Relatos de navegantes

III ENCUENTRO NAUTICO DE LA BAHIA – 2011

Por Martín Pachiani

Viento franco hasta la Tapera
Habíamos dejado San Isidro a la mañana temprano con una suave brisa del norte que no alcanzaba para hinchar las velas. No trascurrió mucho tiempo y al aumentar la intensidad del viento detuve el motor y establecimos el spinnakers que nos llevo velozmente hasta el cruce con el canal de acceso, donde debimos arriarlo para dejar paso a un buque. Las millas pasaban rápido con una navegación muy cómoda tal es así que aprovechamos el mediodía para refrescar los conocimientos de navegación astronómica y mis alumnos sacaron la meridiana.
tripulación del Hannah Boden
Pasando La Plata volvimos a izar el globo aprovechando al máximo el viento. Establecí el sistema de guardias en dos grupos, por un lado Alfredo, que conoce bien el barco y tiene experiencia compartía su turno con  Mauro, que es aspirante a Timonel, y Alfonso, quien viajo desde Neuquén para participar de este evento.
En la otra guardia estaba Tony que también es tripulante habitual del Hannah que compartía su guardia con Demián y Ángel,  flamantes Patrones que acababan de rendir examen. Yo quedaba libero y aproveché para agasajar a mis tripulantes como cocinero.
Con un atardecer perfecto se fue la luz del día mientras compartíamos el mate pasando Punta Atalaya. Aprovechamos la noche sin luna y cielo despejado para identificar las estrellas más brillantes y las luces de las ciudades que alcanzábamos a divisar. Una vez más extrañamos el destello blanco del Faro Punta Piedras que estaba apagado y debimos remitirnos a un waypoint y a la ecosonda para sortear la punta homónima.
Cruzamos la Bahía de Samborombon navegando a orejas de burro con una navegación muy placentera y al advertir que estábamos dentro del alcance geográfico del Faro San Antonio a plena luz del día, empezó la competencia par ver quien lo hallaba primero. Nos valíamos de los prismáticos pero en el horizonte solo había agua y cielo, evidentemente la visibilidad estaba reducida y no era bruma, se trataba de ceniza volcánica en suspensión. Pasamos la zona del Banco del Tuyu y recién entonces apareció difusa la figura del faro y los arbustos de la costa.
Con la marea bajando entramos en la Ria  San Clemente y tomamos amarra al muelle en Tapera de López en un buen horario para hacer el almuerzo.
A la noche Mario, el encargado de Tapera, nos preparo un asado bien surtido que supimos aprovechar hasta los huesos.
Rias y pastizales
La convocatoria de ADAN para el Encuentro Náutico era para el 26 y 27 de noviembre aprovechando el fin de semana largo con feriado el 28. Pensamos que de este modo tendríamos varios inscriptos pero solo fuimos tres los veleros participantes. Tal es así que el sábado por la mañana mi amigo Guillermo botaba su flamante Secreto para hacerse a la mar, sumándose al evento. Con el flujo de la marea nos hicimos a la vela con un sol radiante y una atmósfera opaca por efecto de la ceniza volcánica.
Hicimos una pasada por Punta Rasa y luego pusimos rumbo oeste con destino a el Arroyo Las Tijeras, allí se aproximaba el Snoopy de Ricardo que tiene amarra en Gral. Lavalle. Siguiendo la aguada natural con la ecosonda y los waypions no tuvimos problemas para ingresar a esta ría ya que la marea nos regalo abundante agua  en su pleamar.
  
Nosotros anclamos al borneo y se abarloaron el Secreto y el Snoopy formando una isla flotante. Las tripulaciones abordaron el Hannah con alimentos y bebidas formando una gran mesa común donde compartimos el variado menú, disfrutando un calido momento de camaradería rodeados del maravilloso paisaje de la Reserva Natural Campos del Tuyu.
Esta reserva nace por iniciativa de la Fundación Vida Silvestre para poner un freno a los desmanes y a la caza furtiva de las especies autóctonas, principalmente el Venado de las Pampas, un pequeño ciervo de apenas 70 cm de alzada que estaba en peligro de extinción. Tal es así que la fundación  hace un acuerdo con los propietarios de las tierras Quiroga Leloir y en 1979 se funda la reserva que se constituye en la primera de la provincia, luego con el aporte de socios y mediante la campaña de la tarjeta Diners “con cada compra un metro cuadrado de tierra para toda la vida” se compran las 2000 hectáreas  a las que se sumaron otras mil con el aporte de fondos de Sociedad Zoológica de Nueva York.
La topografía de la zona esta clasificada como humedal y se caracteriza por su vegetación conocida como el pastizal pampeano, constituido por mas de 170 especies de gramíneas. Son también característicos los montes de Tala y Coronillo en sitios donde la tierra es mas firme.
El régimen de mareas inunda las numerosas rías aportando nutrientes al suelo constituyendo un sitio preciado por mas de 300 especies de aves, muchas de ellas  solo eligen ese sitio para alimentarse en sus largos viajes migratorios. Otras 60 especies están constituidas por mamíferos y roedores aunque el protagonista mas visible es el cangrejo que cubre el lodo de las rías cuando las aguas se retiran.
Luego del opíparo almuerzo levamos el ancla y continuamos nuestra navegación hacia el poniente en busca del escurridizo canal de acceso a la Ría de Ajo. Esta aguada se mantiene gracias al trafico de pesqueros que en temporada de pesca utilizan a Gral. Lavalle como puerto de amarre para descargar el pescado.
Tal es así que el canal es bastante angosto y se mantiene con aproximadamente un metro al cero. Hace falta la ayuda del GPS para practicarlo ya que no hay señalización adecuada para facilitar la recalada. Una vez franqueado el canal accedimos a la Ría de Ajo y remontamos los 10 kilómetros hasta el puerto impulsados por el viento norte que nos llevaba en popa.
En el recorrido tuvimos la suerte de avistar un Venadito de las Pampas que nos miraba atento, echado en el pastizal, vistiendo un perfecto camuflaje.
Amarramos el barco previendo una gran amplitud en la marea por efecto de la luna nueva y como todavía estaba el sol alto salimos a caminar por el pueblo y a tomar una cerveza en un bar de la hostería, frente a la plaza.
La Prefectura de Gral. Lavalle nos facilito sus instalaciones sanitarias y su quincho para asar un costillar y cordero para la cena de camaradería donde se hicieron presentes los participantes, el Prefecto Gómez y el  sub. Prefecto Saba a quienes despedimos ya que serán derivados a otros destinos el año próximo.
El Domingo desayunamos con las magnificas tortas negras de la panadería del pueblo y despedimos a Alfonso y Demián que regresaban en ómnibus a Buenos Aires. Hice el rol de regreso y a media mañana soltamos amarras para emprender la vuelta a Tapera de López debiendo navegar la ría con viento y corriente en contra, para ello nos valimos del motor y lentamente fuimos recorriendo su curso serpenteante hasta alcanzar la desembocadura y el mencionado canal de acceso.
Cuando alcanzamos aguas libres establecimos la mayor con un rizo y foque para navegar en ceñida hacia el Cabo San Antonio. El viento comenzó a arreciar y debimos tomar la segunda mano de rizos y reducir vela de proa. Punta Rasa se había poblado de Kites y con sus cometas multicolor danzaban sobre el oleaje. Tomamos amarra y a la tardecita Guillermo nos paso a buscar para ir al pueblo a cenar unas exquisitas pizzas en Gu Gu Pa donde Gerardo nos atendió una vez más con la amabilidad de siempre.

Historias de la Bahía

En la quietud de la mañana  tomaba unos mates contemplando el paisaje esperando la marea, ya que mi barco reposaba en el lodo rodeado de cangrejos. Tan pronto como llego el repunte y tuvimos medio metro de agua nos despedimos de los amigos y soltamos amarras.
Mi propuesta había sido aceptada al unísono y las condiciones eran inmejorables para intentar una recalada en el Río Salado, un puerto pesquero al que anhelaba llegar navegando desde mis primeras aventuras a vela por la Bahía de Samborombon cuando aun era un adolescente, recuerdo que en 1988, luego de haber recorrido bastante la zona sur de la bahía en mi Pamperito, nació la idea que con mis tripulantes llamamos Proyecto Samborombon en el que pretendíamos costear toda la bahía  a bordo de mi pequeño velero sin motor, esperando llegar a El Salado.
El día previsto mis tripulantes no pudieron ser de la zarpada y decidí intentarlo en solitario, la noche me tomo cerca del canal 1, como no pude hallar su  entrada y como el tiempo pintaba feo regrese a la Ría de Ajo para dormir al ancla teniendo al cielo como único techo.
Por un motivo u otro en reiterados intentos  El Salado siempre se presento esquivo y luego de 23 años de aquel primer intento no deseaba dejar escapar esta oportunidad aunque sea para sacarnos una foto en ese olvidado puerto histórico.
A principios del siglo XVIII  el puerto de Buenos Aires era solo un fondeadero donde había que descargar la mercadería en chalupas que luego pasaban la carga a unas carretas en medio del fango, de manera que los puertos mas importantes eran Ensenada de Barragán (que era una pequeña bahía con una topografía muy diferente a la actual), Atalaya, El Salado y la Ria de Ajo.
En aquellos años el Río Salado constituía una frontera natural que separaba las tierras de la civilización con la extensa zona desértica habitada por las tribus nativas que recorrían todo el territorio en grandes malones, tal es así que en las inmediaciones de este curso de agua existieron tres reductos donde se asentaron Misiones Jesuíticas con la finalidad de evangelizar a los indios dóciles. Llevar mercaderías en carretas era un viaje que tomaba semanas y el transporte por agua utilizando el entonces caudaloso  Río Salado era la forma mas rápida y segura para el despacho de mercaderías como cueros, carne salada, cebo, astas, grasa, maderas, etc..
En 1816 se instalo un fortín sobre la Ría de Ajo con el propósito de alertar a la población sobre el avance de los malones y se lo llamo fortín de Ajo también existieron otros fortines a orillas del salado aprovechando los cursos de agua para el aprovisionamiento. 
Hay documentación que testimonia que durante la Guerra con el Imperio del Brasil (1825-1828)  fueron numerosas las embarcaciones que recalaron en el Salado con diferentes propósitos, e incluso se han producido varios naufragios en la zona como resultado de las batallas navales. Para citar un caso, en 1827 la sumaca corsaria “General Mansilla” al mando de Diego Wilder, capturó a la sumaca “María Luisa” ingresando al puerto del Tuyu para luego seguir viaje al puerto de El Salado.
La presencia de la Prefectura Naval Argentina en la zona del Tuyú, se remonta históricamente a la designación, para el cumplimiento de las funciones propias, del Teniente  Luis Perichón, quien se desempeñaba como Segundo Comandante en el Salado haciéndose cargo del Puerto del Tuyú por Disposición Superior del 10/XII/1827.
Luego vino el Bloqueo Francés donde se ordeno el control de los puertos del Río de la Plata a fin de evitar la salida de buques con mercadería, sin embargo se dice que desde estos puertos se logro burlar el bloqueo.
Evidentemente este curso de agua fue de gran importancia antes del tendido del ferrocarril y se pensaba en establecer una línea de comercio naviero que permitiese llegar por agua hasta las ciudades de Dolores y Chascomús. Tal es así que en 1857 la empresa Apiazu y Cia. obtuvo la licitación para abrir una ruta comercial por el Río Salado debiendo explorar la misma y señalizarla debidamente, para ello la empresa comenzó a alistar el vapor Río Salado del Sur. En tanto otras empresas intentaron adelantarse y se despacharon veleros e incluso el vapor Yerba, estas embarcaciones encontraron dificultad para remontar el río ya que había sido un año de muchas lluvias y no lograban vencer la corriente del caudaloso río. Finalmente el vapor Río Salado del sur estuvo listo y emprendió la travesía, demoraron 6 días en llegar hasta el paso La Postrera, cerca de Dolores y desde allí siguieron buscando el paso por las lagunas encadenadas y lograron llegar a Chascomús en 12 de agosto de ese año. Evidentemente a la empresa no le cerraron los números y luego de tanto auge todo quedo en la nada.
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El Salado

La condición era inmejorable, la brisa suave del noreste nos permitía hacer rumbo directo al El Salado a buena marcha con mar calmo, al mediodía volvimos a sacar el sextante y calculamos la latitud con una exactitud de dos décimas!!. Para el almuerzo disfrutamos unos buenos sándwiches de milanesa que trajo mi nuevo tripulante Nacho, quien embarco en Tapera para el viaje de regreso.
  
A medida que nos acercábamos a tierra empezamos a divisar algunos árboles pero nada destacable para identificar, el GPS nos indicaba que estábamos próximos al punto de recalada y decidí tomar la radio para llamar al destacamento de PNA de modo de pasar la posición e indicar nuestra intención de recalar allí. El operador de la radio no comprendía la situación y ante nuestro requerimiento sobre la altura de la marea me dejaba en stand by mientras hacia su consulta, supongo que a La Plata.
Mientras tanto divisamos la antena de radio de Prefectura confirmando nuestra posición. El operador me vuelve a llamar, me hace varias preguntas e intenta disuadirme de entrar al río, en primer lugar me dice que el puerto es privado, a lo que respondí que no tenia intención de utilizar las instalaciones y que las aguas son fiscales así que tenia derecho a anclar allí. Luego me explico que la entrada era muy difícil y que si nos varábamos no tenían medios para ayudarnos.
Debí dejarlo y atender la navegación porque ya estábamos sobre los waypoints que me había pasado el Capitán del pesquero Don Norberto y buscábamos la angosta canaleta mediante la ecosonda mientras funcionaba, ya a que cuando la profundidad era menor a un metro dejaba de hacerlo y nos debíamos valer del escandallo tal como seguramente lo hizo el vapor Salado del Sur  en su histórico viaje.
El 28 de noviembre a las 17:30 hs. ingresábamos al río a vela pura contemplando el lodazal  que afloraba en sus márgenes con bandadas de aves removiendo el lodo en procura de alimento. Pasamos algunos muelles en ruinas y la estructura de lo que alguna vez fue una baliza. Sobre el malecón había tres pesqueros de media altura y hacia proa las instalaciones del destacamento con los colores de nuestra bandera.
Por el puente de la ruta 11 el transito era fluido con los últimos turistas que regresaban de fin de semana largo. Amarramos provisoriamente a un muelle medio desvencijado y el Prefecto de zona se acerco a saludarnos, estaban sorprendidos por nuestro arribo y con entusiasmo me cuenta que en los 8 años que lleva allí es la primera vez que entra un velero, a lo que respondo que debería registrarlo en el libro de Actas.
Se acercaron otras personas y no dejaban de advertirnos que se retiraría el agua y no tendríamos posibilidad de salir de allí hasta el día siguiente. Si bien me tentaba pasar la noche al ancla disfrutando el entorno, era consiente que el tiempo desmejoraría y no podíamos desperdiciar la condición actual para continuar nuestro viaje de regreso.
Estaba satisfecho, el objetivo se había cumplido así que no había tiempo que perder ya que el agua se retiraba muy rápido. La cuenca de El Salado nace al sur de Santa Fe y en su largo recorrido recoge agua de bajos y lagunas, con el propósito de evitar las inundaciones en épocas muy lluviosas, a lo largo de los años se fueron haciendo algunos canales para aliviar el desagüe, pero en especial la construcción del ultimo canal conocido como Salado Inferior se llevo todo el caudal de agua y la verdadera boca del río, la que en tiempos otrora fuera un importante puerto, se transformo en una ría mÁs que se cubre de agua con la pleamar.
Sin ser experto en el manejo de recursos hídricos pienso que con solo haber construido un par de compuertas para abrir en caso de  necesidad se podría haber mantenido el cauce natural de este importante río, sin embargo no en vanos hemos escuchado tantas veces la frase “todo esta hecho de espaldas al mar”.
En el momento que nos disponíamos a zarpar se acerca un oficial joven de Prefectura con una planilla solicitándome permiso para subir a bordo a hacer una inspección de elementos, ¡increíble!, mientras tildaba cada uno de los elementos requeridos yo suspiraba con la esperanza de no me salga con algún imprevisto y me levanten una infracción en El Salado.
Entrada al Salado
  
Todo estaba Ok, nos despedimos y salimos a toda maquina con corriente a favor, las lenguas de lodo en los costados del canal brillaban con la bajante y lentamente avanzábamos  semi varados en el blando fango, fue necesario levantar toda la orza y el timón conduciendo el Hannah  mediante el motor fuera de borda, con dificultad logramos zafar de aquel pantano arrastrando la panza del barco en apenas medio metro de agua. Plenos de gozo festejamos al conseguir más profundidad y a toda vela nos dirigimos hacia Punta Piedras. El resto de la travesía continúo con viento franco barrenando las olas hasta nuestro destino.
Este evento organizado por la Asociación Deportiva Argentina de Navegantes (ADAN) contó con el apoyo del Club Náutico de San Clemente y con el de la Prefectura de Gral. Lavalle pero por mi parte quiero agradecer especialmente a nuestro anfitrión Guillermo Pérez Bodria por su desinteresa colaboración para sortear algunos imprevistos y lograr que nos sintiésemos muy cómodos.
Martín Pachiani – Diciembre del 2011
Fuente: Historias del Salado y la Bahía. Lic. Adriana S.C. Pisani
             Biografía del Salado. Carlos Moncault.
             Diario Pionero del 15/10/11
             Histarmar

Cabo de hornos y ventisqueros

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