcé en su lugar y apreté los tornillos de agarre lo mejor que pude pero a mano.

Volví a establecer velas, pero esta vez la mayor con dos manos de rizo y una pequeña porción del foque y empecé a tirar bordes hacia el fondeadero.

Cuando finalmente llegué al lugar elegido, tomé precauciones para no terminar sobre los arrecifes. Solo necesitaba encontrar un lugar con unos 20 pies de profundidad, bajar la vela mayor, enrollar el foque y correr a proa para soltar el fondeo. Nada más que eso. Pero bajar la mayor y enrollar el foque, agotado y aterido como estaba, me llevó demasiado tiempo. Tiempo en el que la estropada me llevó demasiado próximo a los arrecifes y hube de abortar la maniobra, debiendo izar 120 pies de cadena y fondeo, volver a izar con desesperación las velas y alejarme para poder volver a intentarlo, esta vez con éxito.

En esos momentos, todo lo que podía pensar era en salvar el barco, pero después pensé que estaba en un país donde se desarrollaba una encubierta guerra civil, y que los soldados que me miraban desde la ruta de la costa podrían haber tenido un interés más que académico en mi barco y en mi mismo. No tenían ningún medio de llegar hasta mi por agua, pero si me iba contra la costa no necesitarían ninguno…

A medida que pasa el tiempo, ¿no se van volviendo cada vez más interesantes mis historias de fondeo?

Esta navegación está resultando mucho más riesgosa de lo que estoy acostumbrado. Si se muere el viento, cosa que no es infrecuente, no tengo forma de quitarme del medio del camino de los muchos cargueros que hay en estas aguas. Y el Golfo de Suez es más pequeño y con más tráfico de mercantes que el Mar Rojo. Tel Aviv es el lugar más cercano donde puedo hacer reparaciones, por lo que podría tener que ser remolcado por el Canal de Suez y después navegar el resto del camino a vela, todo sin emplear motor.

27 de febrero – Día 23

No tengo viento suficiente para entrar al golfo de Suez, así que entré a Hurgada, un lugar en la costa de Egipto. Estaba esperanzado de poder reconectar el eje al motor para poder navegar cuando no tuviese viento para hacerlo, pero el acople está demasiado gastado y no soportaría el trabajo más que por unos pocos minutos.

Pero bueno, estoy feliz de haberme detenido aquí – hay algo acerca de este sitio. Primero, la aproximación a tierra es una serie de bahías poco profundas, protegidas del movimiento del Mar Rojo pero compartiendo con este los movimientos de marea, lo que da por resultado una rica fauna marina y también aguas claras. El coral es hermoso y lleno de peces por todos lados. Puedo ver mi ancla clavada al fondo en 30 pies de profundidad.

En este momento, Hurgada se ve como un paisaje de cuento de hadas, una fila de luces debajo de un claro cielo pleno de colores del anochecer y una fina luna en cuarto creciente. Me hubiese gustado visitar la ciudad, pero es demasiado grande el riesgo de aproximarme sin tener motor – el viento podría desaparecer en cualquier momento, dejándome a merced de la corriente de marea.

1 de marzo – Día 25

Ayer, el motor diesel se detuvo por completo – la bomba inyectora no funciona más – y no he encontrado ninguna forma simple de remediarlo para que dure un poco más. La bomba inyectora es la cosa más simplemente compleja en un motor diesel. Y nunca hasta ahora me había tocado separarla del conjunto. Para decirlo de forma sencilla, se me presenta una nueva situación, una que no había vivido nunca hasta ahora. Cuando no hay viento, me detengo. También, ahora que no puedo recargar las baterías con el motor diesel, las únicas fuentes de electricidad con que cuento, son el generador eólico y los paneles solares, por lo que tendré que ser cuidadoso en el empleo de las baterías. Si por la noche sopla menos de 18 nudos, no puedo hacer funcionar el radar y tengo que dormir en el cockpit, levantándome a intervalos para controlar posibles peligros en mi derrota. No puedo tampoco hacer noche en algún fondeadero protegido, pues sin motor no puedo arriesgarme cerca de la costa y efectuar las maniobras necesarias para fondear.

Estoy ahora en el Golfo de Suez – finalmente terminada la parte de Mar Rojo de esta travesía. Este golfo es estrecho y está repleto de cargueros y plataformas petrolíferas, por lo que deberé ser especialmente cuidadoso, siempre vigilante.

Ayer decidí fondear y dormir bien, en lugar de intentar otra noche de alternar navegación y sueño, sin poder hacer ninguna de las dos cosas como se debiera. Decidido esto, me dirigí a Tor, una ciudad egipcia de la que había escuchado que tiene un lindo puerto. Pero justo antes de la caída del sol el viento literalmente desapareció y quedé boyando.

Enrollé las velas y me senté a esperar. Al oeste, el sol se ponía tras una fila de plataformas petrolíferas, cada una de ellas iluminadas por muchas luces, y cada una también con un mechero encendido donde se quema gas natural. Una exhibición alucinante. Todo bajo una luna creciente que parecía cincelada en hielo por un escultor. La ciudad de Tor al este, en el límite de un desierto que asciende suavemente por las laderas del Monte Sinaí, muy rojo en el anochecer. El Monte Sinaí, no importa como se lo imaginen, es muy escarpado y seco.

Pensé: “Esta tiene que ser la antípoda de mi viaje – el verdadero punto opuesto de mi entorno natural. ¿Qué podría ser más diferente de Oregon que estar a la deriva en un paisaje bíblico, rodeado de un grupo de aliens mecánicos, que parecieran abrirse camino pesadamente iluminando su paso con antorchas humeantes?

Por ciento que no me gustaría que la deriva me arrimara a la costa ó una de esas plataformas, donde podría golpear mi quilla contra una de las tantas cañerías submarinas de gas. Podría explotar y hacerme volar por los aires.

Y me preguntaba: “¿De verdad quieren, juntar todo ese petróleo de manera tan inexorable? ¿Qué utilizarán sus nietos para encender sus lámparas?”

Más tarde, apareció algo de viento pero ya estaba muy oscuro para aproximarme a la costa y fondear, así que icé velas y me desplacé lentamente entre esas bestias enormes. Pasando entre estas grandes fábricas flotantes, me parecían como grandes castillos feudales de la época medieval, solo que flotando, con tantas luces como una pequeña ciudad, rugiendo su antorcha flamígera. Realmente infunden respeto, tal como lo hacían los castillos en la antigüedad: “El que allí vive y trabaja, no es un humano cualquiera…”. Todo, por supuesto, mera ilusión, que no sobrevive al paso de los años.

12 de marzo – Puerto Suez

He estado muy ocupado desde mi arribo a este puerto. Primero me desayuné con que no sería remolcado a lo largo del canal, al menos no muy pronto ni a un precio razonable. Después vi que tendría que reparar yo mismo la bomba inyectora del motor, pues aquí no hay ningún mecánico lo suficientemente calificado como para hacer un trabajo confiable. El manual del motor enfatiza en que solo “personal idóneo” desmonte la bomba del motor, pero bueno, no tuve ninguna otra opción.

¿Cómo fue hacer esta reparación? Les diré: Traten de imaginarse tener que trabajar en un antiguo reloj mecánico suizo lleno de petróleo sucio… Cuando terminé con la reparación, todo el barco estaba cubierto con una capa de grasa del cárter, y también yo. ¿Alguna vez les conté que no soy racista? Pues esta vez, ningún hombre de color hubiese estado más oscuro que yo. El problema había sido que algo de suciedad había atascado uno de los pistones en su cilindro. Pretendía remover la suciedad sin dañar ninguna de las piezas de metal, así que utilicé pasta dentífrica con un cepillo de dientes, y la cosa funcionó.

Ahora ya dispongo de motor, aunque no tiene mucha fuerza, solo funciona bien a muy bajas revoluciones. Seguí averiguando por un remolque a lo largo del canal, pero sin ningún resultado (simplemente: no se puede transitar por el canal solo a vela). Así que volví a encajar el eje al motor, ajusté todo lo más que pude, hice una genuflexión y anuncié que estaba listo para partir. El acto de un hombre desesperado.

A la mañana siguiente, con viento en contra de 20 nudos, lo que debe haber sido el más penoso barco de que se tenga registro, trató de abrirse camino por el canal de Suez. Avanzaba a unos 1.5 nudos, con el motor recalentando y yo muy frío. Después de solo siete kilómetros, que me parecieron 700, el eje se desprendió de nuevo y fui tomado a remolque — ¡Pero de vuelta a Suez!

Esto fue hace cuatro días. Desde entonces, he tratado de entender el motivo por el cual el motor no tiene fuerza. El “mejor mecánico local” hizo una aparición por el barco, pero después, de dos horas de esfuerzos, no hizo otra cosa que sugerir que el motor necesitaba ser reacondicionado.

Entonces, alguien de otro de los barcos me preguntó si había revisado los conductos de escape. Y no, nunca lo había hecho. Igualmente, me dijo que probablemente no sería esa la solución, y que sería algo bastante complicado de revisar, pero ya que no sabía yo que más hacer… Removí un codo del conducto que debe haber estado allí desde que se construyó el barco y lo examiné. Ambas bocas estaban bien, solo tenían una fina capa negra de carbón. Pero me estaba quedando sin ideas de cómo arreglar el problema, así que en mi desesperación, traté de pasar agua a través del codo. ¡Estaba completamente bloqueado!

Después de mucho bregar para limpiar lo que fuera que lo obstruyera, saqué una enorme cantidad de carbón. Después rearmé todo y probé el motor. Funcionaba perfectamente, mejor aún de lo que nunca recordaba. De hecho, este carbón se estaba ya generando en ese codo del escape, cuando compré el Selene en 1987, y mis quejas sobre el funcionamiento del motor, la hélice, y como el barco era demasiado pesado para el motor que tenía, habían sido causados por esta falla oculta que no había descubierto antes.

¿La moraleja de la historia? Hay que hacerlo uno mismo. Nadie, no importa cuan experto sea ó cuan bien pagado esté, descubrirá hasta la falla más trivial, y la solución más cara será la que aplicará primero. De hecho, he estado consultando mecánicos desde el mismo día que adquirí el barco, y he gastado mucho dinero comprando un montón de repuestos caros, e innecesarios, porque nadie descubrió esta falla – el equivalente mecánico de una constipación.

Cuando partí de Oregon, lo hice cargando un muy escaso conocimiento acerca de motores diesel – después de todo, el Selene es un velero – pero ahora, tras 27 días de navegar todo el Mar Rojo sin motor y permanecer varado a la boca del canal de Suez, estoy a medio camino de convertirme en un mecánico bastante decente. Y todo por la necesidad: O reparaba yo mismo el motor, o me tenía que hacer ciudadano egipcio.

Así que ahora estoy a la espera de un nuevo acople para el eje, construido localmente, después de lo cual podré intentar de nuevo cruzar el canal de Suez, pero ahora con un motor que funciona normalmente y con una línea de eje que no se desprende a cada rato.

Una tarde fui a visitar El Cairo, acompañado por el hijo de mi Agente (todo barco que llega a Egipto, incluyendo los yates deportivos, tiene que tener un agente que lo represente ante las autoridades). Fuimos a un club social, bebimos té egipcio y jugamos dominó. Mientras estábamos jugando, me contó algunas cosas de Egipto que no sabía hasta entonces: Muchos egipcios recuerdan a Anwar Sadat como uno de los más grandes líderes de todos los tiempos, cosa que yo tenía la idea de que no era muy querido por su propio pueblo, algo que reafirmaba el hecho de haber sido asesinado por un grupo disidente del ejército. Pero cuando así se lo dije, me preguntó si el hecho de que John Kennedy fuera asesinado por Oswald, un antiguo U.S. Marine, significaba que no era querido por los estadounidenses. En honor a la verdad, era un punto de vista que no se me había cruzado por la mente.

Al Día siguiente

Egipto ha sido una experiencia torturante – Podría haber partido de aquí hace 12 días, remolcado por otro yate, pero las autoridades egipcias del canal Suez hace mucho que supusieron que este tipo de remolque podría reducir las ganancias de sus remolcadores, por lo que han prohibido que un yate remolque a otro, a menos que sus cascos sean de distinto material, y luego, para cerrar otra posible fuga de divisas, han reglamentado que todo remolque debe obligatoriamente ser de retorno al punto de partida, sin importar cuan cerca el remolcado esté del otro extremo del canal. Finalmente, es prácticamente imposible conseguir ser remolcado a lo largo de todo el canal, y de conseguirlo esto cuesta unos US$ 4000.

Es imposible conseguir ningún repuesto y es muy difícil hacerlos construir aquí. Después de dos intentos fallidos, tengo ahora un acople razonablemente bueno – tuve que hacer unos detallados dibujos y vigilar de cerca el trabajo del tornero que lo hizo (que afortunadamente era de primera).

El Take Two y otros barcos europeos con los que he estado compartiendo el viaje, y con los que mantengo frecuentes contactos por radio, están ahora en Tel Aviv mi próximo destino–Pienso que cuando llegue a esta ciudad deberé sacar mi barco del agua para pintarlo nuevamente. También tengo una larga lista de reparaciones que podré efectuar allí.

16 de abril –Tel Aviv

Esperaba que para esta fecha ya el barco estaría en tierra listo para ser pintado, pero han pasado dos semanas y por diversos motivos aún sigue en el agua. Hace unos días, el cable de la grúa se partió y dejó caer al agua un barco que estaba bajando al agua, esto, por supuesto, me quitó mucho del entusiasmo que tenía por hacer pintar el Selene. De paso: cuando el barco cayó de la grúa, fue a parar al agua y golpeó su quillote con el fondo. El dueño prefirió no levantarlo a tierra para revisar algún posible daño (habrá temido que lo dejaran caer nuevamente) y en cambio partió a Chipre. Ayer, con bastante gente a bordo, la nave se hundió, afortunadamente sin que hubiese víctimas, pero el seguro no le reconoce ningún pago pues dice que no verificó algún posible daño tras la caída de la grúa.

Pero estoy divagando. Cuando finalmente tuve el barco en tierra, izado por otra grúa, ví una enorme marca en una de las bandas, debajo de la línea de flotación. Recuerdo haber golpeado duramente contra algo mientras navegaba en el Indico, probablemente un container que flotaba casi sumergido, pero inspeccioné el barco por dentro buscando posibles daños ó vías de agua y no hallé ninguna. Luego había buceado por el casco y encontrado una zona golpeada, pero esto solo había aumentado mi ansiedad por sacar el barco a tierra. Ahora, viendo el lugar del impacto, con el hundido casi una pulgada hacia adentro, con tres rajaduras que parten de allí y se extienden por casi 8 pulgadas, compruebo que la ansiedad estaba plenamente justificada. Creo que no se abrió un rumbo importante, solo porque el impacto fue en la amura, a centímetros de la proa, uno de los lugares donde el casco está más reforzado. Así que ahora he redescubierto mi amor por este viejo, pesado y lento barco mío, a pesar de todo lo que pueda molestarme de él.
 
Capítulo 8 – Tel Aviv al Caribe

Larnaca en Chipre fue mi primera parada después de Israel. Fue una de esas prosaicas experiencias náuticas en la que uno sueña con una ciudad donde podrá encontrar todo tipo imaginable de negocios y repuestos que pudiera desear, pero que cuando finalmente arriba allí no hay nada de nada.

Me habían contado que en Larnaca encontraría una buena velería… Afortunadamente había decidido hacer reparar mis velas en Tel Aviv, por eso de “Más vale un pájaro en mano…”. Por supuesto, no había ninguna velería, ni buena, ni mala.

También me dijeron que aquí encontraría un representante de los motores Yanmar Diesel, ya en Egipto me lo habían recomendado, así que preparé una larga lista de las partes que necesitaría para terminar de reparar el acople de la línea de eje, y también de todos aquellos repuestos que deseaba tener abordo. Cuando llegué a Larnaca encontré en una guía el número de teléfono del “agente Yanmar”. Después de mucho lidiar, descubrí que no tenía negocio, ni repuestos, ni menos aún conocimientos del motor Diesel. Si uno se llega un día en particular, a un sitio en particular y el “agente” tiene tiempo, podrá encontrarse con él allí. Entonces, solo si se tiene el número ó código de la parte deseada, él tomará su dinero, ordenará las partes a Japón y unos noventa días después le despachará (a su cargo) lo que reciba. Aunque yo hubiese deseado hacer esto, no tenía los números ni códigos de las partes que necesitaba ni tampoco un manual donde obtenerlos, y ciertamente no deseaba pasar noventa días en Larnaca.

Entregué mi balsa salvavidas a un negocio en la marina cuya publicidad los anunciaba como un service habilitado para la inspección. Solo para caer en la cuenta que la inspección de la balsa se realizaba en otra ciudad (Limassol), con un programa de trabajo muy relajado. Quedé varado una semana más de lo previsto, tratando de recuperarla.

Y no contaré mi odisea cuasi épica cuando, con tripulantes de otros barcos, alquilamos algunas motos para efectuar algunos recorridos por Chipre… Aún se me erizan los pelos de la nuca al recordar los problemas mecánicos y eléctricos sufridos por el armatoste que me dieron. Para muestra: La agencia entrega las motos con solo una cucharita de té de combustible, justo lo necesario para que uno quede fuera de su vista. Hube de empujar una hermosa, confortable y GRAN moto Honda 650, por más de dos kilómetros hasta una estación de servicio donde llenar el tanque.

1 de junio – Finike, Turquía

He llegado aquí tras dos días de navegación desde Chipre. No tenía intenciones de detenerme en Turquía, pero algunas personas me han contado maravillas de este país, por lo que decidí el cambio de itinerario, cosa de lo que estoy feliz, pues el viento ha comenzado a soplar con fuerza de temporal (unos 45 nudos) al poco rato de yo entrar a puerto. Justo a tiempo para quedar a buen resguardo.

Aquí, un cierto número de gente aprovecha sus conocimientos de la formidable burocracia turca, y del tiempo que aquí lleva hacer todos los trámites necesarios al arribo. En la marina hay taxistas que, por unos cuatro dólares norteamericanos, lo hacen pasar a uno muy rápidamente por varias oficinas donde también hacen de intérpretes, con lo cual todo el proceso lleva aproximadamente una hora y media, lo que es muy por debajo de la media en estas partes del mundo.

Me vuelven loco las costumbres en práctica en el Mediterráneo para fondear y amarrar. Cuando arribé esta mañana, en lugar de tratar de deslizarme entre los barcos para llegar a una marina, decidí anclar detrás del rompeolas en un sitio más bien alejado de los muelles. Más tarde, cuando el viento aumentó su intensidad, todos los barcos regresaron a puerto juntos y trataron de ingresar en sus respectivas amarras. Hubo algunas colisiones, mayormente porque el viento complicaba cualquier maniobra que se intentara. Como imaginarán, no es agradable escuchar los cascos golpeándose entre si, ni ver los mástiles azotando el aire de un lado para otro como látigos, pero una cosa es verlo con el barco alejado del pandemonio, y otra cosa muy distinta debe ser estar allí en medio.

No permaneceré aquí el tiempo suficiente como para armar y lanzar al agua mi bote inflable con su pequeño motor fuera de borda, así que utilicé el auxiliar rígido para remar a la costa en busca de combustible y vituallas, en medio del asombro de los marinos locales, que pasean entre las marinas y raramente emplean un bote. Mi nave está completamente sola en la parte más alejada de la bahía – y espero hallar lugares como este en todas mis escalas en el Mediterráneo. Creo que la tranquilidad vale la distancia extra.

5 de junio

Acabo de pasar un par de días en un lugar llamado Kale Koy, un área dominada por un castillo que está en la cima de una colina. Hay dos pequeñas ciudades separadas por una bahía. Una debajo del castillo y la otra más protegida del viento. Como a mi llegada el viento era de unos 35 nudos, me decidí por el área protegida del viento. Al día siguiente hice una excursión por los alrededores del castillo.

Después de trepar a la cima de la colina y sentarme en las ruinas del castillo, traté de imaginar quién lo había construido y el porqué. No puedo imaginarme que lo hayan hecho como un proyecto para fines de semana, para alguna aventura amorosa – debe haber habido algún grupo que deseaba proteger sus bienes ó sus vidas amenazadas por algún otro grupo. Imaginé que por lo escarpado del terreno, el “otro grupo” necesariamente debiera ser gente proveniente del mar. El castillo tiene muros altos y un enorme espacio interior, pero no tiene ninguna construcción muros adentro, así que pensé que durante un ataque, la villa entera se refugiaría temporariamente allí.

Debajo de los muros del castillo, muchachas turcas reman en botes de madera entre la villa y los barcos fondeados, ofreciendo en venta una gran variedad de coloridos chales y chalinas. Invariablemente visten con pantalones y camisas de brillantes colores, y son todas bellas. Cuando terminan con uno y se alejan remando, uno puede ó no haber comprado una chalina, pero con toda seguridad tendrá el corazón roto.

He advertido que aquí la mayoría de los yates son alemanes, así que estoy nuevamente usando algo del alemán aprendido con Ursula y Bob. También era mucho más que probable que los turcos que conocí entendieran algo más de alemán que de inglés, así que finalmente terminé empleando también con ellos este idioma.

Preguntado que hube sobre la preferencia turca del alemán sobre el inglés, me contaron que esto ya viene de los lejanos días de la Primera Guerra Europea, cuando los turcos fueron aliados de Alemania. La historia cuenta que en agosto de 1914, un buque de guerra alemán escapó de sus perseguidores británicos y se refugió en Estambul. Parece que los perseguidores, pensando más en términos militares que diplomáticos, no entendían el porque de que el buque alemán se dirigiera a toda máquina hacia el este, en lugar de hacia el oeste donde lo esperaban. Para el momento en que descubrieron la verdad, el alemán ya estaba en Turquía que le brindaba puertos seguros y, más importante aún, le franqueaba el paso hacia el Mar Negro, desde donde podían fácilmente atacar a los rusos desde una dirección que no se esperaban. El terrible ataque y destrucción de Gallipoli fue un tardío intento de los británicos para deshacer el daño que ya estaba hecho. Pero los burlados perseguidores también necesitaban un chivo expiatorio del fiasco, que terminó siendo el Primer Lord del Almirantazgo, un joven de nombre Winston Churchill.

Hoy estoy en Kas (que se pronuncia “kash”), mi última escala en Turquía. Es una ciudad un tanto impresionante, a pesar de no tener un castillo medieval en ruinas. El terreno se eleva casi vertical detrás de la ciudad, y algunos cementerios están tallados en los acantilados, a gran altura sobre ella. Cuando vi esto, pensé que es cosa de creer que los fallecidos habían ido al cielo, pero no podía ni imaginarme lo que habría sido llevarlos hasta sus moradas a mitad de los riscos.

17 de junio

Ya llevo cerca de dos semanas en Rodas, en una escala que planeaba de dos días. Me dijeron que aquí había un representante de la marca de mi piloto automático y, como siempre, no hay ningún representante en ningún sentido de la palabra. Pensé que simplemente podría adquirir nuevos motores eléctricos y poner nuevamente en condiciones de servicio ambos pilotos automáticos.

Una breve aclaración: el piloto automático es el que puede timonear el barco por si solo, con solo fijarle un rumbo determinado. Sin este instrumento, yo debería sentarme y llevar el timón a mano, cosa prácticamente imposible de hacer por un período de varios días. El elemento mecánico clave del instrumento es un pequeño motor eléctrico que acciona el brazo que a su vez mueve el timón. Este elemento es el que suele romperse más seguido y uno nuevo cuesta tan solo unos 10 us$, mientras que un nuevo piloto cuesta unos 800 us$.

Parece ser que la compañía que construye los pilotos automáticos que tengo no entregará más repuestos de los mismos –incluyendo los pequeños motores eléctricos. Ya había oído rumores al respecto, pero simplemente no podía creer que una empresa seria tomara una medida tan contraria a los intereses de sus clientes. Pero es cierto. Si algo se descompone uno puede (1) enviar la unidad a Inglaterra para ser reparada, ó (2) adquirir un nuevo piloto automático. La opción (1) tendría sentido si no fuera a navegar a ningún lado los siguientes seis meses. La opción (2) que estoy adoptando por cuarta vez en tres años debiera ser sencilla, pero no lo es… El primer comercio náutico al que me dirigí era un representante de los fabricantes de mis equipos – pero “representante” solo en nombre. No tenía ninguno nuevo, ni tampoco catálogos, ni conocía del tema. La situación era la misma que me pasara con el motor Yanmar en Larnaca, así que desistí de comprarle nada.

En el segundo comercio, me aseguraron que en su negocio de Atenas tenían un piloto como el mío, por lo que todo se reduciría a pedir que el mismo fuera remitido desde allí a Rodas. Llegado a este punto, el vendedor no pudo resistirse a emplear la frase “estará aquí mañana”… Y esto fue hace ya dos semanas atrás.

Un amigo, un marino más experimentado, empleaba un método distinto. El llamaba a un vendedor en U.S.A. y hacía su orden solicitando despacho aéreo. Cuando me contó sus planes pensé que era la cosa más ridícula que jamás había oído: El repuesto, que se fabricaba a unas 1000 millas de Rodas, se pedía a los U.S., que a su vez lo pedía a Inglaterra, desde donde el pedido recorría medio mundo hasta los EE.UU. que lo volvían a embarcar en otro avión hasta aquí, del otro lado del mundo, donde milagrosamente llegaba al aeropuerto local marcado con las mágicas palabras “Pieza de repuesto para yate en tránsito” que evitaban todos los problemas de Aduana. Cuando ridiculicé el plan de mi amigo, este me miró como se puede mirar a un niño con daño cerebral. El obtuvo su repuesto y partió de aquí hace más de una semana…

26 de junio

El piloto automático nunca llegó a Rodas y finalmente decidí partir. Un marino local, me vendió un accionador, el único repuesto que necesitaba para reparar yo mismo uno de los pilotos automáticos.

Después de Rodas visité Lindos, después Simi y ahora Kos. En el Mediterráneo hay muchos lugares con el mismo nombre – se vuelve algo confuso. Pero también hay otras similitudes que ayudan a la confusión, como las postales de distintos lugares todos mostrando castillos que dominan la zona. Lindos y Kos tienen castillos, parte de ellos previos a la era cristiana. Simi no tiene castillo, pero en compensación era prácticamente vertical y muy pintoresco.

Lindos está sobre la costa sur de la isla de Rodas (no confundir con la ciudad de Rodas) y su castillo es espectacular. Uno tiene la impresión de que cada ciudad de Grecia quiere ser la que tiene el castillo más grande y alto; que se ha olvidado el motivo original por el que fueron construidos, proteger a la población de posibles ataques.

La mayoría de las playas de Grecia permiten el toples, en principio y muchas también de hecho. Un día navegué cerca de las playas en Lindos con mi pequeño auxiliar a vela, y vi muchas cosas muy interesantes.

Kos tiene tanta gente joven y tabernas como Lindos. Ambas ciudades tienen un promedio de bares por kilómetro cuadrado como nunca vi en otro sitio.
Cuando ingresé en Kos, pensé que podría allí llenar mis tanques de agua potable. ¡Imaginen mi sorpresa cuando me encontré con las canillas de agua cerradas con llave! En Kos, es mucho más sencillo conseguir ouzo (Nota: es una tradicional bebida alcohólica griega) que agua potable. Bajé a tierra con unos bidones y me dirigí a un buque esponjero para preguntarle a su dueño donde dirigirme para conseguir agua, a lo que él amablemente respondió llenándome los bidones desde su propia canilla. Intentando demostrar mi agradecimiento, y asegurarme un futuro suministro de agua, adquirí algunas esponjas, pero entonces me asaltó la duda de si no lo habría ofendido intentando abonarle por el agua. Eventualmente pude comprobar que el esponjero pasaba por el mismo ritual todas las semanas con los tripulantes de los otros barcos, así que decidí que mi preocupación era infundada.
Ahora que estoy en el Mediterráneo, con el deseo de conocer gente y alejar la soledad, he estado tratando de comportarme como una persona normal. Desde hace un tiempo que me afecta mucho más la soledad estando en tierra que cuando estoy navegando – pienso que debido a la proximidad de la gente. Así que, teniendo en cuenta que la vida nocturna aquí pasa por los bares, voy a los bares. Son menos sórdidos que los bares norteamericanos, mayormente tranquilos cuando abren, bellamente amoblados y civilizados, una palabra que raramente aplico a los bares.

Pero debo enfrentar el hecho de ser clasificado como un bicho raro en estos lugares. Soy un conversador interesante pero soy mayor que el padre de cerca de la mitad de la gente que conozco y, a pesar que todos conocen algo de inglés, hay ciertas dificultades con el idioma. Puedo hacerme entender en alemán, francés y castellano, pero no mantener una conversación fluida y normal. Soy el único norteamericano en la ciudad – había otro pero ha partido con su barco hace unos días.

Así que no me lo paso hablando con cualquiera o caminando alrededor de la gente esperando una oportunidad para meterme en la conversación. Simplemente tomo un libro y me siento a leer, lo que me parece suficientemente natural, al menos a mí. Espero que la gente piense: “¡Que interesante! Alguien leyendo un libro…”, pero a veces creo que la primera reacción de todos es más del tipo “¡Miren ese bicho raro con un libro!”

Hace unas noches, al sentarme a leer mi libro, me desayuné de algo que no sabía. El camarero se me acercó y me dijo dos cosas:
1. Para permanecer allí, yo debía consumir algo.
2. Allí solo vendían bebidas alcohólicas.

Y yo soy de esa clase de personas que puede compartir una copa con alguien, pero que no soporta beber solo. Así que, me inicié en el hábito de dar unas vueltas por el lugar hasta encontrar a alguien con quien compartir un trago.

Más tarde, meditando sobre esto, pensé en cuan extraño puede sonar este sistema a un norteamericano. Una combinación del grave problema social por el abuso de alcohol y una tendencia de demandar a cualquier por cualquier cosa, hace necesario que todo dueño de un bar tenga a mano café y otras bebidas no alcohólicas, además de dejar de servirle bebidas a alguien obviamente beodo. Pero aquí no he visto a nadie ridículamente embriagado, por lo que llegué a la conclusión de que los europeos son más controlados con el alcohol que los norteamericanos – claro que también podría ser que nunca me quedé en un bar lo suficiente ni los visité a todos ellos – pero de lo que sí estoy seguro, es que si un compatriota mío fuera expuesto al sistema griego del “bebe ó vete a casa” prontamente quedaría reducido a un embrutecido, flácido, incoherente e inútil guiñapo gimiente…

Recientemente he arreglado el sistema operativo de una computadora de a bordo de uno de los barcos. El capitán quería escribir cartas e imprimirlas, deseaba enviar y recibir mensajes de texto empleando la radio. En definitiva, quería una estación centrada en su computadora, tal como yo tengo en mi barco, pero su sistema había sido mal instalado, no podía utilizarlo como estaba y yo parecía ser la única persona que podía arreglarlo. Me llevó más de medio día, pero finalmente todo quedó funcionando como se esperaba y yo disfruté el buscar respuestas al desafío planteado.

Con esto, terminé de comprender que yo llevaba una vida completamente patas para arriba: Mi trabajo es mi placer, y mi placer el trabajo… Mantener y cuidar el Selene, decidir a donde iría a continuación, hacer todo tipo de trámites en las dependencias gubernamentales y proteger mi barco de gente que no sabía navegar era MI TRABAJO. Arreglar los problemas que alguien tiene con su sistema y ser luego invitado a una gran cena, ese es MI PLACER.

Hoy tenía previsto navegar hacia el norte, pero el viento ha comenzado desde temprano a soplar realmente duro, naturalmente, de la dirección a donde deseo navegar… Pero bueno, creo que no me matará otra sesión de vida nocturna mediterránea.

14 de julio

Siento como si hubiera visitado todas las islas del Egeo. He visitado 11 lugares distintos desde mi partida de Kos, en su mayoría tras navegar un poco a motor contra el “Maltemi”, un fuerte viento del norte que sopla la mayor parte del tiempo. Después de visitar Lesvos, me cansé de luchar contra el viento (que parecía cada vez más fuerte), así que ahora he virado al sur y navego a vela nuevamente.

Me voy adaptando al verano del Egeo. Muevo el barco apenas lo necesario para llegar con el sol a sitios muy bellos, ciudades blanqueadas aletargadas en el tiempo ó bahías de brillante arena verde. He dividido mi tiempo entre las ciudades, donde uno encuentra conversación, puestos de revistas y ensaladas griegas, y fondeaderos solitarios, donde uno se recupera de las visitas a las ciudades.

18 de julio

¡Estoy aprendiendo que debería evitar las mayores ciudades del Mediterráneo!. Mis planes eran visitar Mikonos con el fin de conseguir combustible y para ver si su vida nocturna era tan fabulosa como se rumoreaba. A pesar que el viento general era moderado, en la costa de Mikonos, y hasta en las marinas, la forma del terreno produce ráfagas de fuerza huracanada. Esto es algo de lo que uno se entera cuando llega allí, pues ninguna guía ni carta náutica lo menciona. Dirigiéndome a esta área “protegida”, me las arreglé para rifar mi vela favorita. Y la diversión solo estaba empezando. En las amarras, los barcos se golpeaban unos contra otros y contra las piedras, se cruzaban los cabos de las amarras y las catenarias de los fondeos, la situación era caótica. Eché un vistazo a la escena y partí rápidamente, entendiendo que, aún teniendo éxito en tomar amarra estando solo y descartando que no golpease mal a otro barco en el intento, esta maniobra no me llevaría menos de dos horas. Había dos veces más barcos que amarras e inexpertos marinos frustrados gastaban combustible mientras navegaban en círculos como tiburones al acecho.

Así que continué subiendo por la costa hasta encontrar una pequeña entrada. No ameritaba ser llamada bahía, era solo un lugar donde una colina bloqueaba el viento, y donde las olas eran apenas un poco menos altas que en mar abierto. Fondeé allí y me preparé para ir en busca de combustible en mi auxiliar. Me puse el traje de agua ya que, con viento de 60 nudos y en aguas abiertas, no había manera de evitar quedar empapado en el trayecto.

Fue, de lejos, el viaje más miserable que recuerde. Con olas enormes estallando encima del bote y de mí, con la visión reducida casi a cero por la espuma que levantaba el viento. Pero finalmente llegué a la costa donde varé el bote, me cambié la ropa por otra seca y tomé un ómnibus hasta la ciudad – como verán, todo para llegar seco, que después de todo, la finalidad de visitar una ciudad en Grecia es sentarse a comer una ensalada griega y, quizás, tener una conversación con personas para quienes un marino es una criatura interesante.

Esa tarde, durante una de esas conversaciones, continuamente me distraía por una gota de agua salada que mi salvaje y húmeda cabalgata hasta la costa había depositado en mi oído. Es probable que se requiera cirugía para sacarla de allí. También pensaba en mi pobre vela rifada — ¡mi favorita! — y en lo cansado que estaba, pero me lo quedé para mi, no salió queja alguna de mi boca, que después de todo, quería que mis historias marineras sonaran interesantes, que fueran historias donde uno cruza el océano sin tener que tomarse la mitad del mismo. No desfallecí, ni me quejé acerca de mi vida en el mar, fue una agradable conversación – en la que mentí.

22 de julio

Después de dos días en Ios creo justo decir que es una bella isla griega debidamente arruinada por el turismo. Tiene reputación de dejar vivir y beber libremente a los jóvenes turistas, lo que es buena receta para tener problemas.

Como es usual, decliné entrar a una marina, donde la gente se apiña banda con banda para tener el privilegio de escuchar música disco hasta las cinco de la mañana. He anclado más afuera, en el medio de la bahía y cerca de la ciudad. En un buen lugar para utilizar mi tabla de windsurf por la tarde.

25 de julio

Thira es una extensa isla volcánica donde se encuentra la ciudad del mismo nombre. La ciudad está construida muy alta, sobre los bordes de un volcán que, en el centro de su cráter, conserva una pequeña isleta de lava y cenizas. La última erupción del volcán de Thira fue en 1926, y desde entonces se mantiene activo. La ciudad está a tal altura que se emplea un cablecarril para llegar a ella desde la costa. Los paisajes son muy bellos, tanto desde la cima del borde del cráter hacia abajo, como desde mi barco hacia arriba.

Me preocupaba dejar mi barco fondeado allí, pues el fondeadero está completamente abierto a los vientos del oeste, pero deseaba visitar la ciudad, así que anclé con mis dos fondeos y efectué la visita. La ciudad se extiende a lo largo del borde del cráter y es perfecta para recorrerla a pié, cosa que hice. Después de una larga caminata, cené con cuatro universitarias norteamericanas que estaban de vacaciones. Ellas me vieron sentado solo en el restaurante y, siendo mujeres totalmente emancipadas, me invitaron a cenar con ellas en su mesa. Afortunadamente para mí, ellas creían que navegar era una ocupación altamente romántica y me hicieron un montón de preguntas: “¿Cómo encontraba mi camino a través del agua?” – “¿Había visto tiburones y ballenas?” – “¿No era muy solitario allí afuera?”. No sé que impresión les causé, pero ellas me hechizaron a morir. Eran unas jóvenes maravillosas, inteligentes e ingeniosas que tenían planes para sus vidas. Cuando la conversación derivó a temas no náuticos, descubrí que sabían algunas cosas del mundo, que no estaban limitadas a hablar de Prince y Madonna. Mostraban interés en temas como el aborto, el presupuesto y el control de armas. Y eran demasiado delicadas para preguntarme si yo era ó no casado, ó como podía solventar mi aventura de navegar por el mundo. Llegado el atardecer, dejé de preguntarme si podrían sobreponerse al mundo y pasé a preguntarme si el mundo podría sobreponerse a ellas… De verdad que eran mujeres aplomadas, con clase, y rompieron mi corazón.

2 de agosto

Puede ser que suene como algo tonto, pero ahora, ya navegando fuera de Grecia, descubro que más que ninguna otra cosa, voy a extrañar sus ensaladas. Hablo acerca de las experiencias impredecibles de viajar. Probablemente, recordaré por más tiempo las ensaladas griegas que los hermosos botes pesqueros y los paisajes.

Una típica ensalada de las islas griegas tiene tomate – MUCHO tomate –, pepino, cebolla, un poco de pimienta, aceitunas y una feta de queso, todo sobre unas hojas de lechuga fresca. Usualmente, todo lo que lleva una ensalada se produce en la misma zona, a no más de 20 kilómetros del lugar donde la sirven, por lo que todo es fresco y puede haber algunas diferencias en lo que utilizan en cada sitio. Pero siempre hay grandes y sabrosos tomates.

5 de agosto

¡Mi pobre foque, mi vela favorita !
Una vela que cuando trabaja a su mayor capacidad toma una forma tan agradable. Rifada de arriba abajo, yaciendo en una pila desordenada aquí en Malta. He pedido en una velería que evalúen si vale la pena arreglarla ó no hay forma de que vuelva a trabajar como debe hacerlo. En Malta no tengo donde comprar una vela nueva, solo puedo reparar la vieja.

Antes de llegar al Egeo ya sabía que era ventoso, pero en ningún lado, ni en las cartas náuticas, ni en las Pilot Charts, ni en las guías locales, se mencionan vientos de 60 nudos. Ni que, cuando está previsto viento con fuerza huracanada, las autoridades portuarias prohiben salir de puerto a los barcos locales y a los de alquiler, evitando así que se pierda algo más que una vela. Pero yo, como yate extranjero, era libre de hacer lo que me placiera; eso fue lo que hice y, como resultado, ahora mi vela quedó inservible.

Pienso que a Malta debe llegarse por mar, como hicieron las fuerzas de Suleiman el Magnífico en mayo de 1565, para comprender su personalidad e historia. Al aproximarse a Grand Harbor, en la ciudad de Valleta, uno se enfrenta a una serie de muros que se elevan desde una costa de piedra. Esta enorme fortificación es el castillo de San Elmo, ingeniosamente diseñada por los Jinetes de San Juan. Suleiman el Magnífico llegó aquí con 40.000 hombres, estableció un sitio y atacó varias veces el castillo para, luego de unos meses y tras la pérdida de unos 30000 de sus hombres, darse por vencido y partir de allí.

Por estos días, hay otra invasión a Malta, solo que esta vez el castillo no está repeliendo a los invasores. En la cima de las clásicas construcciones de piedra se puede ver un bosque de antenas de televisión. A solo 60 millas al norte está Sicilia, y los malteses han descubierto que con una antena bien alta pueden sintonizar algunos canales de la TV italiana. Pero la maraña de caños metálicos tiene un aspecto terrible. Le he preguntado a una persona que conocí en el pueblo, si se estaba contemplando alguna posibilidad de tirarlas abajo y remplazarlas por una instalación de señal por cable, y me dijo que recientemente se ha firmado un contrato para hacer precisamente esto. Pero las imágenes de un mundo diferente han hecho emigrar a los jóvenes malteses. No necesité de un panfleto gubernamental para ver que los jóvenes han emigrado a donde quiera que sea el origen de esas transmisiones. La mayoría de la gente joven de Malta son turistas.

15 de agosto

No estaba en mis planes visitar Italia – después de todo, uno no puede verlo todo, a menos que solo haga una pasada muy fugaz. Pero después de Malta, el viento se volvió mezquino y hube de entrar a Sardinia para cargar combustible, y estoy contento de haberlo hecho, aunque más no haya sido por solo un día.

Cagliari es un puerto cercano a la punta sur de Sardinia, no es realmente una ciudad turística, lo que la hizo más interesante. Casi nadie habla inglés y tuve que hacer un curso acelerado de italiano para: “Buen día”, “Buenas tardes”, “Gracias”, “Si”, “No” y “¡Ayuda!”

Después de conseguir algunas Liras y recargar combustible, decidí dar una caminata por la ciudad, no fuera cuestión de haber estado en Italia y no haber visto nada de ella.

Lo primero que me llamó la atención acerca de los italianos, era que casi todos eran bien parecidos. Entre un mar de rostros, busqué alguno que fuese tan feo como alguno de mis parientes, pero sin suerte. Traté de no mirar demasiado fijo a nadie, pero estaba choqueado de ver tanta belleza de facciones llevada con tal indiferencia.

Lo segundo que noté fue lo amigable y relajado del ambiente. Algunas veces, la gente a la que miraba devolvía la mirada con una sonrisa. Claro que, en Calgari, mi cabello y barba roja estaban tan fuera de lugar como un marciano recién aterrizado, y esto sin contar que yo era casi un pié más alto que el promedio de la gente del lugar, por lo que debí haber esperado que me miraran con tanta curiosidad como yo a ellos.

Estando en Italia, decidí que debiera comer un plato de espagueti. No sé de donde me vino esta tonta idea, esta correspondencia algebraica de “ITALIA = SPAGUETTI”. Después de andar dando vueltas por más de dos horas, arribé a un par de conclusiones:

1. Spaguetti no es un plato para nada especial. Los italianos que salen a comer desean algún plato fuera de lo común. Así que no todos los restaurantes necesariamente los tienen ni los preparan.

2. Era el mes de agosto, tiempo de vacaciones y la mayoría de los restaurantes estaban cerrados.
Si uno tiene un restaurante en EE.UU., moverá cielo y tierra para poder permanecer abierto durante la temporada de vacaciones, cuando la gente más sale a comer fuera, por lo que dejan sus propias vacaciones para otro momento. Pero no en Italia. Aquí si uno hace eso, tendría la playa para sí solo, pero perdería a sus amigos.

Finalmente, después de gastar un par de suelas de tanto dar vueltas, encontré un lugar abierto y que tenía spaguetti, así que allí me senté y esperé que me atendieran. Media hora después no había logrado llamar la atención del mesero, que estaba en medio de una animada conversación con unos amigos. Me levanté y salí de allí, pero no importa, estaba feliz con mi caminata, había visitado casi toda la ciudad y había visto a su gente. Volví al barco, comí estofado de pollo de una lata y miré un canal de televisión italiano.

¡Y entonces tuve otra sorpresa! Hasta la TV italiana era sorprendente, especialmente durante la noche. En mi país, todas las cadenas televisivas tienen un departamento que decide que puede ,y que no puede, mostrarse a los impresionables jóvenes que están del otro lado de la pantalla, pero creo que en Italia la mafia ha borrado esos departamentos… Las imágenes mostraban gente que se sacaba la ropa, otros parecían no haber utilizado ropa en mucho tiempo y todos parecían estarse divirtiendo. Por supuesto que yo estaba disgustado, y con toda la intención de levantarme y apagar el televisor. Pero luego medité sobre que si algún día escribía un libro sobre la TV italiana, primero debería mirarla por un tiempo, sino, sería como un crítico que defenestra un libro sin haberlo leído nunca. Este triste pensamiento fue rápidamente seguido de otro, más triste aún: No debería mirar tan solo un canal, sino que debería observarlos por un tiempo a todos ellos… Era mi deber hacerlo.

Una anécdota que me parece que refleja de cuerpo y alma a los italianos es la que cuenta que, durante la segunda guerra mundial, los aviones de la fuerza aérea italiana partían de Sicilia cargados de bombas para atacar Malta. Pero los pilotos sabían que los malteses se defenderían y les dispararían, hasta podían llegar a ser derribados y algunos serían heridos o, peor aún, muertos durante el ataque. Así que volaban hasta unos tres kilómetros de la costa maltesa, los defensores los detectaban, sonaban las alarmas de ataque aéreo y comenzaban a disparar sus armas antiaéreas (ambos sonidos eran claramente audibles desde Sicilia), entonces los pilotos soltaban sus bombas sobre el mar, pegaban la vuelta y volvían a su base donde reportaban a sus comandantes que habían dejado a Malta convertida en una ruina humeante, tras lo cual se iban a su casa a cenar con la familia.
No así los alemanes que más tarde atacaron Malta, perdiendo allí unos 2000 aviones y pilotos.

Escribo esto mientras Saddam Hussein ha mandado un gran ejército a invadir Kuwait, y las fuerzas estadounidenses se preparan en Arabia Saudita. ¡El mundo necesita más sentido común italiano!.

23 de agosto

Estoy en Mallorca, una isla española en el Mediterráneo. Hay aquí una gran iglesia. ¿Una “gran” iglesia dije?. Debe ser que estoy tratando demasiado duramente de evitar mi tendencia a exagerar — ¡OK, voy a tratar de ser ecuánime! Déjenme ver… La divisé por primera vez cuando estaba a unos 50 kilómetros de aquí, y eso aún con la normal bruma de agosto. Pienso que en su interior se puede parar sobre su cola un Jumbo 747.

Tiene todos los clásicos elementos de una iglesia – vidrios de colores, estatuas, monstruosas columnas, etc. Cualquiera que la visite (incluyendo un marxista crónico que piense que la religión es el opio de los pueblos, ó un revolucionario musulmán que vea a los cristianos como infieles), en cuanto ingrese a su enorme cámara experimentará un momento de completa desorientación. Pareciera que los constructores, deliberadamente, con malicia y total premeditación, se hubieran esforzado por vencer las defensas del más escéptico de los visitantes, para dejarlo allí indefenso, extraviado y exclamando “Oh, My God” / “Ach, Mein Gott” / “Mon Dieu” / “Dios Mío”.

Interiormente, sé que más al norte de Europa hay catedrales mayores que esta pero, por el momento, mi imaginación está en cortocircuito y debo conseguir un traumatólogo que me enderece la nuca.

5 de septiembre

Antes de venir a España pensé que sabía un poco sobre las corridas de toros. Alguna vez he leído algo que sobre el tema escribiera Hemingway, pero parece que olvidé algunos detalles importantes.

Yo tenía la idea de que el toro salía de su sala de vestir y perseguía por un rato al torero, entonces, después de ponerse sudoroso y pegajoso, volvería a la sombra y tomaría una limonada, ó llamaría a su agente de bolsa, cosas así, ustedes saben. Estaba equivocado. Nunca estuve tan equivocado sobre cosa alguna en toda mi vida.

Para empezar, el “matador” siempre mata al toro. Siempre. Cuando el toro sale a la arena está muerto. No hay ninguna vuelta a esta puertita, ni tampoco limonada. Le clavan cosas de distinto tamaño y forma hasta que muere desangrado.

Cuando el toro sale a la arena es extremadamente peligroso. Tiene aún toda su sangre en el cuerpo y quiere estrellar sus cuernos contra algo. En esta etapa, todo el mundo se guarece detrás de unas barricadas de madera. Vi un toro completamente enloquecido ir directamente a una de estas barricadas, estrellarse de cabeza contra ella, quebrarse la nuca y caer muerto. La “lid” duró algo menos de treinta segundos.

Y si la “lid” se desarrolla “según lo planeado”, el espectador verá el espectáculo más sangriento que pueda imaginarse. Sencillamente horroroso.

10 de septiembre

En la primera semana de mi estadía en Palma de Mallorca tuve mi nueva vela, que remplazaría al foque destruido. Pero terminé permaneciendo aquí por tres semanas, mayormente esperando por una pieza del escape que nunca llegó (¿les suena familiar?). Y no podía utilizar el motor del barco sin cambiar esta pieza del escape, así que debí esperar. Y esperar. Y seguir esperando. Finalmente, comprendí que nunca llegaría, por lo que mandé a fabricar una nueva tomando la anterior como muestra. Fueron us$260 por algo que, si el vendedor lo hubiera tenido en sus existencias, no podía haber costado más de us$30.

En navegaciones de largas distancias, una verdad es que se pierde mucho tiempo esperando repuestos y haciendo reparaciones – probablemente más tiempo del que se está navegando. Lo que me lleva a mi próxima historia de fondeo – que se extiende por tres días:

Partí de Mallorca y navegué hasta Ibiza, otra de las islas Baleares de la costa española. Cuando se hizo de noche fondeé frente a unos hoteles que están sobre la costa este. A mitad de la noche el viento comenzó a soplar muy duro del este, una dirección muy peculiar para esta estación en el Mediterráneo. Así que al levantarme, me encontré en el peor lugar en el peor momento. Lidié con el fondeo para poderlo izar y luego me dirigí a la ciudad de Ibiza, pensando que allí habría una bahía protegida.

La navegación hasta Ibiza fue agradable, el lugar es una de las más bellas islas del Mediterráneo, y el fondeadero de la ciudad parecía bien protegido. Pero su fondo era de pedregullo y algas, un fondo no muy propicio para que se aferre bien un fondeo. Del lado contrario a donde me encontraba, había unos cinco barcos ya fondeados, por lo que deduje que el lugar no podría ser tan malo.

En lo que respecta a la maniobra de fondeo, soy bastante estricto, siempre pruebo que el ancla esté bien aferrada al fondo y para esto empleo el motor en reversa, tirando del fondeo para ver si el barco se mueve. Pero en el lugar elegido el fondo era tan malo que terminé arrastrando el ancla en círculos, esperando encontrar algún lugar que le gustara y se aferrara. Para el momento en que hallé un sitio apenas aceptable, estoy seguro que en los otros barcos ya me habían catalogado de totalmente chiflado.

Deseaba ir a la costa y visitar la ciudad, pero el viento seguía aumentando y no me animé a dejar solo el barco. Supuse que podría ir a la costa al día siguiente por la mañana, que es cuando usualmente hay menos viento, así que preparé el bote y luego me entretuve leyendo un libro.

Al amanecer las condiciones ya eran de temporal, con vientos de 60 nudos. Todos los barcos fondeados – desde el más pequeño de paseo hasta un gran yate de 80 pies – abatieron por el viento con sus fondeos garreando sin hacer cabeza, afortunadamente en dirección a una gran bahía. Una goleta que no tenía suficiente motor como para enfrentar al viento, tuvo que ser auxiliada por un remolcador.

Yo había anclado en la bahía, lejos de las otras embarcaciones, por lo que cuando el Selene entró a garrear, tuve el tiempo necesario para levantar el fondeo y dirigirme a un lugar más seguro. Cuando volvió la calma, pensé que podría buscar refugio en una marina del puerto. Acabo de pasar 21 frustrantes días tratando de mantenerme alejado de las marinas, pero estaba demasiado cansado y en lo único que podía pensar era asegurar el barco para tener un poco de sueño tranquilo.

No sé que me hizo pensar que una amarra en las marinas sería mejor que fondear en medio de la bahía, pero bueno, encontré un lugar entre dos andanas de barcos con fondeo por proa y amarras al muelle por popa. Heché fondeo por proa, verifiqué con el motor que hubiera hecho cabeza y luego remé a la costa con mis cabos de popa.

Estaba tratando de decidirme entre desayunar o dormir una siesta cuando llegó otro temporal. El viento aumentó y el Selene garreó de nuevo, solo que esta vez tenía amarras a la costa por lo que cuando el viento lo empujó contra el muelle yo no pude simplemente alejarme de allí con el motor. Trepé abordo y pedí ayuda a los gritos, en castellano e inglés. Alguien me escuchó y prestó su ayuda para desamarrar los cabos del muelle mientras yo los izaba del agua para que no se enredaran en la hélice y ponía el motor en marcha. Pero alguien había dejado su propio cabo de amarra flotando justo debajo de la superficie (de forma que solo él pudiera encontrarla) y mi hélice se enredó allí. En medio de la confusión y viendo que me iba contra otros barcos, cuyos tripulantes miraban azorados, di reversa al motor tratando de zafar de este cabo, pero en lugar de esto, con un ruido estridente, la línea de eje se soltó del motor.

Así que ahora no tenía motor, el fondeo garreaba como si no existiera, y el viento me empujaba contra un muelle de hormigón. Vinieron algunas personas de los otros barcos y mantuvieron alejado el barco del muelle mientras yo ponía el motor fuera de borda en el bote, tomaba el ancla de codera, me dirigía con esta lo más alejado posible del muelle y arrojaba al agua el fondeo. Hecho esto, alejé el barco del muelle cobrando cabo de ambos fondeos, ya que no creía que solo el ancla pequeña soportara el esfuerzo.

A la mañana siguiente, con más calma, encontré cual era el problema con mi ancla de trabajo, que nunca hasta entonces me había fallado así. Al izarla subió junto con una cubierta de automóvil… Al bajarla, le acerté justo al centro del aro de la misma y, posiblemente, alguna de las uñas se clavó en el fondo, por lo que no zafó cuando probé el fondeo con el motor, pero luego, cuando el viento aumentó y con esto el esfuerzo a que estuvo sometido, zafó del fondo y ambas uñas terminaron dentro de la cubierta, trabajando de allí en más solo por el peso del conjunto. Esta marina era realmente una chatarrería acuática.

Moví el ancla a un lugar más alejado y ahora tengo dos líneas de fondeo. El Selene está a salvo del muelle de hormigón y puedo tratar de reparar el motor. Primero separé el acople del motor y luego buceé para empujar la línea del eje con su hélice de vuelta a su lugar (tal cual ya había hecho varias veces en el Mar Rojo), finalmente recoloqué el acople (ó lo que de él quedaba) en el motor y lo apreté lo mejor que pude.

Y eso es lo más cerca que he llegado de la ciudad de Ibiza. Debido a que el viento siguió soplando no podía acercarme nuevamente a la costa, así que hice lo que debiera haber hecho el día anterior: Levanté los fondeos y partí de allí. Seguía soplando duro, pero establecí solo un poco de mi nuevo foque y disfruté de una hermosa navegación en medio de un mar de grandes ondas. Esta placentera navegación alejó algo de la humillación experimentada al perder totalmente el control del barco, enredado en una maraña de cabos y golpeando contra el muelle.

Al Selene siempre le ha gustado estar en mar abierto, nunca le ha gustado la tierra y odia las marinas. Hay un dicho sobre las casas: “Nosotros damos forma a las casas, luego ellas nos dan forma a nosotros”. Creo que esto se aplica también a los barcos, pues mi barco me está dando forma: Estoy prefiriendo el mar a la tierra, y eso aún con un clima horrible.

¿Estoy comenzando a sonar como esos navegantes solitarios que pierden el sentido de la realidad y hablan con sus barcos? Bueno… Si se lo piensa con detenimiento, nada es sencillo: Soy un científico por naturaleza, mi barco es realmente solo plástico y madera, pero… Pero está tan vivo como algunas personas que conozco, y más vivo aún que otras.

Pero uno quiere ser un ser racional, uno quiere mantener su imagen de científico, así que dice “Es solo una pieza de plástico” y sonríe.

Tuve una placentera navegación con buen viento, pero aún necesitaba dormir. Viré el lado oeste de la isla y hallé una hermosa bahía, con fondo de arena limpia, protegida del viento, un buen fondeadero. Ninguna ciudad, nadie cerca. Dormí tan placenteramente como un bebé en brazos de su madre.

Esta pequeña bahía abre hacia el sur, lo que aproveché para realizar uno de mis experimentos favoritos: comparar las posiciones que obtengo con el sextante con las del navegador satelital. Como recordarán, inicié mi viaje confiando mi posicionamiento al navegador satelital pero también llevando un sextante aunque de plástico. Ya en el Pacífico Sur, con Bora Bora desapareciendo en el este, el navegador satelital dejó de funcionar y estuve obligado a posicionarme con el sextante hasta llegar a Fiji, donde adquirí un nuevo sextante de mejor calidad – y un nuevo navegador satelital.

Bueno, después de haber obtenido muchas mediciones y computado los resultados, al comparar las posiciones con las obtenidas del navegador, las diferencias nunca fueron más allá de una milla. Algunas veces, en las largas travesías y cuando el clima lo permitía, he calculado mi posición con el sextante como forma de pasar el tiempo, y me maravillé de lo exacto que es el sextante en condiciones controladas. Ahora sé que es tan bueno como cualquiera de las maravillas electrónicas modernas (según algunos viejos marinos es aún mejor).

2 de octubre

Estoy en Gibraltar, el lugar que los griegos llamaban “los Columnas de Hércules”. Para ser más preciso: estoy “sobre” Gibraltar, el más ventoso y excitante trozo de roca que jamás haya escalado. De una sola mirada, puedo ver Africa del Norte y España, solo separadas por una franja de agua. Más allá está el Atlántico, el último de los grandes océanos que aún no he navegado.

Cuando atraviese el estrecho de Gibraltar, para mí, un marino moderno, solo será otro punto azul en mis cartas, otro paso hacia mi destino, pero quiero imaginarme los pensamientos de los grandes exploradores de la antigüedad, para quienes Gibraltar era el fin del mundo conocido.

12 de octubre

Estoy ahora en las islas Canarias, haciendo arreglos para volar a Alemania para visitar a Bob y Ursula, mis amigos del “Take Two” que han concluido su viaje y, tras algunos años de navegar, están intentando volver a una “vida normal”.

Este es un buen momento para visitarlos. La mejor época para partir de Gibraltar es a fines de septiembre, pero se debe esperar hasta el fin de la temporada de huracanes, a fin de noviembre, para cruzar el Atlántico. La mayoría de las embarcaciones recala en Canarias para este obligado paréntesis.

8 de noviembre

Bob y Ursula viven en Staufen, una pequeña ciudad cerca del límite con Francia, al sudeste de Alemania, cercanos a la Selva Negra y el río Rhin, donde se elabora la mayor parte de los vinos alemanes, en especial su famoso Riesling. Por dos semanas he explorado la zona en bicicleta y a pié. La campiña es un ejemplo de belleza y orden. Cuando se llega al borde de una ciudad, uno pasa la última casa y ya está en la campiña – no hay suburbios ni carteles, solo una cerca y luego campo abierto. Y no se ve basura por ningún lado, ni siquiera la tapa de alguna botella. Cuando interrogué a Ursula como era que no había basura, ella solo me miró y me dijo “Te dispararían…”.
La conozco lo suficiente para entender que me dijo esto por dos motivos: 1-Sabe que los norteamericanos piensan que está permitido todo aquello por lo que no les disparen; y 2-Le gusta bromear sobre la imagen que tenemos sobre los alemanes. Hemos visto demasiadas películas de guerra…

25 de noviembre – Día 5, islas Canarias al Caribe

Uno puede navegar a vela en las islas Canarias, pero es realmente algo espinoso. Hay pocos fondeaderos naturales y ninguno enteramente seguro. La mayoría de las bellas bahías han sido arruinadas con horribles marinas que protegen poco ó nada de las olas del mar y cobran bastante por el “privilegio” de estar allí.

Cuando me preparaba para visitar Alemania, comunicaron a todas las embarcaciones surtas en las marinas de Las Palmas que debían dejarlas libres, pues necesitaban el lugar para una flota de veleros participantes de una regata transatlántica. Tuve que buscar otra amarra en la isla, llevar el barco allí y volver a Las Palmas por tierra para subir al avión.

Al regreso del viaje, encontré mi nave golpeada y rota. La única marina con lugar disponible ofrecía muy poca protección de las olas, y la gente de allí no se preocupaban de los barcos más allá de cobrarles su dinero. Mientras yo estaba sentado tomando vino junto al río Rhin, el púlpito de acero inoxidable se había estrellado contra una escalerilla y la barandilla contra una pared de hormigón. Mejor hubiera sido dejarlo en Las Palmas fondeado fuera de las marinas, algo que me pareció irresponsable hasta ver, ahora, las consecuencias de no haberlo hecho.

Pude yo mismo enderezar el púlpito y la barandilla a su forma original, pero no puede dejar de sentirme avergonzado sintiendo que había traicionado a mi pobre barquito. Hasta que volé a Alemania nunca lo había dejado solo por más de un día, temeroso de que algo malo pudiera pasarle. Busqué y encontré una marina que me dijeron era segura, lo amarré con cuanto cabo encontré para que estuviera bien asegurado y, sin embargo, algo malo había pasado de todos modos.

A mi retorno, la mayor parte de los barcos de la regata transatlántica ya habían arribado a Las Palmas y atiborraban sus marinas. Muchos de los tripulantes nunca había hecho el cruce del Atlántico, y algunos eran totalmente inexpertos. Cada año, algunos de ellos se quedaban cortos con las provisiones ó con el agua. ¿Pueden imaginárselos planificando un cruce oceánico y no llevar unas pocas latas extras de porotos?

Mientras caminaba por las marinas observando los barcos de regata, alcancé a oír una conversación que mantenía una joven quién preguntaba a una señora algo mayor “Mamá, ¿Cómo se enciende el horno?” y su madre, mientras visitaba un barco cercano responderle “Solo gira la perilla y encuentra un fósforo, cariño”. Un diálogo por demás inocente, a menos que se sepa algo de barcos. Verán, el propano es más pesado que el aire y desciende hasta el lugar más bajo que encuentre, en nuestro caso la sentina, donde se acumula. Eventualmente, habrá en la sentina suficiente gas y ¡BOOM!.

De paso, yo tengo un horno a kerosene. Huele mal y es más complicado de encender, pero no estalla.

En estas islas se dan muchas posibilidades para navegantes de todo tipo que desean cruzar el océano hasta América. Hay profesionales de la vela, timoneles, cocineros, camareros, maquinistas, etc. que son contratados por paga, usualmente en los grandes yates. Otros que arreglan para navegar sin paga, solo compartiendo los gastos y finalmente otros que pagan por efectuar el cruce. Al principio no entendía que alguien pudiera estar tan desesperado por navegar, pero los hay a montones y son, por lo general, los marineros con escasa ó nula experiencia; muchos de ellos se arrepienten y deshacen el trato antes de partir.

La pizarra de noticias de la marina es muy interesante de leer. El dueño de un velero ha puesto un anuncio que reza “Se solicitan mujeres para tripulación femenina” ¿Acaso dije “Marineras calificadas”? No, y tampoco el anuncio, solo “Mujeres”. Pensé que la intención en realidad era muy evidente, pero he visto una mujer que se presentó respondiendo al anuncio. Ella se acercó al dueño del barco y preguntó si aún buscaba tripulación. El dueño miró a la postulante con cara incrédula: Una inglesa de aproximadamente cincuenta años, vestida conservadoramente con un vestido floreado, pequeño sombrero y prácticos zapatos náuticos. Era mujer, el único requisito pedido, y tenía todo el aire de quieta dignidad de una Lady inglesa. Podría ser que estuviera extremadamente calificada como tripulante, que hubiera contado con un doctorado en teoría de la navegación a vela, pero yo sabía lo que el hombre esperaba, y no era precisamente ella…

El capitán se quedó helado, con su boca abierta pero sin pronunciar palabra, un pez cazado en su propia red, pues no podría explicar sus reales requisitos a esta seria, digna dama.

No sé como habrá terminado la historia, pues solo pasaba por allí y a la mañana siguiente icé velas proa al Caribe.

Mis cálculos estaban bien, tuve vientos decentes el primer par de días, mientras que los que partieron después, aún están allí en medio de una continúa calma, entre ellos, muchos de los barcos de la regata que debieron respetar el día predeterminado de partida.

Recuerdo lo ansioso que solía estar al inicio de una larga travesía. Ahora me encuentro aliviado de estar en camino, puedo organizar mis pensamientos, pasar revista a los lugares donde estuve y adonde iré, escribir en mi diario de viaje, mirar pasar el mar.

Esta mañana, posiblemente por lo calmo del mar, estaba meditando acerca de cual fue la mayor ola que alguna vez vi y que haría si me tuviera que enfrentar a ella. Creo que todos hemos visto, como mínimo, una gran ola estrellándose contra un muro de la costa y la fuerza que tiene ese impacto. Si uno vive alguna situación así en su barco ya sabrá que es lo que hay que hacer: Darle al mar lo que quiere. No se le debe dar demasiado ni muy poco, y debe dársele en tiempo. Uno puede levantarse y cambiar velas ó puede esperar a que el mar las destroce por uno. No hay audiencia, ni apelación, ni excusa, ni jurado. Si el mar te lleva no puedes culpar a un corrupto sistema de justicia. Puede ser que hayas comprado el barco equivocado, ó que hayas navegado cuando una tormenta era predecible y evitable, ó lo peor de todo, puede ser que hayas sido irrespetuoso, y esta actitud de soberbia nunca es perdonada.

14 de diciembre – Día 24

¡Que hermoso mar! Cuando por unos pocos días permanecí encalmado, simplemente derivé sin rumbo dejándome llevar, pues el ruido del motor habría echado a perder el perfecto silencio azul. Estuve nadando y revisando el barco. Después miré hacia abajo, siguiendo la sombra del Selene hacia las profundidades del agua clara y muy azul.

Al día siguiente uno de los veleros de la regata se aproximó por mi popa. Lo vi venir y preparé un presente para la tripulación – amarré el salvavidas circular con un cabo bien largo y a este até firmemente una botella de vino. Solté luego todo por popa y dejé que se alejara flotando. Así podrían tomar el presente sin detenerse ni aproximarse demasiado. Rápidamente atraparon el salvavidas y, para mi sorpresa, me lo devolvieron con un presente para mí. Me sentí un poco abochornado – yo les había enviado una botella de vino blanco común, que había adquirido en España, y ellos me devolvían una botella de champagne francés helado.

He estado escuchando por radio a los veleros de la regata. Algunos barcos parecen ser demasiado para sus capitanes. Un tipo comunicó que no podía hacer funcionar el timón hidráulico y no podían timonear el barco. Otro de los veleros comenzó a hacer agua y, si bien no sé la historia completa, parece que la tripulación abordó otro de los barcos desde el que vieron al suyo hundirse. Les doy el beneficio de la duda y asumo que tuvieron una filtración en la limera, uno de los más sucios problemas que se puede tener en un barco. En los barcos modernos, con timón de rueda, cuando la pala del mismo golpea contra algo, ó a veces incluso sin razón aparente, el eje rompe la limera provocando entradas de agua de difícil cierre por lo estrecho e inalcanzable del lugar.

Hay algunos remedios para esto. El más efectivo es no tener timón de rueda sino, como en el Selene, un grueso palo llamado “caña” que se inserta en el tope del timón que está colgado del espejo y permite llevar el barco hacia una ú otra banda. Es algo anticuado, casi obsoleto, pero yo no tengo un velero de regata y tengo un agujero menos por donde se pueda filtrar el agua.

Cuando uno ha navegado lo suficiente, siempre se imagina distintas formas de mantener el barco a flote. Yo tengo unos tarugos de madera, así, si por ejemplo se rompe una de las esclusas o sufro un pequeño rumbo en el caso, simplemente tapono la entrada con un tarugo clavado con el martillo (una herramienta que nunca debe faltar en un barco de crucero). ¿Pero que pasa si el agua en el interior del barco es tanta que no se llega al lugar de la filtración? Pues simple: uno bucea por fuera del casco, ubica la abertura y la tapona desde afuera hacia adentro. A menos, claro está, que sea de noche, ó el viento demasiado intenso, ó que….

A lo que me refiero es que, a medida que uno va adquiriendo experiencia y ha escuchado relatos de lo que a otros les ha pasado, trata de imaginarse a sí mismo en distintas situaciones de riesgo y se prepara para poderlas superar, ó al menos para tener la posibilidad de superarla – aunque aún puedo imaginarme unas cuantas situaciones que me harían zozobrar sin remedio, como el container contra el que golpeé en el océano Indico. Cuando saqué el barco a tierra en Tel Aviv, pude ver donde había quedado la marca del golpe, comprobando que solo se había tratado de un daño menor, aunque el casco tenía una abolladura de algunas pulgadas que hube de reparar. Si en lugar de rebotar, el container hubiera roto el casco, podría haber hecho un gran boquete que solo me hubiese dado unos pocos minutos para cerrar la brecha ó lanzar la balsa salvavidas.

No se requiere saberlo todo para poder navegar, no por lo menos en EE.UU. (muchos otros países tienen programas de certificación). Nuestra política sobre el tema es consistente con la mentalidad de los vaqueros. Uno está por su propia cuenta. Si su barco se hunde, es posible que usted y sus acompañantes se ahoguen, pero nadie más saldrá herido.

Actualmente, a medida que acumulo años de vida en mi haber, estoy respetando más esta forma de pensar. Si alguien practica algún deporte ú hobby de riesgo (y la navegación lo es), y no se entrena ó prepara lo suficiente, si falla está recibiendo lo que le estaba reservado. A menos que haya inocentes involucrados, pienso que esto es mucho mejor que obtener una costosa certificación que, además, puede no ser muy efectiva.

Tal es el caso de los pilotos. Antes de 1949, para obtener licencia para poder volar, uno debía saber como recuperarse de una barrena. La “barrena” se produce cuando un ala del avión está volando y la otra no, por lo que el ala que trabaja lo hace corriendo a gran velocidad alrededor del fuselaje haciendo que el aeroplano caiga a tierra girando como un tirabuzón.

Los constructores de pequeños aeroplanos se quejaron sobre que este requisito les ahuyentaba a demasiados posibles clientes. Un grupo ejerció la debida presión en Washington y el requisito fue anulado, ya no es más necesario caer a tierra girando como un tirabuzón, ni ninguna otra cosa aterrorizadora, para poder obtener la licencia de aviador. Pero ahora, más de la mitad de los accidentes aéreos que involucran a pequeñas aeronaves se deben a pérdidas de control y barrena. Si los pilotos fuesen entrenados en barrena sabrían exactamente como recuperarse de esta situación, pero habría menos pilotos, y se venderían menos aviones, así que, al igual que sobre el agua, uno está por su propia cuenta y riesgo – salvo que cerca de los aeropuertos vive gente inocente.

La primera vez que escuché esta historia fue durante mi entrenamiento de piloto, por lo que le pedí al instructor que me entrenara para recuperarme de una barrena. Estuvo feliz de hacerlo y mi primera barrena, volando solo, fue la segunda experiencia más aterradora de toda mi vida. ¿Qué cual fue entonces la más aterradora de todas? La primera vez que salté fuera de un avión. Pero esto es otra historia.

26 de diciembre

Disfruté en grado sumo el cruce del Atlántico. Aún en las calmas me gustaba estar allí boyando – no ponía en marcha el motor para no quebrar la deliciosa paz reinante con su ruido, solo boyaba hasta que el viento volvía. Leí algunos libros (algunos por segunda y hasta por tercera vez), escribí pequeños programas muy útiles en la computadora, disfruté de la paz y la profunda belleza del mar azul. No quería que terminara, hubiese preferido moverme muy lentamente a través del agua para nunca llegar a ningún sitio.

Un día de bastante viento vi una pequeña ballena observándome desde la cresta de una ola. Ese día las olas eran bastante altas y en un momento pude ver un objeto pardusco en el azul de la ola – era una ballena nadando a mi lado, dentro de la cresta de la ola, observándome desde allí arriba. Por un largo rato, subiría a lo alto de cada ola para observarme, tal como desde un automóvil detenido en un cruce ferroviario se observa pasar el tren.

El radar ha dejado de funcionar. Afortunadamente no hay muchos barcos a lo largo de mi derrota. He tratado de despertarme más ó menos cada hora y echar un vistazo afuera, pero a medida que pasaron los días sin observar nada de nada, me he vuelto perezoso y ya no lo hago. Trataré de encontrar las refacciones necesarias en el Caribe, pero sospecho que, a partir de ahora, navegaré sin el radar.

Planeo partir del Caribe a más tardar en febrero, para asegurarme de tener clima seguro en el Pacífico, lo que es una verdadera pena, pues aquí la gente es realmente muy agradable, alegre y amable.

He estado navegando con un barco de Connecticut llamado “Tamure”, en el que Scott y Kitty están completando su segunda circunnavegación, esta vez con sus hijos Alex de 14 años y Spencer de 12. La primera vez que los vi fue en Tel Aviv, y nuestros caminos se han cruzado varias veces desde entonces. Durante el cruce del Atlántico nos hemos puesto en contacto por radio todos los días, hablando del clima y el mar, tal como hiciéramos con el “Take Two” en el Indico.

Durante los largos cruceros, Alex y Spencer construyen veleros a escala, algunas veces son diseños muy complicados, con perchas, jarcia, velas y hasta timón de viento. Cuando coincidimos en algún fondeadero, los he visto remando por allí con su bote auxiliar, poniendo sus modelos en el agua y haciéndolos navegar con el viento.

He estado utilizando mi pequeño bote de vela para recorrer las zonas donde fondeo, pues el bote más grande, el inflable con el fuera de borda, es mucho más problemático para inflarlo, bajarlo al agua, bajar el motor y ajustarlo, y luego subir el motor a bordo, subir el bote y desinflarlo… Solo lo empleo si debo ir a comprar alguna vitualla, y sobre todo, si ésta debe llegar seca al Selene.

Estos pequeños veleros me resultan muy divertidos. No tienen quilla ni quillote ni lastre, por lo que si el viento sopla, me debo mover ágilmente para adrizarlo con mi propio peso. Si se comete algún error ó se pierde el equilibrio mientras se hace algún movimiento, el resultado será un buen remojón. A veces, el velerito pierde la paciencia con uno y se llena de agua. Usualmente tienen estancos, por lo que no se hunden sino que quedan flotando a flor de agua, pero resulta muy duro adrizarlos, achicarles el agua y ponerlos de nuevo en condiciones de navegar.

El mío lo he hundido varias veces. La primera vez, mientras navegaba en una pequeña bahía en las islas San Juan (Washington) en 1987, durante mi primer año como marinero. Estaba tomando fotos del Selene con una hermosa cámara cuando me llegó una leve ráfaga de viento y yo no estaba preparado – de repente estaba en una pila de despojos flotantes, remos, velas, “pedacitos de bote” como le dicen en Australia. ¿La cámara? Arruinada. ¿El bote? Tuve que juntar las piezas, llevar todo a la costa a nado y armar de nuevo todo el conjunto. Desde entonces aprendí a nunca llevar a bordo de estos veleros algo que no quisiera que se mojase.

Creo que aprendí más sobre trimado de velas, manejo del timón y adrizamiento en estos pequeños botes de vela que en el barco grande. Las cosas pasan más rápido en ellos.

En el Tamure tienen un bote de vela como yo y un día, estando en la isla Antigua, Alex, Spencer y yo decidimos explorar nuestra bahía con ellos. Spencer consiguió alquilar uno más y éramos una pequeña flotilla de veleros en miniatura.

Primero corrimos una especie de regata entre nosotros, y comprobé que mi bote era más rápido navegando con vientos de proa y el de Spencer, con más vela, era el más rápido con vientos francos. Pasamos un día espectacular. Alex y Spencer tolerando la presencia de un adulto y yo disfrutando el beneficio de su compañía. La bahía era afectuosa y amable con todos nosotros. Vimos arañas gigantes en los manglares de la costa, vimos peces nadando alrededor nuestro ó a la sombra de nuestros cascos, y gente riendo con ganas cuando nos veían pasar en nuestra pequeña armada.

22 de enero

Hay algunas bellas islas por aquí, la mayoría bien apartadas de cualquier ciudad y deshabitadas. Un digno rival, por su belleza, de Tuamotus, en el Pacífico Sur – clásicas islas tropicales como las de los folletos turísticos, con un bosque central y rodeadas de fina arena.

Ayer, al atardecer, estaba parado en la costa de arena de una de estas islas, esperando el momento propicio para fotografiar una bella puesta de sol. Pero a medida que el aire se enfriaba, miles de “bichos-no-visibles” me tomaron por asalto. Rápidamente, disparé la cámara y huí de allí, aunque no tan rápido como debiera: hoy mi cuerpo, extremidades, cuello y cara, es un muestrario de ronchas.

Ahora que lo pienso, caigo en cuenta que en el Pacífico no hay este problema de insectos. Me figuro que debido a que no tienen a quién devorar, pues por allí no hay nadie.

Aquí la mayoría de los barcos son rentados, normalmente sin tripulación experta, que no saben como navegar a vela ni como fondear correctamente el barco que rentaron.

La primera vez que entré en un fondeadero en el Caribe y vi más de treinta barcos allí anclados, asumí que si tantos barcos lo hacían era seguramente un buen tenedero. Grosero error: la mayoría de los fondos son solo una fina capa de coral y arena sobre un fondo de piedra, y la tenida es muy pobre, pero hay demasiados yates en los buenos fondeaderos y la gente, en su enorme mayoría con barcos rentados, fondea por todos lados y sus anclas garrean continuamente.

La mayor de las empresas que rentan barcos, instruye a sus clientes sobre como fondear y les entrega cartas donde les muestran los fondeaderos aprobados, lugares donde el fondeo con seguridad hará cabeza aunque el cliente solo la arroje por la borda con su cadena y cabo. Los mejores lugares para fondear están protegidos del viento y hay una multitud de yates que, empleando su motor, tratan de deslizarse entre los demás, buscando el sitio que les indicaron como “fondeadero autorizado”. Desde cierta distancia, los mástiles parecen una jungla de árboles sin hojas.

Un típico cliente con barco rentado, se abre camino a motor hasta el lugar elegido, suelta allí el ancla por proa y espera unos cinco minutos para ver si el barco se detiene. Si lo hace, fin del procedimiento, se mete adentro. Algunos con más experiencia saben que no deben fondear justo a proa de otro barco, pero otros no, y uno puede ver muchos barcos bailando tango, pegado uno a otro.

La pesadilla de las empresas que rentan los barcos, es una gran borrasca con viento de unos 25 nudos sostenidos. Cada vez que esto pasa, los barcos pobremente fondeados comienzan a garrear sobre algún otro, que a su vez comienza a garrear, pues si bien su fondeo lo sostiene, no soporta el esfuerzo adicional de aguantar a otros dos, ó tres ó cuatro barcos más. Resultado: Reacción en cadena y todos terminan varados en la playa. Los tripulantes vuelven a sus casas y narran su historia de la “Gran Tormenta”, las empresas rentistas desenredan los barcos y salvan de ellos lo que pueden, y el resto es problema de la aseguradora.

Entre los barcos de renta, el Selene es muy conspicuo. Todos los días hay gente que viene y me pregunta que clase de barco es y donde lo renté. Estoy sospechando que en secreto, lo que realmente los intriga es saber el motivo por el que alguien quisiera rentar un barco como ese…
 
Capítulo 9 – Caribe a Oregon

30 de enero – Día 4, St. Thomas a Panamá

El viento no ha bajado ningún día de los 30 nudos y la altura de las olas es asombrosa. El mar está demasiado encrespado como para navegar rápido. He estado tratando de lograr más de 6 nudos, pero era algo demasiado ambicioso y esta mañana una ráfaga más violenta que las demás rompió una escota, por lo que hube de reducir paño. Ahora, tengo la menor cantidad de velas que nunca haya utilizado en una navegación con francos – solo trinquetilla a estribor y un pequeño tramo de genoa a babor. El viaje es más lento pero mucho más confortable.

Estas son las condiciones para las que mi barco fue diseñado. Enormes masas de agua se aproximan por detrás y la afinada popa usualmente se eleva y las corta, mientras que un barco moderno, con la popa plana y ancha, seguramente embarcaría a la mayoría de ellas. Igualmente, las más grandes también caen en la bañera del Selene con gran estruendo, lo que me obliga a permanecer dentro de la cabina la mayor parte del tiempo. Algunas veces el piloto automático no reacciona lo suficientemente rápido y el barco hace un guiño, cuya escora deja las escotillas bajo agua, pero se recupera por sí solo.

Anoche, un pez volador ingresó por la escotilla superior y aterrizo en la cucheta donde yo estaba descansando. Allí comenzó a retorcerse, deseando estar en cualquier otro sitio, cosa que yo, al levantarme y sentir su pequeño cuerpo aceitoso, también hubiese deseado.

Me voy habituando a las condiciones del mar, aunque extraño poder dormir decentemente. Pero no me quejo, podría ser peor: ¡Podría estar navegando contra el viento en lugar de que me llegue por popa…!

3 de febrero – Día 7

Anoche, una ola monstruosa se metió derecho a la cabina del Selene. Era la sexta noche de esta travesía y estaba empezando a sentir los efectos de la falta de sueño.

Me di cuenta que me estaba metiendo de lleno en una situación peligrosa – el viento seguía aumentando, con picos de 45 nudos, y estaba navegando paralelo a una costa sin grandes bahía ni parajes protegidos. Si le erraba a la entrada del canal de Panamá, no podría virar y navegar contra el viento, a lo que debía sumarle el hecho que seguramente sería arrojado contra las rocas de la costa.

Debido a las condiciones de viento y mar, he estado empezando a pasar más y más tiempo dentro de la cabina cerrada para mantener el agua afuera, pero cerca de la medianoche las olas parecieron calmarse un poco y yo deseaba buscar las luces del canal con los prismáticos (recuerden que no tengo radar). Abrí la escotilla, me arrastré hasta el cockpit y comencé a escrutar la oscuridad en busca de luces de navegación ó el resplandor de alguna ciudad.

Fue entonces que el barco roló violentamente, señal de una gran ola. Miré sobre mi hombro derecho y me congelé viendo una enorme pared de agua aproximándose desde el norte. La ola se empinó, comenzó a romper su cresta y golpeó al barco por babor. La escora fue tal que todo el pasillo de esa banda quedó sumergido. Justo en ese momento, otra ola proveniente de la costa – posiblemente una que había rebotado contra las rocas – rompió sobre la cubierta también del lado de babor y, entre ambas cubrieron totalmente al barco. Estaba viendo (y degustando) la muy temida “Ola Hijoeputa”, el efecto multiplicador de dos o más olas que se encuentran y rompen a la vez. Fui alzado por el aire, mientras me abrazaba a un obenque y miraba impotente como el agua se escurría por la escotilla abierta hacia la cabina.

En un instante, el agua retrocedió y mis pies encontraron de nuevo la cubierta. Literalmente, me sumergí en la cabina y cerré la escotilla. Adentro todo estaba mojado: ropas, mantas de cama, radios, cartas, TODO.

Mucho me gustaría contarles que sequé con una toalla las cartas y los equipos electrónicos mientras silbaba una tranquila tonada, pero la verdad es que estaba demasiado cansado, asustado y enojado como para poder silbar nada. Estaba totalmente empapado y aún no había podido ubicar ninguna luz que me señalara el ingreso al Canal de Panamá. Me acuclillé en la cabina y grité mi frustración como un alienado, insultando al mar con cuanto improperio me vino a la mente y, cuando se me agotó el repertorio, inventé nuevos insultos y continué la función.

Mi reacción fue totalmente diferente a la que pudiera haber sido hace unos años atrás. Ahora no había terror ni un respetuoso silencio. Ahora ya me sentía como un niño que se sabe querido incondicionalmente. Estaba siendo irrespetuoso con el mar porque sabía que me amaba. Podría castigarme, quizás hasta matarme, pero no por eso dejaría de amarme. Y yo lo sabía.

Más tarde hallé un acolchado seco en un armario que no había sido alcanzado por el agua. Me quité la ropa mojada, me arropé en el acolchado seco y me recosté por un rato. A medida que el enojo iba cediendo, reflexioné que el mar, aún en sus peores momentos, ha sido amable conmigo, mostrándome como comportarme, enseñándome a respetarlo, castigando los errores y premiando los aciertos como lo haría una madre que ama a su pequeño.

Si, si… Ya sé lo que están pensando – “¿Cómo puede un hombre grande hablar de esta manera?”. La respuesta es que deben oír una melodía ejecutada por el viento, mirar delfines jugando a la luz de la luna, escuchar las ballenas cantar mientras se duermen hamacados por el mar. Si esto les ocurre tan solo una vez, todavía pueden acomodarse a la compañía humana, pero si esto les ocurre cada noche por algunos años, podrán visitar a la gente que vive en tierra, pero nunca más pertenecerán a ese sitio.

5 de febrero

Estoy fondeado cerca de la ciudad de Cristóbal, del lado del Atlántico. Por ahora ya he visitado suficientes oficinas y completado suficientes formularios – cruzaré el Canal de Panamá dentro de dos días. No hay aquí ningún comercio náutico, pero me las he arreglado para reparar la mayoría de los daños sufridos durante el cruce del Caribe.

Cristóbal es más un campo de refugiados económicos que una ciudad – edificios destrozados, montañas de desperdicios y una acongojante sensación de desesperanza. Hay guardias armados en todos lados. Si hay algo de valor, como un banco ó una tienda de comestibles, hay una barricada y un hombre armado a la entrada. A todos los que llegan aquí les advierten del peligro que representa salir de noche de las marinas, a pesar de lo cual algunos patrones decidieron llegarse a la ciudad a cenar. Unos comensales, de una mesa cercana a ellos, terminaron de cenar, pagaron su cuenta y, con total tranquilidad, extrajeron armas para robarles.

Ayer visité el banco para adquirir un sello requerido por Migraciones. Cuando volvía caminando hacia el barco, escuché el sonido de armas automáticas, un ruido que pareció solo sobresaltarme a mí. Más tarde, me contaron que unos bandidos habían robado el banco donde yo había estado solo unos minutos antes.

Hoy recorrí en un taxi la distancia entre las oficinas del canal y el almacén de comestibles. Mientras miraba pasar la ciudad, quedé pasmado por el terrible estado en que se encuentran las calle, y, más pasmado aún, por la fuerza de voluntad y optimismo reflejados en los rostros de los panameños. Ya he visto algo así en otros lugares – me viene a la mente Sri Lanka – gente con tanto espíritu como para pasar sobre una pila de escombros con el fin de encontrarse con un amigo; de alejar un entorno en ruinas con un gesto de la mano y un grito de saludo.

12 de febrero – Día 3, Panamá a Hawai

Crucé el canal junto con un grupo de otros cinco veleros, fondeando por la noche en el lago Gatun. Al ingresar a las esclusas, éramos amarrados en pares ó tríos, y luego asegurados a ambas costas con unos largos cabos antes de que comenzara a cambiar el nivel del agua. El lago Gatun es de clara y fresca agua dulce, así que apenas fondeados los barcos todo el mundo se zambulló para nadar. Todos menos uno: Yo, que tenía tarea para hacer antes de que anocheciera. Mientras estaba sentado en el cockpit planificando mi próximo movimiento, alcancé a divisar un cocodrilo de agua dulce. Medía unos siete metros de largo y nadaba lentamente cerca de la costa. Lo más fuerte que pude grité “¡COCODRILO!” y, de repente, todo fue como en la escena de la playa de la película “Tiburón”, la gente braceando desesperada para salir del agua lo más rápido que podía. Afortunadamente el cocodrilo permanecía visible, zigzagueando con su hocico, ojos y dorso a la vista de todos, que sino, me podrían haber linchado…

Mientras navegaba a motor a lo largo del canal, recordaba cuantos problemas mecánicos había tenido en el canal de Suez. Entonces comencé a escuchar un sonido no familiar – pero decidí que seguramente se trataba de mi imaginación, que me jugaba una sucia treta. Mas tarde revisé todo buscando el origen del extraño sonido y encontré un agujero en el múltiple de escape, la misma pieza que me había tenido a los saltos en Suez, solo que esta era una que había hecho construir en España hacía solo 6 meses atrás. No podría reparar definitivamente el problema en ese momento, por lo que envolví el tramo afectado con un parche de goma sujeto con algunas abrazaderas.

Cuando arribé al lado Pacífico del canal encontré un taxista que conocía bien la ciudad y empleamos varias horas tratando de conseguir repuestos. No encontré los repuestos que buscaba, pero pude ver mucho más de Panamá que a la entrada del canal. En un momento el taxista me señaló con su mano un lugar que parecía como machacado por una mano gigante – era el vecindario donde residía Manuel Noriega. La historia cuenta que este se alejó de allí conduciendo un vehículo privado mientras caían las bombas.

La navegación que encaro, entre Panamá y Hawai, será la más larga de mis travesías, probablemente unos 40 días, quizás más. Inicialmente, tenía planeado detenerme en Costa Rica, pero cuando estaba llegando allí el viento iba en aumento y preferí seguir navegando, ya que estas aguas suelen ser de escaso viento y frecuentes calmas, por lo que cuando se presta, hay que aprovecharlo.

15 de febrero – Día 6

Aún no he encontrado los Alisios, el viento es escaso y por momentos de proa. Después del anochecer se levanta viento moderado del norte, que después del amanecer se debilita y bornea al oeste, volviéndose tan solo un soplo que no me permite navegar contra él, por lo que, a la tarde, debo emplear el motor para no retroceder y perder lo andado.

Sé que esta será una larga travesía, así que estoy tratando de economizar suministros – uds. saben: combustible, agua, GALLETITAS… Lo imprescindible.

Para el agua, he medido la capacidad de mi taza favorita, 16 pulgadas cúbicas, luego la llené con agua con la bomba de pié, comprobando que son necesarias dos presiones, así que cada presión de la bomba de pies equivale a … dejenme afilar el lápiz y recordar algo de matemáticas… 1/30 avas partes de un galón (NOTA: 1 galón norteamericano es equivalente a 3,79 litros, por lo tanto, se refiere a unos 130 cm3). Ahora bien, he estado controlando mi consumo de agua potable y concluí que son aproximadamente 6/10 de galón por día, que cuando se me terminen las gaseosas que tengo probablemente sean un galón por día. Concluyo entonces que teniendo un tanque de 60 galones de agua potable, debiera tener agua suficiente para llegar a Hawai sin problema, a menos, claro, que desarbole…

En cuanto al combustible… ¿Conocen uds la “regla del Cubo”? Es la que establece que para duplicar la velocidad se requiere elevar al cubo la cantidad de combustible (y esto es también cierto para los vehículos terrestres). Por lo tanto, cuando tengo que utilizar el motor, lo hago a muy bajas revoluciones – avanzo a solo 2.5 nudos, pero con muy escaso consumo de combustible. Desde mi travesía por el Mar Rojo, aunque sea mucho para un pequeño barco como este, tengo a bordo 70 galones de combustible, mayormente en bidones distribuidos en lugares seguros. Ahora que lo recuerdo: Una vez que tuve asegurada la provisión de combustible para cruzar sin sobresaltos el Mar Rojo, solo lo llevé de paseo durante casi todo el recorrido, pues dejó de funcionar el motor… ¡Y luego dicen que las leyes de Murphy son un invento!

Y ahora lo más importante: GALLETITAS…
Desde que navego, he comprobado que pueden mantener alta la moral de una tripulación mucho mejor que casi cualquier otra cosa. Así que siempre embarco una cantidad obscena de galletitas de todo tipo – de cereal, de chocolate, vainilla, etc. El mejor ejemplo del arte panaderil. Durante los atardeceres, usualmente mientras miro una película, busco un paquete de galletitas con la firme decisión de comer solo algunas. Después de la película me siento en el cockpit, vigilando los grandes cargueros con los que me cruzo, ajusto las velas – y como algunas galletitas más. Cerca de la medianoche mi mano está enterrada en un paquete vacío — ¿solo algunas había dicho?

Pero es del todo imposible atiborrar el barco con las suficientes galletitas como para que duren una larga travesía completa. Más ó menos un año atrás, probé cambiar las galletitas dulces por galletas saladas – y duraron toda la travesía. De hecho, aún tengo algunas por allí. Pero fue un caso perdido, después de todo, ¿quién quiere ver “Las Grandes Aventuras de Pee Wee Herman” mientras mastica una galleta salada?

He estado viendo muchos delfines y ballenas. Una mañana he debido maniobrar para alejarme de un par de ballenas que parecían dormitar en la superficie, y casi todos los atardeceres algunos delfines juguetean alrededor del barco. Hace unas pocas noches distinguí la estela brillante de unos delfines – como en el océano Indico – pero esta vez la noche era muy calma, con casi nada de viento y la superficie del agua prácticamente lisa, así que fui a la proa del Selene y desde allí los llamé –sin silbidos, pues algunos delfines entienden los silbidos como una amenaza y se alejan rápidamente. Se acercaron como si de perros domésticos se trataran, y elevándose sobre el agua con fuertes movimientos de sus colas, me miraban con curiosidad… ¿Les gustarán las galletitas? Pero por las dudas no lo intenté y no había pescado fresco a mano, así que al cabo de unos momentos se alejaron y continuaron con sus juegos.

Pocos días atrás, un grupo de seis pájaros (según mi libro: puffineus griseus) aterrizaron en el Selene cuando el viento era fuerte de proa (del oeste). Pienso que, al igual que yo, querían ir hacia el oeste pero estaban cansados de volar contra el viento. Al anochecer se apiñaron a lo largo del púlpito de proa y se los veía hermosos, un cuadro surrealista de paz idílica. A la mañana siguiente toda la cubierta y carroza estaban cubiertas por sus excrementos. Algunos de ellos habían tomado posición en la jarcia y desde allí, bueno, uds pueden imaginarlo… Decidí que no deseaba más compañía a bordo y les llegó el desalojo, tras lo que hube de limpiar toda la cubierta y carroza.

excre

20 de febrero – Día 11

Me han alcanzado los vientos Alisios – está llegando más firme y estable desde el este. El viaje es más relajado pues no tengo que estar continuamente cambiando las velas.

Los pájaros se están volviendo una real peste – todos los días se posan sobre la jarcia y se rehusan a ser alejados de allí. Ya deben haberse imaginado que yo no los lastimaría – por lo que me puedo quedar afónico gritando, ó me puedo dislocar agitando los brazos, sin conseguir ni el más mínimo efecto. Llevan a cabo interminables conversaciones usando graznidos, picos y alas, que solo detienen para descargar algún desperdicio sólido. He tratado de asustarlos disparando unos tiros al aire, solo para que todos a la vez vaciaran sus intestinos y luego continuaran con su cháchara.

Anoche, utilizando los binoculares observaba la galaxia de Andrómeda y la nebulosa de Orión, cuando de repente vi algo que me hizo pegar un respingo: no estaban encendidas las luces de navegación al tope del palo. Si bien me había ya acostumbrado a navegar sin radar, hacerlo sin ninguna luz era buscarse problemas.

Revisé los interruptores y circuitos sin resultado, por lo que el único camino que quedaba era treparme al palo y cambiar la lámpara. Y debería hacerlo en ese mismo momento por dos motivos primordiales: (a) el agua está más calma a la noche y (b) no deseaba navegar a oscuras ni una sola noche.

Bajé las velas para aminorar la velocidad y coloqué la escalerilla a popa (en caso de caerme del palo y NO TERMINAR MUERTO, podría nadar de vuelta al barco y subir por esta escalerilla). Pero en cuanto estuve sin velas, el barco comenzó a balancearse como un corcho y el mástil cimbraba salvajemente.

Comencé a trepar el palo, subiendo cuando el barco estaba adrizado, y aferrándome con uñas y dientes cuando no lo estaba. Me las arreglé para llegar a la mitad de la trepada cuando, de repente, dos pajarracos negros como el hollín levantaron vuelo graznado y casi me derriban del susto. Estos dos miserables se habían posado en el tope del palo, uno en cada estay y eran los que tapaban la tricolor de navegación que, de más está decirlo, no tenía ningún problema y brillaba ahora esplendorosa en medio de la oscuridad reinante…

Quiero explayarme un poco sobre el tema BATERIAS. Normalmente, uno no se pasa todo el día pensando en ellas, pero en un velero moderno se les debe prestar la debida atención ó se terminará siendo castigado teniendo que llevar el timón a mano, en completa oscuridad y sin poder nunca dormir.

Mi timón de viento no funciona desde hace ya tiempo, por lo que empleo el piloto automático que es electrónico y precisa electricidad, como así también el navegador satelital. Hasta necesito energía eléctrica para tomar una posición con el sextante, pues soy un haragán y dejo que la computadora haga todos los cálculos.

Tengo planes de contingencia para el caso de una falla eléctrica general, pero todos dolorosos e insomnes. Para el caso, podría utilizar la estrella Polar para navegar hacia el norte, hasta la latitud de Hawai, y luego poner proa al oeste, que es el método de navegación más sencillo y que ya utilizaban los marinos antes de tener relojes confiables a bordo. Por supuesto que debería siempre llevar a mano el timón, pero para esto también cuento con algunos trucos. Finalmente, como no tendría luces de navegación ni radio, debería estar siempre alerta, y por ende, despierto.

Estando en Israel, conocí un marino estadounidense que no se preocupaba en lo más mínimo por esas pequeñeces y siempre dormía como un tronco toda la noche. Se estrelló contra un carguero en el Mar Rojo y perdió su barco, pero él no sufrió mayor daño… “¡Todo bien – Ningún problema!”

Toda esta lata acerca del tema electricidad se debe a lo que les conté sobre las luces de navegación y porque hace unos días, mientras navegaba a motor en medio de la calma, el alternador dejó de generar electricidad para recargar las baterías. El alternador es un dispositivo bastante sencillo, algunas bobinas de alambre y diodos, el motor lo hace girar, ¡Voilá – Hay energía en las baterías!. Al menos usualmente…

Creo que ya les dije que en el Selene tengo tres alternativas para obtener electricidad y recargar las baterías: El alternador del motor, un generador eólico y dos paneles solares. A menos que el viento supere los 10 ó 15 nudos el eólico no entrega la suficiente carga y los paneles solares, aún con un día de sol a pleno, no pueden hacer el trabajo solos, por lo que concluí que si continuaba sin viento, ó casi, sumado a esto estar seminublados como ahora, pronto no tendría más baterías para nada. Al instante siguiente, estaba sentado en medio de una pila de piezas del alternador, chequeando una a una con un tester.

Verifiqué todo una y otra vez. Nueve diodos, cuatro bobinas de alambre, los cepillos, todo. No encontraba nada que estuviera dañado, así que rearmé el alternador con la esperanza de que el problema se hubiera resuelto por el simple hecho de haberlo desarmado y rearmado, pero no… Finalmente, descubrí que no se trataba de algo dañado, sino de cómo dos de los componentes estaban (ó más bien “no estaban”) conectados entre sí.

Una fina capa, como un barniz, se había formado sobre los contactos, probablemente debido al aire salado del ambiente, y los cepillos no llegaban a tocar las bobinas, por ende, no generando el campo magnético sin el cual no hay generación de electricidad. Limpié bien la capa que cubría los contactos, rearmé el alternador, lo reinstalé en el motor y ¡Bingo! Tengo electricidad nuevamente.

Pero estoy divagando. Les iba a hablar sobre el tema BATERIAS. Volvamos a eso.

Si tienen un automóvil y donde viven no hace mucho frío, lo más probable es que se acuerden de ellas una ó dos veces cada par de años, pero yo lo hago todos los días: “¿Tienen suficiente carga?”, “¿Tienen demasiada carga?”, “¿Quedó algo encendido que pueda descargarlas?”, “¿Tienen suficiente agua destilada?”, “¿Tengo suficiente agua destilada para toda la travesía?”

Cuando compré este barco, había un par de baterías comunes de automóvil totalmente descargadas, y siempre me han dicho que estas baterías, cuando se descargan totalmente, no sirven más que para tirarlas a la basura, así que compré dos nuevas antes de mi primer cruce a Hawai, donde dejé el Selene en la marina por unos cuatro meses, mientras volvía a Oregon. Un día hubo una gran tormenta, con copiosa lluvia. Bastante agua de la lluvia se abrió camino hasta la sentina y activó la bomba de achique automática que allí hay, pero era demasiada agua y poca la carga de las baterías. Resultado: A mi retorno hube de comprar dos nuevas.

Para cuando llegaba a Fiji, había ya destruido este tercer par. Por entonces ya había aprendido algo sobre el tema y adquirí dos “Ciclo profundo”, del tipo que soporta repetidas descargas completas. Resultaron muy buenas y me duraron casi un año.

Estando en el Caribe no aceptaban más recarga y fui a por el cuarto juego de baterías. En un negocio me dijeron que tenían unas estupendas y que debería ir pronto a verlas. Cuando llegué allí, descubrieron que no les quedaban más de estas estupendas baterías, pero disponían de unas de excelente calidad en el depósito. Cuando llegamos al depósito descubrieron que no les quedaba ninguna de estas excelentes baterías, pero había algunas otras que eran buenas…. Como las que yo tenía estaban inservibles, decidí que “solo buenas” era suficiente. Pero, a pesar de unas gloriosas etiquetas que rezan “Ciclo Profundo”, “Libre de Mantenimiento” y “24 Meses de Garantía”, estas baterías murieron en el mismo Caribe, antes de un mes de usarlas, aunque, naturalmente, yo ya estaba en otro país, en otra isla muy lejana de donde las había comprado. Más precisamente, estaba en St. Thomas, en las Islas Vírgenes Estadounidenses, y allí compré mi sexto juego. Eran totalmente diferentes a todo lo que había visto hasta ese momento. Para comenzar: No había agua a la vista y podían ser instaladas boca abajo que no les afectaba en lo más mínimo. Ya había oído hablar maravillas sobre ellas a otros navegantes y había leído sobre sus ventajas en algunas revistas.

Fueron las mejores baterías de las que alguna vez abusé. Se recargaban más rápido y tardaban bastante más en descargarse. De haber adquirido de entrada dos baterías como estas a us$ 650 el par, podría haberme ahorrado unos cuantos de los us$ 1000 que gasté comprando cinco pares a razón de us$ 200 el par.

2 de marzo – Día 21

Estoy exactamente a mitad del cruce – 2208.5 millas me separan de Morro Puercos al sudoeste de Panamá, y de Hilo en Hawai

Mi promedio de velocidad está aumentando. La segunda mitad del cruce parece que será más rápida que la primera y probablemente no me lleve 42 días el llegar a Hilo – cosa que espero, pues sino las galletitas podrían ser tan solo un lejano recuerdo.

Durante los últimos cinco días, una fuerte tormenta al noroeste de mi posición desorganizó a los prolijos vientos Alisios. Todos los días obtengo por radio una carta meteorológica, y en la zona de Hawai los vientos normalmente del este soplaron durante casi una semana del oeste. Si bien los vientos en mi área han sido muy escasos, por lo menos no han sido contrarios – estoy más que contento de no estar en estos momentos más al oeste de donde estoy.

He estado observando las ondas del mar, y estas dan una cabal evidencia de la dureza de la tormenta pasada. Aún en la calma actual, se pueden distinguir grandes ondulaciones, de más de un metro de altura, en la superficie por otra parte totalmente lisa del agua. No es posible sentirlas en el barco que solo sube y baja con cada ondulación, debe mirarse a lo lejos, hacia el horizonte, para divisar las grandes ondas.

Hace ya 18 días que no llevo avistada ninguna otra embarcación, ni grande ni pequeña. Al inicio del cruce vi algunos cargueros, hasta que descubrí que estaba en medio del círculo máximo que forma la ruta que une Panamá y Méjico con Hawai y también con la costa este de Asia. Desde entonces he puesto rumbo más al sur, procurando alejarme y que no hubiese menos de 100 millas entre las rutas comerciales y el Selene.

En los ratos de ocio (¡muchos!) me he puesto a sacar algunos cálculos con la computadora y he llegado a conclusiones sorprendentes:
• En estos momentos me encuentro a poco más de 2000 millas de tierra en cualquier dirección (a excepción de una pequeña porción de Méjico).
• Estoy entonces en el centro de un círculo de unos (presiono algunas teclas en la computadora, click, click, click) 12 millones de millas cuadradas de agua, mayormente vacías.
• Un buque carguero típico tiene su puente a unos 65 pies sobre la línea de flotación
• Por lo que su visibilidad será de unas (click, click, click) 9 millas.
• Así que en mi vacío círculo con 2000 millas de radio, podrían en realidad haber unos (click, click, click) 38000 grandes buques, y a pesar de eso no llegar a vernos nunca. Afortunadamente para mí, probablemente no existan en todo el mundo tanta cantidad de buques cargueros, y por cierto que es menos probable aún todos naveguen por aquí.
Ahora veamos:
• Si a un carguero no lo diviso, es invisible, estando a más de nueve millas y si suponemos que navega a una velocidad de unos 15 nudos (a media máquina)
• Pasaría de estar fuera de la vista a estar tan cerca como para besarlo, en tan solo unos 35 minutos.
• Así que si quiero establecer una guardia responsable para prevenir posibles abordajes, debería echar un vistazo a todo el horizonte cada 20 minutos como máximo.
• Concluyo entonces que, en 40 días de navegación, y dejando de lado nimiedades como dormir, debería observar todo el horizonte unas 2900 veces.
• O sea: ¡Olvídenlo! Quiero leer un libro, escuchar la radio y, absolutamente, dormir lo mejor que se pueda.
• Así que, confiaré en la benevolencia del mar y en LA LEY DE PROBABILIDADES.

7 de marzo – Día 26

Los pájaros negros han partido. Ahora las únicas aves que ocasionalmente veo son los Red Billed Tropicbird, y otros más pequeños que nunca se aproximan al barco. Estas pequeñas aves vuelan de manera similar a las gaviotas, también como ellas tienen alas aerodinámicas, cola bifurcada y vuelan muy rápido. No he hallado ningún ave como esta en mi libro de aves oceánicas.

Han vuelto los Alisios – se ha restablecido la Alta del Pacífico en el norte, el sol brilla en un cielo diáfano y, por primera vez desde mi partida de Panamá, el viento ha borneado hasta franquearse de popa.

Ahora que estoy dentro de las 2000 millas de Oregon, está funcionando de nuevo la conexión por radio con mi casa, así que puedo enviar y recibir mensajes impresos. Es lindo escuchar que está pasando en mi vecindario, puedo enterarme un poco de las novedades y figurarme que estoy allí.

En el tiempo que hace que navego, me he adaptado – completamente – a estar en el mar. Al principio, la soledad del océano era algo abrumador, algo de inmediato y constante atención, hasta provocaba un poco de ansiedad. Ahora, simplemente estoy en el mar, si lo deseo puedo disfrutar de observar el agua, imaginarme la inmensidad acuática que circunda mi barco, ó puedo sintonizar la B.B.C. o leer un libro. Creo que la adaptación es tan total, que será igualmente duro volver a ajustarme a vivir en tierra. ¿Qué haré si, por ejemplo, los perros del vecindario empiezan a ladrar a las tres de la mañana y no puedo simplemente partir?

Por otra parte, hay sitios en tierra firme que extraño – el desierto principalmente. Hoy estuve pensando sobre el desierto, recordando lugares que visité. Y creo que se debe a que, en tierra, el desierto es lo más parecido que hay al mar. Con la diferencia que allí el silencio es más profundo.

14 de marzo – Día 33

El clima ha sido espantoso por cinco días – mucho viento, grandes olas, lluvia torrencial y sin siquiera un mísero rayo de sol. Pero Selene está aquí mucho más a sus anchas que en el Caribe, porque no hay masas terrestres que reflejen las olas. Así que, aunque las olas son altas y algunas veces rompen sobre su costado, no cubren de agua la cabina como antes.

Un fuerte viento nocturno hizo volar la antena de la radio por lo que, aprovechando que solo estoy navegando con vela de proa y sin mayor, izé una antena de fortuna empleando la driza de la mayor. Duró mu poco, pues se rompió también, pero con el agravante de que dejó la driza trabada en el tope del palo.

La driza es el cabo que se utiliza para izar la vela mayor y, hasta ahora al menos, la situación ha estado demasiado movida como para trepar al tope del palo y recuperarla. Afortunadamente el viento sigue franco y con tal fuerza que, de todas formas, no he necesitado la vela mayor. El clima ha sido tan ventoso que creo que puedo hacer el resto del camino hasta Hilo (unos cuatro días más) sin necesitar recuperar la driza.

17 de marzo – Día de arribo

El clima continúa ventoso y nublado – No puedo ver mucho, pero estoy tan cerca que la isla Grande se ha vuelto una gran masa oscura delante de mí.

A medida que el fondo sube y la profundidad se reduce, el agua va cambiando del azul profundo a un tono verde claro.

He arribado el 17 de marzo pasado, con tiempo lluvioso, 35 días después de dejar Panamá y 724 días desde que partí de Hilo en marzo de 1989 para navegar alrededor del mundo. Mi pequeña nave espacial acuática ha empleado casi dos años exactos en dar la vuelta a la Tierra – una nave espacial cubre la misma distancia en tan solo 90 minutos.

Mientras les escribo, voy tomando conciencia de que he navegado alrededor del mundo en solitario. ¡La Tierra es Redonda! Puedo aceverarlo por propia experiencia. Me pregunto si la “Sociedad Tierra Plana” me tendrá como sacrílego miembro honorario.

Conocí un marinero en Hilo que, navegando desde Los Angeles, sufrió la rotura de su aparejo. Su mástil se vino abajo, luego de lo cual solo quedó en condiciones de navegar despacio y a favor del viento. En esas condiciones lo tomó el temporal que yo solo había visto en las cartas meteorológicas, y lo arrastró 300 millas de vuelta hacia California. Se quedó sin comida ni agua en el día 89 de su travesía hacia Hilo. El peor de mis momentos, la más dura de mis travesías, en comparación con lo vivido por este marino, es solo un paseo por el parque.

He estado de compras y algunos artículos parecieran dramáticamente mejores, especialmente para alguien que ha estado fuera del país por dos años. Mi nueva bicicleta todo terreno es mucho mejor, con más y mejores cambios, y us$200 más barata que la víctima del agua salada que tiré por la borda en el Mar Rojo.

Me gusta la nueva bicicleta, pero ir de compras en Hilo parece algo muy diferente a lo que era hace dos años atrás, quizás, se me ocurre ahora, la ciudad fuera la misma y el tema era que el cambiado era yo, que tenía ahora visión diferente de lo que es “normal”. Fui de compras a un centro comercial para adquirir todo lo que se había dañado o que ya no podía usar más, pero apenas podía aguantar estar allí – dentro del centro comercial había una atmósfera de inclemente seriedad, un fervor comercial casi religioso. Los brillantes y coloridos negocios, frente a un deslucido corredor, semejaban altares en una iglesia secular.

Pero necesitaba comprar una larga lista de artículos para dejar el barco nuevamente en condiciones de partir, así que traté de elevar la moral con recuerdos de otros mercados más placenteros. Recordé el vendedor de pescado de Sri Lanka, cuyo establecimiento comercial – pescado, balanza y beneficios – cabía en la parte trasera de su bicicleta. Un hombre que podía clavarse una espina en cualquier momento, pero que sonreía a donde fuera que fuese. Recordé también al taxista de Chipre que me llevó a su casa a almorzar – estaba de camino y estaba hambriento, así que ¿por qué no?. Evoqué la imagen del día que con mi amiga Ursula fuimos a comprar una capa tejida al Barrio Arabe del Viejo Jerusalén – supimos cuando habíamos llegado al precio más barato posible, cuando el propietario del negocio nos invitó a salir de allí…

En los EE.UU. tenemos mejores productos en mayores cantidades que en cualquier otro lugar del mundo. Entonces, ¿porqué convertimos a los clientes en robots y a los mercados en fábricas automatizadas?. Por un momento, había olvidado donde estaba. Me volví al vendedor y dije “Eso es demasiado – No puedo permitírmelo — ¿qué tal sí…?”, pero entonces vi la expresión de su rostro, su mirada: curiosa como la de entomólogo que acaba de encontrar un bicho alienígena.

23 de abril

El día que partí de Hilo rodeé la Isla Grande en sentido horario, una de mis navegaciones favoritas pero una que la mayoría de los navegantes evitan, pues alarga la distancia a navegar en casi un día. Partí a la tarde, por lo que debería completar la vuelta al día siguiente. Cuando cayó la noche pasé cerca de un río de lava activo – la lava surge de un conducto del Kilauea y fluye algunas millas hasta el mar. Cuando se derrama en el agua surgen grandes nubes de vapor, resplandeciendo el rojo fuego de su interior. Es una visión fantástica que corta la respiración – uno está observando sangrar la Tierra.

Al día siguiente ingresé a una pequeña bahía al sudoeste de la Isla Grande, una hermosa y remota bahía. Es una de las pocas bahías hawaianas que se conservan en su estado natural. El coral es muy bello y casi sin tocar.

Una tarde hice buceo libre, solo patas de rana y máscara. Quería bucear a unos 10 metros, tomar una roca del fondo y escuchar cantar a las ballenas a la distancia. Descubrí hace un tiempo que el sonido de las ballenas solo se podía escuchar a cierta profundidad, ya que cerca de la superficie las ondas sonoras toman el camino de menor resistencia y escapan hacia la superficie, mientras que más profundo se transmiten a largas distancias. Junto al sonido de las ballenas, pude escuchar algunos delfines de las cercanías. Cuando salí a la superficie a respirar, vi los delfines que había escuchado – un grupo de cerca de ocho delfines “giratorios” (llamados así porque algunas veces saltan por el aire, giran en redondo y caen de vuelta al agua). Mi primer pensamiento fue nadar hacia ellos y echarles un vistazo más de cerca, pero antes de que me pusiera en movimiento, ellos nadaron hacia mí.

Estaba en un lugar tan remoto, que esos delfines probablemente nunca se hubiesen topado antes con un ser humano, por lo que yo les despertaba tanta curiosidad a ellos, como ellos a mí. Nadaron a mi derredor observándome detenidamente y chillando sus comentarios. Uno de los más grandes del grupo, abruptamente se acercó tanto que, casi instintivamente, lo toqué con una mano. Sé que los delfines son bastante tímidos, que no les gusta ser tocados, y este se detuvo rápidamente. Prontamente perdieron todo interés en mi y comenzaron a nadar alejándose. Por unos segundos traté de seguirlos, pero renuncié rápidamente. Me dejaron atrás, colgado en el agua, usando una máscara para proteger los ojos y patas de rana para que mis pies me impulsen más eficientemente… Una masa flotante pretendiendo ser un pez.

¡ El “Destello Verde” es real !
He estado observando los atardeceres por algún tiempo, tratando de satisfacer mi curiosidad acerca de sí este fenómeno, del que tanto he escuchado hablar, es algo real ó se trata de algún tipo de ilusión óptica. Una de mis teorías era que se podría tratar de una imagen refleja, resultado de clavar la vista por un tiempo en una luz brillante. Si durante unos instantes miran fijamente, por ejemplo, una luz roja, cuando desvíen la vista “verán” una luz verde en el mismo lugar.

Pero hace algunos días, aquí en Puunoa Point sobre el lado oeste de Maui, nuevamente miré al sol bajar hacia el horizonte y esconderse tras él. Esta vez todo era perfecto – sin nubes ni bruma en el horizonte , el aire calmo y limpio. Cuando el sol desapareció tras el horizonte, su última parte visible cambió a un brillante verde esmeralda por más de un segundo, demasiado tiempo y demasiado brillante como para tratarse de una imagen refleja. Deberé descartar esta teoría. Y encima me hizo sentir un poco idiota: Por dos años, he navegado alrededor del mundo, observando atardeceres para comprobar si existe ó no el famoso “Destello Verde”, solo para finalmente tener un ejemplo concluyente aquí, precisamente donde inicié mi viaje…

Cuando visito el lado oeste de Maui, siempre hago un peregrinaje a Olowalu Canyon, un hermoso lugar en las colinas de allí. Para llegar al cañón se debe caminar, o pedalear en una bicicleta todo terreno, a través de los campos sembrados con caña de azúcar que separan la estrecha franja desarrollada cerca de las playas de las tierras altas en las colinas.

La senda hasta el cañón serpentea entre granjas y el lugar en sí es extremadamente escarpado, por momentos debe casi escalarse las rocas, además de que hace mucho calor. Pero el esfuerzo vale la pena – es un despliegue de rocas y follaje que no se puede ver en ningún otro sitio. Un arroyo corre entre las piedras, magnificado por pequeñas caídas de agua a lo largo del camino.

La vida de los granjeros de allí puede ser un tanto complicada. Son los dueños de las tierras y uno no tiene ningún derecho a estar en ellas sin su permiso, pero – inevitablemente – siempre hay algo que se quiere ver y estará justo cruzando sus propiedades. No pueden permitirse decir “OK. Todo bien. Pase las veces que quiera.”, especialmente por estos días en que cualquiera puede ser demandado por cualquier cosa, y los alambrados, señales ó guardianes pueden ser demasiado costosos. Así que uno trata de no dejar que los granjeros le vean, trata que ni se enteren que uno anda cruzando sus tierras. Uno no toca nada, se mantiene alejado de las casas y vehículos, se conduce con respeto y trata de ser casi invisible. Para mí, esto era mucho más difícil cuando tenía 12 años de edad, pero ahora tengo mucho más control de mis impulsos y también mucha más simpatía por los granjeros.

De esta forma llego al cañón, con solo algunas gaseosas y algo de comida para pasar allí todo el día. Después de recorrer el camino hasta alguna hoya en particular donde poder nadar, me siento y me saco los zapatos. El agua es mucho más fría que en el mar.

El cañón está a unas 15 millas del centro poblado de este lugar de la isla, donde cerca de diez mil turistas se apiñan en las playas, pero casi nunca he visto tan siquiera otro ser humano por aquí. Pasear por un roquedal caliente no es parte del “paquete turístico”, ni el motivo por el cual la gente viene a Hawai.

19 de mayo

Estoy fondeado en la bahía Hanalei, en la costa norte de Kauai, cerca del extremo occidental de la cadena de islas hawaianas. Es realmente una belleza, mi favorita (¿no son demasiados “mi favorita/favorito”?).

He estado reparando mi tabla de windsurf – en las cercanías hay algunas playas perfectas, ideales para saltar volando desde la cresta de las olas. Estoy a punto de moverme a una de ellas, por lo que podré surfear directamente desde el barco.

Mis planes para este verano son un poco más complicados de lo que se espera de una travesía hawaiana. Verán, en julio habrá un eclipse total de sol, solo visible desde la Isla Grande de Hawai, aproximadamente a unas 250 millas contra el viento de donde estoy ahora. Nunca he observado un eclipse de sol, una situación bastante peculiar para alguien que estuvo toda su vida interesado en la astronomía, así que no pienso perderme esta oportunidad.

Deseo partir hacia Oregon a principios de agosto y, naturalmente, ya estuve bastante tiempo fondeado en Hilo al final de mi viaje desde Panamá. Normalmente, me hubiera ido moviendo lentamente hacia el oeste durante el verano, y partido luego desde Kauai a Oregon. Una progresión con vientos normalmente francos. Pero hay un eclipse… Mis planes son ahora volver a la Isla Grande en junio y por eso es que estoy ahora en Kauai, en época tan temprana.

Debido al eclipse, la gente en la Isla Grande se está volviendo loca de remate. Toda disponibilidad de hospedaje, tanto en hoteles como en casas particulares, está reservada y lo ha estado desde hace un año. Esperan que arriben unas 40.000 personas, además de los turistas normales y los residentes. Los planes oficiales son tratar este evento como si de un desastre natural se tratase.

Por mi lado, planeo navegar al noroeste de la isla, fondear en una poco frecuentada bahía que conozco allí e ir después a la costa con la bicicleta, pero si las cosas se vuelven más complicadas de lo que ahora imagino, me alejaré un poco de la costa y miraré el eclipse con el barco a la deriva. La planificación de lo que cuento me recuerda la primera vez que visité Hawai viajando por avión: El tiempo empleado con el fin de hacer los arreglos necesarios para el vuelo, hotel y alquiler de un vehículo. Es mucho más sencillo si uno viene en su propio barco.

16 de julio

El “Tour del Eclipse” resultó mejor de lo que imaginé, de hecho, mejor aún de lo podría siquiera haber imaginado. Antes de izar velas hacia la Isla Grande, una amiga windsurfista también interesada en astronomía, descubrió que era imposible conseguir lugar para volar a la isla y se le ocurrió que podría navegar conmigo hasta allí. Era también una experta navegante y de verdad que me gustaba ya cuando tuvimos algún encuentro casual en Kauai, por lo que acepté encantado. Acababa de navegar solo alrededor del mundo, de tanto en tanto pensando cuan agradable sería tener alguna compañía, o sea que estaba listo para intentar navegar con alguien más. A mi amiga le gusta navegar, sabíamos que podríamos hacerlo bien, fue una perfecta elección. Cuando iniciamos nuestro viaje, ya me sentía en el paraíso y cuando lo terminamos estaba enamorado.

Pero me voy del tema: se supone que les cuente del eclipse. Embarcamos su bicicleta junto con la mía, compramos algo de comida y bebida extra, y navegamos. En la noche del 9 de julio cruzamos desde Maui a la Isla Grande, arribando justo después del amanecer. Antes de partir de Kauai, la gente comentaba que la bahía que había elegido estaba atestada de barcos que esperaban el eclipse, pero fueron solo habladurías, estaba escasamente más concurrido que cuando había visitado el lugar en mayo.

Esa mañana, solo 24 horas antes del eclipse, el cielo estaba completamente despejado, el reporte climático anunciaba cielos claros, lo que tomé como un buen signo – aún cuando en Hawai los pronósticos son increíblemente poco fiables. Fuimos a la costa con las bicicletas y recorrimos el área, explorando en busca de lugares donde sentarnos a mirar el cielo.

El eclipse sería a las 7:30 de la mañana, cuando el sol estaba solo 20º sobre el horizonte, y la elección del lugar debería ser cuidadosamente estudiada en una isla tan montañosa. Estaba confiado de que veríamos el gran show astronómico a menos que el clima lo estropeara.

¿Y saben que? A pesar del pronóstico, comenzó a llover durante la noche. Y llovía, y llovía. Con mi amiga decidimos tomarlo filosóficamente: pudiera ser que nos perdiéramos el eclipse, pero la estábamos pasando bien navegando por allí y no deseábamos ser ingratos con la naturaleza.

Poco después del amanecer remamos a la costa y pedaleamos tierra adentro una corta distancia. El cielo estaba completamente nublado. Llegamos a un parque a un costado del camino y sugerí detenernos allí. El lugar estaba completamente parquizado con césped y plantas bajas, dejando hacia el este una excelente visibilidad hasta el horizonte. Supuse que deteniéndonos allí, podríamos conservar energías para más tarde perseguir algún claro que se abriera entre las nubes.

Supe más tarde, que unas 15 millas al sur del parque, un grupo de observadores organizado por el museo Bishop de Honolulu, también esperaron bajo el cielo nublado. Pagaron un montón de dinero para unirse al tour organizado por el museo y su lugar de observación había sido especialmente elegido por expertos. Cada uno portando su cámara ó filmadora y unos lentes ahumados para proteger su vista de los rayos directos del sol, asumiendo, claro, que el sol siempre sale…

Durante la hora siguiente, permanecimos con mi amiga sentados en el parque cerca del barco, mirando la danza jocosa de las nubes que parecían reírse de todos nosotros. Cerca ya de las siete, cuando la mitad del sol había sido engullido por la luna, la broma terminó y un gran hoyo se abrió entre las nubes. Algunas personas ya habían renunciado a ver el fenómeno en vivo y habían ingresado a sus casas a verlo por televisión, pero los rayos de sol jugando sobre el suelo los hizo salir de nuevo.

A las 7:28 la luna engulló el último bocado de sol, y una gran sombra se abrió paso desde el oeste. El cielo se volvió oscuro – no negro, sino más bien como una profunda media luz. Podría haberse puesto más oscuro si no fuese porque las nubes que aún había en el cielo reflejaban algo de la luz del sol hacia tierra.

Pero debo decirles que he visto el disco negro de la Luna comiendo implacablemente al Sol, hasta no dejar más que un pequeñísimo anillo dorado. Gritamos, aullamos, dijimos cosas que nos podrían haber ocasionado problemas con la Iglesia y entonces, mirando con los binoculares, vi hermosas serpentinas púrpuras que partían del sol.

El magnífico show astronómico duró casi cinco minutos, tras los cuales el sol reapareció en su totalidad entes de ser cubierto nuevamente por las nubes.

Hacia el sur, algunos millares de personas, integrantes del Tour Oficial del Museo Bishop, electrónica y protectores solares en mano, esperaron en vano bajo un cielo totalmente cubierto. Su cielo solo se oscureció por poco menos de cinco minutos y luego se iluminó de nuevo. Guardaron sus protectores solares, cámaras y filmadoras, y subieron al ómnibus para emprender el regreso.

20 de julio

Estoy pasando mis últimos días en Hawai en mi playa favorita para practicar windsurf: Kauai. He hecho más amigos en esta isla que en las restantes. Es, de lejos, la más hermosa y la menos estropeada por el turismo. Por ahora.

Mientras estuve en Hawai, estuve expuesto a algo llamado “Nueva Era”, un movimiento cultural (¡Vaya palabras grandilocuentes!) que, entre otras cosas, comprende cristales, pirámides, astrología, numerología, misticismo, OVNIS y videntes. Escuché cosas sorprendentes de la gente de este “movimiento cultural”. Naturalmente, yo era visto como un completo ignorante, después de todo, nunca he llevado conmigo mi Carta Astrológica — ¿cómo podía relacionarse la gente conmigo sin tener yo mi carta?. Ante esto, me dieron algunos libros para leer acerca de Nueva Era, cosa que hice; y más cuidadosamente que sus propios dueños.

Normalmente – quiero decir, una vez cada tanto – un libro que presenta un nuevo pensamiento, lo hace proveyendo: (1) Una declaración de la idea, (2) Pruebas científicas de que lo presentado no es falso, y (3) Ejemplos de la utilidad que tiene para el lector. Cada uno de los libros de Nueva Era tenían (1) y (3) pero ninguno tenía (2). Uno de ellos hablaba acerca de los tipos de sangre – supuestamente, si uno conoce el tipo de sangre de alguien entonces conoce también todo tipo de cosas importantes acerca de esta persona. Otro ensalzaba el poder mágico de los cristales y otro más se explayaba sobre el poder de la pirámide.

Finalmente, por supuesto, un libro con todo lo que se debe saber sobre los OVNIS – uno no es realmente un Nueva Era hasta que no ha sido contactado por extraterrestres. Usualmente, ellos lo capturan a uno en un camino oscuro, sin testigos, lo llevan luego dentro del OVNI, lo examinan como si de un microbio se tratara y le cuentan cosas sobre su mundo. No le dejarán llevarse un recuerdo como prueba, por lo que se obtiene algunas fotos a escondidas, solo para más tarde descubrir que la película fue arruinada por los alienígenas, y solo pueden distinguirse unas oscuras masas informes, que de todas formas serán publicadas por el National Enquirer. Desde ya que estos seres tienen una tecnología extremadamente avanzada , y le contarán secretos tan importantes que solo le pueden ser contados al presidente que, por alguna extraña razón, no ha contestado el pedido de audiencia. Aún.

Y no olvidarse de los videntes, gente esta con una habilidad tal, que tiene contacto regular con gente fallecida (generalmente famosa). Si el fallecido era pintor, entonces pueden pintar como si del difunto se tratara, pues es su mano la que guía la suya. Pero pareciera que estos videntes solo sintonizan con muertos famosos – me gustaría conocer un vidente más democrático, uno que estuviese sincronizado con un vendedor de zapatos de Cleveland, alguien con una vida tan aburrida que la muerte fuera una mejoría. Más no encontré ninguno.

Devolví entonces los libros, y traté de explicar lo que pensaba sobre ellos. Realmente deseaba decir que cuando no eran más que mentiras, no eran interesantes y que cuando eran interesantes, no eran más que mentiras, pero pensé que esto podría ser descortés, dije entonces que no había podido encontrar entre esas tapas ninguna demostración ni prueba de nada. La respuesta me sobresaltó: “¡Pero si son libros!”. Eso era suficiente prueba – “¿cómo podría nadie imprimir algo que no fuera cierto?”. Recuerdo haber creído eso hasta que tuve siete años de edad…

Pero aun entonces no había descubierto con lo que me enfrentaba. Cuando estaba de visita en la casa Nueva Era de un fanático de los cristales, pregunté acerca del material con que estaban hechos los mismos, a lo que me respondió que de cuarzo. Yo conozco algo acerca del cuarzo, por lo que le conté lo que sabía. Expliqué que si se lo dobla responde produciendo en campo eléctrico y, por el contrario, si se le aplica un campo eléctrico responde doblándose. Es esta propiedad del cuarzo lo que lo hace tan útil en relojería – todos los relojes digitales contienen una pequeña pieza de este material, que vibra y los hace tan exactos. También se lo emplea en todo equipo electrónico que precisa medir el tiempo con exactitud (computadoras, videos, etc.).

Para entonces, los ojos de mi amigo ya estaban abiertos como platos voladores. No tenía ninguna formación tecnológica y todo lo que yo le decía le parecía algo mágico, por asociación, sus cristales eran también mágicos. Yo solo pretendía mostrarle una propiedad natural del cuarzo, y su empleo en cosas de uso diario, pero todo lo que había hecho era incrementar su misterio.

Confieso que al principio este tipo de actitud me causó enojo – que la gente crea en cosas que no son ciertas es un desperdicio, a veces peligroso – pero después, entendí que no se debía a rechazo por la ciencia y la tecnología sino que, simplemente, a la gente le han enseñado como debe pensar. No pueden distinguir entre mentiras asombrosas y verdades sorprendentes – pirámides y penicilina son cosas igualmente misteriosas, casi mágicas.

Y yo creo saber algunas de las razones para esta disminución del poder de pensar. Primero, las escuelas públicas (y los privados que siguen sus pautas), enseñan QUE pensar en lugar de enseñar COMO pensar. Hoy día, en las escuelas hay una respuesta a toda pregunta – es solo cuestión de preguntar a la autoridad correspondiente. En la vida real, las más interesantes preguntas no tienen respuesta conocida, pero las escuelas no pueden preparar a los alumnos para la vida real porque las pautas (y en muchos casos también el dinero que las sustenta) vienen del gobierno, que prefiere ciudadanos que no piensen por si mismos y ama a los ciudadanos que directamente no piensan.

Otra razón es el aislamiento de la ciencia. Los científicos alguna vez caminaron como uno más entre los mortales, pero ahora están pagados por los gobiernos ó grandes corporaciones para trabajar en problemas que raramente tienen algo que ver con la vida diaria del resto de los ciudadanos. Solo muy raramente un científico trata de explicar la ciencia ó el pensamiento científico al público. Los más de ellos no tienen tiempo, mientras enseñan a otros jóvenes científicos y conducen investigaciones.

También hay otra fuerza trabajando, quizás más sutil. Una vez di una conferencia en la que trataba de explicar, a gente común, algo sobre la Teoría de la Relatividad de Einstein. Utilicé ejemplos simples, al alcance de cualquier persona aun sin conocimientos científicos, dejé de lado las complejas ecuaciones matemáticas y llené un pizarrón de dibujos y esquemas sencillos de entender. La audiencia comenzaba a dar signos de ir pescando la idea – estaban empezando a entender como es que la Luna permanecía colgada en el cielo – cuando un especialista en relatividad (que de algún modo se había colado ente el público) objetó que yo lo estaba haciendo demasiado simple, que me estaba olvidando de mucho. Estaba en lo cierto, por supuesto, pero yo había logrado mi meta – mi audiencia no estaba aterrorizada por la relatividad, en adelante podrían abrir un libro y profundizar en el tema, mientras que antes, el solo pensarlo les traía a mente cálculos a escala de terror.

Algunos científicos sienten aversión por las descripciones simples – trabajaron duro para dominar sus temas y no ven ninguna razón para explicarlos a la gente común. Yo siempre he tomado la posición opuesta: creo que la gente debe aprender acerca de ciencias, los descubrimientos, las formas de pensar. Si esto no ocurre, la ciencia pasará a ser propiedad exclusiva de los gobiernos y las corporaciones, y la democracia se volverá algo irrelevante.

31 de julio – Día 5, Hawai a Oregon

Esta va a ser una navegación espinosa. Para navegar desde Hawai al continente, uno trata de moverse en sentido horario alrededor de la Alta del Pacífico Este, en el mismo sentido en que se mueven los vientos que entonces lo llevan a uno a destino. Pero este centro de alta presión se mueve y quiebra en pedazos. Diariamente recibo por radio las cartas meteorológicas, por lo que sé donde está soplando el viento, pero la alta se puede mover mucho más rápidamente que yo, por lo que algunas veces me alcanza. Si viene donde yo estoy, el viento muere y debo encender el motor. Como hoy.

Por otra parte, el clima es hermoso, el mar está casi plano y el cielo solo con algunas pequeñas nubes esponjosas. Estoy viajando al norte, eventualmente, hasta cerca de los 40 grados de latitud norte, donde los vientos son más confiables. Desde allí pondré proa al este hasta Oregon. Pero me separan unas 900 millas del buen viento, por lo que deberé administrar cuidadosamente el combustible y usar cada brizna de viento que encuentre en mi camino.

Odié tener que dejar Kauai dejando allí a mi amiga. Me pasé parte del primer día mirando como la isla se achicaba en la distancia a medida que me iba alejando. Hubiese querido que navegásemos juntos hasta casa, una idea que le pareció atractiva pero poco práctica. Este cruce será, entonces, como todos hasta ahora: en solitario. También me hubiera gustado quedarme un poco más para hacer windsurf, visitar algunas personas que he conocido y volver a trepar hasta la caída de agua del Hankapii.

Pero todo debe pasar en algún momento. Volví la cabeza y miré nuevamente hacia delante. Cuando se navega no es buena idea volver la cabeza atrás y añorar el sitio donde uno ha estado. Algunos dicen que es de mala suerte, así que solo miraré hacia delante.

Cuando llegue a Oregon habré navegado más de 30.000 millas náuticas, en un período de aproximadamente 4 años. No he visto a mis amigos de Oregon en más de dos años, aunque hemos permanecido en contacto por teléfono y mensajes por computadora. Los extraño y también a mi hogar.

No sé como será vivir nuevamente en la ciudad tras tanto tiempo en el mar, pero por cierto que algunas cosas han cambiado para siempre. Por ejemplo: Mi actitud hacia el agua. Consumo aproximadamente medio galón por día, tanto en el mar como en puertos del Tercer Mundo, donde el agua es algo muy escaso aún en la costa. En Sri Lanka juntaba agua de lluvia con las velas y otras telas impermeables, porque el agua de la costa no era segura. Pero yo lo tenía fácil… Para un aldeano de África, el encontrar agua potable es cosa de vida ó muerte.

Cuando me quiero bañar, lleno con agua salada un bolso que luego dejo calentar al sol, y después me doy una ducha caliente. Como jabón utilizo detergente para vajilla, que sirve aún con agua fría de mar. Con este detergente y agua fría de mar puedo hasta lavarme el pelo, cosa que los libros dicen que es imposible.

Para conservar el agua potable, siempre utilizo tanta agua de mar como sea posible. El Selene tiene un tanque con capacidad para 60 galones de agua fresca que lleno antes de cada cruce, y raramente utilizo más de la mitad. Considérenlo así: Una persona que se ducha durante cinco minutos usa el doble del agua potable que yo utilizo para navegar desde Panamá a Hawai (35 días).

6 de agosto – Día 11

Durante los primeros diez días el viento sopló del nordeste. Navegué lo más orzado posible, con rumbo norte según lo planeado, y no muy rápido. Sabía que si navegaba lo suficiente hacia el norte, eventualmente el viento bornearía al noroeste y luego al oeste. Ayer el viento finalmente viró – dramáticamente, en poco menos de cuatro horas. Por diez días he navegado perpendicular al rumbo que lleva a Oregon y ahora, por primera vez en esta travesía, lo hago en línea recta hacia allí.

Estuve preocupado de tener que navegar en medio del centro de Alta del Pacífico Este, lo que hubiese significado detenerme totalmente, pues no tengo autonomía suficiente de combustible como para escapar de allí a motor, pero la naturaleza me dio un respiro, apareció una tormenta que empujó el centro de alta presión fuera de mi camino, y ahora sopla duro del oeste.

Soy un marinero diferente. Hace cuatro años hubiera evitado el clima tormentoso – esta vez lo deseaba. Todo está mojado y Selene se sacude como una coctelera, pero me muevo en la dirección correcta, y rápido.

Cuando recién empezaba a navegar, solo me sentía seguro estando amarrado al muelle y me petrificaba la idea de salir al océano abierto. Desde entonces, he aprendido que el medio del océano es el lugar más seguro que uno puede imaginarse, y que el gran peligro se encuentra agazapado cerca de tierra – allí hay más buques, todas esas traicioneras rocas donde estrellarse, hasta las marinas son riesgosas, y sino, recuerden lo que pasó en Ibiza (España) cuando decidí que el clima se pondría muy duro por lo que sería mejor refugiarme en una marina y tomar un buen desayuno… Desde entonces, he llegado a la conclusión de que partir durante una tormenta no es algo tan imprudente, por lo menos esa vez, por ir a las marinas casi pierdo el barco por acertar el ancla en una cubierta abandonada en el fondo..

10 de agosto – Día 15

Hoy estoy en el punto medio de la travesía, unas 1100 millas me separan de Hawai y de Oregon. Estuvo bastante movido y mojado por dos días – en un momento, una gran ola rompió dentro del Selene y el agua salada llegó al navegador electrónico, que murió al instante. Ahora solo cuento con el posicionador satelital, las cartas náuticas y el sextante – pero esto es más que suficiente para encontrar Oregon.

En los modernos equipos electrónicos, hay algunas cosas que los hace especialmente vulnerables al agua salada. Los circuitos integrados de plástico son una de ellas. En un barco, a veces el agua salada llega a ellos y se dañan sin remedio. Creo que es por este motivo que todos los elementos electrónicos del Selene (radar, computadora y navegadores especialmente) tienen tan poca vida. Casi no he visto equipo electrónico que, a bordo de una embarcación, dure mucho más de dos años, a menos, claro está, que estén ubicados en un sitio donde el agua nunca los alcance, lo que implica un barco realmente importante pues en uno más pequeño, como el mío, esto es más difícil de lograr de lo que parece.

En estos momentos la navegación es placentera – viento por la amura de babor y mar calmo. El barco avanza vigorosamente con viento parejo y las velas llenas, con lo cual el balanceo es menos que estando al ancla.

Desde mi partida de Hawai solo he visto otras dos embarcaciones – una fue solo una luz durante la noche y la otra era un carguero en viaje de San Francisco a Indonesia. El capitán de este carguero, un australiano, se comunicó conmigo por radio y estuvimos hablando largo rato sobre la navegación y me decía que hacía tanto tiempo que se ganaba la vida navegando que no podía ni imaginarse como sería hacerlo por placer, a lo que le respondí con la chicana “Yo hace tanto que navego por placer, que no puedo ni imaginarme como es el hacerlo para ganarse la vida”.

12 de agosto – Día 17

El viento continúa soplando parejo, de una dirección que me permite navegar en rumbo, y el cielo está claro hasta la noche cerrada. Para hoy está anunciada una gran lluvia de meteoritos, pero las nubes que se levantan por las noches están tapando la vista del cielo. En fin, no se puede tenerlo todo en la vida: fui de los pocos que pudo disfrutar del eclipse total de sol en Hawai, así que no me puedo quejar.

Cuando, como ahora, el viento es firme y constante, el Selene navega en automático y no tengo que cambiar ni el rumbo ni las velas por días. Es en estos días cuando escribo en mi diario de viaje ó desarrollo programas para la computadora. Hoy he estado mirando el track de todo mi viaje y he volcado algunos de los números en la computadora.

Así, obtuve que la velocidad promedio de mi circunnavegación ha sido de 4.5 nudos, ó sea unas 108 millas diarias. La más alta velocidad promedio en 24 horas ha sido de 7.2 nudos, aunque esto puede deberse a un error al obtener alguna posición satelital – por mucho tiempo he creído que Selene no puede navegar a ese ritmo más de unos pocos segundos. La menor velocidad promedio en 24 horas ha sido de 1.2 nudos, cuando trataba de avanzar en vientos muy leves sin emplear el motor, o cuando luchaba contra viento y marea en el Mar Rojo.

Para navegar entre dos puntos, siempre hay una derrota ideal, pero con un velero muy pocas veces es posible seguirla fielmente: siempre hay que navegar alrededor de un centro de alta presión (donde no hay viento) como estoy haciendo entre Hawai y Oregon, ó se deben tirar bordes por tener vientos contrarios, ó la corriente deriva el barco hacia donde uno no lo esperaba – como sea, la navegación actual tampoco es siguiendo la derrota ideal.

Las navegaciones menos eficientes (las que más alargaron su trayecto ideal), fueron la primera entre Oregon y Hawai (hice un 16% más de distancia) y, la peor de todas, la remontada del Mar Rojo contra el viento. Recuerdo que en el transcurso de esta travesía, fue cuando soñaba con un moderno barco con quillote fino terminado en un bulbo, un quillote con la forma del ala de un avión, algo que permite a un barco navegar muy bien con vientos contrarios, pues su orzada es mucho más cercana al viento de lo que el Selene pudiera siquiera llegar a soñar. Claro que también, si uno golpea este quillote contra una piedra del fondo, este puede muy fácilmente desprenderse, el barco tumbarse y hundirse, cosa que no pasaría con la robusta quilla corrida del Selene, a la que he golpeado muchas veces contra rocas y corales, y heme aún aquí, a flote. Creo que uno debe sopesar SUS planes para el barco contra los planes que la NATURALEZA tenga para su bote.

20 de agosto – Día 25

Hoy debiera estar arribando a Brookings – algunas partes del continente están comenzando a asomarse a través de la niebla. Últimamente no ha habido mucho viento, hoy no hay ninguno, y navego a motor.

Hace unos pocos días atrás, tuve un encuentro con un gran buque tanque en viaje desde Long Beach, California, hacia Valdés, Alaska. Su capitán se comunicó por radio conmigo, cuando solo estaba apareciendo por el horizonte. Me dijo que iba a cambiar su curso para evitarme y que mantuviese mi actual rumbo. Pero teniendo en cuenta que en ese barco había gente trabajando, mientras que yo no tenía obligación alguna, le ofrecí cambiar yo mi curso para que él no tuviera que hacerlo, después de todo su eslora era de casi un cuarto de milla y sería mucho más sencillo cambiar mi rumbo que el suyo. Diplomáticamente, me informó que a la velocidad que avanzaba su buque (y por ende lo despacio que lo hacía el mío), ninguna maniobra que yo pudiera hacer serviría para algo. Minutos más tarde, después de saludarnos cuando el tanquero pasó a no más de unos cables de donde me encontraba, tuve un escalofrío difícil de calmar cuando caí en la cuenta de lo que pudiera haber pasado si no me hubiesen detectado en su radar ó no hubiese nadie allí vigilándolo… Horas más tardes, aún resonaba en mi mente la frase “Ninguna cosa que pudiese hacer serviría de nada…”.

En cierta forma, el buque tanque marcó el inicio de mi arribo al continente. Sabía que estos gigantes, en camino hacia Alaska, permanecían a pocos cientos de millas de la costa y debía redoblar la vigilia estando en esas agua. Desde entonces he estado viendo muchos pequeños cargueros y barcos de pesca.

He estado pensando sobre la forma en que un navegante percibe que hay tierra cerca. En medio de una larga travesía, la proa del barco no tiene nada especial. El océano se ve exactamente igual en todas direcciones, siempre hermoso, y la atención no está puesta en lo que hay delante, como si ocurre cuando alguien conduce un vehículo en tierra. De hecho, no es para nada algo raro pasar largos períodos solo observando la estela del barco, pensando quizás en el lugar y gente que se acaba de visitar y conocer, ó mirando un cortejo de peces que (en mi caso al menos) no tienen ningún problema en nadar a la par de uno.

Pero cuando uno se aproxima a tierra las cosas cambian. La radio VHF, de corto alcance, vuelve a la vida. Siempre llevo encendida esta radio, noche y día, durante toda la travesía, siempre en el canal internacional de emergencias (canal 16), máxime desde que no tengo funcionando el radar, y que alguien que me vea puede llamarme antes de pasarme por encima. Pero muy raramente escucho a nadie hasta que estoy a unas, digamos, 300 millas de la costa. Entonces comienzo a escuchar las comunicaciones de los barcos, mayormente entre ellos, y sé que debo redoblar la vigilancia y dormir mucho menos.

Algunas veces, cuando ya sé que estoy más próximo a tierra, también enciendo el receptor AM/FM. La frecuencia AM es la que primero se escucha y me permite, moviendo la antena en círculo, saber si estoy en rumbo (las radios AM se escuchan mejor cuando la antena apunta hacia donde está la estación emisora). Las estaciones FM, sorprendentemente, las he llegado a escuchar estando a unas 200 millas de distancia de la estación. Algunas estaciones transmisoras de FM norteamericanas tienen tal poder, y están tan bien ubicadas, que si existe alguna probabilidad de escucharlas, aunque solo sea en teoría, seguro que uno las escuchará.

Luego la evidencia de tierra entra por los sentidos: Se ven enormes bandadas de pájaros, en especial si hay barcos pesqueros en la zona; se escuchan sonidos mecánicos que llegan a grandes distancias sobre el agua – aviones por ejemplo –; y el color del mar cambia del azul profundo (signo de pureza y gran profundidad) a un gris pizarra y finalmente a un verde brillante ya en aguas poco profundas. Ya mas cerca, se ven flotando objetos que solo pueden provenir de tierra, como maderas y hojas. Otra clara señal de que se está cerca de tierra es la resaca, las olas que rebotan contra la costa – en el Caribe, me sacudieron el barco de tal manera que hacían muy difícil la vida abordo, además de inundarme el cockpit e ingresar a la cabina sin pedir permiso.

Actualmente, ver tierra es usualmente algo decepcionante. A menudo uno no ve la tierra hasta no estar muy cerca. Cuando uno se aproxima a una pequeña isla en el trópico, puede ser que solo vea alguna palmera, siendo por eso tan peligroso navegar por allí, especialmente de noche.

Todas estas claves terrestres tienen un efecto: Se toma conciencia de tierra, de la gente. De pronto, uno se encuentra mirando más allá de la proa del barco, como si en esa dirección hubiese algo especial.

Para cuando se amarra al muelle, se estará en condiciones de sentarse con otras personas, expresar algunas ideas y de describir claramente el océano. La tierra hará lo posible por retenerlo, pero el mar nunca más lo dejará.
 
Epílogo

Cuando empecé a navegar, pensé que sólo tenía que aprender sobre mi barco, y así me llevaría a salvo a través del océano. Pero a medida que navegaba, me daba cuenta que debía conocer el mar. Mi barco era una cáscara de nuez en las manos del mar, y yo era menos aún.

Aprendí a amar el mar — pero no, eso no lo describe cabalmente. Antes de navegar pensaba que tenía miedo a morir. Después, en algún lugar entre las islas, aprendí algo — en realidad yo tenía miedo a la injusticia, a ser apartado de la vida, digamos, por alguien que no pudo manejar bien su auto.

En el mar mantuve ordenado mi barco y tenía puesto mi arnés de seguridad — entonces, si era arrebatado del barco, era el mar, el mar lo hacía. Como consecuencia de ello, mientras pasaban los días y enfrentaba los riesgos de navegar, me preocupaba menos por la muerte. Sólo debía evitar la estupidez absoluta — si el mar me llevaba pese a eso, era suyo.

Entonces, un día mientras miraba las olas, me di cuenta que me había rendido al mar — a cambio de haberlo conocido, podía llevarme si lo deseaba. Podría haberme quedado en tierra, pero eso sólo hubiera sido solamente esperar a la muerte. Tenía que navegar.

Antes de ese día creía que podía engañar a la naturaleza, negociar mi escape de la mortalidad. Pero supe que había algo que no estaba obteniendo — podía verlo en los ojos de los animales. Cuando miraba a sus ojos me daba cuenta que ellos sabían sobre la muerte, pero ellos no creían que pudieran darle indicaciones. Vi resignación y un orgullo por la experiencia que yo pensaba que probaba cuan estúpidos eran.

Ya no creo que pueda ahorrar vida — debe ser utilizada para que tenga algún valor. Y eso para vivir, para tener aventura, uno tiene que tener ganas de morir. El mar me enseñó esto y, entre su oleaje y sus islas me convertí en un animal, un habitante de la naturaleza. Uds. pueden verlo en mis ojos.

Fin

Cabo de hornos y ventisqueros

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