Voy despacio y con tiempo, navegando en mis caballos!!!
Por Eduardo Rejduch de la Mancha – Asociado 93
Hola Amigos, aquí van algunos pensamientos acompañados por algunas fotos del viaje que empecé hace más de dos meses desde el Norte de Uruguay. Voy despacio y con tiempo, Mario Benedetti decía que las ciudades se leen con los pies. Pienso que la tierra, la campaña nuestra, se leería a caballo, como dicen que se hizo.
Esperando la balsa en Tomás Gomensoro
Y aquí me voy, parando en cañadas, acampando donde hay buenas pasturas y sombra para mis caballos, Rodino y Negrito. Me hice nuevamente contador de cuentos y voy parando en los lugares apartados, pueblitos lejanos y olvidados. Ahí me acerco a los boliches, estos templos de sabiduría altamente espirituales y locos, pero también voy a las escuelitas rurales, entonces a los niños les cuento sobre el mar, de tiburones, piratas y veleros, leyendas, aromas y colores de otros mundos visitados.
Mis caballos Rodino y Negrito
Para que sepan que la aventura si existe y con ella la bella fantasía, que te mete en los cuentos. Deseaba llevarles una lámpara de Aladino y que ellos la tuvieran en sus manos, la frotaran, para así, tal vez, ojalá… se les cumplieran sus sueños.
Eduardo ante la atenta mirada de los niños…
El viaje fue bello y en la cabalgata sentí un poco lo que había vivido en el mar. Los árabes dicen que los camellos son las naves del desierto, yo pienso entonces que los caballos deberían ser las naves de nuestros campos, de nuestra aun fantástica América.
A los caballos los cuide tanto como a mi velero Charrua. El viaje no solo era el mío, sino el de los tres y yo quería que ellos conocieran el mar, como un pretexto buscado, cuando en realidad era hacer camino.
Mis caballos y el mar
En la tardecita cuando estaba a punto de caer el sol, ya buscaba un lugar con buena pastura a la orilla de algún arroyo y de ser posible con alguna arboleda al lado, para recoger leña.
Fin de la jornada…..
Mi casa por esos meses, fueron esos lugares, donde yo hacia el fuego. Los caballos andaban a una legua o un poco mas por hora, los paisajes los íbamos disfrutando de a poco, llegábamos pidiéndole permiso, para recorrerlo, olerlo, escucharlo, sentirlo, conocerlo sin las prisas del que mira sin ver.
En la madrugada, ensillados, listos para partir
Pienso que así, también lo ven nuestros gauchos. Las noches en el campo, eran de una linda soledad poblada de bichitos de luz y estrellas. La simpleza de levantarme temprano, lavarme la cara en un arroyo, mientras en el fuego se calentaba la pava del mate y empezar con calma a ensillar los caballos con los colores del amanecer.
Fueron para mi de una belleza con sabor a libertad.
Llegada a Montevideo y fin de la cabalgata
Vivo como pienso, soy un hombre afortunado!!!
Alegría!!! Alegría!!!
Eduardo Rejduch de la Mancha – mayo 2010 – Montevideo, Uruguay