La familia velerista
Por María Carolina Espinal – Delegada en Cancún
Y un día y sin opciones nací en una familia velerista. Una familia que todos los días se hizo más fuerte, porque encontré hermanos del mar, gente maravillosa con la que he pasado momentos gratos, momentos difíciles y momentos donde esta unión del mar nos ha hecho un equipo.
No existe un lugar donde un velerista no participe en labores de equipo. Es un espacio donde todos trabajamos por el colectivo, donde se trabaja para el fin único de disfrutar el trayecto. Este modus vivendi, si lo logras entender, lo amarás, es la felicidad plena, en horas de sal, viento y mar. Son decisiones, son estrategias, son órdenes que debes cumplir, es medir el riesgo, es medir tu responsabilidad arriba del barco y a su vez es entender. Es el desplazamiento y la infinita parte que eres en lo inmenso del océano.
Navegar para mí y para mi familia, que aún hoy se hace más grande por conocerlos, es un estilo de vida, que prela por encima de cualquier otra actividad, siempre que tuve que elegir, preferí navegar.
Preferí escoger esta cofradía de complicidad que me ha dado los mejores momentos, los mejores amigos y la mejor de las familias.
Son infinitas las historias y las horas que en años y por los que queden, he vivido arriba de un barco, historias que vienen de mis padres, pasan por mis hermanos, se comparten entre amigos y se transfieren a los hijos.
Que no te lo cuenten, vive tus propias experiencias. Ve al mar, donde todos los temores desaparecen, donde de ti dependen tus estrategias y decisiones, donde estar en casa será estar con tu familia velerista.
Solamente llévame al mar
Por María Carolina Espinal