Relatos de navegantes

Alain Bombard, el más atrevido navegante en solitario del mundo

Por Ricardo Cufré – Asociado 20

ARTÍCULO DEL DIARIO «EL MUNDO DE BALEARES» SOBRE ALAIN BOMBARD (31.07.05, pág. 6) EN 1952 CONSIGUIÓ CRUZAR EL ATLÁNTICO EN UN PEQUEÑO BOTE SIN LLEVAR AGUA NI ALIMENTO ALGUNO

por Enrique Mustienes.

Del francés Alain Bombard , fallecido recientemente a la edad de 80 años, se podrían decir muchas cosas: que fue médico, investigador,escritor, político socialista muy cercano a Miterrand, efímero Secretario de Estado de Medio Ambiente, o Eurodiputado durante 14 años hasta 1994, cuando decidió retirarse. Sin embargo, no fue ninguna de esas ocupaciones la que lo hizo hombre famoso, sino un largo viaje realizado hace más de 50 años en una balsa neumática que
lo convirtió en héroe nacional en su país, a pesar de que formó parte de lo que algunos periódicos norteamericanos no han dudado en denominar com «larga lista de aventureros franceses que afrontan desafíos estúpidos».

Bombard en los preparativos

El viaje en cuestión consistió en cruzar el Océano Atlántico desde las Islas Canarias hasta las Barbados sin ningún tipo de alimento ni bebida. En los 65 largos días que duró la travesía Bombard sobrevivió a base de comer plancton y beber agua de mar. En contra de lo que cualquiera hubiera pronosticado, sobrevivió a tan arriesgado viaje, arribando a su destino con 25 kilos menos que al partir y una grave anemia que obligó a hospitalizarle inmediatamente.

Bombard

Detrás de lo que algunos simplemente ven como una absurda aventura, estaba el deseo de Bombard de demostrar que era posible la supervivencia en alta mar con tan solo los escasos recursos alimenticios que el propio mar nos ofrece.

El interés por el tema surgió en nuestro protagonista tras presenciar en 1951 la llegada de un macabro camión al hospital de Boulogne Sur Mer, donde ejercía entonces su profesión de médico, con los cadáveres de 43 marineros ahogados en un trágico naufragio ocurrido frente a las costas francesas del Canal de la Mancha.

Tan terrible suceso despertó en el joven Alain la inquietud por descubrir hasta qué punto era posible sobrevivir en el inhóspito medio marino , con el fin de que sus descubrimientos permitieran tomar las medidas necesarias para intentar evitar que se repitiera una escena como la que él tuvo que presenciar. Con tal fin se trasladó al Instituto Oceanográfico de Mónaco. Su teoría era que el consumo de plancton, rico en vitamina C , fluidos extraídos de peces crudos y agua de mar en pequeñas cantidades, más el ocasional añadido de agua de lluvia, era suficiente para permitir la
supervivencia de un hombre en un bote en alta mar durante un largo período de tiempo.

Al ver que la comunidad científica no le tomaba en serio, decidió demostrar su teoría. Su intención era cruzar el Atlántico, pero antes decidió hacer un primer ensayo, menos ambicioso, en el Mediterráneo, entre Mónaco y las Baleares. Junto con su amigo Jack Palmer concluyó tal travesía y, reforzado por el éxito de esta primera prueba, decidió emprender el ambicioso proyecto de cruzar por completo el océano, partiendo de Canarias. Su amigo, sin
embargo, en lo que parece ser un arranque de sensatez, decide no acompañarle en esta ocasión. Ni siquiera el nacimiento de su primer hijo, que le hace viajar a París en mitad de sus preparativos en el archipiélago, le hace replantearse sus temerarios planes.

Así las cosas, Bombard emprende el viaje en solitario en su lancha -bautizada con el nombre de L’Heretique (El Hereje) – el
19 de octubre de 1952. Tras una penosa travesía donde según sus propias palabras «la soledad y la angustia «fueron peores que el hambre y la sed», llegó a Barbados completamente exhausto, el 23 de diciembre de 1952, 65 días después. A pesar de eso, no fueron pocos los que siguieron poniendo en duda la validez de su teoría e incluso lo acusaron de haber tomado alimentos a escondidas. Entre esos críticos hubo alguno que otro que , por increíble que parezca, intentó imitarle. Eso sí, en este casi sin éxito y dañando gravemente su salud.

Libro

A la vuelta de su viaje escribió el libro «Naufrago voluntario», que definió el resto de su vida al personaje en que Bombard se convirtió desde entonces para sus compatriotas. A partir de ahí, muchos años dedicados a la investigación y más tarde a la política, donde contribuyó entre otras cosas al triunfo de Miterrand en las elecciones presidenciales francesas de 1981 y fue por unos días Secretario de Estado de Medioambiente con el primer ministro Pierre Mauroy. Recibió la Legión de Honor y la Orden al Mérito Marino de su país y escribió otros libros como «LA última exploración» (1974), «Los grandes Navegantes «(1976), «LA mar y el hombre» (19890) y «Aventurero del mar» (1998).

En contra de lo que pueda parecer, la odisea de este loco idealistas no fue un esfuerzo vano, como muchos otros de este tipo que nos estamos acostumbrando a ver. Aún con la polémica sobre su éxito, su viaje contribuyó a que se tomara la decisión de hacer obligatoria la presencia de lanchas de supervivencia en todas las embarcaciones de
un cierto tamaño. Probablemente desde entonces, sean muchos los hombres de mar que tengan algo que agradecer a la poca sensatez de Alain Bombard.

el bote

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ALAIN BOMBARD, médico y político, nació en París el 27 de octubre de
1924 y murió en Toulón el 19 de julio de 2004.
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AGREGO ALGUNAS NOTAS:

1 – L’Heretique tenia 4,6 m. de eslora. Era una balsa salvavidas. El Dr. Bombard solo llevo arpón, señuelos, y una pequeña red. Practicaba incisiones en los peces para beber el jugo que podía succionar. También recogía plancton.


2 – Alain Bombard. Náufrago voluntario. Editorial Labor, Barcelona.
1953. 241 páginas. s/ISBN

Los náufragos de todos los siglos serán siempre los mismos, sometidos a los sortilegios ignotos del mar. (p. 79)

…el 90% de los náufragos mueren dentro [de] los tres días siguientes al siniestro, pues se necesitan bastantes más para morir de hambre o de sed. Al hundirse su barco, el hombre cree que todo el Universo se hunde con él, y el par de planchas que le fallan bajo los pies, arrastran consigo su ánimo y su juicio. Aunque encuentre en aquellos momentos una canoa de salvamento, no por ello está salvado, porque queda en ella inerte, absorto en la contemplación de su miseria. En realidad,
ya ha renunciado a vivir. Presa de la noche, aterido por el agua y el viento, asustado por el vacío, por el ruido y por el silencio, no necesita más que tres días para acabar y perecer. (p. 12)

El agua de mar es peligrosa: así lo dice todo el mundo. Beberla en grandes cantidades conduce a la muerte por nefritis. (p. 25)
Alain Bombard, se plantea una hipótesis revolucionaria: ¿Puede un hombre sobrevivir en el mar comiendo y bebiendo exclusivamente de lo que encuentre? Él cree que sí. Tras varios días como náufrago, en su primer intento en el Mediterráneo, Bombard descubre algo importante al ser rescatado: «Van Hamsbergen [su compañero] no había bebido nada desde hacía dos días; yo, en cambio, había absorbido pequeñas cantidades de agua de mar para calmar la sed, seguro de que, tomada en aquellas proporciones, no constituía peligro alguno… «En cuanto subimos a la trainera, mi compañero vacía un gran cacharro de agua, y yo, convencido de que tengo sed, me dispongo a imitarlo. Pero al segundo trago me detengo, pues en el fondo no estoy sediento: sólo me lo parecía.» (p. 17-18)

Su hipótesis, que va en contra de lo que él comienza a llamar sarcásticamente «especialistas», hace tal revuelo que sólo encuentra una forma de comprobarla: convertirse voluntariamente en un náufrago en una embarcación inflable, parecida a las usadas por los auténticos náufragos. Pero, ¿en donde hacer la prueba? El Atlántico es la respuesta, pero Bombard prefiere andar con cautela y su primer intento lo realiza en el Mediterráneo, junto con Jack Palmer.

Pese a lo exitoso de esta travesía por el Mediterráneo la prensa se muestra reacia a aceptar algo de parte de quien no es un marino consumado y esto influye en su patrocinador: «En cuanto a nuestro mecenas, subyugado por los «especialistas» triunfantes, se negaba a pagar nada, so pretexto de que no quería «contribuir a mi suicidio». Ni siquiera se daba cuenta de que así disminuía de modo peligroso las condiciones de nuestra seguridad.» (p. 98-99)

Y no sólo en él, pues también Palmer se ve influenciado y decide, literalmente, abandonar el proyecto. Después de esperarlo varias horas en la playa, Bombard sabe que Palmer no regresará y escribe una nota: «Asumo la responsabilidad de partir solo; para triunfar hay que tener fe; si fracaso, el responsable habrá sido un no especialista.Hasta otra hermano. Alain.» (p. 113)

Así, se interna en el vasto mar: «Cuando mis miradas se adentran en el Atlántico, su inmensidad me espanta. Verdaderamente, nada en él es comparable con lo que acabo de dejar.» (p. 118)

Lo que más le dejaría asombrado era la soledad, que desde un principio entrevió: «…los problemas se acumulan y no dejan que mis pensamientos se concentren en la «instalación a bordo de la soledad». Sólo cuando estos problemas hayan quedado resueltos, se convertirá ella en el problema.» (p. 115)

Náufrago, las vivencias cotidianas son más agudas: el hambre es identificada en varias etapas, el dolor, la propia curación, el deterioro del cuerpo, la sed calmada con agua de mar, el frío, pero sobre todo, la soledad: «Ahora comprendo la diferencia que va de soledad a aislamiento. Del aislamiento en la vida normal, sé cuándo puedo librarme: me basta con pasar la puerta y bajar a la calle o acudir al teléfono para oír la voz de un amigo. El aislamiento sólo existe si uno se aísla. Pero la soledad, cuando es total, nos aplasta.» (p. 162)

Bombard llega a América el 23 de diciembre de 1952 y se convierte así en un personaje legendario y ha pasado a la fama, aunque su obra, ha sido poco difundida, incluso entre los manuales de supervivencia para náufragos, pese a ser material de básico referencia. Ya durante su travesía maldecía estos libros: «Quiero hacer constar que no hay derecho a que otros náufragos mueran asesinados moralmente por los autores de libros escritos para ellos, en los cuales los signos de proximidad de la tierra son todos falsos y destruyen la moral, matando así a las personas. » (p. 205)

El viaje de Bombard no es sólo un cruce más del Atlántico a bordo de su L’Hérétique, sino también contra lo que estaba establecido como ortodoxo entonces.

Cabo de hornos y ventisqueros

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