Rotura del timón del Albacora y la difícil decisión de abandonar el barco.
Por Alejandro Leiva – Tripulante del Albacora
Rompimos el timón a 10 millas de Punta Médanos (Mar de Ajó), a unas 11 ó 12 millas de la costa con vientos, en ese momento, de 30 nudos aproximadamente y olas de 2 a 3 metros. En el momento de la rotura teníamos viento por la aleta y estábamos amurados a estribor. El barco se fue a la orza por lo que comenzaron a gualdrapear las velas, que venían filadas (mayor con un rizo y foque). Entonces cerramos todo mientras evaluábamos con qué haríamos un timón de fortuna. Lo hicimos con el tangón y unos cabos. Para ese entonces soplaban cerca de 45 nudos y se hacia muy difícil armar algo mejor con una tabla. De todos modos, con una ola ya bastante mayor y esa intensidad de viento, creo que ningún timón de fortuna hubiese sido de demasiada ayuda. Quizás un fuera de borda hubiera servido, pero no es el caso del Albacora .
Dadas estas condiciones decidimos avisar a Prefectura, sólo con la finalidad de ponerlos al tanto de la situación, ya que no estaba en ese momento en nuestro interés abandonar el barco. Entrada la noche, se comunican con nosotros dos pesqueros que navegaban por la zona y uno de ellos decide pasar la noche en nuestras cercanías para, a la mañana siguiente, realizar la maniobra de remolque hasta Punta Médanos. Entonces cerramos todo, nos metimos adentro y tratamos de dormir algo. Llevábamos una velocidad de deriva de 1.5 a 2 nudos y con el motor avante (a 1500 rpm), caíamos ligeramente a estribor Esto nos tranquilizaba ya que nos estaba llevando ligeramente mar adentro. Debo confesar que me sorprendió gratamente la forma en que el barco se adaptaba a las olas a pesar de estar sin gobierno.
A la mañana siguiente la marejada era tremenda (no sé, calculo olas de 4 o 5 metros) y el viento no bajaba de 40-45 nudos. Maniobrar un cabo de remolque resulta tremendamente difícil y peligroso, más cuando uno de los barcos está sin gobierno. Si bien en ese momento deseábamos ser remolcados por el pesquero, creo que nunca mas haría una maniobra de este tipo, ya que con esa marejada el barco está condenado a sufrir serias roturas y la maniobra, prácticamente, al fracaso. Prefiero bancarme el temporal, sea el tiempo que sea (si el barco no hace agua) y una vez que mejora el clima , armar un buen timón de fortuna. Entonces sí , me dejo remolcar……
Se rompieron 3 cabos en el remolque. Los 2 primeros serian cabos de 30 mm., aproximadamente y el tercero, no miento, sería del diámetro de un CD (mirando uno que tengo delante mío). Éste ultimo creo que se cortó por el roce con la base del palo.
Los dos primeros se cortaron casi simultáneamente, ya que habíamos logrado recibir dos cabos, no sin antes dejar destrozado el púlpito y casi todos los candeleros y guardamancebos de la banda de babor.
Lo que pasó era que, al remolcarnos con ola y viento de popa, nuestro barco barrenaba las olas a mayor velocidad que el pesquero y por lo tanto iba de un lado al otro. De esta manera, antes de realizar nuevamente la maniobra de tratar de agarrar el tercer cabo decidimos tirar un ancla de mar para evitar el problema (también me sorprendió gratamente el funciónamiento del ancla de mar, aunque Vito la odiaba).
No quiero aburrirlos con detalles pero el hecho de que te tiren un cabo, en esas condiciones, nos tomó una hora y un esfuerzo extenuante , debido a que cuando nosotros estábamos en el seno de la ola el pesquero estaba en la cresta y viceversa. Sumado a esto, sólo teníamos una mano para trabajar ya que con la otra nos aferrábamos a algún punto firme del barco , pese a tener colocado arneses de seguridad. Otra molestia era el salvavidas que nos impedía movernos con comodidad.
Cuando, finalmente, pudimos hacer firme el tercer cabo arrojado, consensuamos con el pesquero para meternos mar adentro y capear, ya que el pronostico hablaba de vientos en disminución después de mediodía. A todo esto serían las doce del mediodía.
Capeamos mas o menos una hora hasta que se corto el tercer cabo y desde ese momento decidimos quedar nuevamente a la deriva , ya que la corriente nos tiraba, prácticamente, paralelo a la costa.
Estando a 10 millas de la costa y a unas 5 ó 6 millas al sur de San Clemente, en comunicación con la Prefectura de Gral. Lavalle, nos preguntaron posición, rumbo y velocidad. Les dimos los datos de posición. Nuestros rumbo: 322°, la velocidad de 2 a 2.5 nudos. Al transportarlo a la carta vimos que nos llevaba directamente a Punta Rasa (no podíamos tener tanta suerte). “Excelente – dijo Prefectura – cuando se acerquen mas a la costa salimos con el GC 21 y los remolcamos”. El viento había borneado al sudoeste y cuanto más cerca de la costa , menos olas = menos marejada = más fácil la maniobra.
La alegría duró solo media hora (que era el intervalo en el que actualizábamos la posición) ya que lo que Jorge leía en el GPS era el rumbo a un Waypoint determinado y no el rumbo real que estábamos llevando. Al actualizarle la posición a la PNA, nos dijeron que chequearamos nuestro rumbo, porque a ellos les daba 355° (paralelo a la costa) al través de San Clemente. Ese error de Jorge fue a causa de usar un GPS nuevo, de cuya configuración no estaba muy al tanto. El Garmin 45, que veníamos utilizando regularmente, en determinado momento dejo de funcionar.
Lo que acá parece una boludez (no encontrar el rumbo con un GPS ) debe analizarse en el contexto de un barco moviéndose como una cocktelera , con gente extremadamente cansada , mal dormida y en mi caso con nauseas si demoraba mucho tiempo en querer trasladar una posición a la carta.
Para este momento el Albacora ya se atravesaba a la ola y dimos alguna que otra tumbada. Siempre tuve la fantasía de que Barco tumbado = Barco semihundido pero, muy rápidamente el barco se adrizaba automáticamente.
Ya sabíamos que teníamos un helicóptero de Prefectura disponible, por si decidíamos abandonar la embarcación , cosa que queríamos evitar hasta último momento. También teníamos claro que dicha situación debía resolverse antes del atardecer, ya que sin luz de día la maniobra de rescate sería imposible. Otra noche a la deriva y, probablemente, hubiésemos terminado hundidos en algún banco de la Bahía de Samborombón.
Nosotros teníamos la tranquilidad de contar con balsa salvavidas para cuatro personas , cosa que siempre consideré importante pero que ahora considero INDISPENSABLE. Creo que ir o venir de Mar del Plata sin balsa es demasiado riesgo , mas teniendo en cuenta que entre La Plata y Mar del Plata hay 230 millas sin ningún puerto de alternativa.
Con respecto a la balsa , no todo es color de rosa , mas si uno no tiene en el barco un lugar destinado exclusivamente para ella. Nosotros, al principio, la llevábamos adentro. Cuando comenzaron las maniobras de remolque decidimos ponerla en el cockpit, ya que si por alguna causa teníamos que usarla de urgencia , el hecho de tenerla en el interior complicaría aún mas las cosas. Pero tenerla en el cockpit nos traía 2 problemas:
– Era tremendamente incómodo para nosotros si necesitábamos hacer alguna maniobra. La balsa ocupaba casi todo el piso del cockpit.
– Si tumbábamos podía caerse al agua (obvio que la habíamos hecho firme al barco) pero el riego de caerse siempre está.
Ya no tenía sentido seguir esperando por un mejoramiento del clima: llovía, había olas de 5 o 6 m y 45 nudos de viento. El guardacostas de Prefectura nos comunica que es imposible acercarse a nosotros con esa marejada (aproximadamente a las 17.00 hs del lunes).
Entonces, dos hechos nos llevaron a tomar la terrible decisión de abandonar el barco. El primero fue una ola gigante que entró al barco y me baño antes que me diera cuenta. Produjo una tumbada en serio. Tan violenta fue que Luis voló (sí…. voló!!!) de una banda a otra y la cocina se arrancó de su arraigo y también fue a parar del otro lado. Sentimos un ruido tan fuerte que supúsimos que habíamos desarbolado . En ese momento pensamos: quien sabe si en la próxima tumbada no rompemos el palo y, con eso, nos quedamos sin radio?. El segundo fue que Luis terminó de convencer a Jorge diciéndole (ojo que son tío y sobrino ): “vos tenés tu barco pero nosotros tenemos tres familias”.
Así dadas las cosas , llamamos a Prefectura , le comentamos la situación y decidieron mandarnos el helicóptero de rescate.
Las maniobras de rescate son difíciles y peligrosas , en especial con olas de 5-6 m y vientos de 45 nudos o más. Coordinamos con el helicóptero que nos rescatarían desde la balsa salvavidas y no desde el barco, ya que se corre el riesgo de enganchar la canasta en alguna parte del barco entorpeciendo las maniobras. En ese momento soplaban vientos límite para el helicóptero. Pese a eso, el piloto le dijo al GC de Prefectura que lo intentaría de cualquier manera. Ninguno de nosotros tres, jamás había pasado por una situación semejante , por consiguiente la maniobra de abrir y pasar a la balsa , solo era conocida en la teoría. Pero en la práctica las cosas, a veces, son diferentes.
A pesar de la inexperiencia lo hicimos bastante bien . La balsa tiene una correa de unos 14-15 mts de largo , uno tiene que tirar de esa correa hasta que hace tope y en ese momento se comienza a inflar automáticamente. Como el barco no se estaba hundiendo , la indicación fue sumarle a esa correa un cabo de 15-20 m más y hacerlo firme al barco para, de ese modo, mantenernos a sotavento a no menos de 30 m. del velero. Al encontrarse la balsa amarrada al barco se evitaba que estuviera totalmente a la deriva, facilitando las maniobras con la canasta. En ese momento, el helicóptero estaría a 30 m de altura (calculo más o menos tres veces la altura del palo del Albacora ) , la canasta parecía un péndulo. La misma debía quedar justo al lado nuestro y dentro del agua. En una oportunidad la quise agarrar en el aire y, si no la suelto, casi salgo volando al mar. Una vez que esta en posición uno se sube, luego viene el ascenso al helicóptero. Llegado allí “te meten” y vuelven a repetir la maniobra con cada tripulante. Cada rescate nos llevó entre 15 y 20 minutos…….
Alguien me preguntó como se rompió el timón . Seguramente lo forzamos más de la cuenta , nosotros veníamos con un rizo en la mayor y un foque con casi 30 nudos de viento y ola de 2 metros por la aleta de estribor. Diez minutos antes de romperse Jorge le propone a Luis, que venía timoneando, tomar otro rizo. A la noche cerraríamos la mayor y navegaríamos solo con el foque. Luis le contesta que el barco venía barrenando las olas perfectamente y que, si le quitábamos la propulsión de la mayor, ya no podríamos seguir la ola. Cinco minutos después, precisamente en una barrenada, el barco se fue a la orza y la pala del timón se partió en forma transversal. Al principio quedó agarrada por la fibra y flotaba y luego se desprendió. Quedamos con un timón de 20 cm.
Por último , para los que no lo saben , el Albacora fue rescatado a las 48 hs de abandonado, a unas 30 millas de la costa , a la altura de San Clemente, dándole la razón al dicho QUE LO QUE PRIMERO SE PARTEN SON LAS TRIPULACIONES , NO LOS BARCOS.
Alejandro Leiva