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10.000 millas del Ave Marina – De Panamá a Filipinas – Parte 2 – ADAN
Relatos de navegantes

10.000 millas del Ave Marina – De Panamá a Filipinas – Parte 2

Por Alberto José Torroba –

«…El último mes, (diciembre 1992),  navegamos de Panamá a las Marquesas con el aventurero argentino de 39 años Alberto José Torroba abordo del Ave Marina, su canoa de tronco ahuecado de 15 pies. Navegando por la dirección del oleaje, el vuelo de los pájaros y los cuerpos celestes, Alberto llegó con precisión a  tierra después de 44 días en el mar a pesar de haber dado vuelta de campana, perdiendo gran parte de su comida y agua en el hecho.Ahora, en Hana Vave en Fatu Hiva, el Sol entró en Tauro y la Luna esta brillando; es tiempo para este hijo del universo partir de nuevo, rumbo a las Filipinas, del otro lado del Pacífico….»

Alberto Torroba

Alberto José Torroba, La Pampa – 2007

Imagen, gentileza de Ernesto Betbeze, Socio Fundador y Juan La Bianca, Delegado Rosario de nuestra Asociación, en la visita realizada a Alberto Torroba a su casa de la Pvcia. de La Pampa, Argentina, 2007.

Milagrosamente, la canoa a vela Ave Marina sobrevive a un tifón y completa su misión, desembarcar su único tripulante al otro lado del Pacífico, a 10.000 millas de la jungla en la cual fue construida.
Hana Vave era memorable por su belleza y la calidad de su gente. Me quedé por unas pocas semanas a reparar el barco, reconstruyendo el piso y colocando una nueva puerta en el espacio de almacenamiento. Agregué una tabla a los costados de la canoa para aumentar el francobordo y traté de sustituir las cosas perdidas, pero nunca reemplacé el compás. La pérdida del compás abrió una nueva dimensión en mi mente. Los nativos me asistieron en cada cosa que pudieron. Desde el momento de mi llegada era el gran hombre en cualquier lado que fuera. Todos querían hablar conmigo o invitarme a su casa. 

Ruta Marquesas

Marquesas

Navegué alrededor de las Marquesas esperando que el Sol entrara en Tauro, luego dejé Ua Pu con la Luna en cuarto creciente, rumbo al archipiélago de Tuamotus. Las Tuamotus son atolones bajos de coral que solo pueden verse cuando uno está muy cerca. De la canoa podría ver las copas de los cocoteros desde ocho millas de distancia; vería las rompientes en los arrecifes solo cuando estuviese encima de ellas. Eran 400 millas a las Tuamotus y como estaba yendo de norte a sur no podría predecir donde desembarcaría. Necesitaría longitud para saber eso, y no estaba disponible con mis instrumentos de navegación. Entonces decidí encontrar las islas con los ojos y con la Luna llena.

Las Tuamotus

Tan pronto como dejé Ua Pu un fuerte viento de 30 nudos sopló del SE. El viento mantuvo su intensidad todo el viaje y el Ave Marina, con su mayor con rizos, se desempeñaba en forma excelente. Yo no. Estaba mojado, y achicaba sin dormir ni descansar. Luego del tercer día me sentí enfermo. El quinto día vi el primer atolón, que reconocí por las cartas como Makemo. Buscaba un fondeadero tranquilo pero, en la boca norte, el viento y la corriente me dijeron que no entrara. Fuera del arrecife encontré dos boyas abrigadas del viento y las olas y amarré a una de ellas y dormí. A la mañana siguiente probé la boca de nuevo, pero de nuevo fui desalentado. Busqué un nuevo atolón.

El viento disminuyó y navegué todo el día y luego a la noche bajo la Luna llena. Mi cuerpo estaba enfermo, pero mi espíritu volaba en esa hermosa noche. Al día siguiente traté de fondear a sotavento del atolón Tahanea y perdí el fondeo en el coral, donde era muy profundo para bucear. Luego, encontré uno de los tres pasos en el norte hacia la laguna interior e incluso con corriente en contra, pude entrar remando cerca de la costa, luego vadeando y empujando el Ave Marina. Al este del paso encontré una villa abandonada. La isla entera estaba, de hecho, deshabitada y pasé una semana haciendo nada más que descansar, comiendo grandes cangrejos y cocos, nadando en la laguna y duchándome con el agua dulce de una cisterna.

Era el paraíso, no se porque partí una semana después. Pero estaba, por entonces, completamente recuperado. Una parada en Faaite y, luego de eso, Gienau, (declinación 17°30´ S) me mostró como llegar a Tahiti (latitud 17°30´S).
Los periodistas  y otras personas me vinieron a visitar y todas los días al amanecer dejaba el barco para evitar los amigables, aunque molestos, visitantes. Había tenido suficiente.

En Moorea la botavara me pegó tan duro que tuve que pasar un tiempo en Tahaa y Raiatea para recuperarme. Ahí decidí eliminar la botavara.
Corté la vela más alta y el pujamen mas corto, lo que le daba a la  canoa una navegación mas suave y menos ardiente. Justo cuando estaba por partir de Tahaa un violenta ráfaga rompió el mástil y tuve que volver. Con un nuevo mástil, entré a Bora Bora por una noche solo para chequear el correo. No había nada. Unas 500 millas adelante estaba el solitario atolón de Suwarrow. Ahora sabría cuan precisa era mi navegación. Suwarrow es un pequeño y bajo atolón, a una semana de navegación de Bora Bora hacia el WNW, sin ninguna tierra de referencia en el medio. Justo debajo de Zaurak y Eridanus (declinación 13°30´ S) o entre las dos estrellas de la cola de Capricornio.

Ave Marina
Alberto Torraba y el Ave Marina

Para partir elegí otra vez la Luna en cuarto creciente, esperando una llegada con Luna llena. El Sol estaba por entrar en Leo (principios a mediados de agosto en el calendario). Mientras dejaba Bora bora vi una isla al norte, pero al otro día no había nada excepto agua y cielo azul. Un día  después el viento empezó a hacerme trucos; sin viento, poco viento, algo de viento, nada de viento y así, pero me mantuve navegando hasta que el viento volvió. Ya había pasado el extremo sur de la cola de Capricornio y en la tarde del séptimo día una fragata me mostró que Suwarrow estaba cerca, marcándome la ruta mientras volaba alto a casa.

Leyendo las aves

De acuerdo a mis observaciones, fragatas y alcatraces son las aves más confiables para encontrar tierra. Muy raramente se aventuran más de 50 millas de tierra y si lo hacen, verás solo uno, no un grupo. Su área normal es dentro de las 30 millas de tierra.

Fragata

Fragata

Nunca confíes en petreles. A veces veía grupos de ellos en medio del océano.

Petreles Plateados

Petreles plateados – Mark Royo Celano

Charranes y gaviotas tienen buena reputación, sin embargo tampoco confío en ellos. Los he visto a cientos de millas de tierra y en grupos.

charrán

Charran

Gaviotas

Gaviotas

El mensaje principal de las aves reside en la manera que vuelan. Cuando un ave esta pescando, vuela erráticamente y pronto será obvio que no va a ninguna parte. La mejor hora para observar los patrones de las aves es temprano en la mañana o a última hora de la tarde.

Alcatráz

Alcatraz

En la mañana un alcatraz estará volando de un lado a otro, pero siempre progresando en una dirección determinada. Si después de esto puedes ver a otro haciendo lo mismo, puedes estar casi seguro que la tierra está en la dirección opuesta. En la tarde los alcatraces prefieren volar en grupos. Es normal ver dos o tres alcatraces yendo derecho a algún lugar; síguelos. Las fragatas son similares, pero no vuelan tan juntos como los alcatraces.

Una fragata en la tarde, volando alto, yendo a alguna parte, esta yendo a casa. Pero si ves solo uno en todo el día, sin otras aves a la vista, puede estar a cien millas de casa. Este era el caso ahora.

Había creído que tendría que navegar otro día para ver tierra. Durante la noche estaba justo debajo de Zaurak. La Luna esta llena. No dormí, solo observaba, Al otro día vi varias aves. Nada estaba claro todavía, solo un tendencia de verlos primero al oeste. Por la tarde más aves todavía y sentí que esta llegando. A medida que se iba la tarde vi varios grupos de diferentes tipos de aves yéndose a casa, un poco al norte del oeste.

Tres gaviotas volando en dirección opuesta me querían hacer dudar, pero el veredicto estaba claro; alrededor de 20 contra 3. Fui un poco al norte del oeste, Suwarrow estaba a menos de 30 millas adelante. Estaba seguro de eso.
Mientras caía la noche me concentré en las olas, pero todavía eran olas “libres” de mar abierto, sin reflexión. Si estás a menos de 20 millas a barlovento de tierra, las olas no son “perfectas”; pequeñas olas se mueven contra ellas,……..tierra es de donde estas pequeñas olas provienen!!!

Si estás navegando con viento de popa, también notarás que el barco a veces levanta la proa, no la popa. De acuerdo a algunos autores (recomiendo We the navigators de David Lewis), hay varias formas de diferenciar los patrones de olas, pero no soy de aprender de libros, prefiero hacer mis propias observaciones. Antes de la medianoche vi que las olas todavía eran “libres”, entonces pensé que podría estar pasando a sotavento de las islas. Como el viento era siempre del SE, alteré el rumbo al SW. Pero era más que eso; tenía la absoluta convicción que la isla estaba allí. Podía sentirla y no puedo explicar porque. Y encontré Suwarrow en el medio de la noche. Por supuesto que estaba allí!

Como todavía era de noche esperé la luz de día frente a la entrada. El Sol me encontró luchando, sin progreso, contra la corriente. Estaba por esperar que cambiara la corriente cuando un barco que entraba se ofreció a remolcarme.
Desafortunadamente, Suwarroe no es más una deshabitada isla paradisíaca. Además de siete barcos, una amistosa familia estaba “cuidando” el atolón en nombre de su país. Cada mañana una bandera es izada y cada tarde alguien está mirando videos. No te permiten visitar ninguna otra isla del atolón, tampoco navegar alrededor de la laguna. He estado en este planeta por 39 años y todavía no puedo entender al ser humano.

Luego de una semana en Suwarrow, navegué nuevamente, hasta que en una mañana nublada un ave tras otra me mostraban Samoa (USA). Como quedaba un poco a barlovento y el viento era de más de 30 nudos, elegí ir a Samoa Occidental. Navegué a lo largo de Upolu y de Savai, visitando diferentes lugares; la tierra era hermosa, la gente amistosa, y la vida era buena.

El Ave Marina estaba haciendo agua por un gran agujero que el árbol tenía en su centro. Un buen calafateo había sido hecho en Panamá, pero a medida que la madera se secaba, el agujero se volvía mas grande y el calafateo inútil. Lo había reparado un par de veces, pero el Ave Marina necesitaba cirugía, lo que requería secar completamente la canoa para colocar bien la pieza de madera que obturaba el agujero.

Alberto y su Ave marina

 El Ave Marina y Alberto Torroba

Una reparación

Llegué a la isla Wallis achicando cada hora. No pude dormir más por la filtración. En Wallis pasé la temporada de ciclones, pero Marie Paule era la principal causa de la decisión de quedarme. Dejé secar el Ave Marina durante dos meses y el trabajo grande fue realizado: el agujero fue tapado. También reemplacé la cubierta que filtraba agua por una de madera. Lo barnicé y corté una vela nueva de una vieja que un amigo me había dado. Cuando estaba de nuevo en el agua, lucía como nueva, y estaba completamente seca.

A principios de mayo, alcancé Fiji en tres días. Navegué la zona y disfruté la compañía de los increíblemente amistosos habitantes. Otra semana y estaba en Vanuatu, donde llegué durante un fuerte tormenta. Me resguardé a sotavento de una isla cuyo nombre olvidé; olvidé muchos de los nombres de ahí en más porque perdí todas mis cartas y registros. Más de esto después…..

Navegué a las Nuevas Hébridas, finalmente asentándome un tiempo en Espíritu Santo para conocer los primitivos paganos allí y aprender de ellos lo que pudiera antes que el progreso los ponga a trabajar por un dólar la hora y cerveza, borrando su dignidad humana. Si, ellos están todavía desnudos, puros y vírgenes.
Con el Sol en Cáncer (de julio a agosto de 1990) dejé Santo por lo que suponía iba a ser un tiro derecho a las Filipinas. Navegué con un viento fácil  a las Salomón. San Cristóbal fue la primer isla que vi, seguida de Malaita, justo al este de Guadalcanal.
Entré a la laguna interior en Malaita y paré por una noche en una de las muchas islas artificiales. Compré una caja de galletas para seguir mi camino. Había arrojado la cocina de camping Gaz en Tahaa durante una de las muchas búsquedas de objetos inútiles para descartar. Cuanto mas vacío estaba el Ave Marina mas lo amaba. Entonces comía granola, galletas, cocos y pescado crudo con limón y salsa de soja. No más cocinar.

Arrumbé al grupo de las Nueva Georgia, cruzándolo a través de una laguna interior. Paré una noche ahí y otras en lugares que no puedo recordar. Hice mi última parada nocturna en una de las islas del grupo del Tesoro, justo al sur de Bougainville. De allí tenía que cruzar toda la longitud de Papua-Nueva Guinea sin ser advertido, porque había sido deportado de ese país cinco años atrás como inmigrante ilegal. Había estado navegando por allí en el Poini, un prao de 20 pies,  y me había casado y asentado en una pequeña isla al sur de Nueva Bretaña (isla Aglingui).

De Bougainville fui al sur de Nueva Bretaña, ya estaba en un área que conocía bien. Tres días de fuertes vientos no me dejaron dormir y estaba rumbo al estrecho de Vitiaz, bien conocido como el peor para navegar. El estrecho de Vitiaz separa a Nueva Bretaña de Nueva Guinea. El viento se canaliza en el embudo y con la corriente, produce olas cortas y rompientes. Crucé el estrecho cinco años antes con el Poini y fue una travesía dura y mojada. Ahora, con este fuerte viento soplando, sentí que nada bueno me esperaba, pero no quería detenerme. El viento soplaba del SSE, con lo que estaría navegando con viento de popa.

Al amanecer estaba entrado por la parte sur del estrecho. Las olas rompientes hacían surfear violentamente al Ave Marina, a veces a velocidad terrorífica. Con la mayor con rizos, estaba parado en la canoa, las piernas separadas para controlar el balance del barco, las manos en la caña, el cuerpo mirando hacia atrás para ver las olas, y disfruté y temí el hermoso y peligroso juego del surfeo. Una ola, 10 olas, 100 olas, 1000 olas, el juego del surfeo no tenía pausa. Cuando la noche llegó todavía estaba en el estrecho, en la parte noroeste. Estaba cansado, pero como el mar no,…..tenía que continuar.

A medianoche dejé el estrecho, y como el mar estaba mas calmo decidí dormir. Poniendo una pequeña genoa para mantenerme navegando a sotavento y dormí.

Vuelta de campana de nuevo

Me desperté con el mundo cabeza abajo y yo nadando. Esta vez no tenía miedo, solo enojo conmigo mismo. La puerta del pequeño espacio de almacenamiento se había abierto de nuevo y todas las cosas se habían perdido o flotaban alrededor. Esta vez la madera del Ave Marina estaba seca y flotaba alto. Después de trabajar un poco estaba navegando de nuevo, pero todo se había perdido. Solo mi pasaporte y el dinero (que iban en un lugar especial) sobrevivieron, además de las velas, cabos, el toldo plástico y algunas pocas cosas más.

Tenía que entrar  a cualquier pueblo de Nueva Guinea para reemplazar lo mínimo necesario para continuar. Recé que los vistas de aduana no me recordaran, Tres días después entre al puerto de Madang, donde me dieron 24 horas en las cuales debía reparar todo, que fue lo que hice. En condiciones precarias, zarpé de nuevo al otro día Solo tenía una pequeña fotocopia de una carta para toda la isla de Nueva Guinea, y otra para las Filipinas. Las cartas no tenían detalles, pero no importaba, me dije, todo estará bien.

Alrededor de un mes había pasado desde que dejé Vanuatu y estaba físicamente cansado, pero todavía bien. No contaba los días y no hacía estima; simplemente iba donde mis sensaciones me decían. Fácilmente llegué a Irian Jaya y luego de pasar la isla Biak, un súper tifón se desarrolló en el Pacífico norte que produjo una tormenta que me empujó a sotavento hacia el NE.
Cuando la tormenta terminó tres días después, estaba a 200 millas al norte de Irian Jaya, bien al norte del Ecuador. Ahora solo había una suave brisa del SW. Estaba en un área fuera de mis cartas y no había lugar para derivar excepto al norte, al medio del océano, en una parte vacía del Pacífico, sin saber donde podría haber tierra (si había), con solo 12 litros de agua.

Los días pasaron, uno tras otro, en las mismas condiciones inciertas, derivando lentamente al norte, casi sin viento. Luego recordé que había visto en una carta que, tal vez, en 8° N, había un lugar llamado Palau. No estaba seguro, pero de alguna manera 8° N estaba asociada con Palau en mi mente. Decidí que si no podía encontrar nada en la longitud actual, navegaría al este. Palau estaría allí.

Palau no apareció por más de una semana. Nunca se deben contar los días en una situación así; hacerlo solo significa fraccionar información incierta y cuando agregas un poco de información al resto de acuerdo a los días que pasaron, el resultado estará mas lejos de la realidad que lo que tu intuición te diga.
Observa los elementos y los eventos; ellos tienen la respuesta verdadera, aprende su lenguaje.

Encontré Palau

Una noche vi la luz destellante de una boya de red de pesca. Fui allí y esperé, pensando que quienquiera que la haya puesto allí volvería. Finalmente apareció, un gran barco de pesca con las luces de cubierta prendidas, todos trabajando mientras un ruidoso alto parlante daba órdenes en japonés. La noche estaba negra. No podían oírme. No tenía linterna para hacerles señas, entonces traté de encender una vela dentro de un coco, pero el viento la apagó. Pronto los pescadores partieron.

A la mañana siguiente vi otro barco y con una lata de carne como espejo traté de atraer su atención. Esta vez me vieron y cuando se acercaron les pedí agua y les pregunté donde había tierra. Era un pesquero japonés de Okinawa. Llenaron mis latas de agua y el capitán me mostró una carta, diciéndome que Palau estaba 50 millas al NE. Esa tarde vi Palau, y al otro día estaba en Angaor. Un día después llegué a Koror, y allí tuve que esperar que terminara la temporada de ciclones antes de partir a las Filipinas.

Era a fines de septiembre, 50 días desde que había partido de Vanuatu y no podría partir hasta diciembre. Como tenía que arreglar algunos papeles y juntar algo de dinero, pasé el primer mes en Koror. Estaba en la isla Bablomegong cuando el tifón Ross azotó Palau. Cuando me enteré, era tarde para moverme. Como no tenía un fondeo apropiado y no podía sacar la canoa del agua (es pesada), fondeé un bloque de cemento y usé todos los cabos para amarrar el barco. Puse el mástil, velas, timón y todo lo demás en la casa.

El fondeadero del Ave Marina estaba relativamente protegido de las olas, pero no del viento. Durante la peor noche, nadé al barco una vez por hora para verificar todo. Después de la medianoche, no lo pude encontrar más. Cuando llegó el día, el fondeadero estaba vacío. Por mi tristeza entendí cuanto me gustaba. Cuando me sumergí ese día, vi que los cabos estaban rozados. Las posibilidades de que hubiera sobrevivido eran remotas.

Todas la islas allí tienen costas rocosas, con tal vez 10 metros de playa por cada par de millas de rocas.
Fui a Koror y le conté la historia a un amigo, quien me ofreció su barco para buscar al Ave Marina. Al otro día lo encontramos en una de las pocas playas, intacta, llena de arena y hojas, debajo de un árbol. Incluso no se dio vuelta campana.

Si yo creyera en milagros, este sería uno. Puse todo de vuelta en el Ave Marina y estábamos navegando de nuevo.

Después de Navidad partí de Palau hacia las Filipinas. Buenos alisios me llevaron al norte de Mindanao y tiré el fondeo en la isla General……Ya no había océano Pacífico por delante!!!!

Copyright Cruising World – Publicado en enero de 1993
Traducción: Marcelo Malara

Cabo de hornos y ventisqueros

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